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Relato erótico: “Luisa y su hija Patricia… amor compartido…” (POR DULCEYMORBOSO)

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SOMETIENDO 4Luisa y su hija habían tenido que trasladarse de ciudad,  sin apenas organizar su nueva vida.         

  Sin título  Trabajaba en una empresa que de la noche a la mañana había cerrado. Su jefe había hablado con un amigo y éste le ofrecía trabajo, pero tenía que ser una incorporación inmediata. No tuvo más remedio que aceptar.

     Desde que se había divorciado apenas llegaba a fin de mes. Patricia, su adolescente hija, aún estudiaba y el único dinero que entraba en casa, era su sueldo. Su hija de diecisiete años, apenas podía comprender cómo su madre le hacía esto. Tendría que cambiar de instituto y lo que más le dolía,  era que apenas podría ver a Rafa, su novio. Llevaba dos años saliendo con él y era feliz a su lado..Rafa era su primer novio en serio. Era el chico que habÍa tenido la paciencia de esperar a que superara sus miedos y vergüenza. Hacía un año le había ofrecido su virginidad.. Patricia lloraba en el coche mientras su madre conducía. Luisa intentaba animarla diciéndole que Rafa no la dejaría a pesar de la distancia. Le decía que en su nuevo instituto, conocería muchas amigas y amigos. Luisa recordó que debía poner en el navegador del teléfono la dirección que su amiga Marta le había dado.

 

     Marta era una amiga de Luisa. Esta, no dudó en llamar a su amiga Marta, cuando su jefe le habló de ese nuevo empleo en Santander. Sabía que Marta, conocía esa ciudad perfectamente porque allí vivía su padre desde que había enviudado hacía 4 años. Nadie mejor que ella  para recomendarle un hotel económico donde alojarse, mientras no encontraban un piso de alquiler. Fue la propia Marta quien le dijo que iba a hacer una llamada y la llamaría enseguida. Cuando la llamó le sorprendió el tono animado de su voz.

    –  Ya está arreglado!!! – le dijo a Luisa.

    – Lo que está arreglado? – luisa le preguntó confundida.

    – He hablado con mi padre, estaba buscando alguien para alquilar dos habitaciones y quien mejor que tu y la niña? – Marta hablaba muy contenta – estaréis perfectamente alli,te lo aseguro.

 

     Marta escribió la dirección de su padre en el teléfono y se la envió a Luisa . Le dijo que esa era la dirección donde tenían que ir.

     Luisa introdujo aquella dirección en el móvil, enseguida apareció la ruta más corta a seguir y la duración del viaje. Serían cuatro horas pensando en cómo sería su nueva vida. Luisa también se entristeció pero disimulaba ante su hija.

 

     Faltaba poco para llegar, Luisa le dijo a su hija que llamara al teléfono que había en el trozo de papel con la dirección. Patricia marcó el número y aquella voz de hombre la hizo sentir mucho respeto e incluso cierto temor. Era una voz muy grave.

      – Hola soy Patricia la hija de Luisa – su voz casi temblaba- me dijo mamá que le avisara que ya llegamos en cinco minutos

      – Hola Patricia, perdona si te contesté muy serio, llevan toda la tarde molestando con llamadas de propaganda – esas palabras la tranquilizaron un poco- enseguida bajo a ayudaros.

      – Vale, gracias – Patricia colgó – tiene voz de ogro mamá.

      –  Tranquila mi vida, ya verás como no. Marta me tiene dicho que asi como es de grande, también lo es de bueno.

 

     Cuando llegaron a la dirección , vieron que había un hombre en el portal. Las dos lo miraron como intentando analizar como sería. A las dos le sorprendió lo alto y fuerte que era. Luisa sabía que tenía 67 años pero se mantenía bastante bien. Su pelo era totalmente blanco , incluso el de sus brazos. El al verlas se acercó al coche.

     – Vosotras debéis ser Luisa y Patricia,verdad? – parecía muy amable aunque serio – bienvenidas, que tal ha ido el viaje?

      – Bien, gracias Manuel – dijo Luisa- ella es Patricia , mi niña

      – Hola…. – Patricia se sentía muy intimidada ante aquel señor tan grande.

      – Hola Patricia , mucho gusto de conocerte. Ya me contó mi hija Marta que estás disgustada pero ya verás como todo va bien. Te gusta pasear, verdad?

      – Si , con mi novio siempre paseábamos mucho

      – Bueno, yo no soy tu novio pero te enseñaré sitios muy bonitos para pasear.- Patricia miró a su madre sonriendo y hizo un gesto afirmativo con la cabeza como señal de que le gustaba la idea.

 

     Manuel les ayudó a subir las maletas, ellas casi no tuvieron que subir nada. El era muy fuerte y las dos se quedaron sorprendidas de la energía de aquel hombre. Una vez en el piso, él les enseñó las habitaciones. Decidieron que la más alejada del salón sería la de Luisa, ya que tendría que madrugar más , era mejor que el ruido de la televisión no la molestara. La habitación de Patricia estaba junto a la de Manuel. Patricia quedó encantada con su habitación. Luisa miraba con agradecimiento a ese hombre, pues sentía que hacía todo lo que estaba de su parte para que estuvieran cómodas en especial Patricia. Para Luisa aquel hombre era un angel caido del cielo.   

 

      Los primeros dìas fueron de adaptación a la nueva ciudad y también es cierto, de adaptación entre ellos, a conocerse. En especial Luisa y Manuel mantuvieron largas conversaciones para conocer sus gustos, sus manías. Durante esas conversaciones también tuvieron oportunidad de hablar del divorcio de Luisa e incluso de la viudedad de Manuel. Él le dejó claro que seguía muy enamorado de su fallecida esposa y no podría amar a otra…

       – Todo el mundo tiene unas necesidades….- dijo Luisa sin pensar bien lo que decía. Enseguida se ruborizó totalmente- …perdone, no debí decir eso…

       – Tranquila Luisa, no te ruborices mujer. Tienes razón, todo el mundo tiene unas necesidades, aunque creo que yo aprendí a valerme por mi mismo…- al decir eso fue Manuel quien se ruborizó.

 

      Luisa se levantó y recogió la mesa. Vió a Patricia escribiendo mensajes con el movil y le dijo si era Rafa, la niña asintió. Manuel le preguntó si era su novio y ella entristecida se levantó del sofá y se fue a su cuarto. Luisa le regaña por no contestar a Manuel y este le dijo que no pasaba nada. Manuel escucho sollozos en el cuarto de Patricia y con un gesto le pidió permiso para ir a junto de la niña. Luisa asintió y Manuel se levantó de la mesa. Al abrir la puerta la vió tumbada en la cama abrazada a un oso de peluche, el en silencio se acercó y se sentó a su lado.La dejó llorar, que se desahogara. Mientras le acariciaba el pelo y la cara…

      – Es normal que lo eches mucho de menos pequeña…él también te echará mucho de menos a ti porque eres una muchacha extraordinaria – sus manos grandes acariciaban la cara de Patricia. La voz de aquel hombre la hacía sentirse protegida, aquellas manos la calmaban- Ese peluche es muy pequeño para todos los abrazos que quieres darle, no?

     – Si… pero no esta mi novio y lo abrazo a él…

    Manuel la atrajo hacia él y  la abrazó con delicadeza para no lastimarla. Pensaba que era una muchacha encantadora y tierna. .Patricia se sintió sorprendida al sentirse abrazada por un hombre tan grande. Con mucha vergüenza lo abrazó muy fuerte. Se sintió nervioso. La verdad, hacia mucho que nadie lo abrazaba de esa manera…

 

      Manuel sintió que la muchacha se había dormido en sus brazos, con cuidado de no despertarla, apartó las ropas de la cama y la metió en ella. La observó antes de irse del cuarto. Es una muchacha muy hermosa y parece una muñeca, pensó mientras cerraba la puerta del cuarto. Luisa lo miraba desde el salón. le sorprendía que un hombre tan grande y de aspecto rudo, pudiera ser tan delicado.

      – La niña se ha dormido…

      – Gracias Manuel – le dijo Luisa

      – Gracias por que?

      – Por todo Manuel….- Luisa en un acto espontáneo acercó su cara a la de él y le dió un beso en la mejilla-  creo que debo acostarme, mañana madrugo.

         

        A media noche Patricia se despertó, no recordaba haberse metido en la cama. Lo último que recordaba era estar en brazos de Manuel. Recordaba esa extraña sensación que se apoderó de su cuerpo cuando él la abrazó y que le había llevado a abrazarse fuerte a ese hombre. Sintió de nuevo esa sensación…Pensó en su novio. Con Rafa había descubierto la sexualidad entre dos personas. Su novio la había desvirgado y desde aquella tarde hacía 8 meses, cada vez que podían hacían el amor. Cuando no podían ella necesitaba por las noches acariciarse pensando que era su novio quien la tocaba. Desde su traslado a esa nueva ciudad haçia quince días, no se había tocado. Pensó en Rafa y metió sus manos por el pantalón del pijama y acarició su vulva hasta que le alcanzó un orgasmo…Se levantó para ir al baño y al pasar por delante del cuarto de Manuel escuchó ruidos, le sorprendió por la hora que era que no estuviera todo en silencio. Pensó si el señor Manuel estaría malo y se acercó a la puerta intentando escuchar mejor. Una sensación de vergüenza y nervios le recorrió el cuerpo cuando al acercar su oído a la puerta escuchó aquel sonido. Era un sonido parecido a cuando alguna tarde no podía hacer el amor con Rafa y este le pedía que lo masturbara. Era el sonido inconfundible del movimiento de una mano masturbando un pene. Pensó que quizás estaba equivocada, el señor Manuel era un hombre de 68 años y eso solo lo hacían los jóvenes. De pronto escuchó al señor Manuel gemir. Patricia sintió mucho calor en su rostro. Su cuerpo era un manojo de nervios y extrañas sensaciones. Se metió en cama nerviosa. Estaba muy sorprendida pensando que Manuel también se masturbaba como ella.Se acurrucó y pensó en el abrazo de Manuel…

 

   Desde esa noche un extraño vínculo hacía sentirse muy unida a Patricia con el señor Manuel. La niña desde que empezó a masturbarse sentía mucha verguenza  que alguien se enterara. Se sentía una especie de bicho raro por necesitar acariciarse casi todas las noches.Desde esa noche que escuchó a Manuel se sentía como muy unida a él y sentía que el nunca se burlaría de ella por masturbarse. Manuel se sentía feliz viendo que esa muchacha ya sonreía más a menudo. Muchas veces después de comer, Patricia se quedaba en la mesa a hablar con su madre y con él. A veces por las noches, hasta se quedaba en el salón viendo alguna película con Manuel. Con él se sentía segura, protegida. Manuel se estremecía de ternura cuando la niña apoyaba su cabeza en su hombro y se aferraba fuerte a su brazo. Una de las cosas que más había sorprendido de Manuel a Patricia eran sus brazos tan fuertes. Le gustaba agarrarse a su brazo. Algún día incluso había pensado que le gustaría que Rafa tuviera unos brazos así de fuertes. Otra de las cosas que le llamaban mucho la atención de ese hombre era el vello de su cuerpo. Al agarrarse a su brazo, se quedaba observando el mucho vello blanco que tenía. Su imagen le llamaba la atención.

 

         Aquella noche estaban viendo la televisión y  Manuel llevaba un pijama de botones y el de arriba estaba desabrochado. A través de la abertura de la chaqueta asomaban sus vellos del pecho, eran también blancos como los de su cabeza y brazos.Una extraña curiosidad se adueñó de Patricia. El se dió cuenta que lo miraba con atención y le preguntó qué le pasaba….

         – No, nada….- le dijo ella ruborizada.

         – Seguro?….- el se dio cuenta que miraba la mata de vellos que asomaba por la chaqueta – piensas que debería cortarlos?

          – No, no…..solo pensaba si todo tu pecho es asi

        Manuel sonrió. La inocencia de aquella muchacha era maravillosa. El le dijo que sí, que era muy peludo. Se quedaron en silencio viendo la película. Al poco rato fue cuando sintió aquel suave cosquilleo y al bajar la vista vio aquellos pequeños dedos acariciando sus vellos. Ni siquiera dijo nada y le desabrochó los dos botones de la chaqueta para abrirla y mirar su pecho desnudo. Lo miraba asombrada. Nunca viera un hombre tan peludo. Cuando pasó su mano por el pecho sintió esa extraña sensación como cuando se abrazó a él aquella noche. Lo volvió a abrazar fuerte. Pensó en Rafa y si se preguntaba si algún día tendría también así mucho vello en el cuerpo. Pensó que siempre que pensaba en Rafa su cuerpo sentía esa sensación. Se sonrojó al darse cuenta que la sensación se apoderara de su cuerpo al acariciarle el pecho a Manuel y no por pensar en Rafa. Muy avergonzada se acordó que aquella otra vez, la sensación le viniera al abrazar a ese hombre…Patricia se sintió muy confundida y le dijo a Manuel que se iba a cama. Manuel la vio caminar saliendo del salón. Es una muchacha preciosa, pensó. Se sintió avergonzado al darse cuenta que la miraba a las piernas y a su…..culo…Se sintió nervioso,avergonzado…

 

          Patricia se tumbó en la cama. Tenía esa sensación en el cuerpo que tan bien conocía. Sabía perfectamente lo que tenía que hacer o no podría dormir en toda la noche. Se tapó con la sábana y se quitó el pantalón del pijama,  bajó la braguita hasta los muslos y se acarició. Notó que tenía su sexo muy húmedo. Cerró los ojos y pensó. A su mente venía la imagen de ese pecho desnudo con tanto vello, recordaba el tacto de esos pelos blancos tan suaves. Recordaba la imagen de esos pelos que se hacían muy abundantes en el ombligo y bajaban hasta perderse por el pantalón…Se puso muy nerviosa por estar pensando esas cosas.Su novio era Rafa y tenía que pensar en él…Además Manuel podía ser su abuelo,era una locura. Se acariciaba cada vez con más rapidez, le encantaba cuando sentía que su vagina iba a explotar de placer….Pensaba en las caricias de Rafa, se iba a correr muy fuerte….La imagen de Manuel volvió a su cabeza.  Pensaba que  acariciaba aquellos  pelos del ombligo y bajaba la mano por dentro del pantalón. Agarró el sexo de aquel hombre…..Su vagina explotó de placer con ese pensamiento. Fue un orgasmo intenso, largo. Se sintió avergonzada de haber tenido esos pensamientos. Ella quería mucho a su novio.

 

     Manuel se acostó nervioso. Se sentía culpable, una mala persona por haber mirado de esa manera a Patricia, se decía a sí mismo que era tan solo una niña. Sin embargo no podía evitar recordar el contacto de sus pequeñas manos acariciando sus vellos del pecho. Recordaba el calor del cuerpo de esa muchacha cuando lo abrazo. Pudo sentir hasta el contacto de sus pechos apoyados en el suyo. Al tener esos pensamientos sintió una erección. Dio gracias a Dios que la muchacha se había separado enseguida, pues de haberse prolongado ese abrazo temía que su cuerpo reaccionara y ella se diera cuenta. No se perdonaría que esa niña perdiera la confianza en él. Manuel en la cama sintió su fuerte erección. A pesar de sus años seguía manteniendo mucho vigor y apetito sexual que calmaba por las noches masturbándose imaginando y fantaseando. En los últimos días había fantaseado con Luisa. En varias ocasiones se había quedado observando en el cesto de la ropa sucia, la ropa interior de aquella mujer. Incluso en una ocasión se había atrevido a coger uno de aquellos diminutos tangas y solo el tenerlo en la mano le provocó una intensa erección. En un acto de osadía pensó en ello y se levantó para ir al balcón de la cocina donde estaba el cesto de la ropa sucia. Pasó en silencio por el cuarto de Luisa, bajo la puerta vió que estaba la luz encendida, debía de estar leyendo,pensó. Al ver el cesto sintió nervios, se acercó y su rostro se iluminó al ver que en el fondo se encontraba uno de esos tangas que con el paso de los días sabía que utilizaba esa mujer. Lo cogió y se excitó al tener en la mano esa prenda íntima. Aquella noche Manuel se masturbó pensando en Luisa, imaginaba que era ella quien le desabrochaba la chaqueta del pijama y le acariciaba el pecho, se imaginaba acariciando las piernas de esa mujer, pensaba en como sería acariciar su culo. Sentía su pene a punto de estallar, iba a correrse. Imaginaba las nalgas suaves,firmes…ella le miraba nerviosa y vio su cara, eran las nalgas de aquella niña las que estaba acariciando…Estaba acariciando las nalgas de esa muchacha. Sus testículos se contrajeron y comenzó a correrse abundantemente. Manuel se sintió avergonzado, se acababa de correr imaginando que acariciaba a la niña y no a su madre. Se durmió sorprendido y pensando que no podía volver a ocurrirle eso.

 

     Luisa llegó aquella mañana a casa y vió que no había nadie. En el frigorífico vio una nota escrita por su hija que le decía que Manuel y ella iban a pasear. Sonrió pensando en lo bien que había ido ese primer mes tras el cambio. Su hija era otra comparada a como había llegado. Pensó en Manuel y en lo mucho que tenía que agradecerle por cómo las había ayudado. Había ropa planchada de Manuel y decidió recogerla y guardarla. Era la primera vez que entraba en la habitación de Manuel. Estaba todo muy ordenado. Vió que en la mesilla de noche había una foto de Manuel con su esposa fallecida. Era una mujer muy guapa, pensó. La verdad que Manuel era un hombre muy apuesto y atractivo. Recordó la conversación con Manuel sobre que no podría amar a otra. Pensó que si quisiera a ese hombre no le costaría encontrar una mujer a quien amar. Recordó a su amiga Marta, que siempre le decía que tenía que buscarse un novio. Luisa era una mujer muy guapa, su cara aniñada ni siquiera daba a entender que tenía 37 años. Era bajita de estatura con un cuerpo perfecto. Sabía que tampoco a ella le costaría encontrar un novio pero se sentía volcada en su pequeña Patricia. Pensó en su divorcio, en su ex marido. Ya había superado aquellos primeros años y ahora no lo echaba de menos. Suspiró pensando que lo único que echaba de menos era estar físicamente con un hombre. Sexualmente ella se satisfacía plenamente. Recordó las palabras de Manuel diciendo que él había aprendido a cubrir sus necesidades el solo. Pensó que ella también aunque el acariciar a otra persona lo echaba de menos, Manuel sentirá lo mismo?…Se ruborizó con esa pregunta que le había venido a la cabeza. Guardó la ropa en el armario y vio una foto de Manuel en la playa. Le llamó la atención su torso fuerte y lleno de vello y aquellos brazos…

Decidió darse un baño relajante aprovechando que estaba sola. Cuando vivía sola con su hija le encantaba aprovechar cuando iba al instituto, para darse baños relajantes. Ahora era distinto porque era muy difícil encontrarse sola en casa. Preparó la bañera con agua bien caliente y llena de espuma. Se desnudó lentamente frente al espejo. Le gustaba mucho mirarse desnuda. Sus pechos estaban hinchados, se fijó en sus pezones oscurecidos por la sensación de excitación que le producía volver a vivir ese ritual del baño. Los tenía muy tensos y largos.y extremadamente sensibles. Desde muy joven le había acomplejado muchisimo el tamaño de sus pezones.Se sonrió y llevó su mano a su sexo desnudo. Acercó la mano a su cara y vio sus dedos mojados. Pensó que su cuerpo era muy sensible.. Una vez dentro de la bañera, Luisa se enjabona lentamente cada centímetro de su cuerpo , enjabonado sus pechos, sus pezones, su sexo totalmente suave sin ningún vello, enjabonar sus nalgas, su ano…Estaba muy excitada. Pensaba que la enjabonaba algún desconocido modelo de revista. Sus dedos recorrían cada pliegue de su sexo, su clítoris hinchado vibraba. Se iba a correr imaginando que ese modelo de revista la masturbaba bajo el agua. De pronto pensó en Manuel, era él quien la enjabonaba y masturbaba….el chapoteo del agua se hizo más intenso y Luisa se corrió temblando de placer….Se quedó sorprendida, temblorosa….avergonzada por pensar en las manos de Manuel tocándola…sex-shop 6

 

Relato erótico: ” Miradas… 2ª y 3ª parte” (POR DULCEY MORBOSO)

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me darías 2 …. El hombre le explicó a Nuria que iría a la cocina un momento. Le indicó que aprovechara para ponerse cómoda y que enseguida volverÍa. La joven vió como Damián desaparecía por el pasillo y Sin títulocon mucho nerviosismo comenzó a desabrochar su blusa. Se la quitó y la apoyó en el sillón de la esquina. Miró hacia el pasillo y desabrochó su pantalón. Descalzándose y quitándose los calcetines se acercó a la cama. Sin pensárselo dos veces se quitó el pantalón. Se miró en un espejo que había frente a la cama. Se ruborizó al verse en braguitas en la habitación de un hombre que apenas conocía. Nuria se tumbó en la cama. Su corazón latía muy acelerado…

    Damián terminó en la cocina y pensó que aquella muchacha ya había tenido tiempo para relajarse un poco. La verdad, él también estaba nerviosísimo pensando que sucedería con ella. Recordaba la tarde anterior y deseaba volver a tener la oportunidad de admirar su joven cuerpo desnudo. Al girar en el pasillo, pudo ver los pies de la joven sobre la cama. Según se iba acercando pudo ver que sus piernas estaban desnudas. Al llegar a la habitación la vió tumbada en su cama. Estaba preciosa. Estaba tan sólo con un sujetador azul y una braguita del mismo color. Sus miradas se encontraron y las mejillas de la joven se ruborizaron.

      – Tranquila pequeña , no sientas vergüenza. Eres una muchacha preciosa…

      – Gracias , usted es muy bueno y agradable conmigo.

 

     El hombre se sentó en la cama a su lado y le acariciaba el cabello transmitiéndole confianza y cariño. Ella al sentir aquellas caricias se acercó a él.

         – Te gusta haber dado el paso de venir a junto mío?

         – Si . Pero siento muchos nervios y vergüenza…

         – Hagamos como antes Nuria, cierra los ojos cariño…- La joven los cerró y él siguió hablándole con mucha ternura – Quieres que te vea otra vez desnuda? Contesta con tu cabeza.

         Nuria asintió. Damián le hablaba al oído. Su voz era grave y le transmitía sensación de protección. Con delicadeza la giró poniéndola boca abajo. Ella con los ojos cerrados sentía la mano de aquel hombre acariciar su cabello,su espalda. Su corazón latía desbocado. Los dedos hábiles de aquel hombre desabrocharon su sujetador. Nuria escuchaba como ese señor le decía palabras cariñosas mientras le deslizaba las tiras del sujetador por los brazos y se lo quitaba. Aquella mano acariciaba de nuevo su espalda. Estaba caliente.Nunca la acariciaran con tanta delicadeza. Su cuerpo tembló al sentir la caricia de ese hombre en sus nalgas por encima de la braguita.

           Damián miraba el hermoso cuerpo de aquella jovencita. Su piel era suave. Su excitación era muy fuerte. Tenía en su cama a la jovencita que tantas veces había imaginado desnuda. La muchacha que tantas veces había espiado con su novio, había ido a su casa para estar sola con él. Damián gimió de placer al acariciar las nalgas de la pequeña. Sus dedos agarraron con suavidad el borde de la prenda íntima y la comenzó a bajar. Nuria presa de la vergüenza se tapó la cara con la almohada. Un sin fin de sensaciones se apoderaron de su cuerpo al sentirse desnuda. Un intenso cosquilleo se apoderó de su sexo al sentir que aquel señor acariciaba sus nalgas desnudas y separándolas un poco le decía:

          – Tienes un culo y un ano precioso…

       Nuria no pudo evitar gemir cuando sintió los dedos de aquel señor rozar su rajita húmeda.

         – Estoy mirando tu rajita Nuria, disfruta pequeña

         – Mirela Damián – respondió ella excitada por el morbo de sentir que la miraba.

       Damián la giró de nuevo poniéndola boca arriba. Nuria con la cara tapada por la almohada se estremeció al sentir que ese hombre la estaba mirando totalmente desnuda. Le acarició los pechos. Jamás había pensado que sus pezones se podían poner tan duros. Aquel hombre sabía cómo acariciarla y darle placer. Su mano bajó hacia su rajita y se la acarició. Damián se sorprendió de lo mojada que estaba aquella jovencita. Sentirla así lo hizo gemir de morbo. Aquel sexo era hermoso. Al separar sus labios se sorprendió al ver su color rosa intenso. El clitoris juvenil asomaba rogando ser iniciado al placer. Llevaba dieciocho años oculto entre aquellos pliegues deseando ser mimado y besado por alguien. Damián miró el clítoris de la muchacha y supo entender que reclamaba. Un intenso gemido escapó de la garganta de la jovencita cuando sintió que ese señor le besó su rajita y sus labios rozaban su clítoris. Lamió con verdadero placer aquel delicioso coño lleno de abundantes flujos. Nuria gemía muy excitada y sorprendida por el placer que aquel hombre le hacía sentir.

         Se excitó muchísimo cuando al separarse un poco, vió como Nuria levantaba las caderas buscando su boca. Aquella muchacha se moría por sentir que le lamía el coño. Damián lamió su clítoris y cuando vió que la muchacha iba a sentir orgasmo, lo atrapó entre sus labios y succionó hábilmente. Fue el orgasmo más maravilloso que había presenciado nunca. El cuerpo de aquella joven se agitaba en convulsiones maravillosas de placer. Nuria sintió que Damián retiraba la almohada y se ruborizó al verlo. Él la abrazó. Besando su cabeza mientras la joven aún sufría pequeñas convulsiones le hablaba al oído tranquilizando…

         Nuria se abrazaba a Damián muy fuerte. Pensaba que nunca había imaginado que se podían sentir orgasmos tan intensos. Lo miraba con reparo y a la vez con agradecimiento por haberla hecho sentir tanto placer…

          – Damián….- le dijo ella con voz nerviosa

          – Dime pequeña….

          – Me gustaría poder verte como ayer – Nuria se sonrojó al reconocerle a aquel hombre su deseo de verlo desnudo.

          – Claro Nuria, me veras como desees….

        Damián besó la cabeza de la joven y ella lo miró. Muy nerviosa puso la mano sobre los ojos de él tapándose los y acercó su boca a la de ese hombre. Sus labios entreabiertos lo besaron. Damián se estremeció al sentir que aquella muchacha lo besaba en la boca profundamente….

 

(CONTINUARÁ)

Damián estaba muy excitado al sentir como aquella joven, lo abrazaba y besaba profundamente. La petición de la muchacha, por verlo como la tarde anterior, le hizo sentir cierto reparo.Pero deseaba agradecerle a Nuria, todo lo que estaba sucediendo en esos momentos. Se levantó de la cama y de pie, al lado de ésta, comenzó a desabrocharse la camisa. Nuria lo miraba con curiosidad y nerviosismo. Al sacarse la camisa, ella miró su pecho cubierto de vellos canosos. Damián miraba el cuerpo de la joven y sentía su virilidad totalmente inflamada. Nuria separó un poco sus piernas al darse cuenta que Damián buscaba su sexo con la mirada. Vió como él , se desabrochaba el pantalón y se lo quitaba. Ella se dió cuenta que estaba excitado, pues el sexo de aquel señor, se marcaba con claridad bajo la tela del slip. Damián sentía la mirada de aquella joven en su slip. Nadie le había mirado con tanta espectación. Se bajó el slip. Su polla empalmada, estaba a la vista de Nuria y un escalofrío recorrió su cuerpo al escuchar como la pequeña gemía al mirar su polla.

      – ¿Cómo quieres verme cariño? – Damián rompió el silencio preguntando que deseaba la joven.

      – Me gustaría verte como ayer, en el sillón – Nuria sentía vergüenza por decir lo que deseaba.

        Él se acercó al sillón de la esquina y apartando la ropa de ella, se sentó. Veía a Nuria desnuda. Aún tenía el sabor de su coño en la boca. Mirando entre las piernas de la joven, llevó su mano a su polla y la rodeó con sus dedos. Nuria observaba con verdadera devoción, como el hombre comenzó a masturbarse para ella. No podía apartar la mirada del sexo de aquel señor. Era gordo y sus venas se marcaban en la fina piel de su polla. Miraba los testículos de aquel hombre. Eran grandes y cubiertos por pequeños vellos blancos.

     Comenzó a acariciarse el sexo mirando a Damián. Un gemido de ese hombre, le hizo comprender que le excitaba mirarla tocándose. Por primera vez en su vida, se estaba masturbando delante de otra persona. Miraba la polla de aquel hombre y su sexo rogaba ser masturbado más fuerte y rápido.

        Damián, vió como Nuria se levantaba de la cama y se acercaba al sillón donde él estaba. Se arrodilló delante de él. Damián había detenido su masturbación al no saber que deseaba la muchacha. La miraba como interrogándola por sus deseos.

         – Siga por favor, acaríciese…

        Sólo deseaba hacer realidad los deseos de Nuria. Sabía que los deseos de ella, serían los deseos suyos. Siguió masturbándose. La cercanía de la joven hizo aumentar su excitación. Nuria miraba fascinada aquella polla. Se sorprendía al ver el glande amoratado de aquel señor. Brillaba y estaba mojado. Volvió a mirar aquellos testículos. Ahora estando tan cerca, sentía que le excitaba mirarlos.

          Damián gimió, cuando sintió la mano suave de Nuria acariciarle los huevos. Se miraron y en sus miradas veían la vergüenza por lo que sentían pero también la excitación. Aquella muchacha le acariciaba con curiosidad los huevos y le hacía gemir. Sintió los dedos de Nuria acariciar la base de su polla. Paró de masturbarse y dejó que ella saciara su curiosidad. Los dedos de aquella joven se deslizaban por su polla. El rostro de ella era de fascinación. Damián sentía la yema de sus dedos recorrer las venas. Gimió cuando Nuria  los pasó con delicadeza  por su glande. Su polla iba a explotar de placer como esa joven no parara de tocarlo así. Nuria miró la cara de Damián y vió que tenía los ojos cerrados y gemía. Comprendió lo que necesitaba ese señor. A pesar de sus temores por no saber hacerlo bien, agarró aquella polla con su mano y comenzó a masturbarla. Damián se moría del placer que le estaba dando aquella muchacha.

           Aquella mano suave le estaba dando el mayor placer de su vida. Nuria aumentó el ritmo.. Jamás había imaginado que le haría una paja a un señor tan mayor y le encantaba hacerlo.Aquella polla estaba caliente y totalmente dura. Nuria llevó su mano libre entre sus piernas y comenzó a tocarse mientras masturbaba a ese señor.

         Damián gemía. Podía sentir en su polla la respiración entrecortada de la joven. Nuria gimió al sentir como aquel sexo excitado rozaba su cara. Nunca había tenido tan cerca de su cara un sexo masculino. Masturbaba a ese señor con rapidez. El olor de aquella polla acariciaba su nariz. Era un olor desconocido para ella. Se sorprendió acercando su nariz y oliendo el glande de aquel señor. Le gustaba aquel olor. Damián estaba alterado totalmente por lo que estaba haciéndole aquella muchacha. Nuria no pudo evitar acercar sus labios y besar la amoratada punta de aquel fascinante miembro. Su clítoris estalló de placer al ver el primer chorro de semen salir de aquella polla. Después otro chorro y otro….Nuria miraba fascinada la polla de ese señor correrse, en un orgasmo muy fuerte, provocado por ella.

        Se miraron exhaustos y Damián la cogió en brazos. Sus mejillas estaban coloradas. Ninguno de los dos sabía si era por la vergüenza de lo vivido, o por el fuerte orgasmo que habían sentido.

        Esta vez, fue él quien acercó su boca a la de ella y ella abrió sus labios. Se besaron. . Damián pensaba hasta ese día, que jamás volvería a vivir de nuevo esa pasión. Nuria mientras lo besaba, pensaba que por fín estaba descubriendo esa pasión que tantas veces había leído y escuchado hablar sobre ella…

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Relato erótico: “El despertar de Cassandra 6” (POR PERVERSO)

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prostituto por errorAntes de continuar, mis más sinceros agradecimientos a todos aquellos que siguen, leen, comentan y valoran esta porno novela, esperando y este capítulo sea de su agrado.

Sin título……… después de su cacareada, el maestro Pepe se dirigía a paso lento y gelatinoso a un grupito de niñas, recorriéndolas con su morbosa mirada y saboreándoselas a todas mientras se acercaba a ellas al tiempo que se rascaba sus bolas apretadas dentro de su tieso pantalón color camel, analizando de manera anatómica especialmente a Cassandrita, viendo como esta última lucía radiante y fresquecita a pesar del calor agobiante, su piel blanquita y chapudita1 contrastaba luciendo angelicalmente sobre su negro y lacio cabello, mientras el viento se lo jugaba teniendo ella que acomodárselo pues en ocasiones delgados mechones le revoloteaban en su bello rostro incomodándola un poco, riendo ella coqueta con el resto de sus amigas por quien sabe que niñerías que entre ellas se consultaban secretamente. Sin embargo el gordo y moreno docente pronto desvió esas calientes miradas hacia el cuerpecito de su alumna notando lo apretadito de su uniforme, principalmente su falda que a pesar de llegarle casi a las rodillas y ser de tablones se ajustaba perfecta a las femeninas y potentes caderas realzando el redondo culito de su más sabrosa alumna.

-hooola mis niñas, ¿Cómo están?, ¿Qué traman?, ¿Por qué tanta secreteada?- saludaba el libidinoso aspirando toda una selecta cantidad de aromas frutales y florales emanados del pequeño escuadrón de bellos ángeles, muchas de ellas a nada de terminar su fase de desarrollo, viéndose como todas unas mujercitas dignas de ser encamadas por tan adónico personaje.

“¿Quién quiere ser la primera en mamarme la verga?” pensaba en su cochambrosa mente.

-hola maestro, buenas tardes maestro, jijiji,- respondían algunas y reían otras, para esto la verga del viejo no cabía ya en sus apretados calzones llegándole a incomodar pues su glande era casi degollado por el grueso elástico de su ropa interior, aun así, un descomunal tronco se empezaba a dibujar debajo del obeso vientre del viejo.

-¿Por qué andan muchas de ustedes afuera?, ¿Qué no tienen clases?- preguntaba el rechoncho maestro lanzado miradas galanescas como si estuviera en alguna firma de autógrafos y estas niñas conformaran parte de su selecta fanaticada.

-noo, no vino el maestro de Geografía,-

-sii, y no nos quisieron adelantar la última clase- decían algunas, había faltado el maestro encargado de la clase que trascurría y eso les había dado a los niños una hora libre.

-ahh miren, bueno mis niñas yo me retiro a mi cubículo, cualquier cosa que se les ofrezca allí estaré jeje- decía el empalmado maestro retirándose no sin antes dándole un último y cochino repaso a todas pero volviéndose nuevamente hacia ellas dijo, una vez ganada cierta distancia.

-ehh, Cassandrita, mija, se me olvidaba- el profe hacía una seña para que esta nenita se le acercara, fue aquí donde un viejo flaco quien preparaba su aula estiraba su delgado cuello como zuricata tratando de observar esta escena y para ponerse cómodo sacaba uno de los bancos pero sin dejar de ver el desenvolvimiento de su gordo amigo.

-sip, mande- la nena llegaba tan risueña y jovial como siempre lo era, parándose enfrente de su viejo mentor, llevando sus manitas hacia su espalda y entrelazándoselas, realizando un leve movimiento rotativo con su curvilíneo cuerpo, todo esto sin dejar de mirar la grasosa cara de su entrenador.

-mi niña, en la lista de asistencia a las prácticas de voli tengo algunos días en donde no te anotaste- dictó el redondo maestro.

-ehh, de veras profe?, pero si yo he venido a todas las prácticas- afirmaba Cassandra.

-sí, sí, lo sé mi niña, lo sé y no encuentro explicación lógica para tal suceso, recién apenas iba a enviar ese formato a Servicios Escolares para que se vaciara la calificación pero por suerte me di cuenta antes, aun así te aviso para que pases a anotarte por favor hija, yo lo haría por ti pero quiero que seas tú quien lo haga para que veas que si vas a tener tu calificación, ya no importa que me regañen por no enviarla en tiempo y forma, lo importante es que a ti no te afecte- argumentaba el viejo y sudoroso maestro dándoselas de salvador para con la niña, quien atenta asentía con la cabeza a todo lo que el maestro decía.

-si maestro, gracias, ¿Quiere que vaya ahorita?- preguntaba la nena observando como el viejo sacudía su sudada camisa, dejándole ver un pecho sumamente peludo casi de oso.

-no mi niña, al ratito que salgas, mientras sigue jugando con tus amiguitas y si las están molestando aquella parvada de pervertidos que están allá díganme y yo me los arreglo- decía el viejo mirando su reloj dándose cuenta que la hora libre de los niños estaba por terminar, razón por la cual decidió suspender su encuentro con la nena hasta la hora de la salida y señalando a los alumnos con los cuales rato atrás estuvo platicando sobre el cómo tratar a las mujeres.

-jjjjjj, si maestro, a la salida paso- Cassandra se retiraba hacia sus demás amigas, el profe en tanto aprovechaba que la nena daba la vuelta para de forma descarada volverle a mirar el culo y su ligero movimiento de caderas, así como esa cinturita y esas potentes piernas que se asomaban un poco cada que la falda levantaba mientras la nena daba un paso.

“mmm, chiquita sabrosa, te has de ver bien rica en cuatro patas”,pensaba el maquiavélico personaje sin saber que ya había otro viejo que podía comprobar lo dicho.

EL DESPERTAR SEXUAL DE CASSANDRA

EL SEÑOR DE LA TIENDA Y SUS PERVERTIDOS AMIGOS

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En el cubículo de Pepe…

El viejo y gordo maestro dialogaba por su celular con su colega Teo, sentado en la silla de su escritorio y con sus patas arriba contaba cómo le había hecho para citar a su alumna más comestible a la hora de la salida y en donde según él confiaba en su suerte y exagerado carisma para sacarle a la nena una plática un poco más allá de temas institucionales.

-así merito pendejo, en unos minutos he hecho lo que tú no has podido hacer en todo un semestre… con suerte y hasta la descalzono y me la cojo aquí mismo ahhgg ahhgg ahhgg… mmm con lo rico que le ha de saber el bollito agggghhhfff… primero le voy a mamar las chiches jeje, y luego le meto mano ahí abajito y le estiro el frijol… bueno ya te dejo, voy a meneármela un ratito con unas fotos que tengo de ella en shortcitos para entrar en calor jeje- colgaba Pepe exhibiendo una sonrisa de oreja a oreja, arrugando toda la extensión de su regordeta mandíbula y dejando apreciar la escasa higiene dental así como su deformada dentadura de burro.

Un garrafón de agua puesto en el enfriador adornaba la pequeña oficina del vulgar maestro quien se frotaba las bolas como esperando a que de estas se manifestara algún genio que le cumplieran algún deseo a medida que su porcina cara expresaba un gesto de vulgar satisfacción ante sus rascados, además de un cuadro con una imagen de él siendo saludado por el Gobernador del Estado ubicada a la vista de sus visitas, su título que lo acreditaba como maestro educativo y del lado derecho un poster de Pink Floyd pues el viejo se las daba de muy conocedor de esos géneros aparte de que esa música lo hacía recordar sus tiempos de soltería y en donde según sus alegatos culeaba como enajenado a cuanta hembra se le atravesara siempre y cuando esta fuera digna de su verga, un sinfín de envolturas de papas fritas y envases de refrescos llenaban su cesto de basura, a todo esto un plato de unicel con restos de comida que al parecer hace unas horas fueron gorditas pellizcadas adornaban su escritorio, una revista del conejito yacía entremetida sin mucho éxito en medio de unas carpetas escolares.

El grueso sujeto casi se relamía las bembas y se acariciaba constantemente la barbilla esperando ver a la nena entrar por la puerta, por su mente pasaban tantas cosas sucias como el separarle los labios vaginales a tan jugosa muchachita y con su babosa lengua buscarle el clítoris para realizarle aberrantes succiones sobre ese palpitante órgano, acomodándose y desacomodándose él mismo sobre su silla producto de la calentura que en ese momento sentía, sudaba de sus axilas por la emoción y apenas se preguntaba por qué no había invitado a la nena antes a su oficina, fue ahí donde maquiló otra degenerada idea en donde el profe Teo tendría que ofrecer su complicidad para la realización de la misma.

Estaba tan desesperado, con la verga bien parada y casi saliéndosele de sus pantalones cuando en eso escuchó el timbre de salida, sin embargo la nena no aparecía, el viejo bribón había comprado un par de pececitos pues el profesor Teo le comentó que él tenía unos en su laboratorio y que las nenas se entretenían viéndolos nadar o estirar el chipo pidiendo alimento, además Teo los había ubicado a una altura donde las estudiantes tenían que recargar sus cuerpos lo que las obligaba a levantar un poco el culo de esta manera, siendo un deleite para los alumnos y por supuesto para el flaco y chimuelo docente con dedos de gancho.

Pepe continuaba en sus reflexivos momentos imaginando a Cassandrita sentada en sus piernas mientras él le metía mano y le daba su buen besote de lengua cuando en eso hizo aparición la susodicha depositando su mochila en la entrada y disculpándose por la tardanza, hubiera querido ver a la nena enfundada en un minúsculo short deportivo de esos que lo calentaban pero no se podía tener todo en la vida, al menos por el momento, pensaba para sí el peludo sujeto sintiendo sus axilas resbalosas debido al excesivo sudor, ya habría forma de tenerla así la próxima semana, se decía.

-no hay problema Cassandrita, pásale, siéntate jeje, déjame buscar la lista de asistencia- decía el degenerado sin poder dejar de admirar la belleza de la chiquilla, y es que parecía que el viejo no se cansaba nunca de reverenciarla, le sorprendía que a su corta edad esta niña poseyera un cuerpo tan femenino, tan delicado, pero a la vez tan bien formadito.

La nena pasaba y se sentaba cuidadosa de que su falda no quedara más arriba de lo estrictamente permitido, así era ella, coqueta pero cuidadosa cuando estaba en público, pero rápidamente alertó a los peces y se acomodó para poder observarlos mejor, y es que la pecera estaba en el escritorio pero acercada más hacia el arrecho maestro quien descaradamente casi se comía los desarrollados melones que abultaban debajo de la blusa, así que Cassandra ubicó sus bracitos de forma paralela arriba del escritorio recargándose del borde de este con su vientre, echando hacia adelante su cuerpo.

-maestro pero… mire, este creo que ya se murió- dijo la nena apuntando a un pececito que yacía flotando panza para arriba.

-ehh, a ver- el maestro Pepe bien pudo comprobar lo que decía la nena desde su ubicación, pero prefirió levantarse y verificar lo dicho por la mocosa ubicándose detrás de esta.

Era un verdadero tormento para el profe el estar detrás de la nena con ella recargada en el escritorio moviendo ligeramente sus caderas, como si esta estuviera realizando una invitación a poseerla de la manera más insana jamás imaginada pero Pepe sabía que esto no era así, que debía contenerse ante los juegos sucios y tácticas mundanas practicadas por la colegiala para hacer perder la cordura a tan ejemplar catedrático.

-mire- dijo Cassandrita echando su cuerpo todavía más hacia adelante sin alertar las desequilibradas miradas que Pepe realizaba a su cuerpo, en especial a su culote, imaginando el asno los apretados calzones que se debía de cargar la nena y que ajustarían perfectos al cuerpo de la niña, principalmente a su carnosa panocha, el maestro Pepe gargareaba saliva con estos eróticos espejismos.

El viejo se dio gusto admirándole el culo y casi mandándose una nalgada, de hecho se atrevía a acomodar sus manotas como si en verdad fuera a tomar a la nena de su cintura para proceder a embestirla y en un momento se atrevió a realizar oscilaciones pélvicas mientras llevaba a cabo un movimiento con su brazo derecho como si estuviera montando un potro salvaje, o una potranquilla, al tiempo que sacaba su lenguota y la giraba impúdicamente poniendo cara de enfermo sexual, algo que haría dudar a cualquiera que lo viera sobre sus facultades mentales, todo esto sin ser alertado por la nena quien sin saber ayudaba con su posición para la realización de tan trastornadas actuaciones.

El maestro Pepe se acercó más llegando a apreciar en la espalda de la nena las marcas que denotaban su ajustado brasier, sin pensárselo posó una de sus grasosas manos (esa con la que se frotó las bolas) en la espalda de ella y comenzó con un ligero masaje, Cassandrita sintió esa manota posarse sobre su espalda pero al no advertir malicia (según ella) no se incomodó, al parecer las manoseadas que le había dado el viejo tendero estaban cambiando el análisis de la nena que implicaba el no satanizar el que un hombre ponga una mano sobre ella, siempre y cuando sea para realizarle un cariñito obviamente sin ir más allá, así lo entendía la mujercita dando su consentimiento ante el grasiento manoseo volteando y mostrándole al viejo una ligera sonrisita.

-si es cierto, está muerto, pobrecito, es que a veces estoy tan ocupado que no me doy tiempo ni para echarles un poco de alimento, como tú sabes mi niña doy clases a todos los grados en esta escuela- decía el viejo mientras seguía frotando su mano contra la femenina espalda de la niña, a veces llegando a donde empieza la espalda baja.

-sí, debe de ser difícil- afirmaba la nena volteando a ver de vez en cuando a su pervertido instructor, observando como una pequeña flotilla de moscas revoloteaban alrededor de su cara, así como algunos tiesos pelos nasales sobresalían de sus narices llegándose a enredar con su mal cortado bigote de macho (para el maestro Pepe y la gran mayoría de los machos viejos, el poseer bigote y pelo en el cuerpo era muestra de masculinidad, razón por la cual el docente criticaba al novio de Asdany en cuanto a su sexualidad debido a su lampiña condición).

-mucho Cassandrita, oye, y porque se te hizo tarde?- preguntaba el cachondo maestro tratando de regular su salivación con asquerosos movimientos bucales ya que estaba tremendamente sobrecalentado con el simple hecho de estar palpando el cuerpecito de la niña, esa misma a la que le auguró unas potentes curvas cuando la vio por primera vez el día de las inscripciones aun con su uniforme de niña de secundaria.

“esa niña se va a poner bien buena”, fueron las palabras inmortalizadas que Pepe pronunció al flaco Teo cuando ambos galanazos observaban a los nuevos prospectos en la fila de inscripción, aunque también repasando a alguna que otra madre de familia bien conservada acompañando a su retoño.

-ahh, es que unos compañeros estaban exponiendo y el maestro Teo no nos dejaba salir a los que ya habíamos pasado hasta que todos acabaran- Cassandrita ya había tomado las caricias como algo cotidiano, siempre y cuando no bajaran a terrenos prohibidos, incluso se había puesto a alimentar al pescadito vivo con el alimento que le fue proporcionado por el maestro mientras ambos yacían muy juntitos en esa caliente oficina.

-el maestro Teo!!, apoco ese viejo con cara de zombie te da la última hora?- preguntaba Pepe pues para la realización de su artimañoso plan esto le favorecía.

-jijijij, síp, lo que es hoy, los martes… ahh y mañana- respondía la nena.

-uhm, interesante, muy interesante- dijo Pepe, con una tremenda inflamación en su pantalón y una pequeñísima mancha de humedad en la tela del mismo, dejando de frotar la espalda de la nena para rascarse ahora su barbilla.

-sabes Cassandrita, se me ocurre algo, que tal si esos días en los que el maestro Teo te da clases la última hora, en vez de ir a tomar tus clases con el viejo flaco, vienes a mi cubículo a ayudarme con los pendientes que tengo… algo así como mi secretaria- decía el profe tomando asiento arriba del pobre escritorio abriendo ligeramente sus rechonchas piernas pero procurando dejar a la vista de la colegiala su remarcada herramienta sexual de medidas aún desconocidas, además de esos huevotes que se le abultaban sobremanera en un plan sucio por conocer la reacción de la nena ante tal desvergonzada maniobra.

-jijij, maestro, no puedo hacer eso- negaba la nena aun sin alertar malas intenciones en su maestro, ella seguía con vistas en los animalitos.

-¿Por qué no?, Cassandrita- con el simple hecho de estar a tan solo centímetros de distancia, compartiendo el mismo espacio, olfateando su embriagante perfume con esa gorda y desparramada nariz llena de enormes cacarizos, el viejo Pepe estaba encandiladísimo, su verga ya estaba bravísima y con su cabeza completamente lubricada, era tal la cantidad de lubricante expulsado que el viejo ya se sentía como si anduviera meado, casi le daban ganas de sacar su pepino y mostrarlo a la niña sin pudor alguno.

-pues porque si hago eso estaría faltando a la clase del maestro Teo y se va a enojar, y me va a reprobar por inasistencias jijij- respondía la nena regalándole una sonrisa al viejo, concluyendo ella de alimentar al pez y volviéndose a sentar en su silla acomodando su pelito por detrás de una de sus orejas.

-claro que no mi niña, yo hablaría con él para que eso no suceda, yo tengo mucha preponderancia aquí en la zona escolar y ese viejo feo no creo que se oponga sabiendo las poderosas amistades que tengo dentro del Sindicato- dijo Pepe, siempre presumiendo sus influencias dentro del Magisterio, cosa que ya había presumido también a la güerita.

-jijiji, no sé, y que se supone que tendría que hacer?- preguntó ella apretando coqueta sus rosaditos y brillosos labios y colocando sus manitas en cada una de sus piernas.

-bueno pues estar aquí conmigo… ayudándome a archivar mis notas… actualizar mi bandeja de entrada, para eso te prestaría mi lap… irme a sacar algunas copias y alimentar a mi pescadito- aclaró el viejo todo caliente y sudado a mas no poder y en un momento en que desviaba su mirada hacia su reloj de pulso pudo apreciar, cuando la devolvió, como Cassandra se le quedó viendo por unos breves segundos a la desgarradora herramienta que se le formaba debajo de sus pantalones y como la mocosa apretaba aún más sus labios así como sus piernas, esto solo calentó más al macuarro, supo que la nena rondaba el anzuelo casi abriendo la boca, solo era cuestión de acercárselo otro poquito, ¿Cómo? Pues ofreciéndole algunos beneficios.

-y a cambio, como recompensa, te pasaré la clave del guai fai (Wi-fi) de la escuela, y hablaré con Teo para que te exente de cualquier tarea de fin de semestre que piense encargarles, porque acá entre nos piensa encargarles una muy pesada (susurraba el viejo), además ¿Sabías que Teo siempre me trae su examen escrito en libreta para que yo se lo pase a computadora?, jeje no le sabe a las computadoras, en pocas palabras tendrás la clave para ese examen, obvio que yo no le diré que fuiste tú quien lo pasó a digital, ese será nuestro secreto, bueno, si aceptas claro, que te parece?- Cassandrita se lo pensó, de por si Laboratorio (Química) era una de las materias que más se le dificultaban, no al grado de reprobarla pero si tenía la oportunidad de pasarla con diez pues que mejor.

-pero cómo?, usted le diría al maestro Teo que me ponga asistencia… sin asistir a su clase?- preguntaba la nena quitando su vista de donde la tenía una vez viéndose sorprendida por el verde viejo sin cuello y disimulando desviarla a cualquier parte, aunque le echaba una ojeada rápida de vez en cuando al escandaloso trozo carnal del viejo Pepe.

-claro mi niña, que inteligente, ves porque quiero que seas tú quien me ayude?- dijo el viejo y envalentonado por la situación llevó una de sus manos y la puso en una de las desnudas rodillas de la nena.

-pero y mis compañeros, ¿no se enojarán cuando vean que yo no entro a las clases y ellos sí?, es que las clases del maestro Teo son aburridísimas- dijo la nena ahora un poco nerviosa por la gorda mano que tenía haciéndole cariñitos en su rodilla, volteando a ver hasta temerosa a la aberrante cara del pervertido maestro y como la papada del viejo se abultaba más cada que este contraía su cabeza.

-ellos no tienen ni que enterarse, ni que enojarse, diré que estás haciendo una actividad extra para mí, bueno, que dices?- preguntaba el viejo, quitando su mano pues notó cierto nerviosismo por parte de la nena y temió que esto pudiera afectar en su decisión.

Sin embargo, cuando la nena meditaba su respuesta y estando a escasos segundos de ella vocearla, una llamada alertó a la pareja, el celular del viejo maestro sonaba teniendo que atenderla pues se trataba del Director del plantel.

“me lleva la verga, lo que faltaba, ahora que vergas querrá este pendejo”

-Cassandrita, mi niña, tengo que retirarme, piensa lo que te dije y me das tu respuesta, pero me la das ehh jeje- dijo el viejo una vez dialogado con el Director a sabiendas que tenía que presentarse en la Dirección pero a la vez tan cachondo por la propuesta hecha a su alumna, además de ver como esta mocosa se la pensó un poco, señas de que había esperanzas y más caliente aun porque su morboso cometido había rendido frutos, la nena había visto su tremenda herramienta y aun así esta se la pensaba considerando que si aceptaba tenía que estar encerrada con el viejo durante una hora.

-si maestro, yo también ya me voy, ya es tarde, hasta mañana- se despedía la nena recogiendo su mochila y abandonando la oficina.

Hay que hacer mención que la escuela donde la nena cursaba además de impartir clases normales también contaba con aulas equipadas para enseñar algunos oficios como por ejemplo la electrónica, la carpintería, la soldadura etc., para los varones; costura y repostería para las señoritas, siendo esta última, la de repostería, la clase que Cassandrita había escogido para completar su avance reticular, era obligatorio para cualquier alumno escoger una de estas opciones. Ese día, en su clase de repostería la nena había elaborado flan napolitano y había dejado dicho manjar en las manos de su amiga Lupita quien la esperaba afuera mientras ella iba a checar lo de sus asistencias con el pervertido de Pepe, Lupita, al ser una niña muy vivaracha vio esta la oportunidad perfecta para Armandito quien salía de la escuela y se disponía a retirarse.

-Armandoo!!, Armandoo!!, veen!!- gritaba la nena aun con una chillona vocecita más infantil que juvenil, siendo alertada por el joven quien se dirigió a ver que se le ofrecía.

-qué pasó? Lupita, dime, ¿y ese flan?, dame- preguntaba el joven notando como esta otra niña, sentada en su motito, cargaba ese postre con ambas manitas.

-no es mío, es de tus ojos- respondía la nena refiriéndose a Cassandra.

-ahh, y dónde está?- volvía a preguntar el muchacho.

-entró a revisar no sé qué… oye, a donde te diriges?- cuestionaba la nena, para esto ya se veía en su inocente carita ese brillo de cuando estaba construyendo algo en su cabecita.

-ay Lupita pues a mi casa- respondía el joven ajustándose la mochila la cual solo le colgaba de una de sus hombrera.

-y si te digo que hoy puedes acompañar a Cassandra, hasta la suya- argumentaba la nena.

-cómo?- preguntaba interesado el muchacho.

-mira, ¿ves este flan?, me ha pedido que la ayude a llevárselo ya que pues… ya sabes, yo tengo moto jijij, yo le dije que sí pero obvio yo voy a tener otro compromiso y eso me va a impedir darle el aventón, entonces ahí entras tú, no pesa pero tú como todo un caballero lo vas a cargar por ella hasta su casa- se mandaba las instrucciones esta otra niña, pasándole el flan al muchacho.

-sii, sii, yo voy- y así quedaban este par de cómplices, llegando Cassandrita donde ellos, recibiendo la noticia de su amiga y aceptando de buena manera la ayuda de Armando, pero volteando ella hacia la tienda del viejo para asegurarse que su macho no la viera irse con otro, eso posiblemente lo pondría muy celoso, todo esto sin que sus amigos se dieran cuenta de la dirección de sus miradas, sin embargo para su fortuna el viejo no se divisaba, lo que si es que fue ella la que a escondidas enviaba un mensaje de despedida a un viejo que en ese momento se preparaba para recibir visitas.

No hay mucho que contar sobre lo que pasó durante el recorrido, el jovencito cargando el flan caminando al lado de su amor platónico, volteando de vez en cuando admirándole el perfecto perfil de la muchachita y haciéndolo sudar con su simple presencia, “es hermosa” pensaba el joven, ella era la que más hablaba, platicando principalmente de lo que no le gustó de las clases de ese día, “hasta quejándose de las clases se ve hermosa” volvía a pensar el muchacho, lo único bueno fue que Armando consiguió saber la dirección de su adorada además de recibir un pedazo de flan por parte de ella en recompensa por su ayuda, o al menos el jovencito creía que hasta ahí había llegado la noche.

-mmm, está muy rico, apoco tú lo hiciste?- preguntaba Armando ya en el portón de la casa de la niña, ambos ya para despedirse una vez que el joven terminara su postre.

-jiji, gracias, sí, yo lo hice solita- decía la niña orgullosa de ella misma, para eso el muchacho intentaba desesperado buscar algo con que seguir la plática, nada se le ocurría, incluso llegó a esos incómodos minutos en que solo hay silencio y hasta el sonido de los grillos era más fuerte que la interlocución de este par, hasta que en eso el joven quiso darle el plato ya vacío a su compañera pero él por lo nervioso que se encontraba soltó el plato antes de que la nena lo tomara, cayendo este al suelo y rompiéndose al ser de porcelana, los jóvenes casi al mismo tiempo se agacharon intentando atrapar al plato en el aire pero les fue imposible, aunque para Armando fue un momento épico y digno de escribirse para una novela romántica pues en su descenso ambos jóvenes casi juntan sus bocas al agacharse al mismo tiempo, ruborizándose ella y sudando nervioso él al tiempo que ambos disimulaban que no pasó nada rascándose sus cabecitas y mirando para lados contrarios, para esto la nena tomaba su falda y la pegaba a sus muslos para evitar enseñar de mas, siempre femenina pero sin perder su recato.

-asu2, discúlpame Cassandra, pero que tonto, no… no te preocupes, te compraré uno igual- se disculpaba el joven levantando los pedazos y aun rojo por lo sucedido.

-ay Armando, si me sigues acompañando me vas a dejar sin vajilla jijij- bromeaba la nena incomodando más al jovencito.

-no es cierto jijij, no te preocupes, lo digo jugando, lo bueno fue que no te cortaste- decía la nena pero justo en eso el muchachito, debido a lo nervioso que se encontraba y a que intentaba levantar los pedazos rotos, se cortaba la mano con una de las puntas.

-ayy, me corté- dijo el joven haciendo reír sin querer a su bella princesa, la jovencita entró a su casa después de superar el ataque de risas y de comprobar que la sangrante herida era superficial y regresó con un poco de yodo y algodón, tomaba la mano del muchacho entre sus blancas y delicadas manitas y comenzaba a aplicarle un ligero masaje por encima de la cortada, el joven no daba crédito a lo que ocurría, estaban ambos rostros tan cerca que casi se le arrojaba para darle un beso, pero no de esos morbosos besos de lengua como los que pegaba el viejo Marcelino, sino uno que demostrara todo el amor puro que este sentía por ella, y más porque los labios de Cassandrita (aquellos que en la secundaria alguna vez besó) lucían excelsos y brillosos gracias a la luz de un poste que se encontraba cerca, él sin embargo, con su otra mano tomó una de las manitas de la niña dejándose hacer.

Cassandrita, quien también recordaba aun ese lejano beso que ambos se dieron, el primer beso de ambos, sintió el contacto en su mano y se sonrojó, volteó a ver a su compañero pero este por su pena desvió su mirada aunque no dejó de tomarla de la mano, Cassandrita analizaba el rostro de su compañerito y recién apenas prestaba atención a lo mucho que había cambiado desde que ambos asistían a la secundaria, si acaso con algunas imperfecciones pero eran mínimas, su cabello uniformemente recortado de los laterales y un poco más abundante de la parte de arriba y el flequillo, incluso había estirado un poco en estatura siendo ahora él más alto que ella y esto le había favorecido a la hora de proporcionarle su cuerpo, sin mencionar que olía rico, a punto de vista de la nena su compañero sería un buen partido para cualquiera de sus compañeras, este par también llevaba tiempo de conocerse ya que venían estudiando juntos desde inicios de secundaria y desde ese entonces el joven ya sentía atracción por ella y no como la gran mayoría quienes se empezaron a interesar en la niña una vez que a esta le crecieron las tetas.

Una vez que Cassandrita terminaba por analizarlo regresaba a su actividad, momento aprovechado por el joven para volver a admirarla, siempre observando ese hermoso rostro el cual lucía concentrado, notando también el profesionalismo de la nena ante la actividad, y como no, si Cassandra también cursaba otra materia opcional llamada Paramédicos, lo más cercano a lo que ella quería estudiar cuando grande, Enfermería.

-Ca… Cassandra… s… si yo tuviera un accidente y fueras tú la que me diera los primeros auxilios, viéndote a ti pensaría que estaría muerto… y habría llegado al cielo creyendo que un ángel es el que me recibe- dijo el joven llevado por la emoción del momento poniendo tremendamente roja a su compañera, quien apretó sus labios y volteó para un lado escondiendo su coqueta sonrisa ante el halago, el joven aprovechó para acercar su cuerpo con el de ella notando que Cassandrita no se molestaba, al contrario, hasta ella había colocado sus manitas en ese juvenil pecho.

-Armando que cosas dices jiji, o te está afectando el olor del yodo o me pasé de jarabe con el flan jiji- decía la nena para disimuladamente empujarlo mientras sonreía, y así siguieron los jóvenes unos minutos más, solo despidiéndose hasta que la nena terminó de curarlo, por suerte había sido la mano izquierda así que esto no impediría que el niño faltara a clases.

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Media hora antes en la escuela…

El casi jubilado maestro caminaba rumbo a la Dirección, ¿Pero que podría querer a esta hora el Director?, se pensaba el cuerpo de barril mientras apresuraba su paso, su forma de menearse era por demás chistosa, dificultosa y en ocasiones imitativa a la forma de locomoción de los primates, echando un poco su cuerpo hacia adelante daba la impresión de que en cualquier momento se iría de chipo, su gruesa lonja se meneaba ante cada paso que daba, tan gruesa que casi estaba adsorbiéndole la hebilla del cinturón y el solo caminar ese pequeño tramo lo estaba haciendo sudar en cantidades excesivas, tanto que tuvo que sacar un pequeño paliacate y limpiarse su sobrada transpiración mientras su camisa ya iba empapadísima en sudor y toda una flota de mosquillas revoloteaban por su rostro.

Sin embargo el redondo no iba preocupado si se consideraba o creía que este viejo pudiera llevarse alguna llamada de atención por parte del líder de la institución educativa, si alguna vez el maestro Pepe dijo a Teo “que él allá arriba estaba bien parado” se debía precisamente a que el Director era homosexual, y en más de una ocasión el buen Pepe le había hecho uno que otro cariñito, no porque Pepe fuera bisexual o tuviera esos gustos, sino más bien como un medio para un fin, en materia laboral el maestro Pepe era muy conflictivo con sus demás colegas y teniendo al Director de su lado representaba una buena ventaja sobre los demás, su esposa era una señora demasiado vieja (más vieja que él) con la cual desde hace mucho ya no intimaba, y en muchas ocasiones tenía que conformarse levantando chotos de las gasolineras o bien con el Director de la escuela, un hombrecillo de estatura mediana y cuerpo flacucho quien además le brindaba ciertos beneficios monetarios por cada cariñito recibido, como el buen Pepe decía: mejor meterlo ahí que a un nido de arrieras3, ya que las hembras de los tugurios (señoras de por lo menos cuarenta años, sin ningún tipo de atractivo ni gracia para maquillarse) a los que Pepe asistía siempre cuidando su respetable identidad se encargaban de enmarañarlo con sus profesionales tácticas de ficheras hasta que este se emborrachara, sacándole toda la quincena para proceder llamar a la seguridad del local y despacharlo por falsos rumores sin que el buen Pepe disfrutara de los placeres carnales que esas hembras brindaban.

Atrás habían quedado esos gratos momentos en donde Pepe (mientras ocupaba un cargo más alto en el Sindicato, antes de ser relegado a la ardua tarea de impartir clases) podía disfrutar el codearse con gente de alcurnia, la elite educativa, y conocer a una que otra musa libertina que se ocupara en los campos de la pedagogía llegando a entablar pláticas con ellas y recibiendo alguna que otra felación por parte de algunas, tiempos en que Pepe aun tenía pelo y carecía de esa notable prolongación de su barriga, y es que Don Pepe nunca había sido guapo pero además de ser muy hábil con su lengua (labia y sexo oral) tenía algo entre sus piernas que enamoraba a todas aquellas catedráticas ninfas que basaban su felicidad en un trozo de carne sin hueso.

Pero los homosexuales gustos no habían causado mella en la orientación del viejo mentor, si bien todo esto lo hacía por conveniencia, para él, el principal deleite siempre sería un moldeado cuerpo femenino. Como todo buen macho, lo calentaba el ver a las jovencitas vestidas en sus apretados y cortos trapitos mostrando sus femeninas y voluptuosas siluetas, la potencia de un buen par de nalgas siendo apretadas por un minúsculo vestido, un ajustado leggins o un micro shorcito, y para referencia a todo esto y como principal alborotadora de sus masculinas hormonas estaba la joven practicante, a pesar de que Cassandrita y la rubia universitaria tenían una diferencia en edad de entre cuatro a cinco años el físico de una era prácticamente similar al de la otra, y en materia de estatura Cassandrita era incluso unos cuantos centímetros más alta que la güerita (si se midieran las dos sin tacones), y es que recordar que Cassandra era de las alumnas más desarrolladas del plantel y que cuando se maquillaba y vestía coquetamente bien podría aparentar ser una joven de unos veinte años, la nena sin tanta sombra y con un poco de rimmel cambiaba muchísimo.

Pero a todo esto Cassandra tenía una desventaja, su uniforme no la dejaba lucir como al viejo le gustaría, si bien su escolar atuendo se ajustaba a sus formas era muy recatado y no dejaba mostrar mucha piel, caso contrario a Asdany quien al no tener por qué portar un uniforme específico podía asistir a la escuela vestida como ella quisiera, utilizando vestidos de vuelo al principio de su estadía pero como veía que sus brillosas piernas no dejaban concentrase tanto al alumnado como al magisteriado cambió su estilo para vestirse ahora preferentemente de pantalón y blusas algunas un poco ajustadas y algo cortas bastando que la güerita levantara un poco sus brazos para dejar ver parte de ese perfecto vientre con todo y ombligo, y notándose las marcadas líneas que dividen un trabajado abdomen, y es que en pocas palabras Asdany era un portento de hembra cuyo cuerpo era imposible no disfrutarlo.

Mientras deambulaba, ni siquiera Pepe supo cómo llegó a estos pensamientos en donde involucraba a la güerita vestida como toda una putilla de esquina y siendo levantada por él en su camioneta para dirigirse a un motel y pegarse la culeada de su vida cuando, estando babeando y caliente como un burro, se daba cuenta que ya estaba en la puerta de la Dirección.

-adelante,- escuchó el sabio y gordo maestro decir del otro lado de la puerta, el gordo ingresaba y se encontraba con la delgada humanidad del Director mirándolo de frente sentado en su oficina, pero en la otra silla, en la de visitas, veía una pequeña cabecita rubia de una jovencita cuyo rostro no podía ver debido a que la joven estaba con vistas al rector, sin embargo Pepe reconocía que se trataba de Asdany.

“esta pirujilla también está aquí jeje” afirmaba mentalmente Don Pepe.

Con solo advertir la presencia de su némesis el viejo panzón empezó a sudar aun más, no tanto porque se sintiera intimidado pensando que la estudiante lo haya acusado nuevamente, sino porque para el obeso era imposible no experimentar calentura estando cerca de ella, calentura que aumentaba sus niveles de sudoración y que hacia bombear sangre a su miembro para que este en pocos segundos se pusiera rígido y pulsátil, en cambio las posibilidades de ser acusado solamente le causaban gracia y burla hacia la joven y rubia delatora puesto que sabía que contaba con el apoyo del Director, a menos hasta ese momento en que Pepe aun desconocía un importante secreto entre esos dos ahí sentados.

-Pepe, ¿ya conoces a mi sobrina?, verdad?- preguntó el Director, Asdany por su parte se entretenía apretando la pantalla táctil de su móvil cruzada femeninamente de piernas pero cuando escuchó el nombre de su más morboso admirador pudo expresar un gesto casi de vómito.

Por un momento el gordo se quedó sin que decir, recién apenas se enteraba que la güerita era pariente del Director, si bien el Director ya le había hecho algún comentario sobre el dejar de molestar a la muchachita, este aun no los presentaba formalmente, ni mucho menos había escuchado a la muchachita decirle tío o portarse como familiares, las únicas veces que los veía caminando juntos por los pasillos creía que era para tratar temas sobre sus prácticas serviciales.

-he tenido el gusto de topármela un par de veces por los pasillos aunque no la dicha de entablar una plática con ella jeje, muy guapa su sobrina y se nota que es una jovencita muy responsable y trabajadora… – el maestro Pepe hacía gestos como si tratara de recordar algo.

-ahora que recuerdo, creo que siii, platicamos el otro día sobre su desempeño y sobre si estaba interesada en experimentar… otras áreas jeje,- respondía el tripón maestro tan caballeroso como siempre lo era rascándose su rugosa y descuidada barbilla y saboreándose las apetecibles y rubias carnes expuestas ante él.

Para esto el gordo docente ya había llegado al escritorio donde los parientes estaban sentados y veía la hermosa carita de la nena mostrar un gesto de desagrado con sus rojos labios ante las halagadoras y educadas palabras del viejo rabo verde, todo esto sin dejar de presionar sobre la pantalla de su celular.

Este desvergonzado tenía una vista privilegiada del escote de la nena, que a pesar de no ser muy escandaloso resaltaba desde la ubicación del viejo, “cacho de rusa que me haría yo ahí” decía para sí el pervertido catedrático mirando como ese par de generosas tetas se apretaban entre ellas sin dejar de escanear de reojo a la nena pero con la suficiente y aguda visión como para detectarle su incomodidad apoyada en un ligero gesto torcido en sus labios así como distraerse en admirarle sus delicadas y cuidadas manitas con uñas pintadas en modernos y coquetos diseños las cuales sostenían el celular, sin embargo el viejo ya casi se imaginaba esas suaves manitas masturbándole la verga o tallándole los huevos mientras ambos se pegaban su buen besote con saliva escurriendo.

Asdany, ajena a ese romántico momento diseñado en la mente de Pepe, quedó sorprendida por el nivel de cinismo y canallería con el que se manejaba el instructor físico además de ser asaltada por las sendas oleadas de calor que del gordo emanaban propagándose mediante la radiación y es que Pepe se había puesto muy pegadito a ella mientras él meneaba sus ojos de manera camaleónica, ya que uno de sus ojos seguía evaluando a la nena mientras el otro prestaba atención al Director, incluso el Director se sorprendía al observar a Pepe con algún tipo de problema ocular ya que sus ojos lucían completamente desorbitados.

Fue en eso que la bella practicante se levantó de su asiento tomando un pequeño bolso que estaba sobre la mesa metiendo su celular dentro de este, agarrándose con una piraña su rubio y lacio cabello, tomando finamente de la parte trasera con ambas manos su ajustado mallón de estampado amezclillado para subirlo un poco, actividad en donde el maestro Pepe no perdió ni el mínimo detalle puesto que sabía que ese movimiento que realizan las nenas cuando se suben el pantalón hace que se les remarque la exuberancia de sus traseros además de admirar casi en cámara lenta ese desquiciante movimiento que realizaron esas esponjosas nalgas siendo levantadas por efecto de la inercia, y no solo eso, el buen maestro Pepe casi se infarta ya que tuvo la fortuna de alcanzar a ver un calzoncito color fucsia adornado con una tira de encaje color negro, algo que hizo que su rugiente y casi viviente verga a nada se le desprendiera de su cuerpo, sino fuera porque el Director complementaba el trío el maestro Pepe hubiera tomado a la prácticamente ahí mismo, la hubiera trambucado sobre la mesa bajándole los mallones y dejándole ir a lo bestia toda su verga una vez que la tuviera doblada en el escritorio no sin antes haberla nalgueado brutalmente por todas las veces que lo acusaba sin considerar que este pobre hombre ya estaba amonestado.

-tío ya me voy- dijo la nena acercándose al Director.

-Dany, si quieres puedes esperarme afuera y te llevo- ofrecía el pequeño hombrecillo.

-no tío gracias, me voy con Diana,- dijo la nena el tiempo que se despedía de su familiar con un cálido beso en la mejilla mientras el correspondía tomándola de sus hombros y dándole un beso en cada una de sus suaves mejillas, para esto el viejo Pepe ya estaba en su quinta fantasía más depravada consistente en estarse meando sobre el cuerpo desnudo, recién cogido y bañado en leche de la joven practicante quien ajena a estos enfermizos pensamientos dejaba una leve mancha roja en la mejilla de su tío.

-hoy mi noovio creo que no puede venir, no me contesta, así que aprovecho que todavía anda Diana por aquí- dijo la nena recalcando con un acento un poco altanero la palabra novio, dedicándole una altiva mirada al gordo mientras la decía.

“si yo fuera tu novio ni siquiera te dejaría ir a la escuela mamita rica, te tendría todo el día empinada metiéndote la verga hasta dentro, no servirías para otra cosa más que para rellenarte de mocos jejeje”, decía Pepe en su cochina mente, todavía la dulce nenita caminaba escuchándose el taconeo de sus zapatillas pasando cerca del gordo sin mirarlo, pero cuando pasaba a la misma altura que el obeso mentor ambas miradas se cruzaron para ella dedicarle otro de sus atractivos gestos consistentes en levantar solo una ceja, gestos enloquecedores para el viejo pues el depravado notaba la aun infantil carita de la nena adornada por unos coquetos y colorados labios los cuales se estiraron de un lado en una especie de sonrisa maliciosa expresada por ella quien creía que el viejo se llevaría una buena reprimenda, gestos que para la nena representaban el anotarse un punto para ella.

“chiquilla nalgona, has de ir bien escurrida del bollo nada más con verme jeje” pensaba el maligno docente casi a punto de vaciarse en leche ahí mismo gracias a los gestos de la aun estudiante, pensando que con esa vocecita tan dulce que se cargaba la güerita de seguro gemiría muy rico a la hora de estársela enchufando, meditaba todo esto sin dejar de mirarle descaradamente el culo mientras ella caminaba rumbo a la puerta, aun sabiendo el viejo que el Director se daba cuenta de que es lo que veía, pero como no vérselo si el mallón era tan entallado y casi hecho a la medida que remarcaba las líneas donde terminan las piernas y comienzan las nalgas, por no decir lo bien que se le pegaba a su panocha.

-Pepe, me comenta mi sobrina que nuevamente volviste a faltarle al respeto, no me quiso decir cómo, pero dice que fuiste muy grosero, que ahora si te pasaste- comentaba el Director con su amariconado acento una vez que su sobrina había abandonado el recinto, mientras Pepe iba acomodándose en la silla donde anterior estuvo sentada la güerita no sin antes pasar su obesa mano por el asiento de la silla y sentir aun la calidez que seguramente era la misma que se podía sentir en tan suculento trasero, el viejo estaba tan caliente que casi se lanza a devorar el tibio cojín que sirve para amortiguar las nalgas del que se siente.

-yoooo!!, pero que calumnias son esas?- objetaba el gordo llevándose esa mano palpadora a su nariz de marrano sin que el director dieran cuenta de tan pervertida acción.

-sí, tú!!, y no te hagas Pepe que ya van varias veces que me dice- el Director avanzaba hacia el gordo y una vez cerca de él intentaba regalar alguna que otra caricia al educador físico, caricias que el transpirado marrano trataba de evitar haciéndose el indignado ante lo cobardemente inventado por la nena.

-está loca!!, solo porque el otro día le dije que se le veía bien su pantaloncito, solo por eso se ofendió, mira Carlos, tu sobrina es de esas niñas que le gusta moverse coquetas y vestirse llamativas sabiendo que eso a los hombres como yo nos calienta, lo hacen a propósito!!, muchas pendejas excusan sus puterías con frases como: “yo me pongo falda porque tengo calor, no para calentarte” a lo que yo siempre he dicho: “saben que el niño es chillón y todavía lo pellizcan”, en todo caso los cumplidos que yo le digo van con la cortesía que me distingue, tú me conoces- abogaba para sí el rechoncho machista.

-pero también conozco a mi sobrina y mira que esa niña para quejarse es porque ya te debes de estar pasando, mucho cuidado Pepe, por estos días tendremos la visita del Supervisor y si ella se queja con él y el Supervisor decide tomar cartas en el asunto ahí si yo no podré meter las manos,-

-no creo, esa chiquilla ni siquiera pertenece a la platilla- puntualizaba Pepe.

-puede que no, pero está haciendo aquí su servicio y estoy pensando en la posibilidad de echarle la mano para que se quede con nosotros, me falta personal administrativo (al gordo casi se le salieron los ojos ante lo escuchado), pero si sigues molestándola como es tu costumbre no dudo que mi sobrina terminará por rechazar la oferta, además recuerda que ya estás reportado y la última vez el Supervisor me dijo que solo te pasaba esa, ni una más; aparte Dany es mi sobrina consentida y no me hace gracia que le falten al respeto y menos un viejo como tú, así que no malinterpretes las cosas y pienses que yo estoy de acuerdo con que la molestes o estoy consintiendo tus cochinadas, nooo Pepe!!, a mi sobrina déjala en paz, que para eso me tienes a miiiii- dijo el Director casi aventándose a los brazos del gordo sin embargo este se levantaba y manoteaba tratando de evitar la incómoda situación.

-pérate viejo maricón, que nos pueden ver- manoteaba Pepe.

-ay no, orita no hay nadie- decía el Director.

Y es que no eran muchas las ocasiones en que Pepe había tenido contacto carnal con el Director, y con condón (pues el ignorante maestro creía que lo maricón era algo así como una enfermedad de transmisión sexual), por mucho dos encuentros sexuales en tres años (casi el tiempo que Pepe llevaba en esa escuela) de clandestina relación ya que el caliente docente poseía muchas mañas y algo de labia como para escabullírsele a la hora de intimar no sin antes asegurarse de recibir su remuneración monetaria o en servicios ya que en ocasiones el Director proveía a Pepe hasta con dos mil pesos en efectivo solo por acompañarlo a algún evento, o a veces con recargas telefónicas de $500 pesos en donde solo de dos a tres whatsApps enviados al Director y Pepe ya estaba pidiendo otra recarga.

Aclarando que Pepe no era homosexual (para definir a un hombre como él, en México se utiliza un término denominado mayate4), solo estaba pasando por una mala racha tanto económica como sexual; “en tiempos de guerra, cualquier hoyo es refugio”, eran las sabias frases que el gordo se manejaba.

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Afuera, en el ya casi vacío estacionamiento de la escuela…

La joven practicante estaba por subirse al coche de su amiga cuando en eso escuchó una bocina proveniente de otro vehículo, dirigiendo su atractiva mirada daba cuenta de que se trataba de su novio, de este modo ella como quiera agradecía y se despedía de beso de su amiga Diana para dirigirse a donde su atlético prometido de músculos pronunciados la esperaba.

-a dónde ibas?- preguntaba un serio Michael una vez de camino rumbo a la residencia de su enamorada.

-a ningún lado más que para mi depa, Diana me iba a llevar, te mandé whatsApp preguntando si ibas a venir por mí pero… como nunca me respondiste- afirmaba Asdany.

-no vi necesario responderte si ya sabes que todos los jueves vengo por ti, y ya te he dicho que no me gusta verte con esa chava, no es buena influencia para ti- indicaba Michael.

-pues esa chava es con quien mejor he simpatizado, y solo porque a ti no te parezca su compañía voy a dejar de llevarme con ella- afirmaba la nena regalando a su enamorado una fingida sonrisa.

-Dany, esa muchacha fue novia de uno de mis compañeros de práctica, y la relación no terminó muy bien todo por… errores que ella cometió, así que si yo te digo que no es buena influencia para ti es porque no lo es- discutía el joven deportista vestido con sus pantaloncillos de práctica y un sport, dejando ver toda su ejercitada musculatura y la ausencia de vello en prácticamente todo su cuerpo, incluso en sus axilas.

-siempre que la relación de alguno de tus compañeros termina, siempre es culpa de la mujer, nunca de ellos, imagino que si algún día la nuestra se acaba también dirás que fue culpa mía?- alegaba la jovencita bajándole un poco a la música emitida por el autoestéreo para así asegurarse que su novio escuchara mejor sus términos, además de que la música de Pitbull que Michael sintonizaba en su auto no era muy del gusto de la rubia muchachita.

Por el momento el joven Michael se quedaba sin argumentos lógicos para responderle a su enamorada, solo le dedicó una mirada un poco seria para en segundos devolverla al camino, Asdany en cambio ya conocía parte de la historia, el detonante de la ruptura se debió a que el exnovio de Diana había descubierto que ella tenía ciertos gustos lésbicos y eso por supuesto que ponía nervioso al joven Michael, y más cuando vio que ambas nenas contaban con la confianza suficiente como para despedirse de beso.

-a Diana, más que como compañera, la veo como una amiga, y cuando yo escojo a alguna amistad sus preferencias sexuales suelen ser de las últimas cosas en que me fijo!, además Diana tiene novio!!, eso que hizo debió de haber sido no sé… curiosidad!!!, es una etapa por la que muchos seres humanos pasan principalmente en su juventud, yo no sé ustedes que se traen, son tan… machistas que se espantan con el simple hecho de ver a dos mujeres tomadas de la mano, ¿es muy difícil para ustedes los machos asimilar eso?, por Dios Michael en que mundo vives?, además que si a esas nos vamos hay muchos amigos tuyos que no representan buenos ejemplos para ti- debatía Asdany refiriéndose no tanto a amigos con tendencias sexuales distintas, sino a borrachos, promiscuos y drogadictos.

-no es lo mismo, estamos hablando de ti, no de mí!!- dijo Michael, sin embargo esto solo alteró más a su bella prometida, si había algo que la molestara era el hecho de que su novio saliera con frases como esa, como si él fuera perfecto o como si él pudiera controlarse mejor que ella.

-es que siempre hablamos de mí y nunca de ti, no puedo juntarme con tal chava porque es bisexual o lesbiana y para el niño está prohibido tener contacto con personas así!!, no puedo usar ropa tan ajustada porque seguro es… po… por… porque me gusta andar provocando a los hombres!!, no puedo platicar con algún amigo porque seguro él y yo tuvimos o tenemos algo!!, ahh pero el nene si puede irse con sus amigos a quien sabe dónde y regresar a altas horas de la noche!!, el nene si puede ponerse a platicar con otras chicas porque según él son a las que les enseñaba rutinas en el gym- se quejaba la nena.

-el que llegue tarde no quiere decir que ande con otra, y si, esas chavas que ves en el gym platicando sonrientes conmigo fueron alumnas mías, cuando enseñaba rutinas, antes de que empezara a salir contigo, antes de conocerte, pero tú siempre pensando mal, además no sé cómo llegamos a esto si el tema era tu amiguita- bien es cierto que el muchacho decía la verdad, él no tenía la culpa de poseer la adónica figura Willianlevizada que tanto llamaba la atención de las muchachitas, pero hasta ese momento el joven nunca le había sido infiel a su enamorada, de igual manera la joven practicante nunca había faltado al respeto de su prometido.

-mira sabes que, detén el auto, tomaré un taxi- finalizaba la nena.

-umm ya estás enojada, yo solo te lo digo por tu bien y tú siempre con tus arranques de niña inmadura, no lo digo porque ella sea así… lo digo por… ahh, ya olvídalo- el muchacho trataba de recomponer la situación.

-que bien ni que nada, para!!- decía enojada la nena.

-no voy a parar porque una vez que me vaya seguro llamarás a Diana para que venga a buscarte, y ni ella ni nadie tienen por qué enterarse de nuestros problemas…- y así siguió discutiendo la joven pareja de enamorados próximos a unir sus vidas hasta que llegaron a su destino, siendo Asdany muy clara en que esa noche prefería dormir sola.

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Esa misma tarde-noche, en la casa del viejo Marcelino…

El viejo había cerrado temprano su pequeño negocio pues se disponía a recibir visitas importantísimas, le llegaba un mensaje por parte de su adorada comentándole que ya se había retirado a su casa en un dialecto un poco empalagoso y adornado con uno que otro emoticono y a la casi media hora escuchaba que golpeaban la puerta de su local.

Habían pasado algunos días después de esa última reunión de viejos amigos y era esta noche en que se celebraba una junta más de “La Asociación del Pájaro Muerto”, razón social con la que era conocida la secta conformada por Don Marce y sus secuaces, apodo colocado a esta asociación por los jóvenes de la región a raíz de las avanzadas edades de los integrantes, todos viejos de cincuenta años para arriba, arrugados y manchados, de sonrisas negras o de plano chimuelos, cuerpos descuidados y empolvados, en total cuatro viejos que se reunían cada determinado tiempo para pasar nostálgicos momentos recordando sus años de juventud y viejas glorias en que solían invitar a bailar a las muchachas de su tiempo al ritmo de danzones, huapangos y sones jarochos.

Don Marce recibía en primera instancia a Don Filogonio, un viejo velador de la zona, era un señor robusto y un poco más alto que el tendero e igual de panzón que este último, de aspecto rancio y cara de perro bravo, poseían una deshidratada melena larga y canosa que iniciaba a media calva y se extendía casi hasta la nuca en un intento un poco fallido por copiarle el estilo al Loco Valdez, un rostro viejo y desgarbado con cejas notablemente pobladas, una nariz gorda y ancha, su reseca boca carecía de los cuatro primeros dientes superiores, además su aliento a tabaco era muy fuerte gracias a su gusto por los cigarrillos sin filtro, cosa que lo mantenía despierto pues en ocasiones le tocaba velar desde temprano, como en ese momento en que después de unas cervezas comenzaría su turno. Venía equipado con su vieja y oxidada bicicleta de manubrios curveados tuneada a manera que una lámpara de mano la hiciera de foco, por sus sucias ropas parecía más un vagabundo que un velador, además de llevar su garrote en caso de toparse con algún briboncillo que deambulara sin explicación por las oscuras calles de la comunidad.

-jeje, pasa, pásale Filo, aquí tengo otro garrote más largo que ese- opinaba el verde tendero, riendo y mostrando sus nada envidiadas y picadas encías.

-déjate de mamadas Marce, que hoy he quedado con un culo así de grande, así que no me quedaré mucho tiempo, toda la tarde he estado afilando la verga, ten- Don Filogonio daba a Don Mace su garrote pero el tendero al conocer esa mañosa acción por parte de su compadre se negó a aceptarlo ya que sabía que se trataba de una oración en doble sentido.

-tiene la pepa toda peluda, ayer que no estaba su marido se la estuve agarrando, así llena de pelos, ya le dije que se la resurara pinche vieja cochina, casi tiene más pelo en la panocha que yo en las axilas jeje- el viejo y agrio velador levantaba su brazo dejando ver su sudada y brillosa axila atiborrada en pelos, llevaba una camisa sin mangas y eso permitía ver su antihigiénico sobaco así como sus brazos muy lejos de tener una forma medianamente estética.

-me está chillando la ardilla jeje, Marce de casualidad no tendrás que me prestes un poco de desodorante?, no puedo presentarme así en una cita- preguntaba el viejo amigo de Don Marce al alertar sus agrios aromas, meneando asquerosamente su lengua cada que alegaba, su mandíbula parecía más la de un muñeco de ventrílocuo.

-si, si, déjame ver- el viejo locatario rascándose una nalga tomaba uno de los desodorantes de su inventario y se lo daba a Don Filo para de este modo reducir su traspiración, Don Filo tomaba asiento en un pequeño banquito y procedía a echarse antitraspirante en sus axilas y pecho, desabotonándose su camisa dejando ver sus pellejos colgados pareciendo que estuviera hecho de cera y se estuviera derritiendo, para proceder a quitarse los zapatos enseñando que no traía calcetines y echarse antitraspirante en sus despellejados pies de uñas negras y atacados de sabañones pero sin dejar de burlarse de su citada enamorada, rápidamente el pequeño cuarto se impregnó de un olor parecido al del queso el cual ni la potente acción del antitraspirante podía ocultar.

Estando en sus pláticas de machos, los jariosos ancianos ya empalmados por las guarrerías que berreaba el nocturno vigilante, escuchaban el sonido de una pequeña trompeta chicharronera que emitía un llamando o intento de llamar la atención de los niños que tuvieran la dicha de escucharla, además de un ronco y aguardentoso grito por parte de un jacarandoso viejo que montado en su triciclo anunciaba los esterilizados e higiénicos productos listos para su degustación:

-chicharrooooones!!!, palomiiiiitas!!!, jícamas con chiiiiile!!!!, pepinos con chiiiile!!!, pepino grande y jugosooooo!!!- gritaba el viejo a su paso mientras le daba un buen sorbo a su mula5 de a litro oculta en una bolsa de pan, mostrando un lento movimiento rotativo en sus delgadas piernas logrando mover de manera lenta el resto de su transporte.

Así se la pasaba gritoneando este anciano de nombre Don Candelario, era un viejo chaparro pero de pecho y espaldas anchas, cabello corto completamente canoso, siempre vistiendo un semitransparente, lullido y sudado sport que por lo sudado y lullido se podía apreciar la ubicación exacta de sus negras tetillas, su pequeño cuerpo tan esponjado era movido de manera pausada como si caminara en cámara lenta, también vestía un pantalón mezclilla lleno de grasas chicharronescas y arremangado a las rodillas, mostrando sus flacas pantorrillas completamente lampiñas y amarillentas, casi del color de un pollo crudo, en donde si mostraba un poco de fortaleza era en sus brazos, un poco gordos llegándose a notar ligeramente el músculo, y es que Don Candelario llevaba más de 40 años trabajando como chicharronero en la comunidad, empujando los siete días a la semana su destartalado triciclo en donde transportaba su nutritiva mercancía elaborada por sus propias y culinarias manos, un viejo conocido por siempre tener una sonrisa que regalar o más bien una carcajada grotesca en donde siempre salpicaba copiosas gotas de saliva.

Era por demás notoria el hambre de carne que poseía este otro verraco quien usaba los pantalones a la altura del ombligo, ya que al pasar cerca de una familia conformada por los padres y una adolescente hija casi se va a una coladera por admirar el estilizado cuerpo que estaba floreciendo en la joven damita y no prestar atención en el camino, lo que si es que su triciclo se ladeó lo que propició que el viejo cayera al pavimento y rodara un poco sobre este teniendo que ser esa familia la que ayudara en el levantamiento del pobre ancianito.

Sin embargo, Don Marce y Don Filogonio no perdían detalle de la treta de su compañero Cande dirigiendo su fogosa mirada hacia la entrepierna de la jovencita quien mientras ayudaba a su levantamiento este depravado ponía una de sus manos en una de las nalgas de la joven fingiendo estarse apoyando para levantarse de ese par de carnosas nalgas que se ajustaban y escandalizaban en el pantalón de lickra beige que la jovencita había escogido para levantar vergas por donde quiera que caminara y era precisamente el viejo Cande quien mañoso como de costumbre acercaba, al momento que se levantaba, su arrugado rostro a la entrepierna de la joven en su intento por incorporarse quedando su asqueroso rostro a una distancia de casi diez centímetros del sexo de la nena. El viejo caminaba lento pero cuando se trataba de manosear a alguna muchachita era habilidoso.

-cacho de vergazo que te pegates y todo por ir de caliente, viejo cochino- decía Don Marce una vez que el risueño Candelario llegaba a donde ellos, sobándose una de sus piernas, mostrando una mancha morada debido al golpe.

-cacho pero de pepa que se le marcaba a la chiquilla esa, casi le iba comiendo el pantaloncito jeje, casi me daban ganas de chupársela por sobre el trapito, traigo la verga bien dura iren (miren) jeje- decía Don Cande mientras mostraba su garruda erección a sus compañeros quienes rechazaron la oferta de mirar.

El ahora trío de hambrientos lobos pervertidos seguía observando degeneradamente a lo lejos a la desarrollada chiquilla quien junto a sus padres esperaba algún trasporte nocturno sin dejar cada uno de gruñir albañilescos cumplidos sobre su cuerpecito.

Estando en esas declamaciones eran alertados por la negra y también rechoncha sombra que se acercaba contraria a la dirección de sus calientes miradas, se trataba de Don Catarino, el cuarto miembro de la casi anciana cofradía, este otro sujeto de oficio bolero y zapatero traía su cajón equipado con todas la herramientas necesarias para lustrar el calzado de sus clientes, este otro viejo, de panza desparramada hacia adelante, como si estuviera preñado, apresuraba su paso para poder llegar a tiempo a la cita, era el de piel más oscura del grupo y de cabello semiconservado siguiendo un estilo de peinado algo juvenil tipo raya en medio pero por lo enroscado de sus cabellos no le salía muy bien dicho estilo quedando en un intento por demás ridículo.

Subiéndose constantemente los pantalones para no enseñar la raya de su peludo culo, el cachetón sujeto enseñaba parte de su obesa panza, y es que su deslavada camisa del PRI de esas que regalan en las campañas políticas era muy pequeña para su medida y esta no lograba abarcarle toda su barriga dejando ver buena parte de ella, era este mismo exceso de masa peluda la que impedía que el viejo pudiera ajustarse el pantalón a sus caderas quedando siempre flojo por lo cual se le bajaba a cada rato aun con el cinturón puesto.

Ya reunido el cuarteto Don Marce hacía gala de lo buen anfitrión y sacaba las mejores sillas de plástico que tenía y una vieja mesa de esas que se les quitan las patas, sacaba cuatro de sus cervezas más frías y echaba una bolsa de cacahuates surtidos en un plato botanero además de una antojable salsa de guacamole adornada con chicharrones de puerco ya todos duros y los cuales casi nadie agarraba debido a que la mayoría carecía de buena dentadura para así comenzar la plática consistente casi siempre en morbosear a las viejas y grotescas zorras que los ancestros se andaban comiendo pues a pesar de su galanura ninguno hasta ahora podía presumir hembras menores a los cuarenta años o de cuerpo atrayente.

-Marce, porque no prendes la tele?, ya debe de estar ese programa donde salen bailando unos culos que están como para mí- decía Don Cata tomando un puño de cacahuates y llevándolos a su boca para proceder a masticarlos como todo un marrano devorándose glotonamente el techate6, escuchándose un estruendo dentro de su boca donde no se sabía si eran los cacahuates los que tronaban o sus dientes siendo desprendidos a pedazos.

-pa´ ti va a ser esta!!!- exclamó Don Filo levantándose de su asiento, echando su oxidado coxis hacia adelante y frotándose vulgarmente sus partes nobles.

-jajaja, también ves ese programilla, yo solo lo veo por las viejas que están bien buenotas, luego salen con unos shorcitos enseñando media nalga o a veces con unos vestiditos así chiquitititos enseñando todo el calzón cuando se les levanta, y como se les mete entre la raya del culo mmmm jejej- opinaba Don Cande.

-y no solo el calzón, luego toda la papaya, la otra vez una se metió a bailar en tanques de agua y cuando salió se le marcaba un sapote, hasta me paré a sobárselo y a lamer la pantalla, me di unos jalones de verga cuando la vide7 jeje- volvía a afirmar Don Cata, para esto un revoltijo de raros y agrios aromas corporales ya había impregnado toda el área, tanto de sudor, como de una que otra flatulencia emanada de alguno de los integrantes, el pequeño cuarto olía a viejo.

-de que vergas están hablando?, viejos calenturientos, no les da vergüenza a su edad andarle viendo el culo a las muchachonas!!! jeje,- regañaba Don Filo mirando constantemente su reloj, dándole un total de cinco sorbos ininterrumpidos y bien cargados a su cerveza devorándola completamente para emitir un cavernario eructo.

-tu cállate viejo panzón, que pa´ eso te pintas solo- alegaba Don Cande desparramado en su silla, se había levantado su camisa mostrando un peludo y amarillento cuerpo casi conformado por gruesos flotadores.

-bueno, bueno, a ver, explíquenme, que programa dicen?- preguntaba Don Marce, estas últimas semanas había estado tan atareado que hasta de la tele se había olvidado.

-uno que ya anuncian que se va a acabar, prende la tele pa´que veas- el viejo Marce hacía caso a sus amigos y encendía una pequeña televisión que atoraba ingeniosamente del techo, mencionar que la reunión se llevaba a cabo en la parte donde es la tienda y Don Marce poseía esa televisión precisamente para no aburrirse en los ratos en que escaseaba la clientela.

-que cacho de culo se carga esa vieja, ira… ira… ira… que rico se le mueven las nalgas, ese pinche mono que está bailando con ella de seguro es hasta puto, si fuera yo me valdría verga la competencia y ya me la estuviera cogiendo jejeje- decía Don Cande evaluando a una de las bailarina, quizás ella con el conocimiento suficiente como para sospechar que muchos de los televidentes son viejos morbosos que solo ven el programa por degustar las selectas carnes que ahí se exhiben.

-de hecho yo siempre he pensado (Don Filo remojaba sus labios con un sorbo de otra cerveza y continuaba), ahhrrrgg, aquí faltan culos para atendernos, tú Marce, con el dinero que el banco te prestó ya hubieras remodelado el cuartito y hubieras puesto una cantinita jejje- sentenciaba el viejo velador.

-yo también eso he dicho, una que otra nalga aquí sirviéndonos las cervezas y dándonos los cacahuates en la boca, pero una nalga buena, no como las que se anda comiendo Filo que casi son hombres jejeje- argumentaba Candelario.

-eso es cierto, es muy cierto caballeros, pero también hay que aceptar que ya no somos esos jovenzuelos que arrasábamos con todas las muchachas que nos pusieran enfrente, bueno yo, ustedes no sé qué tanta suerte hayan tenido con las viejas jeje- sentado enseñando medio culo opinaba Don Cata, según él, el más guapo del grupo solo porque era el de la cabellera juvenil aunque la forma de su peinado pareciera más bien el nido de un pájaro.

A partir de ahí, tanto Filo como Cata, intentaban exponer algunos de sus más convincentes argumentos para convencer al resto del cuarteto que ellos eran los más galanes de la agrupación, un sinfín de nombres femeninos brotaban de las hediondas y podridas bocas de ambos vejetes además de cualquier cantidad de leperadas las cuales según ellos llegaron a realizarles o todavía realizaban a las hembras en cuestión, Don Marce en tanto escuchaba atento y con boca ligeramente abierta y babeante analizando a todas estas mujeres que ya habían pasado por las vergas de sus arrugados amigos y llegaba a la conclusión de que todas ellas eran señoras pasadas en edad y de cuerpos voluminosos que no lo calentaban para nada, pero que sin embargo aún esas viejas eran mucha carne para estos viciosos vejetes.

-y tú, Marce?, alguna hembra que te andes picando recientemente, tiene tiempísimo que no te conocemos a una- preguntaba Don Cata mostrando una de sus sonrisas más burlescas.

-no me sorprendería que de tanta inactividad ya hasta te hayas volvido choto jajaja- se burlaba también Don Filo, y así continuaron haciendo bulliyng al pobre viejo de espaldas arqueadas.

Don Marce en tanto, herido en su orgullo de macho por las burlas que se empezaron a dejar caer sobre él, no aguantó el revelar su pequeño secreto. Escuchando no más que risas burlonas y carcajadas grotescas en donde el viejo tendero era tomado como un mariconazo y en donde el buen Cata se había ofrecido a saciarle sus ganas de verga, el tendero dejaba callados a sus amigos con una frase.

-no tiene mucho que me ando comiendo a una chiquilla de la escuela de aquí enfrente- aunque el silencio fue prolongado, a los minutos después fue secundado por carcajadas aún más escandalosas.

-qué?, ¿no me creen?- cuestionaba el casi sesentero viejo con su arrugada cara visiblemente enojada pero cachonda a la vez, titilando su evidente ojo más grande que el otro.

-Marce, si no te andas comiendo ningún bollo no hay bronca, puedes decirnos que ninguno de nosotros dudaremos de tu sexualidad jeje, es relajo hombre, pero no salgas con esas mamadas de que te andas culeando a una chiquilla de prepa que esas mamadas se pegan acá abajo- tranquilizaba Cande.

-pero si es la puritita verdad- defendía el locatario.

-a ver!!, a ver!!, callaos todos!!, si Marce dice que se anda cogiendo a una chiquilla de la escuela esa es porque de alguna manera se anda cogiendo a alguien, aunque esta no sea una chiquilla de esa escuela, debe de ser alguna vieja que todos los días viene por su kilo de chorizo y cabeza de ajo o a un pinche maricón al que conoció en una esquina, conozco a este viejo caliente como la palma de mi mano y es un culión de primera, no se coge el mismo porque no se llega pero les apuesto que ya lo ha de ver intentado jeje- Don Cata salía en su defensa.

-estás pero bien pendejo viejo maricón, más bien el maricón eres tú con tus pelitos peinados y que te echas esas mariconadas que se echan los mocosos en el pelo, de seguro ya ni la verga se te para por tanta mamada que te echas, y de que me ando comiendo a una chiquilla me la ando comiendo, y si ustedes vieran lo buenota que está seguro hasta me dan el culo para que se los ponche jeje- puntualizaba Don Marce.

-a ver, enséñanos a ese bollito que te andas comiendo, anda, pruebas, quiero pruebas, a ver si es cierto- los viejos veían como Don Marce, después de pensársela un rato, sacaba de su descolorido short un celular, comenzaba a apretar algunos botones hasta que al parecer daba con lo que él buscaba, una sonrisa pervertida y un inusual babeo comenzaron a adornar y a escurrir de su fea cara para posteriormente mostrar a los presentes la pantalla del aparato en donde se apreciaba la carita de un verdadero ángel.

Rápidamente uno de los viejos calientes tomó el celular para admirar más de cerca el risueño, inocente, coqueto y casi infantil rostro de la señorita ahí exhibida y así hallarle parecido a alguna artista que él conociera pues era imposible creer que una joven de tan excesiva belleza tuviera algo que ver con un viejo como Don Marce, todavía el viejo que analizaba la foto se atrevía a ver al tendero tratando de encontrar algún tipo de lógica a todo esto, al no explicarse de manera contundente lo que Don Marce decía decidió pasar el celular al viejo siguiente y así sucesivamente, para después de regreso volver a analizar la foto, foto en donde solo aparecía el rostro de Cassandrita.

Para aumentar los niveles de envidia entre los miembros de la hermandad, Don Marce pidió que se le devolviera el celular para él buscar una foto en donde Cassandrita ahora aparecía mostrando su cuerpecito de medio muslo hacia arriba, vestida únicamente con un pequeñísimo short alicrado y una ajustada blusita ombliguera apenas tapándole sus desarrollados pechos, fue esta foto la que enloqueció a los demás vejestorios quienes comenzaron a chillar como puercos y brincar como simios, hasta babeaban de la emoción por admirar las frescas carnes juveniles tan blanquitas pero aun así, seguían escépticos en cuanto a que esa bella ninfa estuviera siendo disfrutada por un viejo cara de trasgo, incluso el Duende Maldito vendría siendo más atractivo que Don Marce, pensaban los vejetes.

-está buena la putilla, de eso no hay duda, pero como sabemos que en verdad te la andas comiendo?, solo mírate, estás viejo, feo y panzón- justificaba Filo, un viejo casi de la misma fisionomía que Marcelino.

-el burro hablando de orejas- remarcaba Cande.

-pa´mi que ni es cierto, esas fotos las descargates de la Intarnet, engañarás a estos viejos ignorantes pero a mí no, yo sé mucho de computadoras y esas mamadas de la compu… computalización- opinaba Cata.

-ohh chingada madre, nada los convence, espérenme- Don Marce salía rumbo a la parte donde es su casa para después de unos minutos regresar con una minúscula tanguita rosa manchada de un color rojo pardo así como impregnada con alguna rara sustancia añejada con consistencia similar a gargajos secos.

El viejo tendero hacia acto de pasar la íntima y femenina prenda, Don Cata era el primero en tomarla, lo hacía cuidadoso sosteniéndola de los finos laterales tratando de no embarrarse las manos con esa rara mezcla a la cual el viejo zapatero remendón ya había identificado como semen, y las pequeñas manchas rojas claramente referenciaban sangre.

-esto tampoco convence viejo mamavergas, un simple trapito con sangre de alguna cortada tuya y en donde claramente te hiciste una manuela no es prueba que satisfaga mis dudas, ustedes que dicen muchachos?- encuestaba el viejo Catarino.

-yo quisiera saber de dónde sacates esa pantaleta, de seguro Marce tú mismo la comprates y la manchates con algo, mira, mira, esto no es sangre- decía el chicharronero tallando la parte manchada, sintiendo su textura.

-pues es de la zorrita que les digo, del primer día que me la cogí jeje, la agarré quintita8 jejej- presumía el viejo Marcelino mostrando su clásica risilla enferma.

-que va a ser- por lo tanto Filo se mostraba incrédulo, como era posible lo que Don Marce le chachareaba si estaba refeo, además de que era conocido por ogro a quien no le gustaba tratar con infantes aunque el anciano velador recordaba verlo hacía algunos ayeres muy acomedido intentando entablar una conversación con un grupito de niñas precisamente de esa escuela, pero ese día las nenas le hacían caso a todo menos a este pendejo, pensaba Filo.

-viejos ardidos, hablan de pura puta envidia, miren, tengo hasta su número de teléfono, le voy a marcar para que vean- decía Don Marce rascándose su casi calva cabeza dejando caer algunos residuos blancuzcos a partir de su rascado y apretando nuevamente algunas teclas de su anticuado celular para ponérselo en su oreja derecha y decir muy risueño:

-le está entrando jejej, la llamada- hablaba el viejo en doble sentido.

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Minutos antes, en el cuarto de Cassandrita…

La bella niña ya había llegado tenía rato a su casa y Armandito había retirado a la suya, recién bañada entraba a su cuarto cubierta solo con su toalla, su curvilíneo cuerpo mostraba aún muchas gotitas de agua impregnadas adornando su piel y resbalando sensualmente sobre la misma, su exfoliada carita se mantenía libre de ese leve juego de sombras al que la nena ya se había hecho asidua todo para verse más mujercita así como sus labios se mantenían rosaditos una vez desprendidos del exquisito brillo labial sabor cereza con el que los adornaba.

La nena entraba a su cuarto y se sentaba frente a un pequeño tocador en donde yacían cuidadosamente acomodadas todas sus chacharitas, perfumes y adornos con los que gustaba embellecerse, situaba sus codos sobre el tocador y entre sus manos acomodaba sus mejillas mientras se observaba en el espejo pegando tremendo resoplido que levantaba el mechón de negro cabello que cruzaba por su rostro.

La niña suspiraba y se preguntaba que estaría haciendo el viejo en ese momento, tenía tantas ganas de verlo, de recorrer su caliente cuerpo con sus manitas, hasta se visualizaba ella agarrándole su paquete, ese mórbido pedazo de carne lleno de venas que la hacía sentirse tan mujer a la hora de tenerlo dentro. Entonces, pensando en el vejestorio, recordó también los finos gustos de tan selecto caballero y llevada por un aire de vanidad abrió uno de los cajones de su tocador para sacar un brasier, abriendo otro cajón para sacar ahora uno de sus calzoncitos más ajustados y que hiciera juego a su sostén. Era enloquecedora la forma que adoptaban sus senos a medida que el brasier los iba apretando, así como esa pantaleta siendo enrollada por sus muslos hasta que llegó a ajustarse con su tibio sexo, una vez vestida, o semivestida, se miraba en el espejo de cuerpo completo y se comparaba con las musas que Don Marce coleccionaba pegadas en su cuarto, se daba la vuelta y veía que su calzón era muy grande comparado con las casi microscópicas tangas que las modelos usaban para pararle la verga a su macho y con un dedito en su mentón suponía también que la vestimenta íntima de una mujer estaba muy distante de esas pantaletas de niña.

Sin desprenderse de su ropa interior volvía a enrollarse en su toalla y sentándose delicadamente buscaba su cepillo para proceder a acicalar cuidadosa y femeninamente su hermoso y azulado cabello, llevando casi media hora realizando esta actividad y considerando que su cabello había quedado lo suficientemente liso se colocó unos aretes y decidió incorporase y verse nuevamente en su espejo de cuerpo completo, caminó hacia el al tiempo que se iba desprendiendo de la toalla de estampados de las princesas de Disney dejándola tirada en el camino para llegar vestida únicamente en ropa interior ante el espejo.

Su espectacularidad era indescriptible, ella misma se veía comenzando en su hermosa e inocente carita y hacía a un lado su cuello para verificar que el chupetón del sábado pasado ya había desaparecido, femeninamente se tocaba uno de sus desarrollados pechos para proceder a apretujarlo levemente sintiéndolo más durito según ella, se daba media vuelta colocándose de perfil para ver qué tan levantada se veía su colita la cual no tenía ninguna falla ni defecto para volverse a dar media vuelta quedando de nuevo de frente al espejo mientras recorría con una de sus manitas un importante mechón de su cabello hasta la punta, la cual era tan larga que le llegaba casi al ombligo, llevaba ahora su mano deslizándola por su esbelto vientre y escurriéndola bajo el calzón así hasta que llegaba a su sexo, pero esta vez no sentía esa leve matita de vellos negros adornando su papayita, sentía su sexo muy suave, completamente depilado pero manteniendo una leve y enloquecedora pronunciación la cual hacia abultar ligeramente bajo sus calzones.

La nena recordaba que había dejado la puerta de su cuarto abierta y muchas veces su madre entraba sin aviso, así que rápidamente se dirigió a poner seguro pues pensaba autocomplacerse en la privacidad de su cuarto pensando que el viejo Marce la hacía suya nuevamente, pero escuchó casi al instante como su celular sonaba con tono de llamada, la nena se apresuraba para alcanzar la llamada y así semidesnuda se dejaba caer en su cama boca abajo levantando sus carnosas y moldeadas pantorrillas y uniendo sus tobillos, llevando el celular a su oreja no sin antes echarse a costado contrario su cabello para así contestar la llamada, alertando ella que se trataba de su macho, el hombre que la hizo mujer, cosa que la puso extremadamente nerviosa.

-holap, q… que pasó… q… que se le ofrece?… Don Marce- respondía la nerviosa nena aguantando una tremenda risa de emoción y hasta sudando de sus manitas.

-hola mi amor, apoco no puedo llamar a mi novia cuando yo quiera?- respondía el anciano y borracho pervertido también tratando de aguantar una cariada risa pero de lujuria revuelta con burla, haciéndole la seña de silencio a sus compinches pues estos parecían estar en una competencia por descubrir quien jadeaba más fuerte y quien poseía la dentadura más desgastada y amarillenta.

-dile que te mande una foto, encuera jeje- susurró Don Cata siendo advertido por sus demás amigos que guardara silencio.

-el altavooozz, ponla en altavoooz pa´que todos oigamos- decía murmurante el viejo Filo, cosa que a Don Marce le pareció buena idea.

Cuando Don Marce se refirió a ella con la palabra “novia” la nena pudo experimentar un revoloteadero de mariposas cosquilleándole todo su estómago, no pudo evitar sonrojarse y sudar de la emoción de que un viejo casi sesentero, de barbilla alijada, nariz atucanada, cejas canosas y pobladas, casi calvo, con un tronco corporal en forma de “b”  y con extremidades flacas y escurridas la reconociera como su novia, casi pegó un femenino grito como si estuviera en presencia de su artista masculino preferido.

-jijiji, Don Marce es que… jijji, no lo esperaba, ya… es tarde, ya me iba a… dormir- decía la coqueta nena mostrando deficiencia en su habla y enrollándose su cabello con su mano libre, apoyada de la cama con sus codos, aunque esto no se lo decía para que el viejo la dejara dormir, en el fondo ella también anhelaba tener una conversación con el viejo.

-yo también mi amor, pero quise marcarte pa´ ver como estabas, acuérdate que la última vez que platicamos fue el viernes para amanecer sábado jeje, ahh y otra cosa mi niña, ¿en qué quedamos?- decía el embustero y casi desdentado tendero, tan empalmado como los ahí presentes ya que Don Marce les murmuraba que el viernes había dormido él.

-jijij, ay Don Marce, no sé, hemos quedado en muchas cosas- decía la nena dándose la vuelta en la cama quedando ahora mirando al techo, friccionando coqueta sus interminables y moldeadas piernas, pero siempre procurando tenerlas cerradas protegiendo su feminidad aunque esta podía notarse un poco siendo cubierta a duras penas por su calzón.

-en que ya no me ibas a decir Don Marce, ¿Cómo me ibas a decir de ahora en adelante?- consultaba el verboso sujeto, del otro lado la nena se quedaba en pausa pero era obvio que no podía ocultar su felicidad, sus ruborizadas mejillas comprobaban lo dicho, ni siquiera ella sabía por qué su corazoncito había comenzado a latir descontrolado con solo haber escuchado la ronca y casi anciana voz del vejete quien del otro lado se tallaba las bolas de forma descarada en presencia de sus amigos sintiendo su verga al máximo.

-mi amor, jijijij- dijo por fin la nena seguido de una risita, la niña seguía boca arriba friccionándose sus muslos, pero ahora su mano libre hacía círculos en su esbelto abdomen.

-cómo?, mi chiquita, no te escuché jeje- hablaba el rancio pervertido ya casi queriéndose masturbar ahí mismo, con solo escuchar la voz de la nena se estaba viniendo en leche, también Cassandrita ponía de su parte sensualizándola bastante sin saber que además de su viejito otros tres morbosos abuelos rabo verdes con letras mayúsculas también escuchaban su íntima plática.

-mi amor jijiji, muaacckk- reafirmó la nena ahora seguido de un tronado beso, ella alcanzaba a tomar un lapicero así como un cuadernillo y en la última hoja de dicho útil escolar comenzaba a dibujar algunos corazoncitos rellenándolos con la misma tinta del bolígrafo.

-oye, mi niña- dijo Don Marce, jadeando como un perro y teniendo que acomodar repetidamente su verga dentro de sus ropas, sacando su mano y limpiándosela en su lullida camisa puesto que se había manchado de sus lubricantes masculinos.

-mande- respondía la nena.

-oye mi niña, ¿te acuerdas que la otra vez me mandates unas fotitos tuyas?, de tu cuerpecito- rebuznaba el viejo, sin duda era momento de pedir otro poco de material estimulante con el cual bien podría masturbarse esa noche así como obtener una tajante prueba para demostrar a sus compañeros que era cierto lo que decía, por lo tanto los calientes ancianos tenían mucho que habían identificado que la voz de la chiquilla bien podría pertenecer a una nenita cursando la preparatoria, y eso los tenía como burros cachondos.

-jijij, sip, ¿Por qué?- preguntaba la nena, aunque para ella no era difícil suponer que Don Marce le pediría unas cuantas fotos más, se podía sentir en el ambiente la calentura del tendero, la misma niña imaginaba la desfigurada cara de su enamorado cuando andaba jarioso pero para ella esa enferma faceta era la demostración del amor más puro, sin embargo ella misma había estado pensado muy seria acerca de su alocada y anterior acción consistente en andarle mandando fotos en poca ropa y hasta desnuda al chaquetero viejo, ella misma reflexionaba que estuvo mal lo que hizo.

(justo en ese momento el joven Armando, envalentonado, había decidió marcar también a Cassandra con la finalidad de ver si podía tener una conversación con ella antes de dormir, pero en las dos ocasiones que marcó al número de su enamorada siempre recibió la misma nota “el número que usted marcó, esta ocupado”)

-pos, porque quisiera que me mandaras unas cuantas- sugería el viejo, sus demás acompañantes acercaban un poco más cuando escucharon la petición del tendero, pero fueron alejados por él debido a que sus respiraciones eran tan pesadas que podían alertar a la nena además que Don Marce sabía que estaban empalmados y eso lo ponía nervioso.

-orita?- preguntaba la semidesnuda nena, sin querer toda esta situación la estaba haciendo entrar en calor, desde hace poco que ella misma sentía un aumento en su temperatura corporal, así como un iniciante y muy rico humedecimiento en su palpitante panochita, la nena podía sentir un líquido babosillo emanando de sus intimas partes.

-si mi niña- el viejo ya casi se ahogaba en su propia saliva.

-jiji, D… amor, es que… estoy casi desnuda- decía la nena remojando sus labios con su propia saliva, sus ojitos se comenzaban a entrecerrar y su respiración se hacía lenta y pesada haciendo que por momentos ella respirara por la boca dándole una faceta muy sugestiva.

-mejor mi niña, desnudita te ves bien rica- el viejo poco a poco comenzaba a expresarse de manera ordinaria.

-nooo, Don Marce, es que ese día… cuando le envié las fotos… lo que yo hice es algo que no debí de hacer- la nena hasta ponía el celular lo más cerca de su oído, sin duda por su mente deseaba la posibilidad de que el viejo guango estuviera ahí hablándole directamente al oído y acariciándole su cuerpecito, casi se imaginaba al viejo recostado detrás de ella mientras sus manos le acariciaban su conchita, para esto los ojitos de la mocosa también expresaban un brillo cachondo.

-claro que si mi niña, por algo somos novios y eso es algo que los novios hacen muy seguido, anda, no seas así, solo las quiero para meneármela un ratito, anda, no sabes como la tienes jeje- dijo el viejo volteando a ver a sus colegas riéndose silenciosamente.

-jiji, amor, no sea grosero- decía la nena sabiendo que el viejo se refería a como tenía su verga, y que de seguro la tenía durísima y gordísima pensaba ella, ella misma se la imaginaba en todo su esplendorosa carnalidad, llena de venas, palpitando, emanando un líquido viscoso de su punta pero sobre todo con un penetrante olor a verga, estas alucinaciones consistentes en dramatizar mentalmente las desmesuradas medidas de Don Marce no hacían más que mojar aún más la panochita de la nena quien ya casi sentía ese fierro tallándosele en su mojado sexo.

-ora mi niña, ¿me vas a dejar con las ganas?- suplicaba Marce, secándose el sudor de su cara con sus ancianas manos, sudando hasta del culo.

-es que no se- Cassandrita, mordiéndose sus labios, se revolvía su cuerpecito como una gatita esperando que la mimen, por momentos hasta manifestaba leves ondulaciones en sus caderas como si el viejo se la fuera a embutir en verdad, a todo esto seguía en ropa interior, sus pezones ya se habían erizado y marcado por debajo del brasier y su panochita ya había empapado el calzón remarcándose su canalito.

-ora mi niña, hazlo por mí jeje, no lo hemos hecho desde el viernes- insistía el vejete caliente mientras la nena tardaba en contestar.

“jiji, pobrecito Don Marce, debe de tener muchas ganas, está bien, le mandaré pero solo una” pensaba para sí misma la acalorada Cassandrita, sin darse cuenta desde cuando tallaba delicadamente el lapicero sobre su encharcada rajita regalándose exquisitas cosquillas en su zona íntima y aumentando más el nivel de humedad en esa zona.

-uhm, bueno, pero… solo será una, y saldré tapada un poquito ehh- Don Marce volteaba a ver a todos sus babeantes amigos con cara de pedófilos sedientos de jugos vaginales de jóvenes vírgenes y al notar que todos daban su visto bueno ante lo escuchado asintiendo con sus cabezas y frotándose sus manos, respondía:

-oquei mi niña, saldrás tapadita, pero no mucho ehh, además yo también tengo una condición para ti- rápidamente el viejo Marce pensaba en una jugada que demostraría que en verdad él era dueño de ese verdadero manjar de niña, algo que dejara muertos de envidia a los destartalados viejos de secos pellejos que se rascaban el bulto a su lado.

“ejejjeje, jejejejjej, se van a ir hasta de culo” reía dentro de sí el tendero.

-una condición?- preguntaba la nena.

-si mi niña, una condición- reafirmaba el viejo.

-a ver?- preguntaba la nena.

-bueno, tus pechitos tápatelos como tú quieras mi niña, pero para tu panochita quiero que recortes un pedazo de papel jeje, lo más chiquitito que puedas, que apenas y te tape el bollito aggghhh, y le escribas «Marce mi amor, todo esto es solo tuyo», y que con ese papel te tapes tu panochita jeje, siiii???- decía el degenerado sujeto mordiéndose sus labios y poniendo los ojos ahuevados de pura calentura. Del otro lado, la nena, después de haber oído las guarradas que pedía el descarado, escondía su colorada carita entre sus manos emitiendo una risita por demás coqueta para después comenzar a ventilarse su enrojecido rostro utilizando ambas manos como abanicos al mismo tiempo que con sus muslos trataba de apaciguar un poco la comezón de su concha, dejaba esperar algo de tiempo en su respuesta hasta que contestaba.

-Don Marce pero que cosas dice jijiji, ok, pero le aclaro que tampoco saldrá mi cara jijij, es que me da mucha pena salir así como usted quiere- articulaba la niña quejándose pero sin perder su coquetería.

-siii, siiii, como sea, pero que se vea tu cuerpecito, tu estomaguito y tu ombliguito jejeje- babeaba el vejestorio siendo casi alabado como si fuera un Dios por sus compañeros, todos ya casi con sus vergas de fuera, sus reverendos rabos estaban que reventaban dentro de sus pantalones, ninguno quería moverse debido a que la rigidez con la que se manifestaban los cuatro trozos carnales hacía imposible que sus dueños pudieran erigirse en la posición correcta muchos así encorvados mandaban punteadas al aire como si en verdad estuvieran cogiendo, cualquier movimiento en falso podría desencadenar que el descapullado glande de cualquiera de los ancestros fuera frotado por el pantalón corriéndose al instante.

-jijjiji, bueno, sí, espéreme, le mando la foto y cuelgo oki, porque mi mamá anda cerquita jiji, ahh Don Marce?- exclamaba la nena en parte excusándose porque sabía que si seguía platicando con el viejo este terminaría por pedirle todo un portafolio fotográfico así que se inventó eso de su madre, la nena ni siquiera se dio cuenta del momento en que había dibujado en una hoja de su libreta un corazonzote atravesado por una flecha y con las iniciales C y DM.

-que mi niña?- preguntaba el viejo.

-muaaacck, lo amo- decía la nena esto último con su boquita bien cerquita del teléfono y casi susurrándolo al tiempo que ya tallaba alegremente su panocha, casi logrando que al viejo le diera un infarto no tanto de enamoramiento pero si por tremenda calentura que le generó la despedida y algún tímido gemido expulsado por ella.

Cassandrita fue en busca de un lápiz labial color rojo para adornar sus carnosos labios y así salir elegante para la foto, recortaba el pedazo de papel con el detalle escrito y tomando los laterales de su calzón lo deslizaba lentamente, la nena estaba tan sensible de su zona íntima que hasta el desprendimiento de su trapito cuando se separaba de su panocha le provocó que de su feminidad comenzara a brotar más jugo, mordiéndose ella los labios de puro gusto y sintiendo una escandalosa humedad regada por su panocha, ingles y muslos internos, hasta su calzoncito parecía haber sido remojado en agua.

-ay Dios, nunca me había mojado tanto jijij- decía la nena y llevada por la curiosidad que le sobrevino recordando al viejo cochino olerle los calzones cada que se los quitaba acercó sus empapadas pantaletas a su nariz para aspirarlas, después de esa aspiración no pudo evitar mandarse otra más potente, sin duda le había encantado su afrodisiaco aroma, con razón Don Marce siempre le quitaba los calzones, pensaba la nena.

-mmm, huele rico… (la nena rectificaba una vez más pegándole una tercera aspiración justo a la parte del cazón diseñada para cubrirle su sexo), así oleremos todas??, o cada una tendrá su propio olor?- se preguntaba la nena para mandarse una cuarta aspiración y ya una vez satisfecha de tantas inhalaciones empezar a arreglarse tallándose el lápiz labial sobre sus carnosos labios, también secando su concha con su toalla para evitar que la humedad maltratara al papel.

Los viejos esperaron un lapso de poco menos de diez minutos cuando en eso le era enviada al viejo Marce una imagen de al parecer una jovencita de piel muy blanquita de entre quince a diecisiete añitos, acostada boca arriba en una cama, visiblemente desnuda pero cubriendo a duras penas sus amamantables pechos con un desabrochado brasier cuyos tirantes se enrollaban en los brazos de la niña y tapando su panocha estaba el papel con la sátira leyenda así como una roja marca de un beso, era tan pequeño que Don Marce tuvo que agrandar la imagen para poder leer si decía lo que él había ordenado y tan recortado que hacia evidente que la nena no llevaba calzones puesto que sus caderas carecían de hilos o elásticos de ropa interior que las rodeara.

Los viejos casi se van al suelo de chipo, hasta Don Marce estaba sorprendido con el nivel de sugestividad plasmada en esa fotito, rápidamente Don Cata se apoderó del teléfono y comenzó a buscarle parecido con la nena de las anteriores imágenes, si bien el rostro de Cassandrita no se mostraba mucho, con solo verle el mentón y sus coquetos labios pintados para la ocasión se podía comprobar que era la misma chiquilla, un momento después Don Cande arrebató el celular y con verga en mano emprendió una despavorida huida al baño, se podía escuchar al viejo haciendo fuertes bufidos asi como sonidos extraños que demostraban que el chicharronero se estaba pegando la despescuezada de verga de su vida, el viejo macuarro daba sendos jalones a su verga al tiempo que un colgajo de saliva caía de su boca pasando unos minutos para que se escuchara un tremendo pujido como si este desequilibrado estuviera siendo enculado por un burro siendo Marce quien tuvo que ir a sacarlo por cochino.

-ya ni la chingas puto Cande, acabo de limpiar al baño- el viejo proveedor de alimentos salía jadeante y bañado en sudor, y en la taza del baño se podían ver aun restos de su copiosa corrida desparramados por doquier.

-esa niña… me ha dejado seco, y eso que solo me he hecho la manuela con una de sus fotos, imagínate que se los tuviera que echar en la boca- decía el viejo pervertido una vez tomado aire para poder expresarse con claridad, recargando una de sus manos en el hombro de Marce pero siendo rechazado su gesto por parte del tendero por precaución.

-Marce, a mi pásamela por blutú, esa y otras cuantas fotos que tengas, yo quiero chaqueteármela en mi casa- decía el modernizado Don Cata frotándose el paquete por encima de sus pantalones sacando su celular el cual ni siquiera contaba con esa aplicación solo que el joven que se lo vendió decidió adornarlo un poco en cuanto a capacidad.

-y no tendrás un videíto de esa putilla onde te la etés culiando??, si lo tienes pásamelo jeje- preguntaba Don Filo tallándose su descuidada barbilla y deslizando su lengua por toda su boca de manera por demás obscena.

-oye Marce, y apoco si te la has cogido?- preguntaba el viejo Cande ya que entre la plática que sostuvieron los enamorados alcanzó a escuchar una frase alusiva a que no lo hacían desde el viernes.

-pos que no tás oyendo viejo sordo, ya me la cogí aquí en el sillón, en mi cama, cerca de su casa también le metí la verga jeje, hasta ella debajo del mostrador me la estuvo mamando un día antes de entrar a la escuela, ya hasta se quedó a dormir conmigo, esa vez cogimos toda la noche, esa es la ventaja con esas chiquillas, como andan en la edad en que a cada rato tienen la pepa caliente jejejej- dictaba Marce poniendo cara más que pervertida y dejando caer gruesas cantidades de babas de su boca.

-eres un hijo de puta, viejo rabo verde jeje, oye, oye, te la chupó?- preguntaba interesado Don Cata después de haber escuchado las letanías de Don Marce.

-claro pendejo, pos si eso fue lo primero que le enseñé, todavía le falta aprender a mover la lengua pero ya se la come toda la muy puta- respondía Don Marce.

-y… y… y… le has mamado el bollo?- tartamudeaba Don Cata.

-jeje, hasta la pregunta ofende mi hermano, le he pegado unos mamadones de panocha que pa´que te cuento, con dos lamidas ya la tiene como charco, casi me dan ganas de ir por un popote y ponérselo en el bollo para sorberle mejor los jugos- decía el viejo verde.

-y que tal le saben?- volvía a preguntar Cata.

-mmm exquisitos, no me lo vas a creer, pero le saben a jugo de manzana jeje, como a los juguitos de cartón esos que vendo, solo que yo los vendo fríos, y ella me los da calientitos- explicaba Don Marce.

-y… y la tiene peluda o se la resura?- cuestionaba Don Filo.

-jeje, hombre, no es de caballeros andar contando eso, pero como yo no soy un caballero te lo contaré, al principio tenía unos cuantos pelitos, pero ya le expliqué que se la tiene que resurar para que se me antoje jeje, ¿Apoco a ti te gusta que te salgan pelos en la comida?, no verdad?, es molesto eso, lo mismo con las panochas, estar como perro hambriento jambando papaya ggluuuupppp, ggluuuuuuuppp para que de repente te salga un pelo como que no, debe de estar así depiladita- contestaba Marce a la vez que formaba un rombo uniendo las yemas de sus dedos índice y pulgar de ambas manos y metiendo su asqueroso rostro en la forma geométrica simulaba con esto estarse devorando una panocha.

-oye Marce, y en donde se los echas cuando te vienes? Jeje,- los viejos estaban más que empalmados con la vulgar entrevista realizada al viejo tendero, pero es que estaban tan emocionados con la niña que querían saber todo de ella.

-ganas no me faltan por echárselos dentro pero le pienso, que tal si a la primera la preño y yo aún estoy muy joven para comprometerme formalmente con esa mocosa jeje, orita solo se los echo en la boca, y que creen?- decía el viejo microempresario dándole un profundo sorbo a su cerveza.

-queee??- coreaban los viejos.

-se los traga jeje, la muy puta se traga mis mocos- y así siguieron los viejos preguntando mas cosas íntimas sobre Marce y su enamorada, solo ellos saben hasta donde llegó su depravada plática.

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En la escuela…

El día viernes transcurría con normalidad y absoluta calma, al menos hasta el receso, en ese breve espacio de descanso dos viejos maestros se juntaban a dialogar sobre los últimos acontecimientos, el rechoncho educador físico ponía al tanto a su flacucho amigo sobre la idea que se la había ocurrido con respecto a Cassandrita, este en tanto aceptaba con infinito agrado y con una terrible erección bajo sus pantalones después de que Pepe lo asesorara recomendándole que él podría dejar encargado a su grupo con alguna actividad y así estar los dos viejos calientes encerrados en el cubículo del gordo con la buenota de su alumna, muy juntitos a ella debido a la estrechez de la oficina y empezando a berrear en su vulgar lenguaje a sabiendas que la nena los escucharía y posiblemente entraría a la plática pensaban ellos, los viejos chocaban sus vasos de refresco como símbolo de unión y lealtad por parte de las dos entidades al tiempo que pegaban cada uno una enfermiza carcajada, estaban tan cachondos imaginándose ya dentro del cubículo oliendo las agradables fragancias de Cassandrita e imaginándose su sugestivo cuerpecito apretado en sus ropitas que ni siquiera prestaban atención a las niñas que caminaban al lado de ellos.

-y ahora que estarán conspirando esos dos?- susurraba la practicante procurando que su amiga Diana no escuchara, sorprendiéndose de que el gordo anduviera tan pachanguero después de la “llamada de atención correctiva” que recibiría de su tío y viéndolo devorar la comida como un verdadero puerco, a veces intentando dar una mordida de hipopótamo a su empanada, pero por el lado contrario cayendo toda la concentración de salsa, queso y harto aguacate, incluso un puerco mostraría mayor civilidad que este tipejo disfrazado de maestro se decía la practicante ya casi sin ganas de comer ensartando un trozo de manzana de su ensalada de frutas con un tenedor y llevándoselo a su boquita refinadamente.

Ganas no le faltaban a la joven Asdany por pararse y dirigirse hacia la mesa de los pervertidos para decirle a Pepe que por favor comiera como la gente educada, pero en ese momento la rubia damita reconoció que algo andaba mal en ella, ¿Desde cuándo a ella le tenía porque interesar si el gordo comía o no de manera correcta?, ¿Desde cuándo a ella le tenía porque interesar lo que hacía o dejaba de hacer la morsa parlante?, Asdany se daba cuenta de que estaba siendo rebasada por su propia profesión, y que para lo que se supone estaba estudiando, aun así, no lograba encontrarle algo de lógica a su comportamiento o no aceptaba la teoría que lo explicara, con un leve giro de cabeza intentaba creerse como si nada hubiera pasado.

Sin embargo para ambos maestros ese momento tan esperado tendría que esperar pasada la visita del Supervisor pues consideraron conveniente no llevar las cosas tan aprisa, temiendo el maestro Pepe por las recientes llamadas de atención que este había recibido por culpa de la provocativa universitaria.

-debemos llevarnos las cosas con calma flaco, recuerda que no somos bien vistos en esta escuela y ahora tenemos otro par de ojos color miel observando todos nuestros movimientos, tú tranquilo que si no nos la cogemos este semestre aún nos queda otro jejeje- dijo Pepe alertando las repetitivas miradas que Asdany hacía principalmente hacia su obesa persona y mandando un cordial saludo a la practicante con su regordeta mano derecha llena de grasa de empanadas y salsa verde así como un gesto de beso una vez que ambas miradas se encontraron, gesto de sincera amabilidad que la güerita rechazó altaneramente desviando su mirada hacia cualquier otra parte una vez sabiéndose detectada por el morboso maestro quien para ella exhibía una sonrisa burlesca en su porcino rostro y hasta llegó a observarle un asqueroso movimiento lingual como si se la estuviera saboreando.

De un tiempo atrás Asdany había encontrado parecido a Pepe con esos porcinos personajes de la Guerra de las Galaxias conocidos como Gamorreanos por supuesto tomándolo como burla, una verdadera cobardía por parte de la practicante para un ejemplo de hombre que humildemente desempeña día a día una de las profesiones más nobles que existen, encargado de moldear a su imagen y semejanza a las nuevas generaciones y que con sus sabios consejos intentarán sacar a este país de la condición en que se encuentra.

-hoy no presionaré a esa chiquilla, hoy te la puedes disfrutar tú en tu clase, yo pediré permiso para retirarme temprano, esta semana ha sido muy pesada y quiero reposar tranquilamente mientras me leo la revista del vaquero y me masturbo pensando que me culeo a la güerita esa que está allá, hoy mis mocos serán para ella- anunciaba el calenturiento catedrático señalando con la vista a Asdany.

-jeje, jejeje, recién no tiene mucho me habías dicho que Cassandrita te calentaba más, y últimamente he notado que no le despegas la vista del culo a esa otra zorrita- alegaba el casi chimuelo Teo refiriéndose a la practicante.

-no sé flaco, estoy en un dilema… si en estos momentos me dieran a escoger entre una y otra, no sé a quién escogería, no sé que vergas me pasa, pero desde que la güerita me dio esa cachetada en aquella ocasión no he podido sacármela de mi mente, me dejó tremendamente calentado… no sabes lo que me calienta una mujer firme, una hembra brava que se da a respetar y que se cree mucho para mí, que esté completamente segura de que aspira a algo mucho mejor a lo que nosotros podemos aspirar profesionalmente hablando, son las que mejor sientes que te maman la verga aunque lo hagan torpemente y sabes porque?…  todos esos momentos en que ellas te miraban hacia abajo sintiéndose más que tú… valen la pena cuando arrodilladas te miran hacia arriba con la verga bien metida en sus boquitas jajajaj, jajajaja- finalizaba el gordo.

-las mujeres… son muy inestables gordo, aunque la mayoría con personalidades fáciles de influir y que por lo general con una copa que les invites y con una cartera gorda ya te están abriendo las piernas, pero también están aquellas que tienes que invertirles un poquito más de tiempo, basta analizarlas y descubrirles la personalidad, si quieres una para cogértela y nunca más volverla a ver está Dianita, pero si la quieres para una relación un poco más seria, se presta más la güerita- el esquelético viejo tomaba un sorbo de su refresco para rehidratar sus labios y continuaba.

-me he dado cuenta que la gran mayoría de las escuinclas están tan pendejas que prefieren a los mocosos que se las dan de payasos y con pinta de afeminados, a las hembras como la güerita basta con tocar un tema de su interés y llegar y hablarles bonito, elegante, que parezcas inteligente, pero sobre todo tratar de evitar verles el culo y las tetas, eso déjalo para las zorras nalga fáciles, porque esa güerita mi buen, nos ha demostrado que no es ninguna zorra, no veo cómo te la puedas llevar a la cama… quizás tu táctica de empezar a tu tosca y machista forma fracasó, para acercarte a ella debiste de haber empezado a tratarla como si fuera tu hija- reflexionaba Teo.

-ahh mamadas!!… esa puta está tan buena que aun siendo mi hija me la cojo… y me has de decir que su novio se ve muy inteligente?, yo no sé qué le ve si a leguas se le nota lo mariconazo, tiene toda la pinta de un maricón… yo tengo otra teoría, esa zorrita puede ser rocosa como tú dices, altanera, venir de familia acomodada, pero al igual que todas, tiene panocha entre las piernas, y llega un momento en que a todas se les come la panocha, la rasquiña vaginal no respeta clases sociales jejeje, y cuando una panocha se calienta no importa la marca del tornillo siempre y cuando sea de la medida solicitada jejeje, basta con estar en el lugar indicado y en el momento preciso y ser lo suficientemente ágil como para envolverla, y seducirla gracias a los propios encantos, esa pendeja va a caeeeer jejeje, te apuesto lo que quieras que antes de iniciar el otro semestre ya la tengo en la cama de un motel, ya casi me la veo aquí, mi flaco- decía el viejo llevando una de sus manos cerca de sus partes y meneándola como si la mujer invisible le estuviera mamando la verga.

-umm, otra apuesta, me encantan las apuestas y más si se trata de alguna de tus leperadas, viejo caliente jeje- se expresaba el contento Teo.

-así es pendejo, pero no estamos hablando de una nalgada o irle a decir alguna grosería, estamos hablando de esto (el gordo formaba un apretado circulo con los dedos índice y pulgar de una de sus manos el cual era penetrado repetidamente por el dedo medio de su otra mano), una apuesta como esa no valdría míseros quinientos pesos, apostemos algo más caro, que tal la casa que tienes de más… contra mi camioneta jeje- sugería Pepe.

-tu camioneta??, estás loco jeje, la calentura te ha nublado el cerebro viejo arrecho- advertía Teo.

-sí, mi camioneta contra tu casita, y no aceptaré un no por respuesta- retaba el gordo quien se sentía optimista, nunca se había sentido tanto en su vida.

-jejej, ok, aunque déjame decirte que no me importaría perder esa casa, ni la ocupo- decía el esquelético Teo tallándose su huesuda barbilla y considerando que era una verdadera estupidez por parte de su colega el apostarle una camioneta solo por una panocha, reflexionando Teo se decía: “cuantos meses o incluso años habrán pasado para que la güerita le aflojara sus agujeros a su novio, y este pendejo (Pepe) en menos de dos meses de conocerla ya se la quiere llevar a la cama, jajaja, ya tengo camioneta nueva”. Aunque Teo ya se preparaba escuchando al gordo una vez vencido el plazo rajándose en su apuesta.

-jeje, si la gano tengo pensado rentársela a una estudiante que esté bien buenota, imagina un día que no tenga para pagarme la renta jajaja, írmela a coger mientras mi futura esposa la güerita se queda encargada de mis cuatro chiquillos que le clavé en el primer preñazo jejej- imaginaba el grueso instructor físico observando como Asdany, junto con Diana, se levantaba de su asiento para dirigirse a quien sabe dónde, seguramente a su cubículo prestado, pero alertando al flaco con un ligero golpe de codo para que juntos disfrutaran de uno de los mejores culos que habían visto en sus casi treinta y pico años de servicio.

-apoco esto va en serio?, piensas bajarle a la güerita al chotito ese?- preguntaba Teo.

-no seas pendejo, esa putilla de esquina estará muy penetrable pero no me convence como para comprometerme con ella porque sé que ella nunca dejaría a su novio por un viejo cochino como yo jajajaja, hay que ser realistas mi buen, lo único que quiero es poseerla, tenerla en mi cama por lo menos una vez en la vida y con eso moriría feliz jeje, aunque si sería buena idea encajarle una cría y que la mantenga el otro pendejo- reía el depravado.

-un brindis, gordo, salud, salud jajajaja- reían los desalmados observando como Asdany caminaba contoneando su delineada figura al tiempo que volteaba a ver a Diana para comentarle algo, llevándose la practicante a la boca un popote para apretarlo con sus soberbios labios y así poder seguir disfrutando su malteada dietética, sin duda ajena a las oscuras y abominables intenciones de Pepe para con su apetecible cuerpecito.

-que salud ni que vergas, esto no se brinda con refresco, esto hay que festejarlo con un buen vino o un Jim Bean… un Jim Bean y un lomo, y tú, flaco asqueroso, te toca pagarlo- sentenciaba el gordo.

-ok, ok, en estos días, jajajaja, salud, salud- las carcajadas y los golpes en la mesa eran tan aberrantes que llamaban la atención de todos los ahí presentes, claro está que ninguno sabía de que se reía ese par de pervertidos.

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Viernes en la noche, Cassandrita nuevamente en su cuarto…

A nadie debe importar mucho que ese día Armandito no encontró pretexto ideal para que la nena lo dejara acompañarla nuevamente, además de que el joven se sentía incómodo siendo muy empalagoso, no era su estilo pegársele como chicle a las niñas como muchos otros lo hacen, todavía no eran nada y ya cuidaba darle su espacio.

Eran aproximadamente las diez de la noche y Cassandra vestida con sus endemoniadas ropitas de dormir arreglaba su cama de manera cuidadosa pero siempre ensalzando esas infernales curvas que la beneficiaban sobre el resto de sus amiguitas y que se escandalizaban cada vez que ella curveaba su cuerpo, gateaba arriba de la cama o lo hacía para adelante tratando de meter las orillas del forro de la cama en cada esquina.

Mientras tanto lejos de ahí, Don Marce se arreglaba fervientemente para tratar de quedar lo mas presentable posible, un viejo short todo lullido así como un sport lleno de hoyos por doquier y al cual ya se le había impregnado el sudor de puestas pasadas seguidos de unos zapatos negros con la suela un poco despegada y así sin ponerse calcetines se adornaba para hacerle una sorpresiva visita nocturna a su adorada.

Su incontenible verga no daba más y casi desgarraba el descolorido short ya que el viejo tan caliente como de costumbre imaginaba las porquerías que en cuestión de minutos podría llevar a cabo nuevamente con tan suculenta niña, el horroroso sujeto se veía en el espejo de su baño echándose un poco de agua en la cara para así eliminar el exceso de grasa imperante en ese arrugado y sesentero rostro, enjuagaba sus secos cabellos principalmente ese mechón que aún le sobrevivía saliendo hacia abajo como un pequeño flequillo y solo echaba un poco de agua a su barba de tres días tan rasposa que casi parecía fibra de lavar los trastes, por alguna extraña razón el viejo prefirió no lavarse los dientes ya que analizando los encuentros pasados corroboraba que a la nena no le importaba mucho que al viejo le oliera la boca.

Por momentos se distraía masajeándose la verga un rato la cual estaba muy estimulada y se apretaba queriendo ser liberada contra las enormes bolas de carne que el viejo tenía por testículos para después seguir él con sus labores de acicalamiento para salir todo acatrinado rumbo a la casa de su enamorada.

Pasados poco más de quince minutos Cassandrita se encontraba ya en su cama, acostada y cubriendo su cuerpo solo con un minúsculo top tapándole y apretándole los pechos y un calzoncito haciendo lo propio con la mitad de su exuberante trasero. En el oscuro cuarto solo la luz de la Luna alumbraba el potente cuerpo de la niña quien había elegido dormir destapada esa noche. La nena también recordaba los encuentros románticos con su enamorado y, pensando en todas las cosas que había vivido junto a él, todas esas locuras de pareja como el hacerlo en la calle y esas cosas, su panochita comenzó a acalorarse para después empezar a palpitar entrándole un escalofrió que le recorrió todo su apetecible cuerpecito y la obligó a realizar una sugestiva exhalación, de un tiempo para acá Cassandrita era atacada constantemente por esos calores que indicaban las ganas de sexo.

La niña disimuladamente comenzó a recorrer su manita desde el nacimiento de sus pechos, rodeándolos para proseguir su camino por esa línea que dividía femeninamente su abdomen llegando al contorno demarcado por su blanco calzoncito y dudando si continuar o no, hasta que decidió posarla sobre sus tibias partes íntimas, sintiendo sus labios y realizando con su manita una especie de círculo sobre ellos, la sensación era placentera puesto que Cassandrita ya tenía algo de conocimiento sobre lo que era la autosatisfacción, friccionaba delicadamente su concha y en ocasiones presionaba sobre su colorado frijolito regalándose ricos escalofríos en todo su cuerpecito que se denotaban en su carita poco a poco siendo trasformada por la naciente calentura.

Estando en su mente la idea de despojarse de su calzón para así tener mejor desenvolvimiento de su caliente actividad una pequeña piedra fue impactada contra su ventana, esto sacó a la nena de su trance ya con su calzón enredado a punto de mostrar su intimidad para acomodárselo y pararse a ver que había sucedido.

La atractiva chiquilla así en esas visiones semidesnudas se asomaba abriendo su corrediza ventana para alertar la presencia de una escurridiza sombra en su patio trasero, para ese malviviente debió de haber sido todo un erótico espectáculo admirar las frondosas carnes de la desarrollada mujercita quien recién se asomaba tapada apenas con un top y un minúsculo calzón que se apretaba a sus caderas pues Cassandrita se asomó sin buscar algo con que cubrirse un poco más.

-qui… quien anda ahí?- preguntaba temerosa la nena friccionándose sus hombros debido al fresco de la noche.

-respóndame o… hablaré a mis pad…- estando en eso la nena fue alertada por el viejo guarro quien demoró en contestar por estarse limpiando las babas ante la acalorante visión de su pequeña hembrita.

-soy yo mi niña jejeje- al reconocer a la sombra, así como la gargarea voz, Cassandrita mostró un especial brillo en sus negros ojitos, como si hubiera visto al príncipe gendarme que había venido a rescatarla de su cautiverio.

-Don Marce, es usted- la nena admiraba la escultural figura enclenque, aguada, encascorvada y de viejo regañón poncha pelotas que presentaba el amor de sus amores y a quien a kilómetros se veía que no dejaba de recorrer lasciva y visualmente cada una de las curvas de su doncella.

-pos claro chiquilla, quien más- decía el ardiente sujeto rascándose las bolas por tremendo espectáculo que le regalaba la nena, a pesar de dormir en segunda planta y de ser de noche el viejo podía admirar toda la carnosidad ahí presente y servida en bandeja de plata.

-ay Don Marce, es que pensé que era un ladrón, me asustó- la nena volteó para atrás cerciorándose que no fuera escuchada por sus padres, también creyendo que el vivo viejo seguro había utilizado el estrecho callejón que recorre la barda trasera de su (de ella) casa y que eso bien le podía haber valido entrar en completo anonimato.

-pos deja de pensar y dime como subo- el caliente pervertido ya escurriendo de su verga buscaba como desesperado por donde treparse para así llegar hasta la niña, bajarle los calzones y dejarle ir toda su masculinidad, imaginando con sus ojos ahuevados que la escuincla seguramente ya estaría empapada de su concha con solo verlo, y es que Don Marce confiaba que poseía una figura capaz de hacerle mojar la pepa a cualquier jovencita, según él, era un verdadero escurridero de vaginas donde quiera que él pasara.

-Don Marce, que pretende?- la nena en tanto, lejos de esas cochinas alucinaciones por parte de su hombre, se creía en un cuento de hadas tipo Rapunzel, casi queriendo tener esa larga cabellera para así dejarla caer y que el viejo trepara sobre ella, para así estar juntos nuevamente y demostrase el amor que entre ellos se sienten justo como el viejo le había enseñado que se ama, y analizando las distintas emociones, la nena confirmaba que el viejo tenía razón, no se veía tan rico cuando la pareja de los cuentos solo se besaba de manera simplona comparada con la forma en que el viejo le comía su boca, o le dejaba ir toda su verga.

-jeje, te vine a visitar mi princesita, tampoco puedo venir a ver a mi novia??- decía el pelmazo sintiéndose un poco raro pues él mismo reconocía que estas cursilerías eran para chiquillos chaqueteros, no para un hombre en su edad ideal para la maduración, aunque bien era cierto que si el viejo fuera una fruta ya se estaría oxidando.

-nooo, Don Marce, está loco, mis padres están abajo- dijo la nena un poco escandalizada por la osadía de su macho, aunque reconociendo que esto le gustaba, el que Don Marce se arriesgara de esta manera no hacía más que idiotizarla creyendo que el viejo iría hasta el fin del mundo por ella, bueno si, pero solo por su panocha.

-si sigues hablando fuerte más te van a escuchar- aconsejaba el viejo seductor.

-pero aun así, regrésese lo van a ver- la nena se mostraba nerviosa, hasta sus cejas se fruncían producto de su temor a que su amante fuera hallado por sus progenitores, no había tanto problema por los vecinos puesto que la barda al ser un poco alta no permitía mucha visualidad al patio trasero de la nena.

-nada mi niña, ya estoy trepando- dijo el viejo ya empezando a escalar como una salamanquesa, apoyándose de los barrotes de otra ventana y de la ayuda de un pequeño depósito de agua ubicado cerca.

El deforme y flácido cuerpo del viejo había logrado llegar a la ventana de su princesa, la nena se hacía un poco para atrás permitiéndole al viejo poder echar medio cuerpo dentro de su cuarto, este descerebrado llegaba casi en su último aliento, pegando tremenda exhalación cuando al fin se supo a salvo de no caerse al vacío, aun así la nena también había ayudado jalándolo del percudido short temiendo también ella que el viejo loco pudiera resbalar de último momento y pegarse un guamazo por calenturiento.

Una vez que el viejo cayó como piedra en un pequeño tapete, la nena como primera acción se dirigió fuera de su cuarto a asomarse por el barandal y determinar que sus padres no escucharon el zapotazo que se llevó Don Marce y regresar veloz a su cuarto toda nerviosa cerrando la puerta con seguro y hasta buscando algo con que atorarla pero notando que los muebles eran muy pesados como para moverlos ella, además de reflexionar en el escándalo que estos harían cuando los moviera.

-Don Marce pero en que estaba pensando?, se puede lastimar, está loco, lo van a ver, regrésese por favor- decía la asustada niña pero rápidamente fue tranquilizada por el vejestorio cara de burro caliente quien no veía otra cosa que los pechos de la chiquilla moverse de aquí para allá.

-shh, ya mi niña, tú tranquilita, solo vine a verte un ratito y me voy, tus papás están en casa?-

-sii, están abajo, tienen visitas, ya Don Marce yo no quiero que lo descubran, regrésese- decía la nena tomando al viejo de las manos, ambos de frente y de pie mostrando cuerpos más que contrastantes.

La comparación era terrible y acalorante, la nena lucía su perfecto cuerpecito conformado por sus nalguitas bien redonditas y levantaditas atravesadas por un pequeñito calzón blanco satinado y seguidas por una espalda breve y definida así como un vientre esbelto y bien cuidado aderezada ella con un buen par de antojables tetas que se apretaban al top, en cambio el viejo lucía ya arqueado por la edad, posición que le daba un aspecto semijorobado, así como unas piernillas todas flacas y peludas, sus pantorrillas eran dos auténticos palillos solo adornados por dos casi caídos chamorros, en cambio las de la nena lucían notoriamente mas revitalizadas y tonificadas, sin mencionar que su superioridad muscular era indiscurible.

-no me van a descubrir chiquilla, mira, que tal si primero nos sentamos en tu camita hasta que te relajes?, si?- dijo el viejo, y al recibir un asentimiento por parte de la semidesnuda chiquilla, la encaminó hacia la cama siempre tomados de la mano en donde ambos al unísono se sentaban bien juntitos, las tremendas piernas que se le hicieron a la nena al sentarse eran infernales y se marcaban endemoniadamente, no por nada practicaba voleibol, en cambio las del viejo sin ser unas garrochas demostraban mucha desventaja y flacidez comparadas con las de la chiquilla, en partes hasta parecía colgarle el pellejo.

-Don Marce, yo no quiero que lo descubran- dijo la nena tomándose ella de sus manitas y llevándolas a la altura de sus partes, recostándolas en sus piernas.

-claro que no mi niña, apoco no tenías ganas de estar conmigo?- el galante viejo con una de sus manos tomaba el mentón de la nena con la intención de que esta lo mirara a los ojos ya nublados por la vejez mientras la otra se iba a una de las piernas de ella, realizando un recorrido desde la rodilla hasta el inicio del calzón de laterales de cinco centímetros para elevarla por el aire con la caliente intención de mandarse otra cochina caricia.

-uhmm, jiji, sip, pero en otra parte, aquí es muy riesgoso- dijo la nena, aceptando las caricias y nuevamente tomándose de la mano del viejo, este en tanto le costaba un mundo poder despegar sus siniestras miradas de los sugestivos pechos de la nena, y en donde podían verse sus pezones remarcándose bajo el top, un enorme hilo de saliva descendía de su asquerosa boca, sin embargo su calenturienta mente meditaba sobre insistencia de la nena para que este se fuera, quizás si se aplicaba un poco podía sacar nuevamente provecho a esto, y es que en todo lo que lleva esta historia el viejo no ha hecho más que chantajear a la nena desde una perspectiva no tan descarada.

-bueno mi niña, te haré caso, me retiraré pero si me prometes algunas cosillas jejej- decía el malicioso con una sonrisa cariadamente aberrante, y una cara brillosamente aceitosa, sintiendo la nena el aliento cebollero de Don Marce casi pudiendo adivinar lo que cenó el viejo.

-jiji, cuáles?- decía la coquetilla señorita acomodando su cuerpo, contorsionando sus caderas a manera de quedar bien pegada a su macho, mostrándose en todo momento mimosa, cariñosa y muy hembrita.

-una es que… quiero que mañana sábado convenzas a tus papis que te dejen salir en la tarde, diles que vas a pasar todo el día en casa de tu amiguita pero con el detalle de que no irás a la casa de tu amiguita, irás a mi casa otra vez jejeje, está claro?- decía el descarriado.

-Don Marce, jijij, bueno, si es en el día sí creo que me den permiso, pero luego usted quiere que me quede también en la noche y ahí si no creo, no, no- respondía la nena quien ya había alertado las calientes miradas de Don Marce a sus casi desnudos senos, sin embargo no hacía nada por acomodarse su top, al contrario, se sentía alagada que su cuerpo llamara la atención de un viejo con gustos tan exquisitos.

-no te preocupes mi princesita, a las ocho cuando mucho vendrás saliendo de mi casa… bien llenita- no pudo evitar sonrojarse la nena ante tal albañilesco cumplido, y de cierto modo le estaba empezando a encontrar el gustillo a ese lenguaje anacado utilizado por el tendero, si bien Cassandrita veía mal que sus compañeritos y amiguitas de la escuela lo dijeran y evitaba meterse en ese tipo de pláticas, acá con su macho, en la intimidad y lejos de los demás, le causaban placenteras cosquillitas que el viejo se expresara en tonos vulgares principalmente al referirse a ella y por un momento se vio tentada a seguir el juego.

-jiji, llenita de qué?- la dulce nenita apretujaba su cuerpecito sin alertar que al viejo casi se le salieron los ojos cuando los brazos de ella comprimían de forma exquisita los carnosos melones haciéndolos abultar aun más por debajo del top, se podía apreciar hasta la aureola del pezón.

-llenita de leche, si sabes a cual leche me refiero?, verdad?- preguntó el desvergonzado rozando con sus labios la sensible orejita de la nena erizándola de su piel, para esto los dos cuerpos en pleno ascenso de temperatura estaban tan cerca que se apretujaban el uno con el otro.

-siii- murmuró la nena mordiéndose los labios, realizando un casi imperceptible movimiento de acercamiento hacia el viejo tratando de juntar sus carnosos labios con los de este, cosa que el viejo se dignó a rechazar siempre buscando la oreja de ella, lo que si es que el viejo trataba sin mucho éxito de sacar sus caídas tetillas y sumir su peluda y rechoncha panza para con esta sugestiva pose demostrar una especie de danza o ritual de cortejo en donde convenciera a su hembra de su masculinidad.

-de cuál?- atacaba el desfigurado abuelo juntándose aun más a la nena y sudando en exceso a sabiendas que la nena podría responder con algunas palabras no muy propias de su educado dialecto, una de las piernas de la nena estaba casi encima de una de las de el tendero y este se desvivía recorriendo todo el muslo interno con su mano.

-de esa, jiji, de esa que le sale… de ahí- expresó Cassandrita apuntando tímidamente la zona genital del viejo, volteando de reojo para descubrir algo dentro del short que luchaba por ser liberado, por momentos Cassandrita juraba ver que esa cosota se movía.

-jeje, de la que te doy de tomar cada que nos ponemos a hacer cositas?- el malsano viejo ya casi tenía los ojos pegados a las ubres de la chiquilla, ya habían pasado unos momentos en los que el descarado ya no veía los ojos de la niña, este parecía hablarle a sus chiches, la mirada de Cassandrita en cambio estaba agudísima tratando de recrear las medidas amorosas de su amante, pronto su sexo comenzó a picarle teniendo ella que ejercer un sutil movimiento de fricción con sus muslos para calmar un poco el hambre de verga de su bollito.

-jijij, ya Don Marce, ya váyase- decía la nena no por tratar de evitar ese verbal juego sucio, sino más bien porque no sabía mucho como expresarse en esos campos, aunque también a todo esto recordaba que para la seguridad de ella así como la del viejo este tenía que marcharse.

-me!!9, Me corres??- se quejaba el viejo quien de momento dirigía su caliente mirada al sexo de Cassandrita y pensaba en lo mojada que debía de estar a estas alturas la nena.

-noo Don Marce noo, es que en verdad no quiero que lo descubran, por favor- sin embargo el viejo no tenía intenciones de irse, así como había encontrado vestida a la nena se decía que estaba perfecta para darle unas buenas metidas de verga en donde no pararía de dejársela ir hasta el día del juicio, así que después de pensar ingenioso como poder envolver a la chiquilla en sus finas tácticas seductoras se preparaba para llevar a cabo su plan aprovechando lo dócil e inocentona que había resultado esa mocosa.

-bueno mi amor, por ahora me voy- dijo el mañoso viejo incorporándose de la cama, la nena por su parte permanecía sentada pero sin dejar de notar como Don Marce no se había acomodado el bulto en sus bermudas dejando ver como si este hubiera hurtado un pepino y lo llevara escondido bajo sus ropas, mientras tanto el viejo charlatán sentía como a raíz de que se levantó de la cama la nena apretó un poco su arrugada mano, detallándose en sus reflexiones que a pesar de que ella se lo pedía lo último que deseaba la nena era que él se fuera.

-pero antes- volvía a decir el viejo.

-ya como despedida y en consolación a que no podré meterte todo esto (el cochino vejete al decir esto se tomaba sus partes y las sacudía) quiero que por lo menos me despidas con un buen beso jeje- decía esto mientras su viscosa lengua serpenteaba dentro de su boca, esto pareció haber embrujado a la hermosa nenita quien al parecer sin pensar por propia voluntad respondía afirmativamente.

Afirmaba la nena sin poder quitar su mirada de la vieja osamenta del tendero, a pesar de ser un viejo con cuerpo bofo y deforme su descuidado cuerpo llamaba poderosamente la atención de la chiquilla quien con ojitos casi hipnotizados ya lo estaba imaginando desnudo, con un enorme brillo contorneando su escuálida figura, a él con una roja manzana en la mano pegándole una buena mordida escurriéndole de su negra boca todo el néctar de la fruta y con una hoja de un árbol censurándole sus partes, mordiéndose ella sugestiva su labio inferior ante tan idílica imagen.

El viejo fue quien tomó la iniciativa sentándose y posando delicadamente una de sus manos en la mejilla de Cassandrita para ambos irse acercándose lentamente, el viejo descomponiendo su cara en lascivia pura adelantándose en sacar la lengua antes de tiempo, ella poco a poco cerrando sus ojitos y acomodando sus labios para recibir ansiosa y ya agitada ese beso.

Cassandrita sintió como esa viscosa y caliente lengua entraba en su boquita realizando ondulantes y circulantes movimientos tratando de enrollarse con la suya, de vez en cuando ella seguía ese estilo tratando de meter lo más posible su lengua dentro de la boca del tendero, la cual estaba atascada en residuos de comidas pasadas que emitían un penetrante aroma pero a la nena parecía poco importarle, para esto el viejo llevaba sus manos y se apropiaba de la cintura de la muchachita, jamás había sentido piel tan suave como la que sus arrugadas manos tentaban, era como tocar la piel de un ángel.

La pareja moviendo ondulante sus cabezas seguía enfrascada en su sucio beso en donde muchas veces el viejo sacaba su lengua y se dedicaba a lamer los labios, mejillas, mentón y hasta la naricita de la cándida chiquilla quien ya se mostraba por demás sonrojada y dejaba que el asqueroso sugiera lamiéndola de prácticamente todo el rostro dejándoselo brilloso en babas para después ella copiar ese procedimiento y de vez en cuando lamerle la boca al tendero pareciendo una tierna gatita tomando su leche, por momentos más que besarse normalmente, ambos amantes comenzaban a lamerse lengua con lengua.

Para esto el viejo ejercía presión con sus manos tratando de derrumbar a la nena en la cama, esta al principio mostró resistencia pero al notar la perseverancia del locatario de la manera mas lenta posible su cuerpo se comenzó a ladear hacia la cama hasta que la pareja sin dejar de besarse y lamerse se vio acostada, solo las pantorrillas de cada uno permanecían fuera de la cama, cada quien apoyando sus pies en el piso.

El viejo ahora devoraba el cuello de la niña con notable desempeño estirando la suave piel de la nena con su negra boca, ella en tanto tomaba al viejo de sus caídos cachetes para besarlo mejor y comenzaba a emitir leves gemidos que no hacían mas que encandilar al vejete quien ahora amenazaba con bajar a esos amamantables melones de carne.

Fue en eso que el viejo decidió acomodarse mejor y se fue posicionando hasta quedar arriba de la nena, comenzando este descarado a realizar movimientos coitales aun sin metérsela, la nena en tanto llevada por la naciente calentura que era atizada al sentir un pesado cuerpo cilíndrico toquetearle su monte venus comenzó a ondular sus caderas tratando de sentir aun mas ese placentero contacto. Estando en esas ardientes sensaciones, en donde la nena no paraba de morderse los labios ya casi vencida empezaba a enrollar sus bracitos alrededor del cuerpo de la reliquia mientras el viejo casi se la comía de su cuello, Cassandrita recordó el lugar donde se encontraba y alertada detuvo al caliente pederasta.

-nooo, Don Marce, me dijo que solo un beso- dijo la nena completamente acalorada y acomodándose sus cabellos y ropitas viéndose en la cama ya con el viejo arriba de ella.

-otro ratito mi niña, ¿apoco no te la estás pasando muy rico? jejej- reía el malsano apoderándose de los frondosos melones de la nena comenzándolos a amasar por encima de la prenda.

-si pero es que…- alcanzaba a decir la chiquilla sin terminar de completar sus pensamientos, la imagen para el viejo era erotizante, el estar arriba de la chiquilla apretándole los pechos y admirarle su sonrojada carita junto a sus cabellitos regados por toda la cama lo tenían en completo estado de calentura, esto sumado al contacto que su verga, la cual no cabía en el short, hacía con el vientre de ella.

-ya chiquita, yo sé que tú lo deseas más que yo, solo siéntete, tienes la papaya hirviendo en calentura- dijo el viejo comenzando a frotar obscenamente la panocha de la nena con sus viejas manos mientras ella frunció sus cejas al sentir los toqueteos, fueron en total como veinte sucias oscilaciones que el viejo realizaba con las yemas de sus dedos índice y medio, sintiendo las tibiezas de esos sensibles terrenos, incluso la nena procedió a abrirse un poquito de muslos para permitir al viejo tocarla mejor mientras ambos se miraban a los ojos viendo hasta en la mirada la calentura que ambos sentían, especialmente ella, terminando el viejo de palparla y notando como una pequeña mancha húmeda aparecía adornando el calzón de la nena justo a la altura de su conchita.

-porque no te quitas tu calzoncito??- decía el vejestorio quien se lo hubiera bajado por sí mismo solo que quería llevar las cosas con calma y que fuera ella quien se desnudara para él, el estar en la casa de la chiquilla lo tenía tremendamente desencajado, sus ojos ya notaban la lujuria evidenciada en tremendas venas recorriéndolos y su verga estaba ardiente y escandalosamente babosa, parecía que expulsaba clara de huevo.

La nena no respondió nada, esa condición la hacía voltear constantemente a su puerta pero no podía dejar de experimentar una sensación aparte, algo que hacía ese momento distinto a los otros, para esto el viejo se había adelantado y ya jalaba uno de los laterales del calzón de Cassandra, dejando desnudo ese lado de sus caderas, la nena rápidamente llevó su manita tratando de impedir las depravadas intenciones del viejo pero este llevó su amarga boca a la orejita de ella para comenzar a hablarle en su pelado lenguaje.

-mi niña, te ves bien rica, bien deliciosa, te comería toda la noche, me importa una verga que tus papis estén abajo yo te la voy a meter toda- dijo el viejo casi metiendo su boca dentro de la oreja de la nena, a esto la nena solo respondía con un sutil remojo de labios secundado por un sensual movimiento en su tronco debido a las románticas declaraciones que el oxidado viejo le recitaba, para ella esto era una pequeña estrofa de la canción más romántica que jamás hubiera escuchado.

-quiero pegarte el mejor mamadón de panocha que te he dado hasta ahora y tu calzoncito me estorba jeje- decía el viejo dedicando ahora una asquerosa y bien cargada de saliva lamida al cachete de la nena, o más bien desde el cachete hasta su boquita, pasando por toda la línea de sus labios.

-anda, déjame mamártela tantito para luego meterte la verga, quiero oírte gritar, gemir, pedirme que te dé más verga, anda ricura yo sé que tú también lo quieres, sé que te gusta la verga- era imposible que el viejo hablara sin dejar de escupir saliva, y toda esta húmeda suciedad caía en el rostro de Cassandrita quien solo pasaba una de sus manitas para limpiársela pero sin mostrar facetas de asco.

-D… Don Marce, p… porque… me dice así?- preguntaba la nena ya que el viejo nunca había sido tan lepero con ella, no es que le resultara grosero sino más bien raro, aunque reconocía que cuando el viejo se vulgarizó ella pudo sentir como su panochita comenzó a palpitar como si su órgano sexual reaccionara o entendiera el plebeyo lenguaje de Don Marce.

-así como?, no te gusta??- preguntaba el vejete sin dejar de lamer la carita de la chiquilla, potentes lamidas de perro eran repasadas una y otra vez dejándole a la nena un lado de su carita brillosa en saliva.

-no sé- susurraba la nena con sus ojitos entrecerrados por la calentura, recordar que ambos seguían acostados, él arriba de ella, ella con sus muslos ligeramente abiertos ofreciéndole a su macho su tesoro más preciado y él viéndola como si se estuviera analizando un bistec.

-jeje, eso bien podría tomarse como un sí, anda cosita déjame montarte, déjame cogerte hasta que me muera, no quieres eso chiquilla calientilla jejej, tienes la pepita mojada porque estás caliente verdad?- rebuznaba el pervertido villano dejando caer su feo rostro en el cuello de la nena para tapizarla de más depravados besos, chupeteos y una que otra mordida.

La nena en tanto cerraba sus ojitos y llevaba una de sus manitas a acariciar la casi calva cabeza de Don Marcelino mientras la otra pasaba a acariciar la bola de panza toda lombricienta que le colgaba al viejo y que por las arrugas que la circundaban daba la apariencia de ser una bolsa maltratada, para esto el viejo la tomaba de su espalda baja con una de sus manos para acercar pelvis con pelvis y comenzar a realizar ambos enloquecedores movimientos danzantes llevando una perfecta sincronía, mientras la otra pervertida mano se mantenía adherida a uno de los pechos de la nena estrujándolo y estirándole el pezón, a todo esto la nena se sentía muy feliz y dichosa por la forma en que el viejo se la devoraba llegándose a sentir orgullosa de poder ser digna de los exquisitos gusto del pervertido tendero quien ya había comenzado a gruñir como perro hambriento.

-si- respondía la nena llevada por la calentura y abrazando al viejo así como también enrollándolo con sus muslos, ya haciendo ella movimientos como si se la estuvieran dejando ir.

-no te escuché, bollito rico- alegaba el viejo también realizando movimientos como si estuviera copulando, en otras palabras la pareja estaba culeando con ropa, el vejete en tanto no se cansaba de sacar su lengua y repasarla morbosamente por toda la carita de la nena, viscosos hilos de saliva unían su asquerosa boca con la de la niña quien ya gemía como si en verdad la sintiera toda adentro.

-sii!!- reafirmaba la nena.

-sí que mi nalgoncita- decía esto el viejo al tiempo que daba pervertidos sobajeos a las esponjosas nalgas de Cassandrita estirándole el calzón a la nena apretándosele de manera exquisita a su húmedo sexo.

-sí, estoy caliente, bájeme los calzones, métame la verga!!- decía la nena al tiempo que ella también comenzaba a lamer la zona auditiva de Don Marce, una zona llena de residuos negruzcos en la parte trasera de su oreja y amarillentos dentro de ella.

-jeje, de veras, y si tus papis nos oyen??- advertía el libidinoso viejo sintiendo el caliente aliento de su enamorada corriendo por su oreja, así como tímidos gemiditos que resonaban en lo más profundo de su oído y que solo hacían que en ese momento tuviera la verga toda carburada a punto de vaciarse, mientras ambos seguían danzando moviendo muy sugestivo sus zonas pélvicas rozándose el uno al otro, el viejo sintiendo como su verga era masturbada por dichos movimientos, podía sentir el prepucio liberando al glande en repetidas ocasiones.

-Don Marce yo lo amo, no importa, si mis papás nos ven y lo echan… yo me voy con usted- el malsano sujeto no pudo evitar poner cara de corrompido ante las fuertes declaraciones por parte de su prometida y en lo más profundo y retorcido de su cochambrosa mente llena de porno económica deseaba ver entrar a uno de los padres, en especial a la madre, y notar la cara escandalizada de ella al ver a la puta de su hija abriéndosele de patas a un viejo guarro y feo, y pensar en cómo la cosa evolucionaria a partir de ahí.

-iiiiii, demuéstrame que me amas mi niña, mámame la verga, no puedo metértela seca- dicho esto Don Marce se arrastraba un poco apoyado de sus rodillas llegando a colocarse arrodillado arriba de la carita de la chiquilla con la finalidad de ubicarle su verga exactamente arriba de su carita, se bajaba un poco el short liberando poco a poco su vaina.

A la jovencita casi le brillaron los ojitos al ver la desmesurada herramienta sexual llena de venas y embarrada de lubricante que se gastaba su viejito, tomaba el caliente y tieso fierro carnal con una de sus manitas sin dejar de seguir el bamboleante movimiento que adoptaron los testículos del macho, notando ella una separación entre ambas bolas colgantes como si estas estuvieran soldadas, acercaba su carita hacia el morado hongo pulsante representado por el glande y abría delicada su boquita para proceder a engullirse ese exagerado banano.

No le importó a ella que la verga del viejo luciera terriblemente asquerosa, y no porque estuviera sucia, al contrario, más que limpia esta vez no estaba tan descuidada, solo que lejos de estar seca la verga lucía brillosa en lubricantes, incluso cuando el glande se descapulló se podía apreciar como gruesos cordones babosos y gelatinosos iban quedando impregnado en el glande y escurrían por este hasta caer en la boquita y barbilla de Cassandrita, aun con esta exagerada lubricación los labios de la nena poco a poco fueron cobijando al glande.

Mientras tanto el malsano sujeto observaba la obediencia con la que la damita se comportaba, rápidamente posó sus manchadas manos en la cabecita de ella haciendo su cabeza (de él) hacia atrás debido al placer oral que la nena le regalaba, principalmente porque la lengüita de ella había comenzado con sus labores de reconocimiento más que chupar y eso le encantaba. Don Marce veía como poco después de ser lamido de su verga Cassandrita levantaba su mirada para cruzarla con la suya al tiempo que se sacaba la verga muy despacio, notando el viejo como la lengua de la niña servía en esos momentos como cama para su caliente herramienta.

-quítate los calzones- ordenaba el viejo a su bella doncella quien hizo sin reparo la encomienda al tiempo que volvía a engullirse la verga.

Pronto la verga del viejo se mostraba ensalivada casi hasta medio tronco mientras la nena tomaba con ambas manitas cada uno de los laterales del calzón mamando solo con la boca por unos cuantos segundos, cosa que sobreexcitó al viejo quien evidenciaba estos movimientos con una cara de auténtico sátiro, la nena levantaba uno de sus muslos para permitirse sacar el calzón por una pierna y así continuar con la otra, quedando la nena vestida únicamente con un insinuante top tapando a medias sus mamas.

La jugosa papaya quedaba expuesta ante los lujuriosos ojos del viejo quien prácticamente la devoró visualmente, ganas no le faltaban por jambarse ese agridulce y brilloso manjar que olía exquisito pero es que la nena estaba tan concentrada realizando un extraordinario trabajo oral que hacía al viejo no poder decidirse sobre el aventársele a esa panochita como un perro jarioso o seguir disfrutando de la placentera mamada que Cassandrita le estaba pegando, lo que si es que no pudo evitar expresar mentalmente su punto de vista acerca de la depilada condición de esa panochita

“jeje, esta putilla se le ha estado resurando, tal como le dije” fue la misma niña quien, sacándose la verga de su boca dijo algo que al viejo más bien le pareció una orden por parte de ella.

-Don Marce, vamos a hacerlo, aquí en mi cama- dijo la nena salpicando unas tenues gotitas de saliva atorada entre sus brillantes y aperladas encías, además un colgajo de saliva colgaba de su barbilla, y terminando de decir esto ella misma subía completamente a la cama empujando algunos peluches al suelo quedando solo uno acompañándola en la cama y se abría delicadamente de muslos, enseñando al viejo toda la pletórica humedad de su concha.

El sudado viejo no lo dudó ni un instante y llevado por esa hambre de papaya fresca y joven agachó su cuerpo al tiempo que levantaba uno de los muslos de la nena para darse el suficiente espacio y así poder comenzar con su morboso propósito. Lamia como un desesperado desde el inicio de la vaginal raya hasta su fin y por momentos se pegaba de ella y comenzaba a succionarle toda su pulpa mientras ella empezaba a gemir y revolverse en su camita aferrándose con sus manitas de las sábanas.

El viejo con la cara empapada en néctares femeninos escurriendo de su alijada barbilla paró por un momento liberándose de su short con todo y calzón sacándolo por ambas piernas quedando desnudo de la parte de abajo, mostrando su sumido y peludo trasero surcado por una oscura y aparentemente sucia raya para volver a hundir su calenturiento rostro en la húmeda conchita de Cassandrita, pero ahora aparte de estar succionando el jugo de esa pulposa papaya también se las ingeniaba para incrustar uno de sus dedos en la vagina de la chiquilla y comenzar a moverlo como si este fuera un destornillador.

La nena comenzó a mover muy sensualmente su cintura y caderas mientras el viejo le comía todo su sexo, abría su bocota llena de dientes negros como si en verdad se fuera a jambar la delicada zona intima de la niña, por momentos con una mano se dedicaba a abrirle los labios vaginales para proceder a revolver su lengua en el punto en donde él ya había ubicado la presencia de un botoncito erizado, logrando arrancarle a la nena gemidos un poco más escandalosos y que ella trataba de minimizar posando una de sus manitas en sus labios.

Pero el sinvergüenza vejete mientras más escuchaba a la nena querer apagar sus gemidos mejor se desempeñaba en estos menesteres con exquisitas oscilaciones linguales alrededor del estimulado frijolito penetrándola con uno de sus dedos medios y repasando constantemente la raya vaginal con cargadas lamidas. Pronto los muslos de la nena se tensaron aprisionando la cabeza del viejo y procurando acallarse con sus manitas.

Debido a esa maestría lingual con la que el viejo se manejaba Cassandrita no demoró mucho en comenzar a sentir un insoportable calor en su cuerpo así como unas ganas intensas de mover sus caderas como una batidora, teniéndolas que elevar y seguir moviéndolas en el aire con la boca del viejo bien pegada a su concha y con una terrible cara de cachondez de ambas partes, así hasta que la nena alcanzó el primer orgasmo de la noche.

Estando a segundos de que la nena se corriera viva fue atacada por una serie de espasmo que le advertían la llegada del avasallador orgasmo, gemía y gemía y cada gemido que sacaba venía con más potencia así hasta que sentía en la entrada de su concha los calientes jugos que recompensarían a su macho por tan placentera labor, moviendo ella su manita buscando una de sus almohadas para ahogar el orgásmico grito, dándose cuenta, ya una vez que se recuperaba del clímax, que lo que había servido para silenciar sus gemidos había sido el único peluche que seguía en la cama, aquel mismo que Armandito le había enviado anónimamente.

La caliente pareja permaneció unos minutos observándose detenidamente, el viejo se había escurrido hasta que sus ojerosos ojos estuvieran a la altura de los de ella, los cuales lucían aun con ese brillo propio de un orgasmo reciente, la jovencita trataba de recomponer su agitada respiración, su semidesnudo cuerpecito ya lucía un exquisito brillo producto de su sudor y una de sus manitas yacía posada en medio de sus pechos, fue ella misma quien aun orgásmicamente alterada llevo sus manitas para tomar la camisa del viejo desde sus inicios y sacársela completamente, quedando Don Marce completamente desnudo pues el mismo se sacaba sus zapatos apoyándose con los talones de sus pies dejando un leve aroma a patas.

Ahora tocaba el turno de la nena quien aun seguía vestida con su pequeño top que apenas y le tapaba medio pecho, pero antes de encuerarla por completo el viejo tomó la cintura de ella y apoyo su verga en esa colorada almejita, no con la intención de embutírsela pero si con toda la malicia y depravación de refregársela en su canalito vaginal, la verga del viejo al estar terriblemente rígida adquirió una forzada curvatura hacia abajo al ser desviada por la papaya de Cassandrita la cual no le permitía erigirse de manera normal.

La verga del viejo apuntaba de esta manera hacia la cama pero el tronco pasaba rozando los labios vaginales de la niña y en ocasiones abriéndoselos, comenzando así el viejo a ejercer movimientos copulares tallando sutilmente la panochita de ella con el venudo y palpitante tronco de su miembro. Al sentir el primer rozón la nena cerró sus ojitos y emitió un suspiro casi de amor para comenzar ella también a mover su pelvis intentando sentir más de ese pervertido roce, fue aquí que el viejo aprovechó la entrega de su enamorada para despojarla de su top y así quedar ambos completamente desnudos, refregándose sus sexos y sus cuerpos y tratando de meter sus lenguas lo más adentro de la boca contraria, sin mencionar que ambos se tomaban de las manos.

A estas alturas Don Marce sentía su verga muy húmeda, una humedad proveniente de la hirviente concha de su princesita la cual ya le había empapado completamente la gruesa vaina, y es que hasta la cama ya lucia adornada con algunas gotitas de lubricante vaginal que había caído producto de los estimulantes refriegos que ambos ejercían. Fue la misma chiquilla completamente caliente, tan caliente que no podía abrir sus ojos más allá de la mitad, quien tomó la verga de su macho, la sacudió un poco y la llevó ubicando el glande en la entrada de su vagina, intentando metérsela ella misma acercando sus caderas.

El viejo notando que la nena pedía verga no hizo mas que ejercer un poco de presión, poniendo cara de esfuerzo mínimo pues pronto el glande comenzó a sumirse lentamente dentro de esa papaya, a la cual le escurría un poco de néctar por cada centímetro de verga que la panocha se tragara. Mientras tanto la cara del viejo era de perversión pura, nuevamente sentía como su verga se iba hundiendo despacio en esa fresca papayita que a pesar de habérsela comido varias veces a sus anchas no podía dejar de disfrutar como si cada vez que le metería la verga a la nena fuera la primera vez para ellos.

Al tiempo que la verga de Don Marcelino iba abriendo paso la nena abría pero sus muslos quedando completamente expuesta a su macho, ambos pies de la nena sobresalían cada uno a un costado del deforme cuerpo del viejo, ella se remojaba sus labios y ladeaba su carita para ambos lados sabiéndose nuevamente penetrada por su “novio”, arqueaba sus bracitos y respiraba entrecortadamente mientras su carita se notaba ruborizada ante tan romántico momento, sus pechos bien paraditos y sus pezones tan erizados que daban a las chiches una forma puntiaguda.

Y así seguía la lenta penetración hasta que después de unos intensos y calientes segundos en donde el viejo no dejaba de escurrirse en sudor la parte más gruesa de la verga de Don Marcelino (el glande y la mitad del tronco) por fin logró entrar de manera completa permitiendo que la otra mitad entrara con menor esfuerzo, para así la nena verse completamente ensartada.

El viejo verde, al tiempo que lanzaba un tremendo mugido, se afianzaba de la fina cintura de la nena casi enterrando sus dedos y comenzaba a dejársela ir primero lento pero al paso de las primeras quince embestidas este pervertido ya bombeaba como un loco la delicada panochita de la nena, la lucha de ambos sexos se enfrascaba en repetitivas fricciones en donde podía escucharse claramente el sonido de los jugos batiéndose, la verga del viejo entraba de manera directa y profunda sacándole un placentero quejido a la sometida chiquilla en cada una de las perforaciones.

Mientras la tierna chiquilla era sometida vaginalmente por su viejo acosador, ella no hacia otra cosa más que gemir y dejarse penetrar por el pervertido quien la acercaba aferrándola de su cintura, viéndose en cada embestida como la nena era movida hasta de sus cabellitos, así como también sus pechos reaccionaban danzantes ante cada una de las acometidas.

Pasados unos minutos el viejo dejaba de embestir, se daba un descanso, y es que caminar hasta la casa de la mocosa, treparse como reo intentando abandonar la penitenciaria y llevar una media hora entre cachondeo y cogida lo habían agotado, aun así esto no fue motivo para que sacara su miembro de la vagina de la chiquilla quien agotada y sudada veía a su macho jadear desesperado, notándose en cada profunda respiración por parte de él las costillas que se remarcaban bajo su arrugada piel llena de manchas aun mas oscuras que su cobrizo pellejo, pero sin perder su condición de viejo panzón.

Mientras tanto la nena seguía abrazada a su macho con su carita mostrando una tonalidad rojiza atravesándole por debajo de sus ojos los cuales materia cerrados, en este lapso de tiempo las ubres de la chiquilla fueron ferozmente amasadas, mordidas, lamidas y chupadas por el pervertido quien no dejaba de succionar el pezón de dichas mamas, podía verse la quijada de Don Marce pegándose tremendas succiones como si quisiera deshidratar los carnosos melones naturalmente jugosos y los cuales ya estaban rojos por tanto magreo.

Mucho tiempo de reposo ya había transcurrido, aunque en ese tiempo la mandíbula de Don Marce nunca dejó de trabajar chupando ubres como un ternero, para esto el viejo considerando reanudar sus penetraciones levantaba de la cintura a la nena desacoplándola de él, girándola de su cuerpo con la intención de acomodarla de perrito, la nena entendía las desviadas intenciones de su hombre pero recibía unas palmaditas en sus carnosas nalgas por parte del viejo caliente mientras ella se enderezaba.

Era la primera vez que el viejo se atrevía a nalguear a la nena, por un momento el desequilibrado pensó que ella se voltearía y reclamaría dicho atrevimiento ya que después de las palmadas la nena se quedó quieta con su cuerpo ya casi acomodado al estilo perro, lo que el viejo no advirtió en primera instancia fue la risilla que expresó Cassandrita una vez que la nalguearon, le resultó gracioso a la nena pues para ella solo se nalguean a los niños chiquitos, más que enojarse le pareció una muestra de cariño y, recibiendo una cuarta y quinta nalgada, se atrevía a voltear a ver seductoramente al viejo, con un coqueto gesto torcido en sus labios.

Seguidamente Cassandrita se acomodó sosteniéndose con sus manitas de los tubos que formaban el respaldo de su cama, agarrándose fuertemente de ellos, el viejo se encargaba de bajarla un poco de su cintura al tiempo que le levantaba el culo, ondulándole el cuerpo para que este luciera como la pose perruna lo dictamina, tomaba su viscosa verga llena de moradas venas con una de sus manos y la acercaba a la palpitante panochita.

La nena sentía como esa desmesurada herramienta fuertemente olorosa nuevamente se le iba incrustando, de manera lenta y estimulante sentía como se le iba hasta el fondo, parecía que los ojitos de la nena reaccionaban a la irrupción vergal, puesto que mientras su conchita se la comía entera sus pupilas se perdían quedando sus ojos en blanco, así hasta que nuevamente quedaron acoplados, con los poco más de veinte centímetros bien adentro de ella, solo los arrugados y peludos huevotes de toro lucían afuera y abultándose entre ellos, y es que Don Marce tenía los huevos grandes en comparación al resto de su cuerpo, parecía que los tenia inflamados.

Una vez que se vio completamente dentro de la niña, el viejo cara de pederasta tomaba con sus manos las nalgas de la nena, casi enterrándole los dedos en sus calientes carnes y comenzaba a embestir a la chiquilla quien por mero estrella su carita contra los tubos debido a la vigorosidad del primer empellón teniendo que poner todas sus femeninas fuerzas en sus bracitos los cuales casi se le doblaron pero aguantaron las penetrantes fuerzas del caliente macho.

Sin embargo el garrudo viejo no dejó de poner empeño sexual por su parte y en cada que podía le asestaba un empujón aún más fuerte en donde la jovencita ya estaba con sus carita casi metida entre los tubos pero con su vista hacia abajo, así como su azulado cabello haciéndole de cascada por ambos costados de su cabeza. Lo gemidos de ambas partes resonaban por todo el cuarto, sin embargo la nena intentaba a medias no sonar tan escandalosa debido a que sus padres se encontraban abajo, así que viendo que el muñeco de peluche que le habían regalado no tiene mucho se encontraba al alcance de ella, bajó su carita y con los dientes tomó una de las orejas del mismo para así intentar calmar sus bramidos de hembra ante cada estocada que el viejo le daba, este en tanto sudaba gotas gordas que caían de su arrugada cara, por momentos sacaba su lengua señas de su concentración y se mandaba otro empellón el cual sonaba cuando su abultado y anciano vientre chocaba contra las atléticas carnes de la colegiala cimbrándola de todo su cuerpo.

Sin embargo más escandaloso resultaba ser el viejo, este desgraciado en ocasiones pegaba tremenda exhalación para mandarse un macabro gemido casi agónico todo con la intención de que sus quejidos fueran escuchados por los padres de la nena, estaba terriblemente sobrecalentado que poco le importaban las consecuencias, y, aunque bien sabía que por algo así podría ir a la cárcel (ya que la nena aun no contaba con los dieciocho años), para él resultaba un castigo que se quedaba corto ya después de haber disfrutado a sus anchas el formado cuerpo de la joven estudiante. Aun así la pareja podía estar tranquila pues entre risas y pláticas los padres de la niña se entretenían con sus visitas sin sospechar nada, además de que ellos se encontraban en el jardín delantero de la casa.

Por momentos el tripón de Don Marce se pegaba tremendo chillido de cochino volteando hacia la puerta para regresar su vista al brilloso cuerpo de la nena y mandarse un arponazo como si la quisiera partir, dejando un intervalo de tiempo entre embestidas para que la nena descansara o no se le desmayara, pero mandándose una de manera bestial cada que lo estimaba prudente, haciendo que Cassandrita hasta se retorciera ante cada animalesca cornada y pegara berridos casi animales, pero sin perder la posición de su cuerpo el cual lucia sensualmente arqueado, con su colita bien levantada, sus pechitos meneándose como campanas ante cada arremetida y su espalda luciendo femeninamente los músculos que la conformaban.

Para esto el muñeco que la nena sostenía con sus dientes ya estaba empapado en saliva puesto que ella había perdido hasta su concentración para babear, este peluche colgaba ya casi chispándosele de sus dientes, sus bracitos ya estaban casi rendidos y por momentos Don Marce ya la veía desplomarse, su cuerpo a estas alturas lucia sudado tanto de su propia traspiración como de la del viejo quien le tallaba y rasguñaba la espalda dejándole una marca roja con cada uno de sus dedos, sin embargo la nena se estimulaba más cuando sentía las yemas recorrerle desde sus hombros hasta su espalda baja en donde se le marcaban unos atractivos agujeritos.

El viejo veía como la nena recuperaba la posición de sus bracitos y fue ahí donde él aprovecho para dejarle caer todo su bofo cuerpo sobre la femenina espalda toda rasguñada, resintiendo la nena el peso extra y casi doblándose por la mitad de su cuerpo cuando el tendero se ubicaba arriba de ella. Don Marce se sostenía solo del cuerpo de la nena, sin sacarle la verga de su panochita jadeándole en el oído, chupándole su orejita de manera morbosa y hambrienta, pero fue la nena quien después de dejar caer el peluche se expresaba precisamente para decirle que la siguiera mancillando.

-Don Marce… Don Marce no pare… siga- en cada espacio la nena pegaba tremenda inhalación.

-te gusta mi niña?, te está gustando como te cojo?- repetía el asno sin dejar de aplastarla con su cuerpo, que a pesar de ser bofo y flácido aun así su masa corporal era superior a la de la niña, solamente de sus caderas y piernas la nena se veía más desarrollada que él.

-sii… siga, siga, nalguéeme mientras me coge… deme de nalgadas- decía la nena con gruesos hilos de saliva colgándole de sus labios.

-jejeje, ricura, te gustó que te nalgueara?- preguntaba el obsceno.

-no sé, no sé, pero sentí rico jijij, nalguéeme mientras me la mete, andeeee!!- la nena ya casi desesperada se dejaba ir para atrás con toda la intención de hundirse ella misma en la verga del viejo, mordiéndose su labio inferior cada que se la metía hasta el fondo mientras reculaba.

-andeee!!, siga Don Marceee, no sé qué tengo pero… me siento muy calienteeee!!!- decía la nena apretándose uno de sus pechos sintiendo exquisito en cada embestida que ella se daba, el viejo veía como la chiquilla echaba su cuerpo hacia atrás hasta que sus carnosas nalgas chocaban contra su panza la cual se movía gelatinosa en cada choque, sintiendo también como su verga se hundía hasta el fondo, era una verdadera delicia tener la verga metida en tan calientito y apretado reducto.

-pues si eso quieres putilla- dijo el viejo sin darse cuenta al momento en la manera en que había llamado a su princesita.

Casi al instante la nena detuvo sus arrimones, sin embargo había quedado con media verga metida dentro de ella siempre parando bien el culo, sin duda había escuchado al viejo pues este aún seguía comiéndole el oído, volteando ella de manera seria haciendo a un lado su cabeza con toda la intención de impedir que el pervertido siguiera lamiéndola, Don Marce notó la reacción de la nena y automáticamente pensó que se había ofendido y más cuando la escuchó decir:

-Don Marce, como me dijo?- cuestionaba la nena con un acento cortante, sin embargo para el viejo era una ventaja el que ella aún no se desacoplara, y para que mentir o hacerse menso pensaba el viejo si siempre soñó con llamar a su pequeña Diosa con adjetivos como ese.

-te dije putillaaaa!!! Ahhhgggrrr!!!- decía el viejo mandándose tremenda arremetida en contra de la chiquilla quien reaccionó frunciendo sus cejas y emputeciendo su carita de niña bien portada.

-aaayyyhhhh!!! ¿Cómo?? Don Marceeee!!- preguntaba la nena, sin embargo el viejo ya intuía algo de todo esto, a la nena le había gustado el término, le había gustado que le dijera putilla y ahora ella se hacia la pendeja preguntando como si no hubiera escuchado, aunque más bien esa pregunta se podría traducir como un dígame más fuerte solo que la nena no quería descarase tanto, reflexionaba el viejo.

-putillaaaa, te dije putilllaaaaa!!!!!, no eres más que una putilla calienteeeee!!! Jejeje- dijo el viejo mandándose otra cornada y pegándole a la nena una sonora nalgada dejándole plasmada su mano con todo y líneas que dividen la palma.

-ayyy, ayyy, ayyyy, aahhhmmm, Don Marceee!!!!- gemía la jovencita sintiendo como el viejo se despegaba de su cuerpo para volver a ocupar su posición detrás de ella, al tiempo que la tundía de nalgadas, de hecho los ayyyy eran producto de cada nalgada que el viejo le daba.

-chiquilla, mira nada más, que culote te cargas, desde que te vi siempre quise nalgueártelo jejeje- decía el viejo comenzando a embestir a la nena a velocidades astronómicas, una gran cantidad de flujo resbalaba y caía en toda su pesada consistencia del sexo de la nena.

-ayyy, de veras?? Don Marce!!!, ayyyy!!- preguntaba la nena, aunque por la enérgica velocidad con que era penetrada se escuchó como si estuviera deletreando la oración.

-si putilla, porque, eres mi putilla?, verdad- repetía el descerebrado, pegándole tremenda nalgada a la nena que le cimbró hasta la columna, el viejo Marce también podía sentir como de la vagina de la nena se desprendían gruesas cantidades de flujo, y, por la manera en que su verga estaba literalmente siendo absorbida por dicho conducto se atrevía a reír degenerado sabiendo que la nena se estaba viniendo.

-aayyy!!! Aayyy!!!, siiii!!!-

-sí que?, putilla- decía el viejo bajando su arrugado y descompuesto rostro para poder lamer a la nena de su tonificada espalda, erizándose ella de toda su piel al sentir la viscosa lengua formándole círculos en su espalda.

-sii… si… si soy… su putillaaa!!!, pero nada más de usteeeeeddd!!! Y cuando juguemos a estoooo!!!- decía la nena, sin embargo para ella esto era producto de algún otro de esos juegos raros del viejo, Cassandrita ya sabía el significado de la palabra puta, pero inocentemente lo referenciaba con algún tipo de juego íntimo con su macho, quien al tener mucho más edad que ella se entendía que estaba más experimentado o sabía más de estos menesteres, ya habría tiempo de preguntarle a Don Marce la finalidad de dicho juego, pensaba la nena, lo que si es que a ella le gustaba jugar a eso, ser la putilla del viejo y hasta se imaginaba que este pelmazo la había comprado o le estaba pagando por estarse revolcando con él, como si en verdad fuera una puta, e inconscientemente esto la hacía moverse más provocativa.

-jejeje, chiquilla nalgona, no me canso de nalguearte!!!, mira nada más que culo (plaafff!!!!, plafffff!!!, plaaffff!!!!), ahhggg, anda, dime cosas sucias, lo más sucio que te salga de tu cabecitaaa- decía el dañino viejo ahora sobándole a la nena sus nalgas, observándolas rojas debido a los golpes recibido pero sin dejar de embutírsela hasta su desarrollada matriz albergadora de óvulos en perfecto estado de desarrollo.

-ayyy, Don Marceee, mi amooor, no sé… qué cosas deciiiiiirrr mmmm- expresaba la nena recibiendo tantas nalgadas como embestidas, por momentos el viejo le tallaba las nalgas solo para que la nena se confiara y las pusiera flojitas para dejarle ir una nalgada de manera inesperada.

-anda, anda, lo primero que se te venga a la mente- dijo el viejo al tiempo que tomaba un buen mechón del cabello de ella para de esta manera atraerla hacia él, Cassandrita sintió el fuerte jalón pero no objetó nada, solo siguió emitiendo quejidos ante las penetraciones del viejo.

Por primera vez la nena era sometida de sus cabellitos por el viejo, el muy sinvergüenza se sentía con los derechos suficientes como para nalguearla y encima estirarle su pelo como si quisiera arrancárselo, pero aun con el rudo trato la nena no se molestó, al contrario, comenzó a mover su culote en círculos, moviendo de esta manera la gruesa palanca del viejo en un mismo movimiento, volteando de reojo para mirar por demás provocativa y retadora al tendero pervertido quien evidenciaba una risa enferma y cariada, su extremadamente fea cara se le había deformado insanamente.

-jij, amor, todo los días… me pongo calzones… solo para que usted me los baje- dijo la agitada nena poniéndose colorada de toda su cara y escondiendo la misma debido a la pena que sintió por decir tan acaloradas frases.

-jejeje, que bonita niña, tan obediente y tan buenota, desde la primera vez que te vi siempre quise darte verga jeje- reía el descarriado mandándose una embestida que casi le mete a la nena hasta los huevos

-uuuumgghhhh, Don Marceeee!!, de haber sabido… aahhhgg!!!, desde ese día que nos conocimos… uuyyy!!!, me hubiera metido a su tienda… mmmm!!, a coger con usteeed!!- la nena era tomada de ambas nalgas y era brutalmente atravesada por el viejo quien le dejaba ir toda su verga manteniendo varios segundos de intensa presión en contra de esa caliente papaya, mientras estos segundos pasaban el viejo hacia fuerzas en su pelvis como si quisiera que su verga se pusiera más larga y más gorda mientras las ondulaciones que ejercían las caderas y cintura de la chamaca se hicieron más enloquecedoras escuchándose como sus nalgas se friccionaban con la gruesa mata de pelos que forestaba la base del miembro.

Fue en eso que el acalorado viejo ya completamente sudado hasta de sus pocos cabellos y casi en las últimas agarró a la nena de sus caderas y dejándose caer él hacia la cama terminó también por derrumbarla, quedando ambos acostados, él detrás de ella y con su hedionda verga bien metida, moviéndose el viejo como gusano para tratar de que la nena sintiera su hombría alojarse muy adentro, y ella meneándose ondulantemente tratando de acoplarse con él, sintiendo en su nuca el pesado y caliente aliento del tendero quien seguía recalcándole lo buena y comestible que estaba siempre utilizando lenguaje burdo que no hacía más que calentar a la chiquilla.

El viejo para tener mejor ensamble tomaba las potentes caderas de la niña y prácticamente estrellaba el culo de ella contra su zona pélvica, ella llevó una de sus manitas para alcanzar la nuca del vejestorio y ladeando su bello rostro se pegaba un buen y asqueroso beso con el pervertido que mas que beso parecía que ambos se lamieran las bocas, ambas lenguas yacían revolviéndose mientras ella suspiraba ante los azotes y el morboso beso a la vez que el viejo la aprisionaba de su vientre y pechos pero sin dejar de ondularse, por momentos el viejo metía su ondulante lengua adentro de la boquita de la nena y esta se dedicaba a chupársela como si de una verga se tratara.

Estando en tan repulsivo beso Cassandrita sufría severas contracciones en todo su cuerpecito, comenzó a revolverse y a temblar como si estuviera recibiendo pinchazos en su cuerpo así como a ondular las caderas para su macho, el viejo en tanto sentía la poderosa contracción vaginal que se ejercía sobre su verga casi siéndole molida en el acto después de haber llevado una de sus hepáticas manos para estimular el ocupado sexo de la nena, para finalmente la nena dejarse ir completita, empapando la sábana con todo y colchón con sus agridulces esencias femeninas teniendo ella que tomar nuevamente el peluche y ahogar su potente gemido en él, mientras el viejo debido al inhumano trato que recibía su verga dentro de esa apretada concha hasta golpeteaba con una de sus manos el colchón como si él fuera un luchador que estuviera rindiéndose voluntariamente después de aplicársele una mortal llave.

Ya era tarde, iban a dar casi la una de la mañana y los padres de Cassandrita aún seguían abajo con las visitas sin sospechar que en ese momento su hija danzaba sugestiva bien ensartada en la verga de un viejo de casi sesenta años, un viejo que casi le cuadruplicaba la edad. Don Marce se había acostado en la cama, boca arriba, mostrando una espeluznante y amarillenta sonrisa peor que la del payaso asesino (Eso) y que haría llorar a cualquier niño de pecho mientras la nena yacía abierta de piernas y ensartada arriba de él, meneando las caderas de manera circular al tiempo que sus manitas recorrían eróticamente su curvilíneo cuerpo desde sus caderas, cintura, pechos hasta llegar a su cabello para revolverlo y lucir provocativamente despeinada, algo que la hacía ver tremendamente afelinada y más por la forma tan sugestiva en que sesgaba sus ojitos mientras miraba penetrantemente a su viejo macho quien lucía sorprendido, calentado y hasta se pellizcaba por la forma tan infartante en que se veía su ninfa.

De vez en cuando la nena bajaba y le pegaba una chorreante lamida al pecho del viejo lleno de pelos en su mayoría canosos, con su lengua jugaba con los negros y boludos pezones del viejo pernicioso los cuales eran rodeados por gruesos pelos negros y canos, la nena también bajaba su rostro con la finalidad de besar el sudado cuello de su amante así como de devorarle su encerillada oreja y pasar sus manitas por todo el pecho de este enredando sus deditos en la parte donde el vello corporal del viejo se mostraba más poblado viéndose en ella una faceta de calentura pura que pareciera sentir cada que recorría con sus manitas las caídas tetillas de su hombre, el viejo en tanto cada que sentía esa viscosa y caliente lengua de su joven y bella amante jugar dentro de su oreja lo ponía como burro así que tomó de su fina cintura y comenzó a ensartarla contra su verga.

La babeante nena estaba ya casi que se desmayaba de puro gusto y más porque recibía suaves caricias en su ano venidas de una de las inquietas manos de Don Marce, hubo un momento en que ambos amantes competían al parecer por obtener la posición de arriba ya que la nena al estar siendo ensartada encima del viejo pronto se vio empujada por este para quedar ahora ella debajo mientras el viejo no paraba de darle duro, pero poco le duró el gusto a Don Marce quien en pocos minutos se vio también empujado por la chiquilla para ahora él quedar tumbado en la cama mientras la nena se ensartaba por sí misma, apoyándose del pecho de viejo con sus manitas y elevando sus caderas con ayuda de su resorte para de este modo una vez en el aire dejar únicamente el glande dentro de ella y así dejarse caer sobre la palanca del viejo la cual casi parecía doblarse mientras la panochita se la iba comiendo.

Pronto la nena quien ya parecía un muñeco de trapo sufría el nacimiento de un orgasmo más, el viejo en tanto también ya no daba más y mandaba sus embates con visible cansancio, estaba a punto de correrse, de hecho algunas tenues gotas de lubricante preseminal revueltas con semen ya habían sido depositadas dentro de Cassandrita, sin embargo el viejo estaba dispuesto a terminar dentro de ella de manera completa.

Fue cuando Cassandrita jadeaba yéndose cortada que el viejo aprovechó su orgásmica vulnerabilidad para empujar a la nena y tirarla boca arriba en la revuelta y húmeda cama pero sin dejar de penetrarla, mandándose feroces embestidas como si estuviera guardándose sus últimas reservas para el gran final, mugiendo él y jadeando ella, sonriendo la jovencita con la lengua de fuera mientras él la tomaba de la cintura y terminaba por hundírsela, y cuando recién había dado un fuerte empujón su verga fue tomada por sorpresa y apretada de tal forma por la vagina de la colegiala que no tuvo otra que derramarse dentro de ella, recibiendo ella todo el oloroso elíxir masculino mientras arqueaba su pecho y pegaba un ahogado grito abrazándose fuerte al muñeco de felpa.

El viejo en tanto pegó tremendo rebuzno en donde casi le es desprendida su vieja y negra dentadura al sentir las copiosas cantidades de esperma salir de su verga disparadas a potentes velocidades, se sorprendía él mismo ya que el primer chorro lo sintió tan abundante que por un momento pensó que se estuviera orinando, incluso sentía que podía haber sido más la cantidad de semen expulsada en ese momento que aquella vez en que casi llenó medio vaso, sufriendo también contracciones cada que un grueso manguerazo amarillento salía de su verga, la nena por su parte sentía como su intimidad se iba inundando de algo caliente, a diferencia de las anteriores sesiones de sexo en donde ella sentía que precisamente algo caliente era lo que la abandonaba, aquí sentía la presencia de una extraña sustancia invadir y llenarle su empapada intimidad.

Sin duda la nena sabía que el viejo se estaba corriendo dentro de ella, o como ella lo entendía, estaba echando la leche dentro, a estas alturas de su edad ya sabía que el semen dentro de ella podía desencadenar consecuencias no planificadas, pero estaba sintiendo tan rico la caliente invasión que sin más se dejó caer rendida ante los brazos de su macho mientras este terminaba por rellenarla, hasta cierto punto el imaginar que podría quedar embarazada a tan temprana edad estaba haciendo que su calentura no bajara, sin embargo, mas por puro compromiso la nena susurraba unas palabras mientras su vagina se colmaba del apestoso líquido.

-noo Don Marcee, no me la eche dentroo… no está usando condón y a mí… me falta para mis días-

Aun así mientras alegaba, la nena con sus ojitos entrecerrados se agarraba con ambas manitas del cuello del viejo quien mostraba una faceta como si le estuvieran amputando el miembro, las muecas que hacia se veían más de dolor que de placer, manteniendo firme su verga y enterrándola lo más que podía cada que un chorro salía disparado de ella, así estuvo el viejo hasta que sintió que su verga no escupía más y cada vez perdía más dureza, sacándola por completo y saliendo reluciente en jugos aunque sin ningún rastro de semen, todo el prolífico líquido se había quedado dentro de la fecunda niña, pero unos momentos después un tímido arroyo blanco amarillento hacía acto de presencia emanando de la cueva de la jovencita, el caliente líquido escurría por la rajita de ella y fue el viejo quien con la intención de limpiarla tomó el muñeco de felpa regalo de Armandito para limpiar tal suciedad, tallando el muñeco en la concha de la nena quien yacía agitadísima y abierta de patas, dejando el muñeco impregnado de semen, sudor y jugos.

Una vez finalizado el ritual orgásmico la nena cerraba sus ojitos, estaba tan agotada que solo hizo por ladearse permitiéndole espacio a su macho en la cama para terminar profundamente dormida, no sin antes, con sus últimas fuerzas y advirtiendo que el viejo se había levantado de la cama, decir:

-Don Marce, no se vaya, quédese conmigo-

El viejo en tanto, todo cansado y desnudo, se dirigió a la puerta asegurándose que estuviera cerrada con seguro así como abrir la ventana y encender un ventilador para que los fuertes olores a sexo se escaparan, para regresar a la cama y arrimarse a su hembra abrazándola y volviéndole a introducir su apestosa verga a semen en el sexo de ella mientras la pareja siguió por unos buenos minutos abrazados comiéndose sus bocas, lamiéndose sus rostros y ondulando sus cuerpos, así hasta que el sueño venció primero a Cassandrita.

—————————————-

Sábado, 9:30 am…

Con el viento emitido por el ventilador refrescándoles, la desnuda y destapada pareja dormía tranquilamente aun considerando los rumiantes ronquidos y escandalosas flatulencias que el vejete se mandaba y que parecía estarse desfondando, a pesar de todo eso la nena descansaba profundamente recargando su carita en el pecho de su hombre así como uno de sus bracitos atravesando el ñengo10 cuerpo y sus pechos aplastándose en contra de la peluda y morena bola de masa vieja. Sin embargo fue un fuerte jaloneo a la puerta lo que despertó a la joven colegiala, su padre ya se había ido a trabajar así que era su madre quien en su intento por abrir la puerta del cuarto de su hija para despertarla y decirle que bajara a desayunar se encontraba con la puerta atorada con seguro.

-Cassandra!, ¿Cassandra porque cerraste la puerta?!!, abre hija!!- decía la señora al tiempo que jaloneaba y tocaba la puerta, esto despertó a Cassandrita quien modorra se levantaba, pero recuperaba su viveza al darse cuenta de las condiciones de su cuarto, todo desordenado, con su ropa tirada en el suelo junto con la del viejo y encima ese desnudo pelafustán dormido y abierto de patas mientras se rascaba una de sus peludas piernas, sin mencionar su cuerpecito todo pegajoso por el sudor.

-Cassandra hija!!, estás bien??- preguntaba la madre, aun así no obtenía respuesta de su apetecible hija.

-si mamá!!, ahí voy!!- fueron unos instantes después en que Cassandrita lograba recuperar el habla, sin embargo no sabía para dónde dirigirse, por momentos caminaba hacia la puerta pero recordaba su completa desnudez y regresaba a la cama intentando despertar al viejo para después dar de vueltas por su cama buscando sus ropas.

-Don Marce, Don Marce despiértese, mi mamá- susurró la nerviosa chiquilla al tiempo que se embutía y ajustaba su top.

-hija, abre la puerta- dijo la madre volviendo a jalar la perilla.

-vooooy!!!- gritaba la nena poniéndose ahora un cortísimo short de mezclilla tan ajustado que se le metía entre las ingles y por las prisas sin calzón.

-Don Marceee, Don Marceeee- insistía la nena toda alterada y ahora moviéndolo con sus manitas pues el viejo no daba señas de despertar, hasta que para su suerte el pervertido tendero abría  sus ojos, los cuales le costó despegar por el exceso de lagañas.

-Don Marceee, mi mamá, escóndase-

-pero que mamadas de verga chiquilla, ¿Por qué me despiertas?- dijo el desnudo viejo con su cara atascada de grasa y meneando la boca como si estuviera acomodándose los dientes incorporándose pesadamente, sus pesadas bolas así como su rechoncha verga quedaban descaradamente a la vista de la nena quien por un momento desvió su mirada para alertarla al tiempo que apretaba sus muslos y remojaba sus labios notándole un parecido a la trompa de un elefante.

-Don Marceee, mi mamá está a punto de entrar, escóndase- el viejo escuchaba los jaloneos a la puerta, veía la carita de preocupación de la nena aunque también se dio tiempo para disfrutar lo bien que ese shortcito se le pegaba a su cuerpo, con esta caliente visión su glande poco a poco se asomaba alegremente por sobre el prepucio.

-pos ábrele, quiero que me vea aquí contigo, que sepa que dormimos juntos, así me presentas con ella como tu novio y futuro marido jejeje- decía el descarado mandándose una risa burlesca y apoderándose de las nalgas de la nena.

-nooo como cree, ¿quiere que me cuelguen?- decía la nena alejándose del pervertido e intentando mostrarse seria.

-Cassandra, ya mero?- hablaba su mamá, aun esperando afuera.

-vooooy mamá!!- gritaba la nena.

-ande Don Marce, métase debajo de la cama- nerviosa la nena fruncía sus cejas intentando convencer al pedazo de asno.

-ni madres, si no le abres a tu mamacita, le voy a abrir yo mismo jejeje- razonaba el vejete, para esto el prepucio ya se había corrido lo suficiente como para dejar ver la brillosa cabeza del pene, tan brillosa como olorosa a semen.

-nooo está loco, por favor hágame caso, métase debajo de la cama- murmuraba la nena poniendo cara enojada, poniendo sus manos en su desnuda cintura y arqueando su cuerpo un poco hacia adelante, ensalzando su femenina silueta.

El viejo aprovechó que la nena se acercó un poco a él, y con un movimiento extremadamente ágil para su edad tomó a la muchachita de uno de sus bracitos y dándole media vuelta la tiraba boca arriba a la cama, quedando el viejo arriba de ella inmovilizándola de sus brazos con una de sus manos, y de su tronco y piernas con su deforme trasero.

-bueno mi niña, me esconderé, pero si prometes que al rato que vayas a mi casa, mientras estemos cogiendo, me dejarás grabar un videíto entre nosotros jeje, nuestra propia porno mi princesita, si?- decía el viejo sometiendo a la nena mientras la madre de esta realizaba otra llamada.

-queee?, Don Marce usted está completamente loco jijiji, eso nooo, eso sí que noooo- dijo la nena toda roja y friccionándose sus carnosos labios constantemente, por momentos haciendo fuerzas para tratar de liberarse del pedófilo locatario.

-es eso o que tu mami me vea aquí contigo, tú decides cosita, y que sea rápido porque tu mami ya se está desesperando- decía el viejo, para esto el aliento mañanero del holgazán le resultaba un tanto incómodo a la nena, sin embargo en ese momento su mayor preocupación era que su madre ya llevaba varios minutos esperando y no podía dejar pasar más tiempo, sin duda tendría que inventarse algo coherente para explicar su retraso, pero primero tenía que quitarse al viejo de encima y esto lo lograría solo complaciéndolo en su capricho.

-bueno, está bien- dijo la nena.

-está bien que?- preguntaba el mañoso.

-sí, me dejaré grabar jijij, pero que no salga mi cara- condicionaba la nena.

-oquei mi niña, ahora me meteré debajo de tu camita pa´ que tu salgas a abrirle a tu mamita- el viejo se agachaba dificultoso ya que no podía aplastar su deforme cuerpo contra el suelo de manera óptima por lo rígido de su verga, Cassandrita vestida solo con un top y un shortcito en completa ausencia de calzones le abría la puerta a su madre pero interponiéndose ella entre el pasillo por si su progenitora pensaba entrar a su cuarto, no sin antes haber rociado un poco de su spray para pelo en el ambiente así como desodorante en su cuerpo.

-qué ma´?- preguntaba la nena tratando de actuar natural.

-hija, porque cerraste la puerta con seguro?- decía la suegra de Don Marce al tiempo de divisaba todas las esquinas del cuarto de su hija tratando de descubrir de donde emanaba un olorcito raro.

-ay mamá, es que anoche no dejaban dormir con su bulla- argumentaba la nena quien ya había sacado su comestible cuerpo de su cuarto y platicaba con su madre en las afueras de este, siempre cuidando que la puerta no se abriera tanto, la mamá por su parte creía que su hija había tomado la decisión de bajar a comer en esas condiciones semidesnudas así que le recalcó:

-umm, baja a desayunar pero antes ponte otra ropa, ya te he dicho que en tu cuarto puedes andar encuera si quieres pero afuera vístete bien, muchachita, llegan a venir visitas y te ven así, ándale apúrate- dijo la madre retirándose a la cocina.

-si mamá- Cassandra volvía a cerrar su puerta esta vez sin seguro, y mientras revolvía en su pequeño armario tratando de encontrar ropa adecuada el viejo comenzaba a salir de su escondite habiendo escuchado la plática y notando enojo en las palabras de su suegra.

-que tiene la vieja?- preguntaba el vejete quien aún desnudo se colocaba detrás de la nena, observando lo bien que ese shortcito se le ajustaba a las nalgas, de paso aprovechó para tomarla de la cintura tanto como de los hombros, al pobre viejillo no le daban las manos para abarcar lo que más pudiera del cuerpecito de la niña.

-ay, no sé, luego se pone con sus cosas, lo bueno que ya se va- dijo la nena con un tono molesta y sin prestarle importancia a la manera como Don Marce se había referido a su mami, y es que en ese aspecto su mamá era muy conservadora y muchas veces dicho conservacionismo fastidiaba a la jovencita, mucho había tenido que ver su mamá para que esta niña no asistiera a los eventos extraescolares que se celebraban a nivel regional y que involucraban a la población juvenil, mucho tenía que ver en que esta nena no tuviera novio formal.

-a dónde va?- preguntaba el viejo asaltando el cuello de la nena pegándole sus buenas lamidas al tiempo que sus manos se apoderaban de sus pechos.

-al negocio, un negocio de zapatos al que luego me lleva pero no me gusta ir porque me aburro- dijo la nena, para ella ya era muy normal que el viejo la manoseara a su antojo, incluso se quitaba el top luciendo sus tremendos pechos completamente blanquitos enfrente del viejo para ponerse ahora una femenina camiseta más holgada que le llegaba a medio muslo y que dejaba a la vista buena parte de sus hombros.

-ni que fuera yo a salir así,- seguía quejándose la nena, aunque su mamá más bien se lo había dicho por la desacomodada forma en que por las prisas se había embutido el top, luciendo casi tres cuartas partes de uno de sus pechos, razón principal por la que su mami la mandó a cambiarse de ropa.

-umm, eso es interesante, bien podríamos seguir cogiendo aquí sin interrupciones- decía el viejo ahora sobando las piernas de la nena, para esto la chiquilla había conservado su short ya que la camisa era un poco larga y alcanzaba a tapárselo por completo, en ese momento sacaba su cabello por el cuello de la camisa acariciando sus largas puntas las cuales llegaban hasta su cintura.

-jij, Don Marce usted solo piensa en eso- la nena peinaba con sus dedos su negro-azulado cabello después de sacarlo de su camisa y se lo recogía con ayuda de una pinza.

-siii, con solo ver tu cuerpecito quien pensaría en otra cosa, pero seguiremos con el programa- el viejo desnudo aprovechaba que la nena se encorvó un poco buscando unas sandalias para tomarla de la cintura y simular que la penetraba, parecía un perro cuando intenta penetrar la pierna de alguien, y es que a pesar de lo holgada de su camisa esta no podía esconder las medidas del culo de la nena y se pegaba alrededor de sus posaderas.

-que programa?- preguntaba la nena volteándose risueña, quedando frente al viejo, notando su varonil desnudez y depositando sus finas manos en el pecho de este, recorriendo el caliente y arrugado pecho mientras sus deditos se enredaban con algunos de los vellos y de paso viendo con sus ojitos como la verga del viejo se endurecía como si fuera este órgano el que recibiera las caricias, algo que la hizo morderse su labio inferior.

-lo que ya habíamos acordado mi niña, bajarás y le dirás a tu mamacita que te dé permiso de ir a la casa de tu amiguita, mientras la distraes con eso yo me escabulliré por tu ventana para esperarte allá, ahh, vete vestida normal pa´que no te regañe o sospeche, pero quiero te que lleves una muda de ropa muy chiquita escondida en tu mochila pa´que allá en la casa te la pongas, lo más chiquito que tengas jejeje- decía al viejo casi saliéndosele los ojos debido a su calentura, la nena también apoyaba en calentarlo mordiéndole la barbilla, teniendo que parase de puntillas para llegarle mientras pegaba exageradamente su cuerpo con el de él mientras el viejo la tomaba con una mano de la cintura y con la otra de las nalgas, para esto el mano larga le había levantado la camisa.

Don Marce sabía que tenía que escabullirse por el mismo camino por el que había entrado, no podía esperar a que su suegra se fuera y salir campante por la puerta principal ya que sabía que algún vecino podría observarlo y comentar algo al respecto.

-ok Don Marce, allá lo veo- la nena se abrazaba a su hombre, como el viejo estaba aún encuero la nena podía sentir su ya empalmada verga punteándola contra su sexo.

-jejeje, pero antes de que bajes, anda, despídeme con una mamada- dijo el viejo notando como Cassandrita miraba constantemente su miembro, Cassandra volteaba a ver el aberrante instrumento morado oscuro de la cabeza y moreno del tronco, lucia brilloso y apestoso debido a efectos de la corrida anterior la cual nunca fue limpiada, los olores a semen casi echado a perder llegaban hasta la naricita de la niña, aun así la nena se agachaba para complacer a su macho, que más que agacharse se arrodilló, sin embargo le hizo saber al viejo de su falta de higiene genital.

-Don Marce, huele feo… como a pescado descompuesto- decía la nena ya una vez arrodillada y acercando su naricita al manzanesco glande para así emitir sus veredictos en cuanto a la hediondez desprendida por tan asqueroso y pulsante hongo.

-no importa mi niña, tu lámelo, anda, límpiamelo con tu boquita- decía el puerco viejo, la nena sacaba tímidamente su lengüita para saborearse las rancias consistencias del aparato sexual, sabía feo y estaba muy oloroso.

Aun así al paso de un par de minutos ya estaba chupándole la verga al viejo como se debe, haciendo ella su cabeza de atrás hacia adelante en rítmicas y veloces repeticiones mientras los glup, glup eran acompañados de tímidos gemidos y una que otra lamida al glande, aferrando al viejo miembro con una de sus manitas y con la otra acomodándose constantemente su cabello hasta que algunos hilos de saliva comenzaban a dejarse caer por su boquita, así siguió la nena hasta que fue nuevamente llamada por su madre desde la cocina siendo esto la excusa para ella poder dejar de mamar, sintiendo en su aliento las asquerosidades propias de la verga del viejo.

Ya abajo y disfrutando de su desayuno…

-mamá, fíjate que ayer me llamó Lupe, dice que rentó unas películas y me dijo que si quería ir a verlas con ella… hoy, me dejas?- preguntaba la nena dándole un sorbo a su vaso de chocomilk, justo en ese instante un viejo sesentero hacía fuga bajándose con cuidado desde la ventana de su cuarto no sin antes el muy puerco robarse unos calzones de la señora madre pues cuando estuvo debajo de la cama alcanzó a verla de muy buen ver de las caderas para abajo, cayendo al suelo estando ya a punto de bajar pero levantándose de inmediato para emprender su cazcorva huida11 por la parte trasera, carcajeándose por sus pendejadas, sintiéndose adolescente otra vez.

-umm, ya acabaste la tarea?- preguntaba la señora madre.

-ay mamá, ya hice una poca, además apenas es sábado, ándale- insistía la nena, la madre se meditaba su respuesta considerando que la gran mayoría de fines de semana Cassandra se la pasaba encerrada en la casa o a veces aburrida en la zapatería, así que, que mejor que pasara un poco de tiempo con su amiguita quien había demostrado ser también una niña seria y de casa.

-está bien, solo no llegues tarde-

-no mamá-

Para esto la madre de Cassandrita se iba primero, la nena en lo que demoró bañándose, encremándose, planchándose su cabellito y perfumándose casi se le hizo una hora, aun así estando afuera esperando el autobús que la llevara al centro casi es encontrada nuevamente por su madre quien regresaba debido a que había olvidado un encargo a entregar precisamente ese día, cuando la señora estaba abriendo el pequeño portón que servía como entrada al patio de la casa vio a un niño en una bicicleta el cual pasaba cerquita de la banqueta dejando de pedalear en ese tramo para así no circular tan rápido, observándola el joven pero rápidamente quitando la mirada al verse detectado.

Y no solo ahí, cuando la señora entró a la casa, a partir de un pequeño hueco hecho en la persiana pudo observar como dicho niño pasaba nuevamente, volteando hacia la casa, estando la señora a punto de salir fue alcanzada por una de las vecinas a la cual también le debía un encargo por lo que se entretuvo buscando el paquete, estando ambas amas de casa platicando sobre algunos temas triviales en las afueras de la vivienda la mamá de Cassandra alertó por tercera vez la presencia del niño rondando la zona.

-ese niño, van tres veces que pasa nada más mirando para acá, lo conoces?- señalaba la mamá de Cassandra a la señora vecina.

-no, no lo había visto, no es de por aquí tal parece, me pregunto porque rondará tanto?- decía la señora volteando a ver de manera cómplice a la mamá de Cassandrita.

-a que te refieres?- cuestionaba también la mamá de la colegiala.

-ay Rosy te haces mensa, es obvio que ya le echó ojo a tu hija jiji, yo no vería sospechoso que ya te la anduvieran enamorando, lo que yo veo sospechoso es que no sean más de uno los que anden rondando el vecindario, de veras dónde está ella?- preguntaba la vecina.

-salió a ver a una amiga-

-umhh, una amiga?-

-allá ella si me está diciendo mentiras, esa niña, de un día para otro cambian las muñecas por cosméticos y maquillaje, solo crecen para darles a uno mortificaciones- aclaraba Doña Rosalba, la madre de Cassandrita.

-ay comadre, ya hueles a suegra jijiji-

-jajaja, nooo, Cassandra aún es una niña, es mi niña- estando las señoras platicando el niño pasaba por quien sabe cuanta vez, pero en esta ocasión frenaba al llegar al portón, le ponía la pata a la bici para que esta no se cayera y caminaba hasta detenerse en los adornos de hierro forjado de la cerca, ahí tomaba los barrotes con sus manos y metiendo un poco su rostro entre ellos saludaba.

-buenos días!!- saludaba el niño, ambas mujeres se dirigieron hacia él al tiempo que le respondían.

-buenos días jovencito, a quien busca?- preguntaba la mamá de Cassandra.

-buenos días señora, disculpe, de casualidad estará Cassandra?- preguntaba el joven.

-y quien la busca?- volvía a preguntar la madre de la solicitada.

-ahh sí, me llamo Armando, soy compañero de ella en la escuela y venía a verla porque entre los dos tenemos un trabajo pendiente que ya es para dentro de dos semanas y venía a repartir los temas… para empezar a hacerlo porque es mucho- explicaba el muchacho, para esto ya suponía que la señora quien hacía las preguntas era la madre de su enamorada, podía verse en la belleza de la señora quien a pesar de rasguñar los cuarenta aun mostraba de manera convincente que Cassandrita había heredado su hermosura a partir de los genes maternos.

-ahh mira que muchachito de responsable, en cambio esta chiquilla prefirió irse a ver películas con su amiga, queee bonita- la señora ponía faceta de enojo.

-no seño, no es para que la regañe, de hecho ella no sabía que yo iba a venir, solo que pasé a ver si de casualidad estaba- describía el niño.

-salió… y que a ver películas con su amiga, Lupita, a lo mejor esté allá- pronosticaba la señora mientras el niño cada vez se cohibía mas debido a que ambas mujeres no se cansaban de analizarlo con sus pesadas miradas, o al menos el joven así las sentía.

-tiene mucho que se fue?- preguntaba Armando.

-como una hora, más o menos- respondía la mamá de la niña aunque sin saber la hora exacta, solo dando un aproximado.

-ahh bueno, gracias, entonces iré a ver si está allá, con permiso- se despedía el joven pero una vez alejado dos cuadras se detenía orillándose cuidadoso, sacaba su celular y marcaba a Lupita pues algo en todo esto andaba mal, “¿Cómo va a estar en casa de Lupita si Lupita fue la que me mandó a esta hora?”, se decía el niño, oración que no quiso decir a la mamá de Cassandra por razones obvias.

-si bueno, Lupita-

-sí, que pasó?- respondía la nena.

-oye, pasé a ver si estaba Cassandra y algo no me cuadra…-

-¿Qué cosa?, habla más duro que no te escuchas-

-pasé a ver a Cassandra, tal como me lo dijiste, a la hora que me dijiste que se supone se queda sola en casa y me encontré a su mamá quien me dijo que no estaba- repetía Armando.

-pues espérala menso, ha de ver ido a un mandado-

-no, según su mamá, Cassandra está viendo películas… contigo!!-

-queee?-

-así me dijo-

-je… eso no puede ser, yo ni siquiera estoy en mi casa, voy rumbo a verme con Edgar, vamos a ir al cine, en serio eso te dijo?- preguntaba la incrédula Lupita.

Pero si la casa de Don Marce está ubicada enfrente de la escuela donde Cassandra asistía, y bien la niña se traslada a su escuela a pie haciéndose entre quince y veinte minutos caminando cuando mucho, ¿Por qué Cassandrita había tomado el autobús que la llevaría al Centro?, siendo el Centro un lugar muy distante del que había acordado con su “novio”…………

——————————————————

1 diminutivo de chapudo (a); tonalidad rojiza que aparece en los rostros humanos cuando hace mucho calor, notándose más en las personas de piel blanca.

2 vocablo que denota frustración, asombro, también utilizados: aala o pa´su mecha.

3 hormiga de tamaño considerable cuya mordida es muy dolorosa.

4 dícese del hombre que se comporta como la parte activa en una relación homosexual, en secreto o en sociedad, con el principal objetivo de percibir fines de lucro a cambio de sus servicios sexuales o como simple mozo de compañía, un mayate puede tener una relación homosexual y heterosexual al mismo tiempo y esto no afecta su condición de macho, al contrario, en algunas partes de México pareciera aumentarla.

5 bebida alcohólica a base de caña, aguardiente.

6 desperdicio, platillo consistente en tortillas remojadas en agua de manera que estas se pongan blandas y sean fáciles de despicar para arrojar los pedazos a los puercos o a las aves de corral como alimento, puede ir aderezado con frutas y verduras averiadas o próximas a la descomposición.

7 expresión antigua y ya poco utilizada para decir vi (del verbo ver)

8 diminutivo de quinta o quinto, sinónimo de ser virgen.

9 monosílabo que denota sorpresa o asombro utilizado más que nada por los adultos mayores.

10 débil, sin fuerzas.

11 correr con las piernas arqueadas.

Notas adicionales:

Las áreas educativas y materias opcionales expresadas en el relato como parte del avance reticular de los estudiantes forman parte tanto de la educación secundaria como la preparatoria, juntándose intencionalmente de manera errónea en este relato para facilitar la construcción de algunas escenas.

Ningún pececito resultó herido en la realización de este relato.

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Relato erótico: “La dulce e ingenua doctora que se volvió mi puta 2” (POR GOLFO)

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SOMETIENDO 5La dulce e ingenua doctora que se volvió mi puta 2
Sin títuloEsa noche y a pesar que me lo rogó, Lara mantuvo su culito intacto. La razón por la que me abstuve de rompérselo no fue tanto su estado mental sino su físico. Todavía convaleciente de la operación, no creí necesario forzar sus heridas sodomizándola. Aun así nos pasamos toda la noche follando y solo el cansancio logró que esa mujer dejara mi verga en paz y se durmiera.
Habiéndose diluido el efecto de las copas, la certeza que había abusado de su enfermedad volvió con más fuerza y las horas que pasamos haciendo el amor se convirtieron en una pesadilla.
«Soy un cerdo», pensé apesadumbrado, «he pagado su amistad aprovechándome de ella». El recuerdo de la tersura de sus labios me estuvo martirizando hasta que finalmente me quedé dormido.

Sobre las diez de la mañana, un gemido me despertó y sabiendo que procedía de mi compañera, entreabrí mis ojos para observarla sin que ella supiera que la miraba.
«Dios mío, ¡es peor de lo que pensaba!», sentencié al descubrir a Lara masturbándose a mi lado.
Alucinado que después de la ración de sexo de la noche anterior necesitara otra dosis de placer, esa mujer tenía un consolador incrustado dentro de su coño mientras con la mano libre se pellizcaba un pezón.
«¡No puede ser! ¡Definitivamente está enferma!», medité.
Ajena a mi examen, la morena seguía metiendo y sacando el enorme aparato de su coño como si estuviera poseída. La lujuria que manaba de sus ojos me confirmó que ese día sin falta tenía que llevarla a hacerse las pruebas.
«Ahora, ¿qué hago?», me pregunté al verme entre la disyuntiva de seguir disimulando o hacer que me despertaba. Decidí callar y quedarme observando.
Pero entonces acelerando sus caricias, vi cómo se daba la vuelta en la cama y abriendo sus nalgas, intentaba introducirse el aparato por su entrada trasera. El gritó que pegó al ver forzado su ojete, hizo inviable que siguiera durmiendo y abriendo los ojos, le pregunté qué hacía. Muerta de vergüenza, me confesó que se había levantado bruta y como no quería que lo supiera, había decidido masturbarse.
-Sabes que no es normal- cariñosamente contesté.
Al oír mi tono, Lara se echó a llorar y tapándose la cara con sus manos, buscó ocultar su bochorno:
-Pensarás que estoy loca- desconsolada comentó- pero al verte desnudo a mi lado, recordé el placer que habíamos compartido y no he podido evitarlo.
-Tranquila, no pasa nada- respondí intentando quitar hierro al asunto, aunque interiormente estaba acojonado y tratándola de consolar la abracé.
Lo malo fue que ella malinterpretó mi gesto y pegando su cuerpo al mío, comenzó a rozar su pubis contra mi miembro. Por mucho que intenté no verme afectado, entre mis piernas volvió mi apetito y sin yo quererlo tuve una erección. Mientras en mi mente se abría una disputa entre mi conciencia y mi calentura, Lara creyó ver en ella mi consentimiento y antes que pudiera hacer algo por evitarlo, se subió sobre mí y se empaló.
-¡Espera!- grité tardíamente porque cuando quise reaccionar, mi pene campaba dentro de su chocho. Haciendo oídos sordos a mis quejas, la antiguamente dulce e ingenua doctora comenzó a montarme con una velocidad de vértigo. Su urgencia era tal que sin haberla tocado ya estaba excitada y su vulva empapada.
Ni siquiera llevaba diez segundos saltando sobre mí cuando noté que Lara estaba a punto de correrse. Queriéndolo evitar, la abracé y la obligué a quedarse quieta.
-Por favor, ¡lo necesito!- sollozó al tiempo que intentaba profundizar en su asalto moviendo sus caderas.
Reconozco que estuve a un tris de dejarme llevar y soltarla para que pudiera satisfacer su hambre pero desgraciadamente no hizo falta porque de improviso su cuerpo colapsó y temblando sobre mí, Lara se corrió empapando con su flujo mis piernas.
-¡Te amo!- chilló al tiempo que seguía intentando zafarse.
Lo creáis o no, a pesar de tenerla inmóvil, encadenó durante diez minutos un clímax con otro hasta que agotada se desmayó. Si me lo llegan a contar, jamás hubiese creído que fuera posible:
¡Esa muchacha había sufrido orgasmos múltiples al tener mi verga dentro!
Su dolencia era evidente, no necesitaba pruebas médicas para asumir que algo no funcionaba en su cerebro, por eso aprovechando que estaba KO, saqué de su interior mi falo todavía erecto y decidí darme una ducha.
«Me servirá para pensar», resolví avergonzado al admitir que esa mujer me traía loco. Mi calentura se incrementó al recordar sus pechos mientras el agua caía por mi cuerpo. Inconscientemente, cerré los ojos al rememorar las horas que habíamos pasado y no pude evitar que mi mano agarrara mi pene.
«Es maravillosa», rumié con la imagen de su cuerpo desnudo en mi cerebro, «pero no puedo».
El convencimiento que esa no era mi amiga sino el producto de un trauma, evitó que siguiera masturbándome y molesto conmigo mismo, salí a secarme.
«Tengo que curarla, aunque eso suponga perderla», determiné con el corazón atenazado por el dolor.
Ya de vuelta a la habitación, me encontré a Lara llorando como una magdalena. Al acercarme, me miró con lágrimas en sus ojos y me soltó:
-¡Ayúdame!

El neurólogo.
De común acuerdo, llegamos a la conclusión que no podíamos postergar el escáner cuando me reconoció que algo no funcionaba bien en su mente.
-Sigo cachonda- confesó hundida al darse cuenta que era incapaz de dejar de mirarme el paquete.
Sé que os sonara absurdo pero ni siquiera podía abrazarla porque sabía que mi cercanía era suficiente para que sus hormonas se alteraran. Por eso decidí llamar a Manuel Altamirano por ser el mejor neurólogo que conocía y un buen amigo.
Esa eminencia escuchó pacientemente los síntomas que le describí y al terminar me dijo:
-Por lo que me cuentas, comparto tu dictamen pero para estar seguros, necesito revisarla.
-¿Podrías hacerlo hoy?- pregunté sabiendo que era sábado.
Mi conocido comprendió las razones de mi urgencia y quedamos en vernos en dos horas en su clínica. Agradeciéndole de antemano sus atenciones, me despedí de él y colgando el teléfono, informé a Lara que esa misma mañana iba a tener que someterse a largas pruebas.
-Lo comprendo- contestó con tono triste como si una parte de ella le gustara la zorra en la que se había convertido.
Aceptando que secretamente a mí también me encantaba su nueva personalidad, no quise profundizar en el tema y ordenándola que se vistiera, fui a preparar el desayuno.
«Estás haciendo lo correcto», tuve que repetirme varias veces porque en mi interior había dudas. «Si una vez curada sigue queriendo ser mi pareja, estupendo. Si por el contrario huye de mí, tendré que dejarla partir»
Cuarto de hora después, Lara entró con paso lento en la cocina y pidiéndome un café, se sentó en una silla. Su desamparo era total y aunque todas las células de mi cuerpo me pedían que la consolara, me abstuve de hacerlo y la dejé rumiando sus penas. Se la notaba nerviosa y triste.
Al cabo de un rato, rompió el silencio que se había instalado entre nosotros, diciendo:
-Quiero que sepas que llevo años amándote. En ese aspecto, sigo siendo yo. Sé que tengo un problema pero por favor, ¡no me abandones! ¡No podría soportarlo!
Su dolor me encogió el estómago y por eso, la contesté:
-Yo también te quiero. No me he dado cuenta hasta ayer.
La alegría de sus ojos al abrazarme se transmutó en ira al darse cuenta que bajo su blusa sus pezones se le habían puesto duros con ese arrumaco y fuera de sí, lloró:
-No puedo acercarme a ti- y ya a moco tendido, me preguntó si le ocurriría lo mismo con todos los hombres.
Nunca lo había pensado y la idea que esa monada se viese atraída por otras personas me hundió en la miseria. Aterrorizado y muerto de celos a la vez, intenté quitarle importancia diciendo:
-Dentro de poco lo sabremos…

Llevarla hasta el hospital de mi amigo fue otra dura prueba. Encerrados en los pocos metros cúbicos del habitáculo del coche, le resultó una tortura porque como me reconoció tuvo que hacer un esfuerzo para no saltar sobre mí porque mi olor la ponía loca.
-Te pido un favor- me suplicó- no quiero que me acompañes durante las pruebas.
Comprendiendo sus motivos, acepté dejarla sola y por eso en cuanto mi amigo nos recibió, me despedí de ambos y salí del edificio a dar un paseo.
Recorriendo los alrededores, no pude abstraerme y dejar de pensar en ella. Me parecía inconcebible que hubiese tenido que ocurrir ese accidente para que mis sentimientos por Lara afloraran y más aún que lo hicieran con tanta fuerza. Reconociendo que estaba obsesionado, el miedo a perderla era quizás superior al terror que sentía con su enfermedad.
«Lo primero es que se cure», acepté a regañadientes justo cuando mi móvil sonó. Era Manuel el que me llamaba y aunque le pregunté cómo había resultado el escáner, no quiso decírmelo y me pidió que fuera a su consulta.
Temiéndome lo peor, salí corriendo de vuelta y por eso, llegué con la respiración entrecortada a su despacho. En él, mi amigo me esperaba con gesto serio y sin dejar que me acomodara en la silla, dijo:
-Cuando Lara llegó, todos sus parámetros estaban desbocados. Su corteza cerebral estaba sobre estimulada pero se fue tranquilizando y al cabo de cuarto de hora, parecía normal.
-¿Eso es bueno?- pregunté emocionado.
El medico frunció el ceño antes de responder:
-No he encontrado ningún daño importante pero te puedo asegurar que algo no cuadra… por eso quiero comprobar una teoría.
-¿Qué teoría?- insistí menos seguro.
En vez de contestarme, me pidió que lo acompañara y tras recorrer una serie de pasillos, entré con él en la habitación donde estaba Lara. La tranquilidad de la muchacha me dio nuevos ánimos pero al acercarme leí en su rostro que su excitación volvía. Ella misma se dio cuenta y echándose a llorar, me rogó que me fuera.
Absolutamente bloqueado por lo sucedido, dejé a Manuel que me llevara frente al ordenador que proyectaba las imágenes de lo que ocurría en el cerebro de mi amiga. No tuve que ser un experto para comprender que tanto color rojo no era normal.
-¿Qué le ocurre?- pregunté.
Durante un minuto, organizó sus ideas y sin darme vaselina con la que el impacto fuera menos duro, me soltó:
-Realmente, no lo sé. Pero es claro que eres tú quien la altera- y midiendo sus palabras, me dijo: -Creo que no es un tema neurológico sino psiquiátrico.
A pesar de ser cirujano, los intríngulis de la mente eran un terreno desconocido para mí y por eso muerto de miedo, insistí que me explicara qué pasaba. Manuel escuchó mis preguntas con paciencia para acto seguido comentar:
-Exactamente no sé la causa, puede ser el golpe, la anestesia o quizás que después de tantos años ocultando lo que sentía por ti, sus sentimientos se hayan visto desbordados pero lo que es evidente es que hay un problema…. Si quieres que lleve una vida normal, ¡deberás mantenerte lejos de ella!
Si hubiese sido imparcial, esa noticia debía haberme llenado de alegría pero al oír que debía desaparecer de su vida, algo se quebró en mí y me eché a llorar.
Mi conocido me dejó desahogarme en silencio durante unos minutos. Minutos que aproveché para decidir que lo único que podía hacer era darle la razón y habiendo tomado la decisión de alejarme, le pedí que se la explicara a Lara. Tras lo cual sin despedirme de ella, hui de ese lugar…
Me siento culpable.
Lo consideréis lógico o no, me da igual. Al salir del hospital me sentía hecho una mierda. La sensación que el destino me estaba castigando por mis pecados, nublaba mi entendimiento y por eso deambulé sin rumbo fijo durante horas.
«Es culpa mía», continuamente me echaba en cara, «fui yo quien al masturbarla, fijó en su cerebro esa atracción y ahora me he quedado sin ella».
Los pensamientos de culpa se acumulaban sin pausa, uno encima de otro. Cuando no era el haberme acostado con ella, lo que venía a mi mente era el remordimiento por no haber advertido su enamoramiento.
Destrozado entré en una vorágine de auto escarnio que me iba llevando de un lado a otro cual zombi. Desconozco cuantos kilómetros pude recorrer hasta que de pronto me vi aparcado frente a su casa. Al percatarme me pregunté dónde y cómo estaría, pero reteniendo el impulso de tocar en su telefonillo, reanudé mi marcha sin saber dónde me llevaría.
«Tengo que olvidarme de ella», medité furioso con todo, exagerando mi responsabilidad con lo ocurrido.
Tan impotente me sentía que llegué a plantearme el ir a un prostíbulo para que entre los brazos de una fulana, olvidarme de lo que sentía por Lara. Afortunadamente, deseché esa idea y en vez de ello, entré en un bar.
-Un whisky- pedí al camarero nada más aterrizar en su barra.
El alcohol diluido en esa copa no consiguió apaciguar mi dolor y bebiéndomela de un trago, pagué la cuenta y salí del local, nuevamente a torturarme frente al volante con el recuerdo de esa morena.
La angustia de sentirme solo me estaba volviendo loco. Por ello, intenté contactar con algún amigo pero el destino no debía de estar de acuerdo porque por muchas tentativas que hice, no me fue posible hablar con ninguno.
-¡Mierda!- grité en la soledad de mi coche mientras descargaba mi frustración contra el salpicadero.
Cualquier viandante que se hubiera fijado en ese cuarentón golpeando como un energúmeno, hubiese llegado a la conclusión que era un perturbado. ¡Y tendría toda la puñetera razón! Porque en ese momento, todo se volvía en mi contra.
«Llevo toda mi vida soltero, ¡puedo vivir sin ella!», me recriminé cuando sin ver otra salida, tonteé con la idea de tirar el coche por un terraplén y así acabar con mi sufrimiento.
La impresión de descubrir en mí esos pensamientos destructivos, me indujo a pedir ayuda y encendiendo el motor, me dirigí a mi antigua escuela. Aunque no soy creyente, entre esas paredes, vivía un cura que siendo un niño me había ayudado a centrarme, de manera que veinte minutos después llegué hasta sus muros.
Don Mariano era el superior de esa orden y a pesar que le había caído sin previo aviso, no tuvo inconveniente en recibirme. Tras expresarme su sorpresa por la visita tras tantos años, como viejo zorro que era, dio por sentado que necesitaba su consejo y por ello, directamente me preguntó qué era lo que me pasaba:
-Padre, tengo un problema- contesté y preso de la desazón, le expliqué de corrido la situación.
El sacerdote se escandalizó por el detalle con el que le conté el problema pero cuando ya creía que me iba a despedir con cajas destempladas, comprendió que era un alma en pena y me rogó que continuara pero que me abstuviera de ser tan conciso con respecto a la cama.
Reanudando mi relato, expliqué a Don Mariano le dilema en el que me encontraba. Por una parte, Lara estaba enferma y debía dejarla en paz, pero por otra me descomponía la idea de nunca volver a disfrutar de su presencia.
El cura esperó a que terminara para hacerme una pregunta:
-¿No crees que esa jovencita tiene algo que opinar?
-Padre, si no puedo estar junto a ella, ¿Cómo se lo puedo preguntar? Y si al final lo hago, ¿no cree que su respuesta se vería afectada por lo que le ocurre a su mente?
El viejo meditó unos instantes sobre la problemática y abriendo la puerta, me soltó:
-Confía en la providencia. Rezaré por ti y Dios proveerá…
Vuelvo a casa
Jodido y hundido, volví a mi casa. Habiendo buscado ayuda, me encontraba todavía más sólo. Ni los amigos, ni la iglesia, ni el alcohol me habían dado una respuesta a mi problema. Si antes de la visita al neurólogo creía que el problema de Lara se circunscribía a ella, ahora sabía que yo estaba involucrado. Era un tema de ambos, pero igualmente insoluble.
Acababa de tumbarme en el sofá cuando escuché mi móvil. Al mirar en la pantalla, vi que me llamaban de mi oficina y por eso contesté. Era mi secretaria que quería informarme que la doctora se había encerrado en el despacho y que no quería abrirle a nadie.
-Inténtame pasar con ella- contesté sin saber realmente que decir ni cómo actuar.
Lara tardó unos segundos en descolgar pero en cuanto escuchó que era yo quien estaba al otro lado del teléfono, llorando a moco tendido me preguntó dónde estaba y porqué la había dejado sola.
-Creí que era lo que deseabas- respondí sintiéndome una piltrafa.
-Te necesito. Aunque sé que estar junto me afecta, no puedo soportar pensar en vivir lejos de ti.
Tras lo cual me preguntó si podía ir por ella.
-Dame veinte minutos.
Lo creáis o no, su llamada me alegró al escuchar de ella que le urgía estar a mi lado y por eso cogiendo nuevamente el coche, fui por ella. Durante el recorrido, intenté acomodar mis ideas para cuando me presentara ante ella tener algo que decirle. Desgraciadamente, todas mis previsiones se fueron al carajo al llegar a mi despacho al encontrarme a Lara de pie en mitad de la calle.
Nada mas verme, entró en el coche y saltando sobre mí, comenzó a besarme como loca mientras me decía:
-Prefiero ser una puta insaciable contigo que una pobre infeliz sin ti.
Deteniendo sus caricias, la obligué a sentarse en su asiento diciéndola:
-Primero tenemos que hablar. ¿Puedes esperar a llegar a mi apartamento?
-Lo intentaré- respondió hundiéndose en su sillón.
Durante apenas tres semáforos, la otrora ingenua y dulce doctora consiguió retener sus deseos pero al llegar a la Castellana, noté su mano recorriendo mi pantalón.
-¿Qué haces? ¿No te ibas a quedar quieta?
Poniendo la expresión que pondría una niña a la que le han pillado robando un caramelo, me contestó:
-Déjame, solo un poquito.
Asumiendo que si le permitía seguir ese poquito terminaría en una mamada en mitad de la calle, me negué y acelerando busqué llegar cuanto antes a mi hogar. Fue entonces cuando me fijé que se le había subido la falda y que desde mi posición podía ver el inicio de su tanga. Mi sexo reaccionó saliendo de su modorra y solo el pantalón evitó que se irguiera por completo.
Durante unos minutos, Lara combatió el picor insoportable de su entrepierna hasta que ya con lágrimas en los ojos, me rogó que al menos la dejara masturbarse.
-¿No puedes aguantar un poco? Ya casi llegamos- Insistí tratando de poner un poco de cordura.
-Ojala pudiera- respondió mientras se acariciaba los pechos por encima de su vestido.
La necesidad que consumía su cuerpo hizo que olvidando que me había perdido un permiso que nunca llegó, esa mujer separara sus rodillas y retirando su tanga, comenzara a torturar el hinchado botón que surgía entre sus pliegues.
-Lo siento- gimió avergonzada.
Incapaz de aguantar sin tocarse, la morena incrementó ese toqueteo metiendo un par de dedos dentro de su coño. El olor a hembra insatisfecha inundó el estrecho habitáculo del coche mientras la miraba de reojo. Su calentura creció exponencialmente hasta que pegando un berrido, se corrió. Para entonces, me había contagiado de su lujuria y dentro de mi calzón, mi pene me pedía a gritos que lo liberara.
«No puede ser», pensé al pillarme deseando sus labios en mi verga, «¡nos verían los demás conductores!».
La zorra en que se había convertido descubrió el bulto entre mis piernas y a pesar que acababa de disfrutar de un orgasmo, pegando un grito me bajó la bragueta diciendo:
-Tú también lo necesitas.
Sin darme tiempo a opinar, sacó mi falo y agachando su cara, abrió su boca y comenzó a devorar mi pene mientras entre sus muslos volvía a masturbarse.
-Lara, ¡tranquila joder! ¡Podemos matarnos!- protesté inútilmente porque para entonces esa morena ya se lo había introducido hasta el fondo de su garganta.
Alzando y bajando su cabeza, prosiguió la mamada a pesar de mis protestas. Parecía que la vida le iba en ello y mientras yo intentaba no estrellarnos, ella buscaba con un ardor inconfesable el ordeñar mi miembro. Aunque intentaba acercarme lo más rápido a mi hogar, ese trayecto tantas veces recorrido se me estaba haciendo eterno al notar no solo la acción de sus labios sino la de una de sus manos sopesando y estrujando mis huevos.
-Si no paras, ¡me voy a correr!- avisé asumiendo la cercanía de ese clímax no buscado.
Mi alerta lejos de apaciguar el modo en que estaba mamando entre mis piernas, la azuzó y ya convertida en una cierva en celo, aceleró sus maniobras.
-Tú te lo has buscado- contesté dándola por imposible y aparcando de mala manera en segunda fila, paré el coche y presioné su melena para hundir mi verga por entero en su boca.
La morena estuvo a punto de vomitar por la presión que ejercí sobre su glotis pero reteniendo las ganas, continuó con esa felación todavía más desesperada.
-Serás zorra. Te pedí que esperaras pero ahora te exijo que te tragues todo mi semen y no dejes que se desperdicie nada- le ordené al sentir que estaba a punto de eyacular.
Mi mandato aceleró su segundo orgasmo y mientras esperaba con ansias la explosión de mi miembro dentro de su garganta, su cuerpo se sacudió sobre el asiento producto del placer que la consumía. Para entonces, yo mismo estaba dominado por mis hormonas y cogiéndola de las sienes con mis manos, como un perturbado usé su boca como si de su coño se tratara, levantando y bajando la cabeza de la morena clavé repetidamente mi verga en su interior hasta que el cúmulo de sensaciones explosionó en su paladar.
-¡Bébetelo todo!- exclamé al notar que era tanto el volumen de lefa que Lara tenía problemas para absorberlo.
Mi orden la excitó aún más y mientras se corría por tercera vez, puso todo su empeño en obedecerme. Durante unos segundos que me parecieron eternos, Lara ordeñó sin pausa mi verga hasta que ya convencida de haber cumplido mis deseos, levantando su mirada y sonriendo me soltó:
-Gracias por ser tan comprensivo.
-No soy compresivo- respondí. –En cuanto lleguemos a casa, te pienso dar una tunda para que aprendas quien manda.
Soltando una carcajada y como si hubiese sido algo normal lo que le acababa de decir, se acomodó en su asiento y me explicó que al salir de ver al neurólogo había pedido opinión a un psiquiatra.
-¿Qué te dijo?-pregunté.
Muerta de risa, contestó:
-Me confirmó mis sospechas. Siempre he sido un poco furcia pero como nunca he tenido un hombre a mi lado, no pude darme cuenta. Ahora lo sé y si tú me lo permites, seré tu puta.
-No entiendo- respondí viendo por primera vez después de casi un mes a Lara sosegada y tranquila.
Descojonada, la morenita me espetó:
-Según el psiquiatra, desde que te conocí, no solo me enamoré de ti sino que aunque no lo supiera, deseaba que además de mi jefe y amigo, fueras mi dueño.
-¿Tu dueño?- insistí no creyendo realmente lo que acababa de oír.
Sin dejar de reír, Lara me contestó:
-Amor mío, al decirme que ibas a hacerme aprender quien mandaba, he comprendido que puedo serte sincera. Ese especialista me ha dicho que mi estado es raro pero menos infrecuente de lo que parece al principio entre las personas sumisas. Por lo visto, hay un pequeño porcentaje de nosotros que cuando conocemos a nuestro amo y este todavía no nos ha aceptado, no podemos controlar nuestra excitación.
-Sigo sin pillarlo- reconocí.
Sacando de su bolso un collar, lo puso en mis manos y con tono dulce, me informó:
-Al salir de la consulta, me lo he comprado. Para ponerme bien, solo necesito que lo coloques en mi cuello.
-¿Y qué significa que lo haga?
-En cuanto lo cierres, seré tuya por siempre. No me podré negar a obedecer todos tus caprichos.
El brillo de sus ojos translucía una mezcla de alegría y esperanza de la que no fui inmune. Quizás eso fue lo que finalmente despertó una vertiente desconocida dentro de mí. Sin conocer realmente cómo me iba a cambiar eso mi vida, contesté:
-No te negaré que me atrae la idea pero no encuentro ninguna ventaja, ahora te follo cómo y cuándo quiero.
Mi respuesta destrozó los débiles cimientos de esa recién renacida tranquilidad en la mujer y con gran nerviosismo, me rogó que no la rechazara.
-Si te he entendido bien, al ser mi sumisa, tu voluntad sería la mía.
-Sí- contestó todavía aterrorizada.
Queriendo obligarla a reconocer en voz alta los límites de su entrega, acaricié uno de sus pechos mientras le decía:
-Si quisiera preñarte, ¿pondrías alguna objeción?
-No, mi amo. Estaría dichosa de llevar en mi vientre su descendencia- ya más segura pero sobretodo nuevamente ilusionada me informó.
El rubor de sus mejillas y la sonrisa de sus labios me hicieron comprender que Lara había captado mis intenciones y por eso cuando dando un pellizco en su pezón izquierdo, la advertí que si al final accedía a ser su dueño iba a obligarla a andar desnuda por la casa, me contestó:
-A partir de que me coloque el collar, esa será mi única vestimenta para que así pueda hacer uso de su propiedad.
Para entonces, ya habíamos llegado a la casa. Sin decir nada salí del coche, entré en la casa, pasé al salón y me senté en el sofá mientras Lara me seguía a pocos metros. Mi silencio empezó a hacer mella en ella y cayendo postrada a mis pies, me rogó que le hiciera caso.
Ejerciendo mi nuevo papel, la miré y sin alterar mi voz, dije:
-Convénceme que merece la pena ser tu amo- y viendo su confusión, la ordené: -Cómo estás en venta, quiero comprobar la mercancía.
Mi amiga asumió que debía de mostrarse tal cual era y poniéndose de pie, se bajó los tirantes de su vestido. Sonreí al ver esa tela deslizarse y caer al suelo. Con Lara desnuda, me dediqué a comprobar la perfección de sus medidas mientras ella permanecía inmóvil.
-Reconozco que pareces tener unos pechos de ensueño.
Al escuchar mi piropo y sin esperar que se lo mandase, desabrochándose el sujetador, se lo quitó. Con satisfacción observé que esas tetas con las que soñaba se mantenían firmes y que sus rosadas aureolas se iban empequeñeciendo al contacto de mi mirada. Mi antigua enfermera y después compañera tampoco necesitó que le insistiera para despojarse del diminuto tanga, de manera, que al cabo de unos segundos ya estaba completamente desnuda.
-Acércate- le ordené.
La morena creyendo que así me complacía, se arrodilló y gateando llegó hasta mis pies donde esperó mis órdenes.
-Quiero ver tu trasero.
Con una sensualidad innata y no estudiada, Lara se giró y separando sus nalgas, me enseñó esa entrada todavía no cruzada. El sudor que recorría su pecho, me confirmó que estaba excitada y queriendo maximizar su agonía, metí un dedo en su rosado ojete al tiempo que le decía:
-Si al final te acepto, deberás mantenerlo limpio y siempre dispuesto.
-Así lo haré, amo.
Dándole un azote, le exigí que se diera la vuelta. Mi ruda caricia acervó su calentura y pegando un gemido, se volteó y separando sus rodillas, expuso su vulva a mi examen. Cómo ya sabía al estar completamente depilada, su orificio delantero parecía el de una quinceañera.
-Separa tus labios- ordené interesado en averiguar hasta donde podría llevar a esa muchacha.
Obedeciendo sin demora, Lara usó sus yemas para mostrarme lo que le pedía. Al hacerlo, descubrí que la humedad lo tenía encharcado y mientras ella me miraba con deseo, me levanté del sofá y fui hasta el cajón donde guardaba mis juguetes. Una vez allí, sacando un antifaz y unas esposas, ordené a mi futura esclava que se incorporara. La muchacha se puso en pie y en silencio, esperó mi llegada.
Sin hablar, le tapé los ojos y llevando sus brazos a la espalda, la inmovilicé para acto seguido y usando mis manos fui recorriendo su suave piel.
-Amo, le deseo- sollozó mi cautiva.
La mujer comprendió mis intenciones. Al estar cegada, iba a ser incapaz de anticipar mis caricias y eso la pondría más bruta. Sin más dilación, fui tanteando todos y cada uno de los puntos de placer de esa morena hasta que sus muslos se empaparon con el rió de flujo que salía de su coño.
-Tienes prohibido correrte- susurré en su oído mientras le mordía los pezones.
No tardé en observar que de los ojos de Lara brotaban unas gruesas lágrimas, producto de su frustración. Necesitaba alcanzar el clímax pero se lo tenía vedado. Forzando su deseo, me puse a su espalda y separando sus nalgas, tanteé con un dedo su orificio trasero. Ella no puso objeción alguna a mis caricias y creyendo que lo que deseaba era tomarla por detrás, sollozó diciendo:
-Mi culo es suyo.
Muerto de risa, contesté:
-Lo sé -y sin dejarla descansar, metí el segundo en su ojete.
Durante unos instantes, la morena se quedó petrificada porque jamás nadie había hoyado ese lugar pero asumiendo que no podía contrariarme, permitió que continuara jugando con los músculos circulares de su trasero. Totalmente entregada, concentró su esfuerzo en no correrse y viendo que no podía aguantar mucho más sin hacerlo, se mordió los labios.
Decidí que era el momento de cumplimentar sus deseos y recogiendo el collar del suelo, volví al sofá y la senté de espaldas en mis rodillas. Lara que no era consciente que tenía esa gargantilla en mi poder, gimió al sentir mi verga rozando su culito. Al colocársela alrededor de su cuello, comprendió que la estaba aceptando y llorando me pidió qie la tomara.
-Tienes permiso de correrte- accedí premiando su constancia mientras la empalaba por detrás.
La morena al sentir su entrada trasera violentada por mí, gritó como posesa y presa de sus sensaciones, se corrió. Dejé que disfrutara el orgasmo sin moverme, tras lo cual, le quité las esposas y el antifaz. Lara, al sentir libertad de movimientos, llevó mis manos hasta sus pechos y cabalgando sobre mi pene, buscó mi eyaculación diciendo:
-Siempre he sido tuya.
Su sumisión me dio alas y cogiéndola de la cintura, empecé a izar y a bajar su cuerpo lentamente, de manera que pude sentir claramente como mi pene forzaba ese orificio una y otra vez.
-Duele pero me gusta- chilló disfrutando de esa ambigua sensación.
Los gemidos que brotaron de su garganta fueron una muestra clara que mi zorrita estaba disfrutando. Eso me permitió ir poco a poco acelerando el ritmo con el que machacaba sus intestinos hasta que la llevé otra vez al orgasmo. Agotada por el esfuerzo, se dejó caer contra mi pecho y gimoteando, me pidió que me corriera.
Soltando una carcajada, contesté:
-Una esclava no decide donde y cuando su amo se va a correr.
Por mi tono, mi dulce y sumisa compañera comprendió que aunque yo no quisiera hacerlo pronto no me quedaría más remedio y por eso restregando su cuerpo contra el mío, buscó acelerar lo inevitable. Lo que no se esperaba fue que cambiando de objetivo, sacara mi verga de su culo y poniéndola a cuatro patas sobre el sofá, se lo incrustara en el coño mientras le decía:
-A partir de ahora, usaré tu útero para correrme- y ya explotando en su interior le confirmé mis intenciones susurrando: -Al menos hasta que te deje preñada.
Mi amenaza lejos de aterrorizarla, la hizo chillar de alegría y moviendo su pandero con renovadas fuerzas, terminó de ordeñarme…sex-shop 6

 

Relato erótico: “Iria y las pruebas de fe” (POR CANTYDERO)

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LA OBSESION 2– Dime hija, ¿cuáles son tus pecados?

imagen05 (1)– Pues… ayer a la noche me sentí mal porque llegué a casa un poco más tarde de lo que prometí a mi madre y ella se enfadó.

El sacerdote suspiró al otro lado.

– ¿Nada más?

– No, he obrado correctamente desde ayer a la tarde que vine a confesarme, nada que se desvíe del camino del Señor… – contó la chica al otro lado del confesionario.

– Es que no creo que pueda considerar eso un pecado, Iria. Pero para que te quedes más tranquila te lo confesaré y te mandaré la penitencia de un Ave María.

Al cabo de un minuto, la chica recién confesada estaba de rodillas en uno de los bancos de madera de la parroquia, con las manos cruzadas sujetándose la frente mientras rezaba en silencio. Parecía muy concentrada, y la cara reflejaba también que estaba arrepentida y que quería quitarse la sensación de dolor que había hecho ante Dios cuanto antes.

El cura la miraba desde el interior del confesionario. Aquella chica, Iria, era con toda probabilidad la creyente más piadosa de la Iglesia. Mucho más que las abuelas más tradicionales. Iria, a sus 20 años, iba a diario a la iglesia a asistir a la misa y se confesaba siempre que los confesionarios estaban disponibles, con lo cual la chica se confesaba casi todos los días. No daba tiempo a que los pecados se acumulasen, como él bien sabía porque la confesaba, pero es que además la rectitud del alma de Iria hacía que se alejase del pecado de una forma firme, no la solía ver pecar y casi todas las confesiones eran tan absurdas como la de aquél día.

Iria había terminado la oración, se echó para atrás y se sentó en el banco, allí, en silencio, mientras charlaba con Dios. A esas horas sólo ella y el sacerdote estaban en la parroquia. Iria solía quedarse unos minutos así, sumida en sus pensamientos.

El sacerdote sabía que, en aquél barrio desestructurado, Iria era casi un milagro. Llevaba siendo encargado de la parroquia varias décadas, y había visto como la zona había ido a peor por culpa de las drogas, del sexo generalizado y de otras conductas que alejaron a los jóvenes y no tan jóvenes de la religión. De manera que la Iglesia se había quedado al margen de la realidad, allí iban sólo en las misas oficiales algunas familias y muchas personas de la tercera edad. Y por supuesto, Iria. Pero nadie más.

Era curioso ver entre gente tan mayor o entre niños tan pequeños que asistían a la misa a la única chica joven que allí estaba sentada en el banco hablando con Dios. Iria cumplía incluso con tareas litúrgicas, daba catequesis y leía en los sermones. Iria se sentía muy integrada en la fe, como no paraba de contarle al sacerdote, y era el alma, casi el signo de la parroquia.

De esa forma, las visitas diarias de Iria a la parroquia, sus confesiones, sus preguntas al sacerdote y sus favores ofrecidos habían ocasionado que el cura conociese a Iria tan bien como lo hacían sus padres. Sus padres no eran tan devotos como ella aunque acudían los domingos, y sabían que era frecuente que su hija pasase la vida entre las paredes sagradas del Señor, cosa que sí les dejaba tranquilos, era decididamente una afición mucho mejor que seguir a la juventud del barrio en sus orgías y hábitos de drogadicción que cada vez iban a más. Pero Iria era muy diferente a los de su quinta, esas cosas no parecían ir con ella pese a que tenía amistades de ese tipo. Ella pasaba el tiempo que los otros dedicaban a la fiesta y a las relaciones sexuales desordenadas a pasar el tiempo en la Iglesia, mejorando cada día su fe.

Y allí, mientras Iria seguía sentada en el banco mirando al sagrario, el mientras el sacerdote alababa su ejemplaridad en la mente, otro tipo de pensamientos aparecieron también en la mente del cura. Otros que ya habían aparecido otras veces, y a los que un cura debía resistirse, pero como hombre no siempre podía. Al fin y al cabo, él vivía dentro de la Iglesia, un lugar casi incomunicado, y como ya se ha dicho, la ejemplar Iria era la única chica de buen ver que había cerca. Bueno, la única chica en realidad. Pero estaba de muy buen ver, y eso hasta Dios tenía que reconocerlo. Era algo enfermizo, sí, pero el cura sabía bien que Iria era la única pieza del deseo que había a su alcance, la única que se acercaba allí donde él echaba casi todas las horas de su vida, y uno no podía quedarse de piedra ante aquella mujer que aún lucía la belleza de una adolescente.

Cuando Iria entraba en la Iglesia, el padre sabía que era ella. Era su forma de andar y de moverse. Había en Iria algo espectacular que se dejaba entrever hiciese lo que hiciese. La chica vestía siempre de una forma muy recatada, no en vano pasaba su vida metida en la Iglesia, pero aun así, la belleza de su cuerpo era tan tangible como la belleza de su rostro. El padre conocía a la perfección los rasgos físicos de la creyente y se la imaginaba sin problemas incluso cuando ella no estaba delante de él.

Iria era una preciosa chica de piel bañada por el sol, con un pelo largo y oscuro que le caía por la espalda y que solía ir recogido en forma de coleta. Destacaban ya desde la distancia unos preciosos y brillantes ojos verdes de tonalidad clara combinados con unas armoniosas facciones en el resto de elementos de su rostro: una boquita fina que escondía unos dientes blancos relucientes, una nariz también pequeña y unos pómulos suaves que le daban una cara angelical y tierna, denotando la juventud y la pureza de Iria. De cuerpo esbelto y recto, la chica era también alta y andaba meneando sus caderas de una forma muy sensual y femenina. Pese a ser una figura tan estilizada, estaba dotada de unos pechos enormes que no conseguía disimular bajo su ropa por muy recatada que vistiese y por mucho que intentara apretarlos contra ella, unos pechos que deberían pesar los suyo. Aunque vistiera siempre con pantalones anchos, era evidente el culo que sobresalía y que también era de considerables dimensiones, y las piernas que lo sostenían eran largas y fornidas. Iria era una preciosa muñeca morenita de piel, aunque el sacerdote se preguntaba si ciertas partes de su cuerpo serían igual de morenas. Un ángel materializado en la Tierra.

Iria poseía también una preciosa voz dulce de terciopelo con la que era capaz de derretir a cualquiera. Y el padre sabía, por su condición de sacerdote confesor, cosas prohibidas sobre Iria. Pese a todas las confesiones, Iria jamás había mencionado el sexo entre sus pecados. Pero ni siquiera mencionó nunca pensamientos impuros. Iria había ido a una escuela donde sólo había chicas, por lo cual parecía probable que ni se hubiese enamorado nunca ni conociese a los chicos de cerca. El sacerdote incluso imaginaba que no sabía apenas nada del cuerpo de los hombres. Tampoco Iria mencionó haberse tocado alguna vez para darse placer. Todas estas cuestiones, que extrañaban al sacerdote, habían sido objeto de preguntas por parte del cura, pero Iria las negó constantemente. Sabía que Iria no mentiría al dar testimonio ante Dios, por tanto, Iria se conservaba virgen y estaba totalmente alejada del sexo y los pensamientos impuros.

Y eso, se quiera o no, excita. Que una mujer de la edad de Iria, pudiendo ser una gran zorra con ese cuerpo, que una chica así se cierre al sexo, llama la atención. Y al padre que la ve todos los días también le llama la atención. Iria, inconscientemente, daba un mensaje hacia la sociedad trazando una línea para protegerse del sexo, y eso era muy excitante. Daban ganas locas de poseer aquél cuerpo virginal y casto de Iria y sacrificarlo, pensaba el sacerdote, daban ganas de desvirgarla y derramar su sangre virgen como ofrenda ante Dios…. Sí, unos pensamientos así inundaban la mente de aquél sacerdote, que no podía soportar tampoco la presión de mantener juramento de celibato durante el resto de su vida. Tenía sus propios deseos sexuales, inherentes a cualquier hombre.

Y tenía a Iria delante de él cada día. Probablemente, la tenía más cerca de él de lo que cualquier otro hombre la tendría jamás. Y a veces por ello pensaba que debía aprovechar la oportunidad, que Iria tarde o temprano se desviaría del camino sagrado y perdería su virginidad tan bien guardada, y que él podría lamentar no haberla aprovechado entonces cuando era tan creyente y estaba tan cerca de él. Y esos pensamientos, acumulados en su mente, golpeaban con fuerza la aburrida mente del sacerdote y le hacían revivir su deseo, su juventud incluso. Causaban que su miembro, cansado del desuso, reviviera y se irguiese con fuerza por debajo de su sotana imaginándose el cuerpo desnudo de Iria, sus gritos de dolor al sentirse penetrada por primera vez y sus gritos de placer al disfrutar de un hombre.

Y que ese hombre pudiese ser él…

El sacerdote no pudo aguantar más y decidió que cuando llegase a la cama tocaría otra paja. Pero ese día, decidió tomar acciones y dejar de tratar a Iria como un deseo y tratarla como una realidad… Y mañana daría los primeros pasos para hacerlo.

Al día siguiente, cómo no, Iria volvió a entrar en el confesionario y el sacerdote estaba allí, por lo que la confesión volvió a repetirse.

– Padre, estoy algo preocupada… – y visiblemente lo estaba – Anoche estaba muy cansada y me dormí de repente, sin quererlo, me olvidé de rezar la parte del rosario.

El sacerdote volvió a suspirar ante la “grave” preocupación de Iria, que no tenía por qué ser tanta. Hasta él, que vivía para rezar, olvidaba hacerlo frecuentemente. De manera que volvió a imponer una penitencia simulada para que Iria se sintiese tranquila. Pero antes de que saliese a cumplirla, le dijo a la chica:

– Una cosa, Iria, quiero que reces esa penitencia y vuelvas aquí, quiero comentarte algo – en la mente del sacerdote había ya un plan en marcha para iniciar a Iria…

Iria se sintió feliz al ver que la confesión de ese día incluía una parte que no esperaba.

– Sí, padre, como ordene, no tardaré.

Iria salió de la cabina y se dirigió a la zona de los bancos, donde quedó arrodillada rezando de nuevo, con su cara de preocupación y sus manos fuertemente entrelazadas. Desde luego, a la chica no le faltaba fe.

Tras unos tres minutos, Iria se santiguó y se levantó, con una cara visiblemente más tranquila tras haberse librado del terrible pecado de no haber rezado la noche anterior. Se dirigió de nuevo a la cabina donde le esperaba el sacerdote.

– Hola de nuevo, esta vez sí que no me ha dado tiempo a pecar – sonrió Iria por detrás de la placa con agujeros.

– A alguno seguro que sí le hubiese dado tiempo… – comentó el sacerdote pensando en algunas cosas poco cristianas.

– Es raro, nunca he estado aquí para algo que no sea confesarme. Cuénteme, ¿qué quería decirme? – dijo Iria, presa de la curiosidad.

– Simplemente te he dicho que vengas porque es un lugar donde no puede oírnos nadie – aseguró él. – Mira, Iria, en primer lugar quiero darte las gracias, eres una mujer muy devota de Dios como apenas quedan en este barrio. Al menos, de tu edad no quedan, habría que buscar chicas piadosas entre las niñas que hacen ahora la comunión.

Iria se sintió halagada.

– Gracias, Padre, me hace muy feliz que esa sea su opinión. La verdad que tiene razón, de mi franja de edad no hay chicas creyentes, yo he intentado que haya, he intentado convencer a amigas de que vengas a sentirse plenas con Dios, pero tienen otros intereses. A veces me siento la rara, ¿sabe? Pero cuando estoy aquí soy tan feliz…

– Eres una hija de Dios ejemplar, Iria – le felicitó el sacerdote y al momento Iria sonrió por el otro lado de la cabina – Pero quería comentarte también otra cosa.

Iria estaba impaciente por escuchar todo sobre aquella variación de la confesión de todos los días.

– Escucha Iria, deberíamos probar tu fe ante Dios- tras esas palabras del sacerdote siguió un silencio sostenido.

Iria acabó replicando, tras pensárselo un poco.

– Pero Padre, si creo que está bien probada. Bueno, dígame cualquier cosa que pueda hacer para mejorarla…

– No, hija, quiero decir, tu fe es sólida ahora, y eso es fácil de probar. Pero habría que ver si sería igual en otras condiciones más peligrosas.

Iria se quedó sorprendida ante esas palabras.

– ¿Más peligrosas? – preguntó atónita.

– Sí, claro – contestó el padre – me refiero a si tu fe se mantendría igual de recta cuando estuvieses expuesta al pecado.

– ¿Al pecado? – Iria se mostró intranquila y corrió a disculparse – Bueno, yo sé que peco casi todos los días, no sé si es mucho o poco, pero mantengo mi fe, mis creencias, mi temor a Dios, yo estoy aquí para servirle y me mantengo recta, padre. Dígame que lo consigo

– Claro, no lo pongo en duda, pero hablamos de pecados blandos hasta ahora. Dios se pregunta si una chica como tú resistiría con él a pecados que distorsionan mucho más la naturaleza humana…

– El Señor… ¿el Señor pregunta eso sobre mí? – Iria casi se queda muda del susto – Dígale por favor que haré lo que sea para probarlo, que mi fe es firme y él es mi camino diario… Pero, ¿de qué pecados está hablando?

El sacerdote vio que la preocupación de Iria ante sus palabras tenía efecto e introdujo más el tema.

– Iria, el pecado carnal es la vara de medir la devoción hacia Dios.

– ¿El pecado carnal? Se… se refiere usted a los actos impuros…

– Así es, a los pecados del sexo. El Señor se pregunta si tú nunca sucumbiste ante el sexo, al menos en nuestras confesiones el sexo no figuró como pecado nunca, ni en acto ni en pensamiento. El Señor se extraña.

Iria corrió a justificarse.

– Padre, no juraré porque es pecar, pero prometo que nunca he tenido actos de ese tipo, que me conservo virgen como cuando nací y que nunca he pensado en hombres, no tengo tales deseos, sólo respondo ante Dios. Nunca los confesé porque nunca los tuve.

Ahora que el tema estaba bien planteado, el sacerdote podía manejar a la sumisa Iria como quisiera, ella obedecía a la voluntad de Dios a través de sus palabras, dijera lo que dijera a esa piadosa mujer.

– No dudo de ti, y sé que dices verdad. Es admirable en esta sociedad corrupta encontrar un alma como la tuya de pura, y Dios está satisfecho. Pero al no haberte expuesto nunca a este tipo de faltas, querida Iria, Dios no conoce la verdadera fuerza de tu resistencia.

Iria parecía comprender lo que el padre quería decirle.

– ¿Está usted diciendo que debo someterme al precipicio de los actos impuros para probar mi fe? ¿Cómo Jesús cuando se expuso a la tentación del Demonio en el desierto?

– Exacto, ese es el ejemplo. La duda es si con el pecado delante de ti, darías marcha atrás o dejarías la senda del Señor para sucumbir a la tentación. Sólo si tu cuerpo y tu mente se resisten ante tales tentaciones serás digna. Pero aún no lo has demostrado, Iria, no te has encontrado con el deseo carnal. El Señor duda porque tu cuerpo es digno de deseo y eso puede hacerte caer en la tentación.

Iria se quedó asustada ante tal revelación.

– ¿Mi cuerpo? ¿Mi cuerpo tiene la culpa?

– Efectivamente – siguió razonando a su manera el cura, maravillado por lo bien que conducía a Iria – Dios diseñó tu cuerpo, como iba a ser en el futuro, y debido a su gran inteligencia, te puso en un brete. El brete de que tu cuerpo te pondrá en una situación de pecado carnal donde tendrás que demostrar que tu convicción religiosa es verdadera y no se queda en la apariencia, esa es la prueba que Dios está esperando de ti. Tu cuerpo es una trampa para tu fe, tu cuerpo tenderá a disfrutar del sexo allá donde esté, pero si superas la trampa de tu cuerpo, si aguantas el deseo sexual y lo rechazas, tu fe con Dios será por siempre insuperable.

El sacerdote calló y durante unos segundos Iria tampoco contestó. Su mente estaba pensando, como chica avispada había entendido lo que querían decirle, pero no había entendido tanto las conclusiones finales del razonamiento que el padre no había mencionado. Sin embargo, el padre estaba bastante satisfecho por su exposición y por el resultado visible del silencio de Iria, que parecía haber comprendido.

– Sí, ya me había dado cuenta, mi cuerpo es llamativo – comentó Iria con voz de preocupación rasgando el silencio. – Bueno, no para mí, claro, pero algunos hombres impuros me miran de una forma nada cristiana, padre, tiene usted razón. Por tanto, ¿usted cree que mi cuerpo me acabará poniendo contra mi voluntad? ¿Usted cree que es mera cuestión de tiempo que esto me ocurra?

– Es bien probable. Querida Iria, deberías estar atenta, tu cuerpo te pondrá a prueba…

Antes de que Iria dijese nada más, el sacerdote dijo:

– Iria, seguiremos esta charla en la sacristía, ¿te importa?

– No, está bien…- la pequeña Iria jamás había sido invitada allí.

El sacerdote salió del confesionario e instó a Iria a seguirla. Iria dirigió la mirada al sagrario y se metió en el cuarto casi secreto.

Era un pequeño almacén de objetos litúrgicos, aunque también había una cocina y una mesa. Allí pasaría el padre las horas entre misas, pensaba Iria. Al fondo había una puerta entreabierta donde se veía la pata de una cama, también era parte del dormitorio del sacerdote.

-¿Quieres café, Iria? – el sacerdote sacó del armario una cafetera, café y leche.

– Ahhh… yo no quiero molestar…

– No molestas, guapa. Te pondré una taza con mucho azúcar – a la vez que decía esto el padre extrajo del mismo armario un bote cilíndrico sin etiqueta, cuyo contenido conocía bien él… Recordaba a aquél farmacéutico que se las procuró mientras él pedía algo para una ocasión aquí.

El café se estaba calentando y la cafetera bullía. Sacó también dos tazas, una más rústica y otra blanca con retazos rosas que claramente se destinaría a Iria.

Iria tomó asiento, sin dejar de observar todo alrededor de ella, era desconocido para la joven. El padre, al ver la mirada de Iria dirigirse a la habitación del fondo sintió una llamada poderosa de su imaginación, con el cuerpo desnudo de Iria tumbado en su cama, dispuesta a acomodarse su miembro… “Mmmm… no queda mucho” pensaba él, mientras miraba lascivamente a una inocente Iria que no se daba cuenta de lo ocurrido. Todo estaba planeado.

Al silbar la cafetera, el sacerdote la apartó del fuego.

-Muchas gracias Padre.

– Iria, no me llames así aquí… – decía él mientras enigmáticamente ocultaba la taza blanca y rosa de Iria detrás de su cuerpo. – No estamos en dependencia sagrada, llámame David.

– Ah… ¿señor David? Se me hace raro…

– Simplemente David, incluso.

Mientras Iria esperaba la taza del café, el sacerdote deslizó una de las pastillas del farmacéutico en la cerámica de la tacita rosa. “Al principio, con una es suficiente, las próximas veces podrás darle más, cuando su cuerpo pida cada vez más…” recordaba las palabras del profesional perfectamente. Echó encima la leche y después el café.

También echó algo de azúcar al café sin preguntar a Iria cuánto dulce quería, y con una cucharilla apretó la pastilla enigmática hasta disgregarla y disolverla en la bebida, mientras agitaba con la cucharilla para remover el azúcar y el medicamento que anónimamente suministró a Iria.

La taza blanca y rosa miraba a Iria ya en la mesa. Ella cogió el asa y dio un sorbo.

– Mmmm, está muy dulce señor David. Pero el café es muy rico.

– Me alegra que te guste, Iria – dijo el sacerdote, hirviendo de alegría por dentro al ver cómo el cuerpo de Iria tragaba su droga dócilmente.

– Iria… respecto a lo que hemos hablado, no tengo mucho más que decirte. Sólo que tu cuerpo puede aprovechar cualquier momento para hacerte caer en la trampa del sexo.

– ¿Es la prueba de la que hablaba antes?

– Sí, intuyo que puede estar cerca. Tu fe y tu determinación siguen bien vigentes, pero la prueba puede estar al caer, creo que el Señor se preocupa por ti más que nunca ahora, y debe ser por eso…

Iria se encogió con miedo y dio otro sorbo a la taza. Ante su preocupación, David añadió:

-Pero no tengas miedo, no hay nada que tu fuerte fe en Dios no pueda superar. Es sencillamente superarla para seguir siendo quien eres. Ahora, Iria, debes ser valiente, la prueba que nace de tu cuerpo no es algo que puedas evitar.

-¿No se puede evitar? – dijo Iria con un hilo de voz, que apagó con más café. Ya casi no quedaba en la taza nada…

– No eternamente, es mejor oponerse a ella y derrotarla, como sé que vas a hacer. Confío en ti y en tu valor.

Iria pegó el sorbo final a la taza y miró fijamente a David, dejando la taza vacía en la mesa.

El cuerpo de Iria empezó a asimilar el fármaco mientras hablaban. “El efecto es casi instantáneo, con unos pocos minutos de retraso…” le dijo quien se las vendió, por lo que David aprovechó para dejar las cosas claras.

– ¿Cómo te sientes?

– Emm, pues no sé, como siempre. Aunque con calor, algo de calor, no sé si es por este cuartito… – la sangre de Iria comenzaba a acelerarse y a acumularse en zonas donde su dueña no le daba la oportunidad de hacerlo, normal que la joven estuviese extrañada.

-¿Puedes describir mejor ese calor?

– Mmmm, no sé, es como un hormigueo, tampoco es calor, es como si tiemblo un poquito…

David se levantó de la silla y agarró a Iria por los hombros, mirándola fijamente.

-Corre, vete a casa. Túmbate en la cama y no dejes que nadie te moleste hasta que esa vibración se vaya.

-¿No será esto la prueba? – dijo Iria abriendo los ojos mucho, pero la mirada del sacerdote le confirmó sus temores.

– Puede ser un vago inicio. Haz lo que te he dicho y, sobre todo, sigue las indicaciones de tu cuerpo.

– ¿De mi cuerpo? ¿Y cómo sé lo que me quiere decir? – dijo una Iria cada vez más acalorada.

– Vamos, ve, lo sabrás…

David sacó a Iria del sagrario.

La joven, confusa, con el corazón latiendo a pasos agigantados y la sangre moviéndose sin parar por su cuerpo, salió casi corriendo hacia su casa…

Al llegar, no había nadie esperándola, estaba sola.

Subió a su cuarto y cerró la puerta. Se tiró sobre la cama y esperó, en silencio.

¿Qué ocurría? El corazón le latía muy rápido y hacía mucho calor, parecía un ataque de ansiedad. Incómoda, Iria decidió desprenderse de su ropa, como solía hacer cuando tenía fiebre. Se quitó las prendas: el pantalón y la camiseta quedaron en el suelo mientras una Iria en ropa interior miraba al techo, en un intento de calmarse y analizarse…

Su sangre fluía con rapidez, su cuerpo estaba en una tensión tan grande que a su mente le costaba analizar…

En ese momento, Iria se dio cuenta de que el sujetador le hacía daño. No era exactamente la prenda que cubría sus grandes pechos, como ella vería luego. Tras aflojar la presión abriendo el broche, Iria vio que la razón era que sus pezones estaban muy duros.

No era la primera vez que los notaba así, a veces también pasaba por el frío, pero esta vez estaban muy duros, como si nunca más volviesen a su estado original. Iria los apretó pero no pudo cambiar su forma. Al presionarlos, Iria sentía otra sensación que entraba en conflicto con su cuerpo… Era de alguna forma placentero hacerlo, el resto de sus sensaciones se orientaban hacia ahí. Iria tocó sus pechos de forma generosa, como si los estuviese enjabonando en la ducha.

Pero la verdadera fuente de calor era otra, cuando Iria experimentaba con sus senos se dio cuenta de que sus braguitas se sentían muy incómodas. Una simple mirada le reveló que estaban mojadas, como si se hubiese orinado encima sin quererlo.

Y al momento de retirar las braguitas, Iria notó lo que llevaba un rato sintiendo: que su entrepierna almacenaba una gran cantidad de responsabilidad sobre el estado que recorría su cuerpo. Estaba extraordinariamente sensible, lo notó al ver cómo de ella caían unos líquidos que se daban placer de solo resbalarse por su rendija femenina. Y también estaba caliente, ardiendo, pues no solo los fluidos sino también la pelvis estaba a gran temperatura.

Con sus dedos analizó los fluidos que estaban adheridos a la tela de la ropa interior. Iria vio claramente que no era pis, que tenía un tacto espeso y olía muy diferente. Sacó las braguitas por sus piernas y las dejó a un lado.

Aún seguía casi en estado de marearse por el calor y las sensaciones, pero deslizó un dedo por la rajita. Sólo con rozar la superficie, se mojó de secreciones similares a las de la prenda que habían salido inequívocamente de su interior.

Iria sabía que esto estaba relacionado con el sexo, con la prueba. “Sigue las indicaciones de tu cuerpo” que decía el padre hace unos minutos. ¿Indicaciones? Meterse en la nevera, entonces, ¿para bajar la calentura? Pero mientras pensaba estupideces, Iria sintió un estallido de sensaciones que le cegó la mente.

Había estado provocado por su dedo, que había recorrido el sexo de la joven de abajo arriba, siguiendo el flujo, hasta alcanzar una parte carnosa que coronaba la entrada, una especie de botón fibroso cuyo tamaño crecía. El rozar esa parte hacía que Iria se sintiese de una forma espectacular, como si las sensaciones desordenadas se alineasen en una sola dirección. Es más, el apartar las manos de su entrepierna le hacía caer en una momentánea frustración, como si se interrumpiese algo importante.

Temerosa pero decidida a poner fin al calor, Iria se tumbó tranquilamente en la cama, boca arriba. Con su mano seguía explorando los pliegues de su sexo, al que nunca había prestado atención nada más que para higienizarlo. El botoncito de carne se sentía realmente bien, pero los líquidos provenían del interior de la concha. Cada movimiento era tan placentero, tan beneficioso, que resultaba una locura impedirlo… Iria sentía el calor dentro de ella y en su mano exploradora, y no quería que se apagase de momento.

Curiosa, introdujo el dedo índice por su cavidad, adentrándolo y haciéndolo desaparecer entre los labios vaginales. El roce que experimentaba contra las paredes era tan bueno que le hacía retorcerse, arquear la espalda. Si con la misma mano estimulaba un poco más arriba, el clítoris transmitía una sensación sinérgica que llevaba a que Iria moviese nerviosa las piernas y a que empezase incluso a musitar gemidos.

El tierno coñito de Iria se encontraba humedecido por la excitación del fármaco, pero ahora era Iria quien revolvía la humedad e iba preparando una nueva oleada… El frote, el roce de sus dedos habilidosos era capaz de incrementar la sensibilidad de su entrepierna mucho más de lo que jamás se hubiese concebido, aquello era completamente nuevo… y completamente bueno.

Iria ya movía nerviosa un dedo dentro de su vagina virgen, aún con cuidado, pues en una acometida notó que al fondo el gesto era algo doloroso. Como sus pechos se sintieron bien antes, decidió moverlos y aplastarlos con la mano que le quedaba libre.

La temperatura que Iria padecía era tan bestial que no podía más, era como si su cuerpo fuese a arder… Y todo se focalizaba entre sus muslos, todo crecía y se multiplicaba allí. Iria sentía estar recorriendo un termómetro cuyo fin era impredecible.

Y al alcanzar un punto, todo se desmoronó.

Iria, que ya gemía en voz alta y se tocaba los pechos con una mano mientras con la otra estimulaba su vagina y el clítoris, sentía que algo se extendía por su cuerpo, que la dejaba sin fuerzas…

Una ola la recorrió mientras la velocidad de roce era máxima… Iria cerró los ojos y se concentró en el infinito.

Y pegó un grito muy alto…

Al cabo de unos segundos, Iria estaba, pero el orgasmo se había ido. Lo único que había dejado era un rastro húmedo. La mano de Iria estaba manchada de un líquido caliente y de olor penetrante. Había tanto fluido que había mojado ligeramente la cama…

Y la respiración de Iria intentaba retomar el tono normal mientras su dueña no podía creerse lo sucedido…

Al día siguiente…

Iria se reclinaba en el confesionario, con la cara entre las manos, parecía como si estuviese a punto de llorar. Frente a él el padre David escuchaba pacientemente a su creyente de siempre, que ese día parecía muy distinta.

El pecado a confesar ya no era una simple tontería, una invención estúpida de la niña, sino que por fin ese día confesaba un auténtico pecado carnal.

– Yo… ¡lo siento mucho! Pero ayer lo hice por primera vez… y… ¡lo hice hasta el final! No podía detenerme… – musitaba Iria.

El padre escuchaba con la mayor atención que había prestado a Iria en su vida. No en vano su cuerpo estaba muy receptivo, y una erección se desarrollaba en su sotana escuchando a Iria.

– El caso es que… no podía parar, mi cuerpo me llevaba al desastre y yo no podía hacer nada… Me toqué mucho, mucho, hasta que acabé empapada, chillando del placer… Me he masturbado por primera vez y no he podido oponer ninguna resistencia. ¡Me siento muy mal!

– Ey, Iria, tranquila, estoy aquí para escuchar tus pecados y elevarlos al Señor- Él, que todo lo perdona, ¿cómo no perdonará a una santa seguidora como lo eres tú? Nunca le has fallado.

Iria pareció algo más convencida con sus palabras. Internamente, quería confesarlo para olvidarlo cuanto antes, alejarse de aquella prueba de sexo y de sus vivencias…

Pero Iria tenía algo más que explicar…

– Padre, debo confesarle, además del pecado que me duele reconocer y que acabo de exponer, que estuve reconociendo mi sexo por dentro por primera vez. No sé si esto es muy apropiado contarlo aquí…

– Haremos una excepción, cuéntame – dijo el sacerdote, relamiéndose al otro lado de la cabina, donde Iria no podía ver su cara de excitación.

– Ah, bien, gracias, nada, es un momento. Estaba reconociendo mi sexo por dentro, suave, con paredes estrechas y que me daban placer… Y, bueno, encontré una zona más profunda que no era nada placentera.

Iria no podía ver cómo el sacerdote tenía ya su polla vieja pero de buen calibre en la mano mientras le escuchaba y la estaba meneando, ya estaba bien erecta.

– ¿Cómo, Iria? Explícame eso – decía el sacerdote moviendo su falo mientras la escuchaba.

– Es una especie de pared, bueno, una telita que había al fondo, justo donde ya no quise pasar más adentro… Tenía un tacto distinto al resto del sexo. La rocé y la empujé un poco con el dedo, y de inmediato me dolió al tocarla.

El sacerdote se alarmó de repente y le preguntó:

– No habrás seguido tocándola, ¿verdad?

Iria lo negó.

– No, me dolía, ya le he dicho, no volví a tocarme tan adentro. Me pregunté si eso era mi virginidad.

– Efectivamente Iria. El dolor es un signo de tu protección frente a la prueba del sexo, ten cuidado de no traspasarla. El juego debe quedar sin que esa parte se vea involucrada.

Iria asintió, aunque era difícil de comprender.

– Iria, por favor – dijo el padre – pasa de nuevo a la sacristía, cuando acabes de rezar tu penitencia. – El sacerdote David llevaba una erección que intentó disimular mientras se adentraba en el cuarto. Iria se quedó un rato arrodillada delante de un banco mientras pedía perdón…

De nuevo, la misma habitación.

Iria, sentada en la mesa, aguardaba a que el padre le preparase un café en la cocina de la sacristía. Y de nuevo, la pastilla del farmacéutico se disolvió anónimamente en el café de la creyente, en la taza con trazos rosas. El padre vertió parte del café en otra taza para él que se llevó azúcar pero no tenía la misma pastilla.

Mientras Iria tomaba el café en la taza blanca y rosa sin sospechar nada de lo que contenía, el padre volvió sobre el tema:

– No te asustes Iria, obraste bien, hay que caer en la tentación para vencerla por dentro. En ese sentido, yo te apoyo.

– Ya, pero Dios… no puede aprobar mis actos… – dijo Iria dando el sorbo final.

– Todo volverá a la normalidad muy pronto, ya lo verás.

Silencio.

Y al cabo de un rato, Iria se quejó:

– ¡Ya siento de nuevo lo de ayeeer! ¡El calor, el sexo! – se levantó de repente, alterada.

David sonrió, ahora podría iniciar a Iria perfectamente, tenía el cuarto a disposición de ambos… Quedaban minutos para desflorarla, el sacerdote bien lo sabía y casi se corre de la excitación de solo pensarlo.

-Iria… ¿te importaría…? – dijo David abriendo la puerta de la habitación.

Pero la chica salió de la sacristía como una exhalación, por la puerta que da a la iglesia y a la calle, sin mirar atrás. Solo dijo:

– Debo ir rápido… ¡Le contaré mañana!

David no esperaba que Iria se marchase así… ¿Estaba haciendo algo mal? Quería excitarla, pero que ella se quedase con él…

Aquella tarde finalizó con dos personas haciendo exactamente lo mismo pero en distintos lugares.

Una Iria sudorosa en su habitación se tocaba nerviosamente el sexo para apaciguar el calor que de él provenía, como ocurrió la noche anterior. El segundo orgasmo de la vida de Iria llegó a raudales, dejando casi paroxística a Iria, que mordía la almohada para que en casa no la oyesen pecar. La humedad manchó la mano de Iria y se deslizó por sus muslos…

Y casi al mismo tiempo, David practicaba una violenta masturbación, harto por el hecho de que la joven de piel morena se le hubiese escapado. El semen manchó el suelo de la alcoba donde tenía pensado acostarse con la tímida jovencita…

La mañana había comenzado soleada como venía acostumbrando durante aquella época. Iria ya estaba levantada y desayunaba en la mesa, el aroma a café envolvía la habitación.

Sus padres ya se habían marchado, así que desayunaba sola. Iria dirigió un momentáneo vistazo a las tazas que sus padres habían bebido hace una hora cuando se habían levantado antes que ella.

Y se quedó paralizada.

Vio la taza de su madre. Era blanca, con una filigrana rosa…

Le recordó momentáneamente a la misma taza de la que bebía café cuando el padre se lo preparó durante los dos días anteriores. No era exactamente el mismo modelo de taza, pero ello sirvió para disparar una deducción en su mente.

Curiosamente, las dos veces que se había tocado el cuerpo, producto de una excitación inconmensurable, había acabado de beber café en aquella taza, en la sacristía.

¿Podía ser una coincidencia? ¿O no?

De cualquier forma, Iria tenía algo que averiguar durante ese día.

Se preparó para ir a la iglesia a confesar de nuevo su pecado masturbatorio, y esta vez, a esclarecer algo más sobre el tema. El pijama estaba descansando sobre la cisterna del váter, mientras la joven morena giraba el grifo de la ducha y una corriente de agua templada caía sobre su cuerpo desnudo y virgen… Las gotas de agua caían sobre los hermosos pechos de la joven, donde hacían cosquillas en su piel. El agua también se deslizaba por sus curvas de infarto hacia su entrepierna… Iria, con las manos llenas de jabón, se abalanzó a frotar las partes más íntimas de su cuerpo para limpiarlas, las mismas que desde hace un par de días habían cobrado un protagonismo inesperado en aquella chica tímida y temerosa de su cuerpo.

Mientras se daba una buena ducha, Iria era incapaz de imaginarse lo que estaba a punto de suceder ese día…

De nuevo, el padre David escuchaba a Iria excitado tras la pantalla del confesionario. La creyente volvió a describir cómo había tocado su cuerpo de nuevo, presa de la excitación del momento…

– Otra, otra vez… Padre. Volví, bueno, volví a hacer lo mismo de ayer, ¡con idéntico final! Ojalá se me perdone, de verdad me arrepiento… – confesaba Iria.

Le emocionó pensar que al mismo tiempo que Iria, aquella jovencísima virgen devota, había estimulado su cuerpo, él había hecho lo mismo con el suyo. Que quizás se habían corrido a la vez. Añoraba el momento en el que ambos pueden disfrutar no sólo al unísono, sino compartiendo un mismo espacio, piel contra piel…

Era difícil para el padre David contener la dureza de su miembro mientras la escuchaba arrepentirse.

– Tranquila, chica. No pasa nada. Estás aquí para confesarte y bien arrepentida que estás… Queda perdonado.

Iria suspiró tranquila, aunque seguía nerviosa. No sólo por el pecado, sino porque ese día debía adivinar la verdad que se escondía tras el padre David. ¿Era él quien la estaba excitando, con algún juego sucio?

De nuevo, el padre le sugirió:

– Hablémoslo en la sacristía. Reza de nuevo tu penitencia, te espero allí – y salió del confesionario.

Iria, tras rezar en el banco, dedicó dos minutos más a pensar cómo se enfrentaría al sacerdote que tan bien conocía… El amable padre David, bien conocedor de las escrituras y animador de aquella parroquia, era capaz de algo tan perverso cómo preparar un café estimulante para despertar la sexualidad de una creyente…

Esperaba no equivocarse en atribuirle algo así… pero debía descubrir la verdad.

Ahora.

Iria se levantó, sus grandes pechos botaron con el movimiento. Comenzó a andar en dirección a la sacristía, y con decisión entró dentro, donde el padre le aguardaba…

David estaba muy ilusionado, quería que aquél día tuviese lugar la iniciación de Iria al verdadero juego sexual. Masturbarse ella solita seguro que había ayudado a Iria a descubrir un nuevo mundo, pero lo mejor debería mostrárselo él. En su mente no podía deshacerse de la imagen de la preciosa Iria desnuda, con su cabello desparramado en la cama de la habitación de David, con los ojos verdes color naturaleza clavados en él mientras una erección de caballo abría los virginales labios del sexo de la joven… En la imagen, con la que tantas veces se había masturbado, Iria chillaba al sentir cómo su virginidad se resquebrajaba, cómo un sexo masculino llenaba el vacío de su intimidad….

Mientras preparaba el café, se dio cuenta de que aquél día no debía escatimar en recursos. Una pastilla excitaba a Iria, estaba comprobado, pero aquél día estaba dispuesto a añadir tres o cuatro comprimidos al café de Iria, no quería dejar ni siquiera que la muchacha tuviese dudas… Iria estaría tan drogada y atontada que sería muy fácilmente manipulable…

La puerta se abrió e Iria apareció.

– Pasa, Iria, siéntate. Estaba preparando café para ti y para mí.

Iria cerró la puerta tras de sí y se sentó en la mesa mirando fijamente al sacerdote. Así que de nuevo un café…

Iria observó al padre David mientras la cafetera hervía y preparaba su taza. De nuevo aquella taza blanca con tonos rosados… ¿Echaría algo sin que ella se diese cuenta? No quería desconfiar, pero la casualidad era tan evidente… Ya eran dos días en los que acababa caliente perdida a raíz de ese momento…

La taza apareció llena de café ante Iria. Ella la observó sin decir nada, mientras el padre se servía otra para él.

Contemplaba a Iria ante la taza preparada con cuatro pastillas afrodisíacas que harían volverse loca a la pequeña. No aguantaba más, debía ser aquél el día en el cual ella cayera entre sus brazos…

Pero…

– Padre David, no pienso beberme esto.

Iria declaró con decisión, mientras alejaba la taza de ella.

– Pero… pensaba que te apetecería… – dijo David, sorprendido e incluso empezando a sudar del nerviosismo.

– Tengo razones para creer que este café está adulterado – Iria miraba con sus penetrantes ojos al declarar su postura. – No es casualidad que en dos ocasiones en las que lo he tomado he acabado… tocándome.

Silencio.

– ¿Realmente crees que eso tiene algo que ver, Iria? Estás lanzando una acusación seria ante un ministro de Dios.

– Mmm… no puedo estar del todo segura. Pero no lo voy a beber por si acaso.

El sacerdote David vio con desazón como su plan se iba al traste. Quizás había pecado de confiado, después de todo, era fácil que la chica lo pillase… No lo había pensado bien.

Pero no estaba todo perdido, pensó él.

Aún de pie, le preguntó:

– ¿Dirías que es el café el que te hace sentir ganas de caer en la tentación de caer en el sexo?

– Bueno… o quizás estar aquí. Nunca antes entré a la sacristía – admitió Iria desconcertada.

El padre David anduvo por la habitación sin dirigirse a ella. Mientras, comentaba.

– Es algo grave la acusación que lanzas contra este espacio, el cual al estar dentro de la parroquia, no deja de ser santo. Mmmm… Iria, me temo que estamos llegando a una situación de no retorno en tus recidivas hacia el sexo, y deberíamos comentarlo cuidadosamente.

-¿Eh?

Acercándose hacia la joven sentada, el padre acabó agarrando a Iria por los hombros. La chica no hizo nada por desasirse, pues se encontraba sorprendida, y más al escuchar…

– Durante estos dos días, la sensación que has sentido salir de ti y que ha acabado lanzándote al onanismo compulsivo… podría estar sólo empezando. La prueba que salió de tu propio cuerpo y que a tu cuerpo impone no puede haber acabado aún. Por tu sangre aún fluye ese deseo por seguir en el reconocimiento del sexo que no puedes evitar…

– Eso… eso no es verdad, estoy segura, sin café no volverá a ocurrir – afirmó Iria.

– ¿Segura?

Y el padre rozó con su dedo la barbilla de la joven… Un roce lento, arrastrado pero decidido, que unió más dedos y acarició con calidez la mejilla de Iria.

Su piel se sonrosó ligeramente, y sus ojos adquirieron un resplandor tenue, distinto al de unos segundos antes. La mano descansaba ahora en el cuello de la pequeña, notando como el ritmo aumentaba lentamente.

– Yo… yo no… – dijo la joven – no entiendo muy bien esto…

Miró con sus bellos ojos verdosos a David. Sus facciones de hombre ya maduro nunca le habían resultado toscas, sino que tenían el fragor del día a día, y para ella resultaba en alguien en quien podía confiar.

E Iria no pudo evitar pensar en los momentos compartidos, tantos instantes durante tantos días… De confesión, de catecismo, de acercamiento a la verdad bíblica… Iria había pasado tantos momentos en la iglesia, cerca del sacerdote David, que se sentía muy cómoda con su presencia, todo había que decirlo…

David manipulaba con cuidado a la niña, despertando en ella los sentimientos casi románticos que ni siquiera él esperaba…

Y sin casi esperar a que ella aclarase su mente, con rapidez, le robó un beso.

El primer beso de la joven Iria…

Los labios puros de Iria recibieron los gastados labios del sacerdote en ellos, imprimiendo con fuerza el sello de un deseo. Iria, aún atónita, tuvo que ver cómo entre sus labios se colaba una lengua que quería chuparla por dentro, que quería todo lo que ella guardaba en la boca. Era una sensación asfixiante en cierto sentido, pero no mala. Era su primera vivencia, y su primer beso era una tórrida exploración con lengua que la dejó exhausta. La saliva de la boca ajena inundó la suya, y lejos de ser desagradable, le pareció comprensiblemente estimulante…

El cura se separó de su doncella, que abrió los ojos lentamente. Sus mejillas encendidas y su tartamudeo revelaban el estado de Iria. Se encontraba confusa, y sentía algo similar a lo que había sentido los días anteriores…

– Ay, ¡eso ha sido inesperado! Qué vergüenza, padre, hacer aquí algo así…

El cura explicó con paciencia.

– Iria, tu deseo sexual no corresponde sino a tus dulces sentimientos, que son perfectamente explicables. Tu cuerpo plasma con intenciones carnales lo que tu mente lleva clamando ofrecer. Eso explica tus calentamientos de ayer y anteayer…

– Pero… no me parece bien esto aquí, en un lugar supuestamente santo…

– Iria, no temas. Esto no tiene nada que ver, se trata de ti, de tu lucha contra el sexo.

– …

– No ocurrirá nada que tu cuerpo no desee. Podrás controlarlo. Y controlándolo lo vencerás.

Iria miraba insegura

– Ama. Ofrécete – le aconsejó el padre.

El cura repitió el beso a Iria le gustó muchísimo más esta vez. Ella seguía sentada, pero el padre se fue inclinando hacia arriba y ella se levantó siguiéndole… Las figuras se entrelazaban, y el cura no tardó en rodear a su joven vestal por la espalda con sus brazos. La figura de Iria se pegó más al calor del sacerdote, cosa que a Iria no le pareció mal.

El propio David se sorprendió al ver cómo Iria abría su boca con libertad para recibir el beso, cómo ella se pegaba a él y – oh, sorpresa – cómo las piernas de Iria se separaban un poco, elevando la pelvis contra la sotana del sacerdote. Iria sabía por instinto lo que nunca había probado en la vida real… Sentir aquella insinuación inconsciente de la adolescente, como si quisiera ser follada de inmediato, fue excelso para el clérigo.

Tomó a esa joven escultural por la mano, y la atrajo hacia él. Le indicó que le siguiese. Iria descubrió que iban hacia la puerta del fondo.

Ambos cruzaron el umbral y se encontraron en un cuarto minimalista a oscuras: una cama, un armario y un escritorio contra la pared. Un crucifijo dominaba el cuarto. Iria se quedó algo paralizada, sin saber cómo reaccionar.

El cura, que tanto soñó con mancharse de sangre virgen de Iria en aquella habitación, por fin vería logrado su sueño.

Suavemente, el padre cerró la puerta, y sin que Iria lo advirtiese por la tenue luz, uno a uno los botones de su sotana empezaron a desabrocharse… Las manos de él la impulsaron hasta la cama, donde casi cae de no ser por reaccionar a tiempo. Se quedó sentada en ella, mirando con sorpresa a David…

David ya no tenía la sotana encima. El cura, prácticamente calvo de no ser por algún pelo suelto a los lados de la coronilla, de nariz aguileña y piel áspera, mostraba más piel que nunca. Su torso desnudo tenía una tonalidad pálida, pero de aspecto era bastante fuerte, algo que ni Iria ni nadie habría previsto. Velludo en el torso y en las piernas, llevaba un bóxer negro…

Iria jamás había visto a un hombre tan desnudo.

Y menos aún cuando él se quitó la ropa interior…

Lo que apareció lo recordó Iria como el órgano reproductor masculino de las clases de sexualidad que recibió con pudor en clase. Pero aquella imagen de un sexo débil y flacucho no se parecía a la que exhibía el cura. Era un pene ciertamente grande y de grosor considerable, que se encontraba aparentemente tieso y soportando fuerza. En su base había mucho pelo y dos testículos grandes. Daba algo de miedo…

El cura, siendo consciente de cómo miraba Iria a su sexo, preguntó:

-¿Qué sientes al ver esto?

– Mmm, aaah, yo…

El cura estaba a su lado, en el borde de la cama, el miembro erecto miraba a Iria… El padre sujetó a Iria por la barbilla, como si fuese a darle un beso. Era una muñeca en sus manos… La mano desnuda del padre se deslizó hasta quedar en la entrepierna de Iria, y señaló su pubis.

– ¿Verdad que sientes algo aquí?

Y después, tocó con decisión entre los pechos de la joven.

– ¿Y aquí?

Para a continuación besar de nuevo a Iria, pero esta vez no en la boca, sino en el cuello… Un beso dirigido a excitar al máximo la libido ya renaciente de la joven. Aspiró, lamió y por último mordió mientras Iria gemía, pero a la vez disfrutaba.

Se separó de ella y sin dilación, cogió el borde la camiseta de Iria. No hizo caso a sus débiles quejas, el cura desnudo levantó la camiseta y la sacó por los hombros, dejando el torso de ella al descubierto.

Un precioso sujetados blanco de encaje escondía los senos de Iria. Muy grandes, ya se adivinaba esta faceta cuando ella buscaba llevarlos cubiertos tras sus camisetas sin escote.

Iria se dio cuenta de que era cuestión de minutos acabar tan desnuda como David… No sabía muy bien qué hacer.

Pero el padre si parecía saberlo.

Rodeó a la chica con sus velludos y fuertes brazos y desabrochó con habilidad el broce de su sostén, y se lo retiró…

David quedó maravillado.

Los pechos de la dulce Iria eran de un tamaño inesperado para la timidez que solía lucir. Unos senos bien centrados, que tenían pinta de ir apretados en el sostén de su dueña. Liberados, lucían unos pezones de color tostado, con una aureola grande. Aparentaban estar duros…

Esa visión desató la lujuria del hombre hacia la inexperta chica cubierta solo por sus bragas. Las manos de él se abalanzaros sobre aquellos pechos descaradamente perfectos, sin que Iria pudiera casi evitarlo. Las palmas de las manos amasaban la piel de aquellos trozos de carne tan deseables para un hombre, sintiendo Iria la presión sobre su anatomía.

David jugó primero con uno, luego con otro, luego con ambos, recorriéndolos, palpándolos y apretándolos como si quisiera exprimirlos…

– ¡Aaaah! ¡Con cuidado, con cuidado! –imploraba Iria, al sentirse tan abusada.

Pero el juego era muy adictivo para el hombre que la dominaba, que quería hacer de las tetas reprimidas de Iria algo suyo. Cuando tocó los pezones oscuros de la joven comprobó que estaban bien duros como piedras, y el padre sabía muy bien que eso significaba que Iria comenzaba a excitarse, como muy bien lo había hecho drogada los dos días anteriores al tocarse. Al presionar los botones de la joven, ella se retorció disimuladamente, pero lo suficiente para que él supiese lo que ella quería internamente.

Sin dejar de manosear sus pechos, llevó uno de ellos a su boca de hombre mayor y chupó del pezón como chuparía el futuro niño de Iria. Con fruición, lamió le pezón y estiró de él marcando un poco los dientes, mientras sobaba sin parar los generosos senos.

La expresión de Iria en la cara y la dejadez de movimientos para impedirlo dejaron todo claro. Ella disfrutaba del hombre que jugaba con sus pechos, mucho mejor de lo que ella sola podría hacer… Sus pechos empezaban a emitir como chispas de calor que también reverberaban en su entrepierna, y le hacían sentir tan bien…

Se dejó hacer, se reclinó más en el lecho, con el padre mamando encima de ella, intentando extraer leche materna de sus pechos vírgenes. A cada cambio de movimiento ella se volvía loca y pedía más y más…

Se sentía sometida a presión, pero no le importaba lo más mínimo.

Quizás para aligerar la presión, mientras el padre seguía con la cabeza entre los pechos de la chica, sus manos pasaron por las estilizadas cinturas de Iria y fueron al pantalón de ella, y con habilidad, desabrochó el cinturón. Liberada la hebilla, bajó sin dificultad la cremallera y el pantalón casi salió solo de las piernas de la joven. Claro que ella levantó su trasero, arqueándose, para permitir en medio del arrebato sexual quedarse casi desnuda delante de él.

Los muslos de la joven, brillantes y bien depilados, sorprendieron al sacerdote. Eran de un vigor sorprendentemente inesperado, claro que todo estaban siendo sorpresas positivas. Debajo de sus ropajes, Iria exhibía un cuerpo de modelo que ponía mucho empeño por cubrir en público.

No pudo evitar recorrer con las manos la extensión de las extremidades bien talladas… Hasta que llegó a la braguita blanca de Iria, de aspecto infantil, que cubría con pudor la zona más privada de su creyente.

Le excitó tanto la idea de que a Iria sólo le quedase una prenda puesta, que se lanzó a la boca de la joven como un poseso. Y ella respondió, con aceptación… El beso profundo fue de tal intensidad que paralizó a ambos amantes mientras lo realizaban.

Y fue precisamente en aquel beso tan lascivo, tan profundo, cuando el sacerdote, movido por la máxima excitación, agarró el lateral de la braguita de Iria y comenzó a bajarla. Se moría de ganas de librar a la joven de su última prenda y ver su tesoro virginal…

Iria, mientras disfrutaba del beso que la ahogaba, se fijó en la estrategia y trató de impedirlo. Pero sus brazos cayeron rendidos, pues ahora el padre masajeaba la cara interna de los muslos bien tallados de ella y el tacto era también tan placentero que la joven no quiso privarse de aquello. Y fue así, con el despiste o consentimiento de Iria, cómo las dos manos con vello del padre agarraron las cintas laterales de la braguita y la bajaron suavemente, recorriendo los muslos sinuosos de ella que no parecían oponerse. Cuando el beso terminó, Iria vio con alarma cómo el padre sostenía sus braguitas entre sus manos y se acercó para oler el aroma de la intimidad de Iria que reposaba en ellas.

Una Iria totalmente desnuda yacía ahora en la cama…

Temerosa de mostrar su parte más íntima, se llevó por impulso la mano sobre el sexo.

Notándolo el padre, lanzó lejos la ropa interior de la joven y se abalanzó sobre su presa indefensa. Clavó sus brazos a ambos lados de la nerviosa Iria, quedando ella simbólicamente atrapada. La mirada de ambos se cruzó, con ella el padre parecía pedir la retirada de la mano mientras Iria imploraba no hacerlo. David dirigió una mano a su vientre y empezó a masajear cerca del ombligo, la sensación era rica para Iria… Al mismo tiempo le pasó sus torpes dedos por la fina nariz y le hizo cosquillas en su mejilla. Ensimismada Iria por toda esa delicadeza, se vio a ella misma consentir cuando el brazo portentoso de él agarró los dedos que cubrían el sexo de Iria y le hizo apartar su mano, revelando al sacerdote el secreto más protegido de su figura.

Iria sufría gran vergüenza mientras David procedió a admirar la tierna rajita de Iria, en consonancia con el resto de su ser.

Con sus dedos, palpó la superficie del monte de Venus de la majestuosa chica. Tenía una pequeña mata de vello púbico, que imaginó que la joven no rasuraba porque ni pensaba aún en mantener relaciones sexuales, ni sabía apenas lo que era aquello. Debajo de ella se encontró el preciado sexo cerradito de Iria, signo de su pureza.

Introduciendo un dedo en aquella estrechita ranura de Iria, notó la suavidad de los prietos labios vaginales. Ciertamente, tenía un coñito delicioso…

Iria, al sentir un tacto que no era el suyo en su sexo, se puso muy roja. Sus sentidos se acrecentaban… Un dedo del sacerdote se posó en su escondido clítoris, un pliegue de carne que lentamente iba creciendo, como si quisiera ser descubierto. Iria sentía las caricias en su parte más placentera como algo propio de otro mundo…

El padre bajó más la cara hacia el dulce sexo de la joven, y con sus manos separó los potentes muslos de la joven. Se deslizaron hacia los lados, dejando más expuesta la cavidad pélvica, lo cual avergonzó más a la chica al sentirse más observada. Con ambas manos, los dedos hábiles de aquel sacerdote separaron los pliegues de la entrepierna de Iria. Con resistencia, propia de un coñito inexperto y nunca explorado por una mano masculina, los pliegues revelaron el interior rosado y lleno de belleza de la joven…

– Ay, David, yo… me está dando mucho corte esto… – Iria se había puesto una mano en la cara y observaba muerta de vergüenza entre sus finos dedos la operación que ocurría entre sus muslos. A la vez sentía un calor, impulsado por el pudor, que iba a más…

– Iria, no solo eres preciosa por fuera, sino también por dentro… – decía melancólicamente el padre, mientras sus dedos recorrían las partes más celosamente guardadas de la anatomía de la niña. Se paseaban por aquellas paredes esponjosas de aspecto sano y vigoroso, hasta que tras abrir completamente su interior vislumbró la esperada membrana virginal de Iria… – Oh, mi pequeña, esto es fabuloso… – dijo tocándola con la punta del dedo.

El sostenido placer de la jovencita quedó interrumpido por un gesto de dolor en su rostro, y un gemido lastimero llegó a los oídos del sacerdote.

– ¡Ay, ay, eso es lo que me duele que le comenté!

Iria suplicaba que se detuviese, incluso llegó a apartar la mano del sacerdote del interior de su sexo. David se dejó llevar por ella mientras en su mente ansiaba el momento de tomar el himen de la jovencita para él… Parecía dolerle una barbaridad, la penetración de Iria comenzaría seguramente con dolor y sangre…

Su sacrificio debía entonces ser acompañado con un intenso placer.

Rápidamente, sin dejar reaccionar a Iria, acercó su cabeza a la rajita que se abría ante él y con un lametón, de arriba abajo, recorrió la casta abertura. Dejando su saliva en ese cascarón vestal, culminó revolviendo la lengua en círculos en torno al clítoris de la muchacha.

– Mmmmm – fue la respuesta de Iria, quien había olvidado el dolor ya.

Y allí comenzó un ritual lento y elaborado a disposición del deleite de la jovencita, quien sintió a cada segundo cómo la temperatura de su entrepierna se elevaba sostenidamente y sin pausa. A cada movimiento de la lengua, ya fuese sobre la piel externa o colándose entre las paredes sagradas de su vagina, Iria ronroneaba a placer. Sus tejidos vaginales comenzaban a sudar un extraño líquido que parecía lubricar el sexo con una nueva fragancia…

Incluso el padre, tan excitado, mientras con sus manos amasaba las generosas nalgas y comía de la deliciosa almeja intacta de Iria, se atrevió a hundir con ligereza sus colmillos en las carnes trémulas, juntando al placer emanado una sensación exponencial que llevó a Iria casi al paroxismo.

– ¡Aaaahhh! ¡Ah, sí, de nuevo, por favor, se siente tan bieeeen!

David, enloquecido por ver a la niña disfrutar del buen sexo, al verla transformada y ya lejos de la pureza que solía lucir, aumentó el ritmo de sus lengüetazos y mordisquitos dentro de los labios internos. El padre ya sentía el flujo vaginal de la joven humedecer el espacio y sabía que la gran descarga orgásmica estaba cerca. Con su lengua recogía la gotitas de líquido de la excitada joven…

Iria ya se sentía casi descontrolada, sudaba enormemente por el calor que provenía de su vulva y que ya afectaba seriamente a su cerebro. Era una sensación que ascendía, que se revolvía no sólo en su entrepierna, también en lo alto de sus pechos… Iria con sus propias manos masajeó los pechos que casi nunca tocaba por considerarlos sucios, y retorciéndolos entre sus manos se preparó para el viaje final.

La saliva se volvía a remover por obra del maduro en torno al clítoris impaciente y latiente de libido mientras un dedo reconocía las paredes vírgenes y casi rozaba el himen… El calor de Iria ofuscaba sus pensamientos, se sorprendió pensando que ojalá el dedo hubiese desgarrado su virginidad y se sacudió ese pensamiento de la cabeza con fiereza. Pero no podía ya hacer nada, era imparable…

Apretó sus senos con fuerza, tocando sus pezones especialmente firmes, mientras sintió como el máximo grado de calor la invadía, como se fundía entera…

– ¡mmmMMM! ¡Ya, yaaaaaaa! ¡Ayyyyyyyyyyy! – se deshizo entre gemidos, mientras su cuerpo lo hacía en líquidos…

De las paredes internas vaginales empezaron a emanar repentinamente chorritos de flujos que empaparon el sexo de Iria… El padre vio cómo esos líquidos de olor intenso y color brillante se deslizaban en cascada y manchaban los labios mayores y se deslizaban hacia el ano. También recorrían radialmente las ingles y parte de los muslos del deseo… era tal la humedad de Iria que pensó que la cascada nunca acabaría de brotar. Y de mientras Iria gemía sin parar disfrutando de su orgasmo…

Se tomó la libertad de lamer un poco del néctar que sólo esa chica fabricaba, excesivamente caliente, fruto de salir recién horneado de aquella virgen…

El sacerdote se mostraba más que satisfecho del resultado conseguido en el cuerpo de la fogosa joven.

La excitada jovencita seguía respirando con profundidad, exhalando aún lentamente el placer de su orgasmo, mientras los jugos vaginales de su tierno sexo salían de aquel ángel, manchando los candentes muslos de la joven del deseo…

Viendo que la dulce Iria ya se encontraba preparada, David no dudó en emprender la iniciación total de la chica.

David reconoció el valor de su noble tarea.

Él, como jardinero de Dios en la Tierra, tenía la misión en aquél momento de cortar la bella flor de Iria, la vestal más pura que había florecido jamás.

Sin dilación, su duro miembro apuntó contra la vagina de la joven. Iria, con sus ojos bien abiertos, observó como el sexo masculino se acercaba a su intacta cavidad y al segundo siguiente sintió su tacto, el tacto del glande rozar a sus sensibles labios externos. Iria no sabía si reaccionar con decisión o con temor a aquel encuentro de órganos prohibidos…

El padre David agarró con una mano su pene para guiarlo dentro de la jovencita, suavemente lo empujaba para adentrarse entre esos labios vaginales. Iria por vez primera sintió un escozor en su sexo y, temerosa, se reclinó hacia atrás en el lecho, alejando el coñito de su invasor.

– Ay, David, yo no sé si esto irá bien, me gusta pero me duele al mismo tiempo… – se excusaba Iria, intentando cerrar sus piernas para proteger su estado virgen.

David comenzaba a impacientarse, debía desvirgar cuanto antes a Iria para evitar su reticencia.

Se echó encima de ella, palpando uno de sus pechos con suavidad mientras acercaba sus labios a su boca y la besó de forma muy romántica. Acabó mordiendo ligeramente el labio inferior de Iria, lo cual emocionó tanto a las células nerviosas de la adolescente que cerró los ojos para disfrutar más de esa sensación, al tiempo que su pezón era presionado y retorcido…

Mientras, el sabio padre tomó a Iria por la parte inferior de sus impresionantes muslos, y frotándolos con decoro los hizo suyos. A su voluntad agarró los muslos de la provocadora Iria y los separó cuidadosamente pero sin opción a resistirse por parte de ella, con lo que su sexo quedó de nuevo expuesto. Dejó caer el peso de sus velludas piernas para inmovilizar las piernitas de Iria, para que la mujercita no pudiese de nuevo cerrarlos…

La portentosa polla del sacerdote quedó de nuevo enfilando la conchita cerradita. Hábilmente, el padre dejó caer el miembro sobre el clítoris de la joven y lo empujó en movimientos muy pausados, que hicieron que Iria experimentase las ricas sensaciones que sintió antes al ser estimulada. Casi inconscientemente, la pelvis de Iria se levantaba como queriendo besar al miembro viril que le daba placer. David notó que era el momento de penetrar a la joven.

Siendo ya consciente de la estrechez del conducto virginal de su compañera de cama, procedió a separar con sus torpes dedos la entrada de la entrepierna femenina. Los carnosos labios se abrieron al máximo por culpa de la fuerza ajena ejercida y la tierna intimidad rosadita de Iria quedó expuesta. Al fondo la telita del himen se acomodaba entre tejidos vaginales aún vírgenes y de aspecto delicioso.

El glande nervioso y duro del sacerdote se introdujo entre la conchita abierta y empezó a presionar las paredes vírgenes mientras se hacía sitio dentro de Iria…

La casta jovencita notaba como su sexo era invadido por primera vez y por un órgano sexual demasiado grande. A medida que los centímetros avanzaban dentro de ella, la vagina, cerrada por costumbre, se contraía no sin dolor…

– Ay, David, esto me está escociendo… – exclamó Iria…

El miembro tenía dificultades para ensanchar el sexo de la niña a su paso, pero el sacerdote no tembló ni pausó su avance. La humedad de la chica ayudaba ligeramente a la invasión. La gruesa verga arrasaba la pureza de Iria y se acomodaba en su cálida vagina, hasta que topó con la ya conocida resistencia de la inexperta Iria.

La jovencita, al sentir que el pene que la abría por dentro llegó a la zona más sensible, no pudo evitar un gemido de sufrimiento:

– ¡Ayyyyy! Señor mío, ¡eso es doloroso!

– Sshhh, mi querida Iria… – le intentó calmar el excitadísimo padre David. – Como bien habías descrito, he llegado ya a la parte que confiere fuerza a tu voluntad. Tranquila, Iria, tu virginidad resistirá al sexo porque tu pureza siempre ha sido ejemplar…

Nerviosa, con los tejidos de la vagina separados al máximo dado el grosor de la verga y la virginidad siendo presionada, Iria miraba a David con gran sufrimiento:

– No, no te entiendo… David… Por favor, me está haciendo daño… Para – decía mientras se retorcía. Pero el hombre tenía bien agarrado el cuerpecito de la joven y no permitía que su miembro dejase de tocar su himen.

– Esta zona que te produce dolor intenta protegerte del deseo carnal, es fuerte, como lo fue la virginidad de la Virgen María, que nunca desapareció. Tú puedes ser así de resistente también, cariño, tu himen resistirá la tentación…

– Ayyyy, no sé, yo no estoy segura, sólo sé que me está doliendo, como si me fuesen a cortar… – dijo Iria con una expresión poco agradable en su cara de niña.

El roce del miembro contra la telita sagrada de Iria era cada vez más pronunciado. Con sorpresa, el padre recordó que en su juventud, en las pocas ocasiones que tuvo de acostarse con nenas vírgenes, nunca había encontrado un himen tan fuerte, tan difícil de romper como el que Iria presentaba…. Pero para ser sincero, tampoco había encontrado nada igual a Iria: ninguna chica era tan pura e inocente, ni tenía tan buena figura como esta virgen.

El cura no podía aguantar las ganas que tenía de desvirgar a esa tierna muchachita, más aún tras echar una nueva ojeada a su anatomía desnuda: unos pechos grandes y pesados, unos muslos bien jugosos a juego con unas nalgas respingonas y un conejito cerradito e intacto; un cuerpo cubierto con la exótica tonalidad de piel de Iria, una preciosa tonalidad tropical bañando en ébano su cuerpo y coronado con una carita angelical que parecía esculpida.

Y no pudo más, empujó con todas sus fuerzas contra la membrana virginal de Iria. Agarrándola de las nalgas, penetró con un embiste furioso el resistente himen de su fiel devota.

Los ojos verdosos de la dulce Iria se abrieron al máximo al sentir el brutal empuje contra su profundidad virgen. El intensísimo dolor era un eco por todo el cuerpo de Iria, la lucha contra el miembro era en vano. La joven chiquilla sentía cómo en su entrepierna la delgada membranita era resquebrajada, como sus tejidos virginales estaban cada vez más rotos…

El miembro por fin venció la resistencia del himen y empujó hasta el fondo del conducto vaginal.

El himen de Iria había sido desgarrado.

-¡¡¡NooooooooOOOOOO!!! ¡¡AAAAAAAAAHHHHH!! – se quejó Iria en un grito estruendoso.

La polla ya intentaba introducir sus últimos centímetros en la desvirgada vaina de la adolescente. Los restos del bien cuidado himen de Iria dieron paso a un sangrado lento que fue cubriendo la vagina y el miembro que la asolaba por primera vez.

– ¡aaaaaaAAAAAHHH! – gritaba Iria, con sus verdes ojos llorosos y rota por el dolor – Maldito seas, me duele… ¡¡¡me duele tantoooo!!!

Mientras la polla se había introducido totalmente, las pelvis masculina y femenina quedaban pegadas y el sexo del varón chocaba contra el fin de la desflorada vagina, haciendo más daño a la joven al herirle las puertas del fértil útero.

Su espalda se arqueó y de sus ojos cerrados con violencia salieron lágrimas. Iria era consciente de que en ese momento su coñito había quedado destrozado y sentía como la sangre caliente le brotaba.

– Tranquila, Iria, tranquila, mi niña… – decía un ilusionadísimo David, desvirgador oficial de la creyente más joven de la parroquia. – Tu cuerpo no ha resistido la prueba del sexo… Pero vamos a hacer que quede satisfecho. Mmmm, mi dulce niña, qué placer el desvirgarte, que sexo más apretadito tienes…

Iria entre sollozos se revolvía en el lecho de consumación. Entre sus piernas, el grueso mástil que la había estrenado le hacía daño, paralizando sus sentidos. El himen, aquella membranita divina que no pensó perder tan temprano, se había ido, con no poco sufrimiento, a manos de un párroco, ni más ni menos.

Y la firma de aquél acto era patente. A medida que David extrajo con dificultad su polla del pequeño coñito de Iria, arrastró una fina capa de sangre virgen que salpicó la sábana del lecho coital. Una mancha que quedaría para siempre en el lugar santo donde se desvirgó a una tierna muchacha, una sangre que el sacerdote tocaría todas las noches para recordar cómo él fue el que sacrificó la virginidad de la pequeña y tímida feligresa…

Al ver Iria como el sacerdote se separó de su cuerpo de deseo, de su pubis vio nacer el descomunal miembro que le causó dolor con algo de sangre en él y la joven emitió un sonido quejumbroso.

Sin dejar que se quejase más, David acercó su boca a la tierna boquita de Iria y la besó suavemente. Para su sorpresa, ella le aceptó casi sin rechistar… Y en el baile de labios y lenguas, David amasó los generosos senos que la Naturaleza le dio, y sintió la tersa piel de Iria excitándole siempre hacia el infinito. Los pezones no habían perdido la dureza que también conservaba un miembro que avanzó de nuevo entre los carnosos labios vaginales…

La chica sintió que el sexo ocupaba de nuevo su feminidad, y se resintió un poco. Pero hasta ella sabía, y quería sentir, que de todo ello debería salir algo bueno. Sus apretadas paredes vaginales sufrían por algo que debía merecer la pena.

El sacerdote puso ambas manos en las caderas sinuosas de Iria, como si la fuese a cabalgar.

Con gran sorpresa, la posición cómoda hizo que su miembro abandonase el sexo de la joven para volverlo a abrir. Martilleaba el cáliz aún inmaduro de la joven desvirgada con mucha habilidad…

– Ay, por favor, ¡por favor! –gemía Iria, suplicando que se detuviese.

– Iria, poco a poco, irás acostumbrándote… Ya verás – dijo el padre sin dejar de moverse dentro y fuera de la joven con expertos movimientos de cópula…

El roce del miembro viril contra las paredes vaginales aún escocidas de la joven no mejoraba el dolor interno de Iria. A cada embiste, con una fuerza que imprimía potencia en las caderas de ella, el cuerpo de Iria era empujado casi contra el cabecero de la cama para bajar de nuevo, a gusto de su amante. La repetición de movimientos dejaba a Iria casi sin aliento, no podía hacer nada contra aquella fuerza bruta que la asfixiaba contra la cama.

Pero, de repente, Iria comenzó a sentir un calor que nunca antes había experimentado… O al menos nunca antes de empezar a tocarse esa semana. De su entrepierna taladrada rítmicamente empezaban a surgir ciertas sensaciones que la invadían, sensaciones que acompañaban a cada empujón y no eran ya tan dolorosas, sino que incluso empezaban a ser placenteras.

Las paredes vaginales de Iria ya no se resentían tanto, pese a ser estrechas y prietas se iban poco a poco ensanchando con el paciente trabajo de David, es como si ya dejasen deslizar sin oposición a aquel miembro masculino que estaba cambiando la concepción del cuerpo de Iria. A cada empujón del corpulento sacerdote, el cuerpo de Iria recibía la fricción del miembro y el choque en el útero con sensaciones cada vez más lejos del dolor. El ritmo que imprimían a su pelvis empezaba a ser comprendido por el cuerpo de la inexperta niña, y se sorprendió anticipándose a las embestidas de aquel miembro, intentando que la vagina profundizase más, ayudando a la penetración a alcanzar la plenitud dentro de ella.

David notó que la recién estrenada putita ya comenzaba a comprender y a compartir el juego.

Iria, llevada por el impulso, cerró sus bellas piernas en torno a la espalda de su amante, confirmando así que no quería escaparse. Los preciosos muslos de la nena chocaban contra la piel velluda y tosca de aquel sacerdote salido que con sus potentes brazos estrujaba las caderas de la delicada chica, en los intentos de meterle el miembro más y más adentro en cada follada.

Iria tenía las piernas bien abiertas para facilitar la penetración y recibía con ilusión cada uno de los embistes de su follador. La zona pélvica de la joven se contraía y se estiraba de una forma perfectamente elástica y la vagina ya se había acostumbrado casi por completo a la huella que dejaba en ella el portentoso miembro tras cada zarandeo del sacerdote.

Y mientras todo eso ocurría, mientras la habilidosa forma de hacer el amor iba causando estragos en la mente y en el cuerpo de la joven, Iria comenzó a experimentar un placer delicioso, semejante al que había sentido al tocarse los dos días anteriores pero elevado al infinito.

– ¡Ah! ¡Ahhhh! – gemía la nena sin quererlo evitar.

Quizás fuera por el olor a hombría de David, por lo corpulento de su cuerpo, por sus movimientos… David escuchó con delicia los chillidos de la joven sometida a él y su cara de placer, que comenzaba a asemejarse a la de las mujeres adultas sexualmente libres.

– Mmm… Iria, me encanta oírte y verte con esa cara – decía David mientras Iria se mordía el labio inferior y se agarraba a las sábanas fuertemente con sus puños.

El sexo seguía bien duro para la inocente jovencita, que no tardó en excitarse más de lo debido.

Sentía la sangre correr a raudales por sus venas, su sudor mezclarse con el intenso olor corporal de él, la boca de él de nuevo chupando uno de sus pezones… Y la sensación tan exquisita que estaba a punto de desbordarse por su entrepierna, ya casi ciega de dolor y de placer y penetrada con ansia por el perverso eclesiástico.

En la cálida vagina de la adolescente, la sangre virgen se mezclaba con el líquido preseminal de aquél miembro, y una nueva humedad femenina estaba también cobrando mucho protagonismo…

Iria tembló entera, de pies a cabeza, al ser invadida por la inminencia de su orgasmo.

– ¡¡Siiiiiiiii!! –echó la cabeza hacia detrás como loca – ¡AAAAAAHH! ¡Dios, síiiii!!!

El interior de su vagina secretó un jugo lubricante en grandes cantidades mientras Iria no paraba de gemir de placer. El padre David recibió con inmenso deseo la corrida de Iria, fruto del buen trabajo sexual que estaba tallando en ella. Sintió como se escabullía entre su sexo y el de ella y llegaba a cubrir las pelvis de ambos con un fluido caliente, tanto como la temperatura de ambos.

Aún durante unos cuantos segundos Iria permaneció jadeando, cerca de la inconsciencia, mientras el miembro devoraba su intimidad, deseo de expulsar también otro preciado líquido en esa mezcla ardiente…

Ya el padre David sentía que no podía seguir taladrando eternamente a la hasta hace poco intacta Iria… Comenzaba a sentir cada vez más ese intenso calor que indicaba que llegaba al máximo.

– ¡Aaaahhhhhhhh! ¡Pequeña Iriaaaaa! Yo ya noooooo…

Iria, que sentía como las invasiones a su feminidad eran cada vez mayores, con movimientos más rápidos que la clavaban contra la cama, no tuvo reflejos ni fuerza para impedir la invasión final a su sexo…

En la cabeza del padre David, el pensamiento de que no debería dejar embarazada a Iria pasó con fuerza. Su mejor creyente, la chica más pura que había conocido, la joven más inocente… Pero al quedar opuesto el respeto hacia la imagen angelical de Iria con la imagen real en esos momentos, esa chica de piel y pelo oscuros desnuda siendo follada por primera vez con una tremenda sonrisa al sentirse estimulada; y, más aún, sentir en sus venas el deseo orgásmico inmediato, el padre no pudo respetar a su fiel creyente.

Tras tres durísimas estocadas que dejaron casi rota la pelvis de Iria, mientras la polla casi violaba el útero sagrado de la adolescente, el padre anunció su final:

– ¡Iriiiaaaaaa! ¡AAAAHHH! ¡Toma mi leche amoooor! ¡¡AAAHHHH!!

La gruesa polla, clavada hasta lo más profundo de la intimidad de la joven Iria, alcanzó su mayor grado de temperatura antes de retorcerse y convulsionarse mientras la carga se almacenaba en su glande. Y de la polla del cachondo sacerdote salieron disparados varios chorros densos de semen, que con una rapidez que sólo mueve el deseo, impactaron contra las paredes vaginales ardientes de Iria y se colaron por la cavidad que lleva al útero.

– ¡¡Aaaahhh!! ¡NOOOOO! ¡Dentro de mí nooooo! – protestó Iria al sentirse llena de leche de macho, en contra de su deseo. Recordó esas clases de educación sexual que recibía con pudor, donde se hablaba del semen del hombre que fertilizaba a las mujeres…

El útero de Iria se vio mancillado por la mezcla de esperma que entraba sin parar dentro de ella. El líquido manchó la anatomía intacta de la jovencita, una densa masa que fluía sin cesar por el inexplorado laberinto femenino y a cada centímetro humedecía el terreno fértil de Iria, acompañada de un sofocante calor que sólo puede provenir de un esperma bien expulsado. Mientras, la polla en éxtasis seguía soltando líquido, vaciándose entera en las profundidades de la cristiana, sin dejar de oírse las blasfemias producto de la excitación que sufría el sacerdote…

Finalmente, la eyaculación acabó, y el jadeante padre David dejó caer su extenuado cuerpo encima de la frágil figura de su discípula. La desvirgada jovencita de piel bronceada era víctima de una mezcla de sensaciones: la polla seguía dentro de su cavidad sexual, aunque empezaba a perder vigor; el corpulento padre aplastaba su cuerpo pero a la vez ella se sentía muy cómoda con su contacto, de su maltrecha vagina salía un reguero prohibido de sangre que había dejado paso a una cascada de placer sin límites. Y cómo olvidar que la habían llenado por dentro con una espesa crema masculina que ardía como el demonio y abrasaba su cáliz, que era la sustancia bioquímicamente responsable de la fecundación de las mujeres en edad fértil como ella; pero a la vez era para Iria todo un gozo sentir esa semilla como parte de ella, jamás se había sentido tan satisfecha en su aburrida vida…

– Aaaaaahhh – suspiró Iria, dejando exhalar el placer.

El sacerdote la oyó y procedió a besarla, los labios de esos dos cristianos se enlazaron en un mórbido beso que perduró casi un minuto.

El cuerpo del sacerdote se irguió sobre la joven desflorada, y el miembro, surcado de líquidos sexuales, salió de la ahora destrozada vagina santa de Iria. Ella notó como en su entrepierna había una danza de fluidos que interactuaban con su anatomía, y advirtió como empezaban a deslizarse suavemente hasta aparecer por el exterior de su sexo, en una especie de cascada. El semen que el sacerdote había soltado dentro de la exuberante creyente se dejó caer sobre las sábanas, justo al lado de las manchas frescas de sangre que indicaban cómo Iria había sido una chica virgen hasta hace bien poco…

– Mmm Iria… yo tenía razón, eres puro deseo…

Iria escuchó esas palabras y de repente recordó todas sus reacciones encadenadas durante el encuentro, y también las de los días anteriores… El sexo había atacado a Iria y la había vencido, pero a ella no le importaba lo más mínimo en ese momento.

– Dios… digo, padre David, o sea… David… te quiero – dijo casi sin darse cuenta.

Su cuerpo se sentía genial, había tocado el cielo en la Tierra. Es como si un cambio brusco hubiese cambiado su mente para siempre…

Mientras Iria cavilaba mirando hacia el techo, David agarró su miembro, del que se sentía orgulloso por haber roto el himen de la hermética Iria, y lo notó pringoso de su esperma. Acercó el pene aún algo duro a la cara de Iria, mientras con otra mano tocaba un pecho de la joven, deleitándose con su tamaño.

– Iria, amor, abre la boca. Límpiame, y siente el sabor que ahora discurre por dentro de ti…

A Iria ya nada le parecía extraño.

Seguía tumbada, así que levantó su cabeza. Sin dejar de mirar a su sacerdote con sus ojos verdes de mirada penetrante, la jovencita abrió la boca para acoger el sexo que se le ofrecía. Sus labios se abrieron al máximo y el glande entró dentro de su cavidad, la lengua saltó curiosa a lamer al invasor de carne…

El sabor que recubría al miembro humedecido tras la penetración llenó la boca de Iria en pocos momentos. El padre retiró el miembro para ver su reacción.

Iria mezcló el intenso sabor a semen y algunos rastros de sangre que ahora estaban en su boca con su saliva, y tragó la mezcla. Mirando a David, le dijo:

– Es extraño… es raro beber tu… bueno, aunque… – confesó una Iria con la cara enrojecida, en parte por la vergüenza, pero también por la excitación.

– ¿Es de tu gusto? – pregunta él, mientras su miembro recobra una poderosa erección…

– Sí… es algo dulce, no sé… me gusta beberlo…

Sin dejarle continuar, el maduro David agarró a la joven Iria por las sienes y atrajo su cabeza a su lanza.

Iria abrió obediente la boca para acoger el sexo… Lo notó duro como una roca, la misma sensación que sintió al tenerlo entre su piel íntima cuando le había rasgado el sexo. Los labios se cerraron sobre la polla, y la joven sintió como si aquella verga fuese excesivamente grande para su boca, si David seguía introduciéndola llegaría un momento en el que no entraría más… Por ello, cuando topó el inicio de la garganta, Iria tuvo una arcada que el sacerdote vio con disgusto.

– Tranquila, Iria, estás aquí para aprender, cariño… Poco a poco, chúpala con tus labios y tu lengua, y deléitate también con mis testículos…

Iria comenzó el proceso de aprendizaje por ella misma. Descubría con sus sentidos los misterios de aquél órgano largo y de grosos considerable, surcado de venas y que resistía con gran dureza. Con sus dedos de yemas suaves recorrió la extensión y lo abrazó con el puño, agitándolo incluso. Notaba cómo el órgano palpitaba, tenía vida, y su dueño gozaba con cada sacudida. Bajó la otra mano hacia la zona de la base, llena de pelos rizados donde encontró dos testículos grandes, que con sus dedos podía palpar, y se atrevió a agarrarlos. Su tacto era esponjoso… Iria escuchó a David decir que se cargaban de semen para liberarlos por el miembro cuando la excitación fuese suficiente.

Iria se metió el sexo del sacerdote en la boca y lo recorrió con su lengua, de arriba abajo. El calor que desprendía aquella polla iba cada vez a más. Notó una sensación extraña al acaparar tanta extensión de la polla en su boca, y cuando casi llega hasta los pelos de la base sintió de nuevo que no le entraba toda, de manera que se dedicó a recorrerla de forma exploratoria, entrando y saliendo de su boca al tiempo que ella tocaba con la lengua la piel de la herramienta que la desfloró. No dejaba de revolver los testículos durante la operación.

El sacerdote, que se había dado cuenta de la pericia de Iria pese a ser el primer pene con el que jugaba, estaba maravillado. Su excitación volvía tan vigorosa como se había ido hacía unos minutos… Tener a aquella inexperta Iria comiendo tan ricamente su sexo le hacía enloquecer, nadie hubiera dicho que era la misma chica pudorosa y estúpidamente cerrada que acudía cada día a la iglesia.

Iria ya había encontrado cómo ella disfrutaba más agasajando el miembro: mientras retorcía los testículos con una mano con la otra se servía de apoyo para hacer que el miembro entrase y saliese de su boca hasta la mitad, de una forma rítmica. Su lengua servía para recorrerlo en círculos a la vez que la saliva se agolpaba y se vertía por encima de aquella barra de carne. A cada segundo que pasaba estaba más caliente el miembro – y también la propia Iria -, y su propietario comenzaba a producir unos gemidos cada vez más audibles y penetrantes.

Incluso la polla se empezaba a convulsionar como loca. Su propietario no tardó en dar un gemido y una indicación:

– ¡¡Yaaaaa me vengo, Iriaaaa!! ¡Trágateloooo!

De nuevo, el miembro del cura explotó por culpa de Iria. Esta vez fue tan rápido que la sorpresa de la chica fue mayúscula, la explosión de esperma se produjo en la boquita de Iria de forma casi inmediata. Al momento estaba llena de semen denso que salía sin detenerse del orificio de la polla que aún seguía entre sus labios. El esperma mojó sus dientes, su lengua, con un sabor intenso y una temperatura por encima de la esperada.

Cuando el semen se resbaló por la garganta, Iria casi tose desesperada, pero el cura levantó su barbilla para impedirlo. Una vez hubo acabado de verter la semilla en la boca de su fiel, David sacó el miembro y admiró la expresión de Iria. Su cara era de sorpresa pero también de regocijo, su boca entreabierta estaba rellena a presión de semen y su lengua nadaba entre el mar de lefa.

Y cómo olvidar esos preciosos ojos verdes, que brillaban por el deseo ardiente…

En un gesto de agradecimiento sin palabras, Iria, sin dejar de mirar a la cara del desnudo padre, tragó el líquido… Lentamente, se fue deslizando por su garganta, dejando el sabor a hombre en su tracto digestivo. Cuando se lo tragó aún quedaban restos espesos en su boca, y el olor se sentía dentro de ella…

– ¡Ayyy!, es tan rico… – dijo Iria, sin dejar de gozar….

El padre cayó por cansancio, pero también por locura de alegría, sobre la cama, al lado de Iria. ¿Era posible que un ángel tan recto y puro albergara tal nivel de lujuria? Iria comenzaba seriamente a disfrutar y a amar cada parte del sexo que el sacerdote le ofrecía.

El padre rodeó con su brazo peludo el torso de Iria y lo atrajo hacia sí, en un abrazo. Iria respondió positivamente al gesto, introduciéndose por debajo hasta quedar tocando con su cuerpo desnudo el torso del sacerdote. Junto a él todo se sentía tan bien… No era solo su cuerpo, sino también su mente la que se relajaba, ambas estaban en perfecta comunión y sintonía.

El olor a sexo asfixiaba la habitación, y las respiraciones aún alteradas del maduro sacerdote y la adolescente no acababan de apagarse mientras se fundían en un cálido beso. La saliva de ambos se intercambiaba de boca gracias al movimiento de sus lenguas…

Y una vez más, el padre David, insaciable, recorrió el cuerpo de la nena con sus dedos, sin dejar de sorber la boquita tierna de Iria. Los turgentes pechos de ella descansaban cómodamente en el pecho del sacerdote, y los muslos depilados comenzaban a la altura del ombligo de él. David, ya buen conocedor y casi poseedor de Iria, escurrió su mano por la entrepierna femenina, buscando el acceso al tesoro de aquella pequeña mujer. Con la otra mano agarraba fuertemente una nalga perfecta de Iria, moldeándola y sintiendo todo su volumen y su grosor.

Iria, que ya ronroneaba, como musitando lo que quería que hiciese David, acogió con gran aceptación que sus dedos viriles se adentrasen en su todavía excitado coñito. El movimiento del cura, de hurgar en el sexo de la jovencita mientras excitaba su clítoris, arqueó la espalda de Iria y llevó a que separase las piernas, preparándose para otra oleada de placer…

En lo alto de la pared, una figura de madera muda observaba el acto. La cruz mantuvo su neutralidad sobre la imagen que transcurría en la habitación, inerte frente a aquel padre descarriado que buscaba la excitación del cuerpo de una feligresa muy joven, impávida ante la sangre de la desvirgación que seguía patente en las sábanas del juego sexual…

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Relato erótico:” Teniente Smallbird 1ª parte” (POR ALEX BLAME)

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Sin títuloEl apartamento estaba en un viejo edificio de los años setenta medio roído por la aluminosis. El detective Smallbird subió las escaleras lentamente odiando cada cigarrillo que había fumado esa mañana.

El sargento Smallbird era bajo, delgado, de tez oscura y abundante cabello negro siempre engominado. Como siempre, vestía unos vaqueros, una camiseta por la que asomaba una cadena de oro y una chaqueta de cuero negro que siempre llevaba encima.

Cualquiera que le viera por la calle, caminando a pasos cortos y rápidos, con esas piernas cortas y ligeramente arqueadas y la mirada perdida, no repararía en él, ni sería capaz de describirlo, pero si esos ojos castaños se enfrentaban a un detenido o interrogaban a un testigo se volvían agudos e inquietantes.

La puerta del apartamento era de contrachapado y podía verse un gran agujero dónde uno de los miembros del servicio de emergencias la había pateado para acceder al inmueble.

El piso era tan oscuro y deprimente como el resto del edificio. Los muebles eran baratos y estaban gastados por el continuo uso.

—Hola Juan. —dijo el detective Smallbird—¿Han llegado los de la científica?

—Buenas noches teniente, —respondió el agente que hacía guardia a la puerta—acaban de llegar ahora mismo, el forense está haciendo el examen preliminar del fiambre. Tiene mala pinta.

—¿Quien encontró el cadáver?

—Aun no lo sabemos sargento —dijo el agente sacando un block de notas—A las seis de la mañana, emergencias recibió una llamada diciendo que había un cadáver en esta dirección. La llamada fue hecha desde una cabina telefónica que hay unos pocos números más abajo…

—Debía de ser alguien que vive por aquí. Apenas quedan cabinas telefónicas y no todo el mundo sabe dónde encontrarlas —dijo el sargento pensativo.

—…La operadora que atendió la llamada dijo que la voz estaba enmascarada y que ni siquiera pudo distinguir si se trataba de un hombre o una mujer. La grabación ya está en el laboratorio y me he encargado de que le envíen una copia a su correo electrónico.

—Muchas gracias Juan. ¿Qué pasó luego?

—Nosotros éramos los que estábamos más cerca y cogimos el aviso. Cuando llegamos a la puerta estaba cerrada con llave. LLamamos al timbre y no contestó nadie. Ante la sospecha de que pudiera haber alguien muerto en el interior tiramos la puerta abajo de una patada y Márquez y yo entramos en el piso.

—Encontramos el fiambre en el suelo del salón con múltiples puñaladas y en medio de un enorme charco de sangre.—continuó el agente— Registramos la casa y en cuanto nos aseguramos de que no había nadie más, nos retiramos al pasillo y llamamos a la central.

—Buen trabajo. Ahora que ya estamos todos aquí, ¿Por qué no vais preguntando a los vecinos a ver si han visto u oído algo sospechoso?

—De acuerdo jefe.—dijo saliendo de nuevo al pasillo y llamando a su compañero a grito pelado.

El sargento Smallbird se puso unas calzas y unos guantes para no contaminar el escenario y entro en el salón que olía a sangre y a esfínteres relajados.

El cadáver estaba tumbado boca arriba cosido a puñaladas y en un gran charco de sangre.

—Hola Fermín, ¿Qué opinas?—preguntó a un cincuentón barrigudo que estaba aculillado examinando el cadáver.

—Que si llego a saberlo me pongo pantalones de pescador.

—Ahora en serio. —dijo el detective desenvolviendo un chicle y mascándolo con furia.

—Varón blanco, caucásico, mediana edad, sobrepeso, por la indumentaria la higiene no era su mayor virtud.—respondió el forense señalando la camiseta de tirantes y los calzoncillos sucios.

—Ya veo ¿La causa de la muerte?

—Yo descartaría las causas naturales. Llevaba contadas cincuenta y seis puñaladas hasta que llegaste. Ahora voy a tener que volver a empezar otra vez. ¡Joder!

—Lo siento Fermín. Tiene pinta de algo pasional.

—Las múltiples puñaladas así parecen indicarlo pero hay algo curioso que me inclina a no descartar otro móvil. Las puñaladas fueron dadas a intervalos de tiempo, en ocasiones bastante largos.

—¿Cómo lo puedes saber?

—¿Ves estas primeras en los brazos y las piernas? por las manchas de sangre se puede ver que sangraron profusamente y hay respuesta inflamatoria, mientras que las del tronco apenas sangraron y más de la mitad de las heridas fueron claramente realizadas post mortem como puedes ver por la ausencia de sangre en las heridas.

—¿Quieres decir que el asesino se pasó toda la noche arreando cuchilladas a la victima?—preguntó Smallbird sorprendido.

—Yo calculo que, por la diferencia entre los cortes perimortem y los últimos realizados postmortem pasaron al menos doce horas. Sabré algo más cuando le haga la autopsia.

—¿Me puedes explicar cómo un tipo se dedica a cortar en finas rebanadas a la víctima sin que esta haga el más mínimo movimiento o despierte a nadie con sus gritos?

—Lo único que se me ocurre es que le drogaran pero no lo sabré hasta que tengamos el informe de tóxicos dentro de un par de días.

El detective se agachó y observó el cadáver. Inspeccionó muñecas tobillos y comisuras de la boca sin encontrar rastro alguno de ligaduras o mordazas.

Los ojos castaños y porcinos parcialmente velados por la muerte le miraron inexpresivos. El cadáver, casi desnudo como estaba, no le aportó ninguna información más y dio una vuelta sobre si mismo observando la habitación.

Aunque la mugre y el desorden reinaban por todo el piso, no parecía que nadie hubiese rebuscado algo entre su contenido. En una esquina había un televisor apagado y una PlayStation 4, que era lo único que parecía moderno y limpio en toda la vivienda. Al lado del televisor había una pila de juegos y un disco duro.

Se acercó a una mesa baja que el asesino había apartado para poder tener más espacio para manipular a la víctima. Con cuidado apartó los envoltorios de pizza congelados y las latas de cerveza estrujadas hasta encontrar un cenicero, las llaves de un Opel y una cartera de cuero sobada y llena de manchas de grasa.

Smallbird abrió la cartera. En el interior había treinta euros, un par de tarjetas de débito, un resguardo del euromillón y un DNI y un carnet de conducir a nombre de Alex Blame. Examinó el carnet con atención; el fallecido era varón, cuarenta y un años, nacido en una pequeña población de Ávila e hijo de Pegerto y Obdulia. La cartera no le aportó más pistas así que la dejó en su sitio para que los de la científica la embolsasen y la etiquetasen. Siguió buscando en la mesa pero no encontró nada más.

En la esquina contraria, al lado de la ventana, había un escritorio con un ordenador formado por una pantalla tft de veintidós pulgadas y cuatro torres conectadas por un complejo sistema de refrigeración líquida que se podía ver a través de la carcasa transparente. Lo encendió y el sistema se inició sorprendentemente deprisa mostrando una ventana dónde pedía una contraseña. Smallbird se sintió tentado pero al final desistió de pulsar ninguna tecla.

Lo que estaba claro era que el móvil no había sido el robo. El asesino no había tocado la cartera ni el ordenador que tenía pinta de ser de bastante caro.

Smallbird echó un nuevo vistazo sintiendo que faltaba algo. Buscó de nuevo en la mesa de nuevo sin éxito hasta que sus ojos se posaron en el sofá. Smallbird se acercó y levantó el cojín. Debajo encontró un montón de migas, un chicle y un móvil de prepago.

Satisfecho, el detective cogió el móvil. Era un Nokia antiguo, sin internet ni GPS, oprimió un par de teclas y el móvil se desbloqueó obedientemente. Smallbird no tardó en darse cuenta de que el aparato no iba a ser una gran fuente de información. La lista de contactos estaba vacía y al revisar el registro de llamadas y sms los encontró también vacíos.

El fiambre estaba empezando a tocarle las narices. Nadie que tuviese semejante despliegue de tecnología en casa tenía un móvil como ese si no quería ocultar algo. Con una sensación de desaliento dejo el móvil dónde lo había encontrado y se dirigió a la cocina.

La cocina era una sórdida estancia alargada, estrecha, oscura y sucia. El frigorífico rebosaba de packs de cervezas mientras que en el congelador había media docena de pizzas y un par de platos preparados. El resto del mobiliario era una mesa y unas sillas de formica desgastadas por el tiempo, un fregadero lleno de vasos sucios, una cocina de gas y un microondas que tenía pinta de ser el electrodoméstico más utilizado.

El detective husmeó en la basura pero solo encontró más envoltorios de pizza y latas de cerveza. Empezaba a pensar que aquel caso iba a ser de los difíciles.

La última estancia en inspeccionar fue el baño y esta vez encontró algo. En el armarito halló toda una colección de tranquilizantes y anfetaminas junto con un frasco de viagras, todos obtenidos sin receta, probablemente por internet.

—¿Has encontrado algo ahí dentro? —le preguntó el forense cuando Smallbird volvió al salón.

—Que con su dieta y las pastillas recreativas que tiene en el baño probablemente el asesino solo adelantó su muerte un par de días. —respondió el detective con una mueca sardónica— Te mandaré muestras para ver si su origen nos da alguna pista.

—De acuerdo, yo me voy de aquí, —dijo Fermín—no hay mucho más que hacer, en cuanto el juez firme el acta mis ayudantes se llevarán el cadáver.

—No hace falta que te diga que necesito el resultado para ayer.

—De acuerdo, pero no esperes averiguar mucho más. No creo que haya sorpresas.

El forense recogió su instrumental y con un leve saludo de la cabeza a los presentes abandonó el lugar del crimen bostezando ruidosamente.

El detective echó un último vistazo a su alrededor y después de cerciorarse de que no se le olvidaba nada salió por la puerta dónde ya le estaba esperando Juan con la libreta preparada.

—¿Qué has averiguado? —preguntó el teniente acercándose al agente.

—No mucho de momento. —respondió Juan revisando sus notas— Solo hay tres vecinos en casa. Dos son jubilados, uno dormía como un cesto y no se enteró de nada, ni siquiera notó nada cuando tiramos la puerta abajo gritando y eso que vive justo debajo y el otro está sordo como una tapia. El del primero es dueño de la mayoría de las viviendas y vive en el primer piso así que tampoco notó nada raro la noche pasada.

—Por lo menos el casero te habrá informado sobre los vecinos…

—Sí, señor. —respondió el agente pasando una hoja de la libreta— El piso de Alex era de su propiedad. En la puerta de enfrente vive una chica de unos veinte años como mucho que trabaja de camarera en el bar de la esquina. Encima de ellos no vive nadie y en el piso de abajo, además del sordo, vive un matrimonio de peruanos con tres hijos. Los dos padres apenas hacen otra cosa que trabajar y dormir y los niños son aún demasiado pequeños como para enterarse de nada.

—¿Qué te dijo de la víctima?

—Veamos… aquí está. Alex Blame le alquiló el piso hace dos años y después de seis meses le hizo una oferta que no pudo rechazar. No me quiso decir más sobre ello pero por la cara que puso, sospecho que una buena cantidad fue en dinero negro. El casero dice que desde el día que le compró el piso no le ha vuelto a ver más que en contadas ocasiones. Le traen casi todo a casa y aparte de los repartidores recibe muy pocas visitas.

—¿Sabe a qué se dedicaba?

—Según él, trabajaba en casa. Alex le dijo que en algo de internet. No fue muy concreto y el casero no estaba muy interesado en el tema así que no preguntó más.

—¿Fue testigo de algún altercado o sabía si tenía algún enemigo?

—Nada de nada. Por lo que dijo el casero era un vecino modelo. No hacía ruido ni montaba fiestas o escándalos. Ningún vecino se había quejado de él. Alguno de los más recientes dudo que supiesen de su existencia.

—O sea, que no tenemos nada de nada.

—La única esperanza es que Vanesa, la camarera, haya oído algo.

—De acuerdo Juan. Buen trabajo.—dijo el detective dándole una palmada en la espalda. Termina aquí y vete a descansar un poco. El informe puede esperar unas horas.

Smallbird salió a la calle y encendió un pitillo. A pesar de que aún era temprano, la ciudad llevaba despierta un buen rato y la acera estaba llena de viandantes. Se giró a la derecha y en la esquina vio una cafetería de aspecto moderno con la fachada pintada de rojo. El detective eludió la riada de peatones que iba en dirección contraria y se dirigió al establecimiento.

Demasiado tarde para el desayuno y demasiado pronto para el vermut del mediodía encontró el local prácticamente vacío. En el mostrador un chico jugueteaba con su smartphone mientras la chica limpiaba la barra.

Smallbird apagó el cigarrillo tras una última calada, entró y se sentó en la mesa más apartada del local. La joven siguió limpiando, esperando que su compañero se encargara pero un gruñido de este le indicó que no pensaba mover el culo de la barra.

La joven suspiró y dejando el trapo sobre el mostrador, se acercó a la mesa del detective. El detective aprovechó para echarla un buen vistazo. La chica era joven y rubia con la cara redonda y la nariz pequeña. Tenía el pelo largo y rubio platino recogido en un apretado moño. Llevaba un uniforme que revelaba un cuerpo ligeramente rechoncho y se ajustaba a un culo y unos pechos realmente portentosos.

—¿Que desea? —preguntó la joven frunciendo unos labios pequeños y gruesos pintados de un rojo que le recordaban a la sangre derramada.

—Un café con leche largo y una tostada, por favor. —respondió el detective admirando el culo y las piernas un poco gruesas pero firmes de la joven camarera mientras se alejaba.

Mientras pensaba en la eternidad que hacía que no se liaba con una joven como aquella el detective se dedicó a observar a la chica trajinando con la cafetera y la tostadora. A los tres minutos volvió con un café caliente pero aguado y una tostada bastante decente.

—¿Eres Vanesa? —preguntó el detective mientras hurgaba en el bolsillo para sacar la cartera.

—No salgo con clientes ni hago rebajas a conocidos de conocidos. —Respondió ella con cara de aburrimiento.

—Detective Smallbird, de la policía. —dijo él enseñándole la placa.

—Tampoco hacemos descuentos a la poli, pero tenemos una oferta de tres por dos en Donuts.

—Siéntate por favor, necesito hablar contigo. —le interrumpió Smallbird con un tono que no admitía réplica.

—Está bien, ¿Qué es lo que quiere?

—¿A qué hora se levanta para venir a trabajar? —preguntó el detective.

—Sobre las cinco y cuarto. A las seis tengo que preparar todo para empezar a servir los desayunos. —dijo la joven descartándose como autora de la llamada a emergencias.

—¿Notó algo raro esta mañana en su casa?

—No, nada inusual. Me levanté, puse el mp4, desayuné y salí corriendo para llegar al trabajo a tiempo.

—¿Y no oíste nada?

—No nada. En cuanto me levanto pongo lo auriculares y no oigo nada de lo que pasa fuera.

—¿Conoces a tu vecino de enfrente, Alex Blame?

—No, bueno sí .—dijo ella un poco azorada esquivando la mirada del detective— Se quién es pero apenas le he visto un par de veces. ¿Le ha pasado algo?

—Le hemos encontrado muerto en su salón está mañana. —respondió Smallbird detectando una mezcla de sorpresa y alivio en los ojos de la chica.

— Pero… ¿Cómo? —preguntó ella sorprendida.

—Acuchillado. —respondió el detective lacónico.

—¿Saben quién lo ha hecho?

—En eso estamos. ¿Puedes decirme dónde has estado en las últimas dieciocho horas? —preguntó el detective más para ver cómo reaccionaba la chica que por que la creyera capaz de una carnicería semejante.

La joven vaciló por un segundo mirando al detective con los ojos muy abiertos pero enseguida se recompuso y le relató con todo detalle todo lo que había hecho desde la tarde anterior. Como esperaba la joven tenía coartada y como testigos a todos los clientes de la cafetería. Era obvio que la joven ocultaba algo pero decidió no seguir presionándola hasta tener algo más de ella.

Después de pagar el café se despidió y le dio una tarjeta con un teléfono al que podía llamar de día o de noche si recordaba algo.

Smallbird salió de la cafetería y subió a su Ossa Yankee 500. Todo el mundo decía que estaba loco por conducir ese cacharro de casi cuarenta años, pero la había heredado de su padre y era perfecta para moverse por la ciudad.

Deslizándose entre el tráfico a toda velocidad tardó apenas quince minutos en llegar a la comisaría.

El departamento de homicidios ocupaba todo el ala derecha de la comisaría y el teniente estaba al cargo de un equipo de cuatro personas y un administrativo que le ayudaba con el papeleo y atendía las llamadas. Smallbird tenía un pequeño cuchitril para su uso personal con el espacio justo para un escritorio y un par de sillas justo al lado de las salas de interrogatorios.

Cuando entró todos saludaron al jefe con la típica dejadez del funcionario que acaba de levantarse de la cama y ponerse en la silla del trabajo. Smallbird les dijo que dejasen todo y le esperasen en la sala de reuniones.

Smallbird dejó a los chicos refunfuñando y levantándose de sus sillas y se dirigió al despacho del comisario. Negrete ya le estaba esperando con el rostro rubicundo y la cara de pocos amigos que mostraba habitualmente.

—Haber Smallbird. Dime qué coño ha pasado en Vallecas. —inquirió el comisario sin casi dejarle entrar.

—A las cinco de la mañana el 112 recibió una llamada en la que explicaban que había habido un asesinato en la calle Segismundo Varela, concretamente en el cuarto izquierda del numero ciento cuarenta y siete. —comenzó el teniente fiándose de su memoria en vez de recurrir a las notas— Los del 112 nos pasaron la llamada y una patrulla se acercó hasta el domicilio para intentar averiguar qué demonios pasaba. Tras intentar contactar sin éxito con el inquilino los dos agentes tiraron la puerta abajo.

—¿No había ningún vecino con un duplicado o es que todos los policías de esta comisaría se creen Harry el sucio? —espetó el comisario Negrete con su habitual mala leche.

—Ante la urgencia de la llamada no pensaron demasiado en buscar a los vecinos. El caso es que encontraron a un fiambre en el medio del salón.

—¿Asesinato o suicidio? —volvió a preguntar el comisario.

—No conozco a ningún tipo que haya sido capaz de darse más de cincuenta puñaladas a lo largo de al menos doce horas, algunas después de muerto.

—Menos chorradas Smallbird.

—Lo siento jefe, he dormido poco esta noche. El forense hizo el examen preliminar y todo parece indicar que la persona que se lo cargó tenía mucha mala baba acumulada. El tipo tampoco parece un santo precisamente, es informático y trabaja en casa, nadie sabe decirme exactamente en qué, no tenía nada más que un móvil de prepago sin contactos ni llamadas y había un montón de drogas de todos los tipos en el baño.

—Así que en cuanto empecemos a escarbar saldrán un montón de trapos sucios.

—Me temo que la lista de enemigos va a ser bastante larga, va a ser un caso complicado de cojones.

—¿Vas a necesitar a alguien de refuerzo?

—Camino me ayudará en la investigación de campo mientras que López y Arjona se encargarán de la investigación en la oficina. Carmen echará una mano a unos u otros dependiendo de las circunstancias. Lo que si voy a necesitar es un experto en informática, el tipo tenía un equipo impresionante y necesitaré ayuda para sacar la información.

—Cuenta con ello, ahora mismo llamaré a la central para que nos manden al mejor de que dispongan. —dijo el comisario— A partir de ahora este caso es vuestra prioridad. No me huele nada bien eso de estar arreando cuchilladas a alguien durante horas me suena a ritual, me temo que se trate de un asesino en serie. Te descargaré de parte del trabajo para que puedas emplear todos tus recursos en este caso.

—Tú mandas jefe. —replicó Smallbird— El caso Noya ya está listo, solo queda pasar el informe a limpio y de eso se puede encargar Lino, el administrativo. En cuanto el caso de los pandilleros y el de la Lola se los podemos pasar a estupefacientes y a antivicio, se alegrarán de hacer algo distinto.

—Bien, todo arreglado entonces —dijo el comisario despidiendo a Smallbird con un gesto y cogiendo el teléfono.

Cuando llegó a la sala de reuniones encontró a sus chicos estirados en las sillas con los pies apoyados sobre la mesa y haciendo caso omiso de los carteles repartidos por toda la sala recordando a los asistentes la prohibición de fumar en todo el edificio.

El teniente reprimió unas intensas ganas de imitarles y les hizo un somero informe del caso al que no hicieron demasiadas preguntas. A la espera de recibir los primeros informes y las pruebas encontradas en el escenario mandó a Arjona y a Carmen a informar a estupefacientes y a antivicio de los casos que les iban a derivar mientras que Camino intentaría averiguar que había en los archivos sobre la víctima y López investigaría el historial del resto de los vecinos del inmueble. En cuanto terminó todos se levantaron y se esfumaron a cumplir sus órdenes. Pese a su apariencia joven, desganada e indisciplinada estaba orgulloso de su equipo y pensaba sinceramente que eran los mejores investigadores de la comisaría. Con ese caso tendrían la oportunidad de volver a demostrarlo.

El resto de la mañana la pasó terminando el papeleo del caso Noya y dejándolo todo listo justo antes de comer.

Cuando volvió de la comida se encontró con una mujer esperando de pie en su despacho. A través de la ventana pudo ver la melena castaña y ligeramente rizada que casi llegaba hasta su cinturón reglamentario. Mientras se acercaba Smallbird se recreó en la figura delgada y alta que se mantenía de pie esperando en posición de descanso.

—Buenas tardes. —dijo el teniente sobresaltando a la joven al abrir la puerta.

—Buenos tardes señor se presenta la agente Viñales de la sección de informática. Creo que tiente trabajo para mí.

—No hace falta que te cuadres cada vez que me veas esto no es el ejército. —dijo Smallbird sorprendiéndose de la juventud de la agente— ¿Cuánto tiempo llevas en el cuerpo?

—Ocho meses señor.

Smallbird se tragó un juramento. Sabía que la gente de informática solía ser joven pero se esperaba otra cosa. Mientras pensaba en esta y otras cosas el detective se dedicó a observar a la joven de labios finos, pómulos marcados y ojos grises de mirada dulce.

—Está bien —dijo Smallbird después de una pausa— Puedes usar la mesa de la derecha. Pídele a Lino todo lo que necesites y el te lo conseguirá. Quiero que sepas que este es un caso prioritario y espero que estés a la altura. Nos espera un duro trabajo. Terminó acompañando a la joven fuera del despacho.

—Lino esta es Viñales es la nueva informática, ayúdala a instalarse, ¿Quieres?

—Desde luego jefe —dijo el administrativo echando a la joven una mirada libidinosa.

Poco después llegó Juan con su informe terminado. Tras echarle un vistazo y cerciorarse de que el agente no se había olvidado de mencionarle nada, se levantó de la silla y salió de su despacho.

Arjona y Carmen aun no habían vuelto de poner al día a Estupefacientes y a antivicio y Camino y López seguían enfrascados en sus tareas, así que como Viñales era la única que habiéndose instalado no tenía nada que hacer, decidió llevársela al depósito a ver si el forense podía hacerles un informe preliminar.

—Viñales, ¿Sabes conducir?

—Sí señor.

—Estupendo porque yo lo odio y como aun no tienes nada que hacer me llevas al depósito. —dijo Smallbird dirigiéndose hacia la puerta.

Smallbird se sentó en el asiento del acompañante del coche patrulla poniendo la llave en el contacto y disfrutó del nerviosismo de la joven al arrancar el baqueteado monovolumen.

Con extrema prudencia Viñales se internó en el tráfico mientras el teniente apagaba la molesta emisora y sintonizaba radio clásica.

Viñales conducía siguiendo las indicaciones de Smallbird con un intenso gesto de concentración como si estuviese de nuevo en su examen del carnet de conducir. El teniente se relajó y se recostó ligeramente en la puerta para poder observar sin ningún disimulo las evoluciones de la joven entre el tráfico vespertino mientras escuchaba a Verdi en la radio.

El trayecto duro apenas un cuarto de hora y Viñales aguantó el escrutinio sin una queja y sin perder la concentración, conduciendo con eficacia y seguridad.

En cuanto entraron en el Instituto Anatómico Forense Smallbird tomó la delantera y guio a la joven policía por una serie de largos pasillos hasta llegar al despacho de Fermín. En el despacho solo se encontraba una secretaría que les indicó que estaba en la sala de autopsias número tres.

—¡Vaya! Esto sí que me sorprende, por una vez el forense está examinando uno de mis fiambres antes de que empiece a pudrirse.—dijo Smallbird entrando en la sala acompañado de una reticente Viñales.

—No te hagas ilusiones —replicó el forense con las manos dentro del abdomen del finado— está noche ha sido anormalmente tranquila y el resto de los clientes podían esperar.

—¿Qué me puedes contar?

—Que he logrado contar finalmente todas las cuchilladas y son ochenta y ocho, hechas a intervalos de tiempo de menos de una hora con un cuchillo pequeño, de hoja no muy ancha y poco afilado. Diría que un cuchillo de cortar la comida, yo que vosotros buscaría entre los platos sucios . Treinta y cinco puñaladas fueron hechas ante mortem hasta que en una se le fue la mano al asesino y cortó limpiamente la arteria hepática, a pesar de ello siguió practicándole incisiones hasta completar ese bonito número.

—El ocho horizontal es el símbolo matemático de infinito. —intervino Viñales.

—¿Y esta joven tan atractiva? —preguntó Fermín poniendo cara de viejo verde.

—Me la ha prestado la central para esta investigación. —respondió Smallbird— Gracia viñales, Fermín Cuevas.

El forense, con toda la intención sacó la mano del abdomen del cadáver con el estómago agarrado y fingió ante la diversión del teniente intentar darle la mano a la joven luego simuló darse cuenta de que aun tenía el órgano en la mano y farfulló una disculpa.

Gracia se mantuvo firme aunque la visión del estómago cercenado y adornado de sangre y restos de tejidos le hicieron palidecer.

Buscando un mayor efecto el forense abrió el órgano delante de ellos y hurgó en el contenido con una pinza sacando restos de comida semi digerida y metiéndolos en tubos de ensayo para su posterior análisis.

—No queda mucho, calculo que su última comida fue unas tres horas y media antes de morir. Me costará averiguar que comió si lo consigo —dijo extrayendo otro trozo de comida mientras Viñales contenía una arcada.

—¿Restos de drogas?

—Las muestras de sangre están en el laboratorio, tardarán un par de días. En el cuerpo no encontré ningún pinchazo, aún. Por lo que encontraste en el baño me espero de todo.

—¿Algo más?

—Un tatuaje en la parte baja de la espalda que dice “A TOMAR POL CULO” en letra gótica. Su ropa estaba llena de residuos y fibras pero dado el nivel de higiene en el que vivía será casi imposible separar las evidencias útiles de la basura.

—¿Nada bajo las uñas?

—Al contario, de todo. La mayor parte comida en distintos estados de putrefacción. Lo único que he encontrado es un pelo púbico en su barba. Sé que no le pertenece porque es rubio. Dentro de un par de días tendré un perfil de ADN por si tienes un sospechoso o sospechosa con el que compararlo.

—De acuerdo buscare un coño rubio al que le falte un pelo —dijo Smallbird con una sonrisa torva.

—Buena suerte —dijo el forense encendiendo una sierra — ¿Os quedáis a ver el cerebro? Me muero de curiosidad…

El teniente se despidió sabiendo que la joven no aguantaría mucho más y la guio de nuevo al parking. Durante el trayecto de vuelta a la comisaría el color volvió poco a poco a las mejillas de Viñales mientras se concentraba en la conducción.

—¿Por qué el nombre de Gracia? —preguntó Smallbird para romper el incómodo silencio que se estaba estableciendo entre ellos.

—Mi madre adoraba a Grace Kelly y cuando murió en accidente se juró a si misma que su primera hija se llamaría como ella. Así que por eso tengo un nombre tan estúpido. —respondió ella resoplando.

—Es curioso, ahora que lo pienso, conozco a pocas mujeres que estén contentas con su nombre. A mí me parece un nombre bonito.

—Supongo que si hubieses pasado toda tu infancia y juventud recibiendo imitaciones de Gracita Morales a modo de saludo y te hubiesen puesto el mote de desgracia no te lo parecería tanto. ¿Y lo de Smallbird? —preguntó Viñales a su vez.

—Mi abuelo combatió con las brigadas internacionales en Madrid y vete tú a saber por qué se enamoró perdidamente de mi abuela con la que tuvo una relación de unos meses fruto de la cual nació mi padre. El hombre estaba casado y se volvió a América pero reconoció a mi padre como su hijo y mandó dinero a mi abuela regularmente hasta su muerte. De él no heredé ni su estatura ni sus ojos azules ni su atractivo natural pero me quedé con su apellido.

Antes de que las confesiones se volviesen más comprometidas Viñales metió el coche en el garaje de la comisaría y apagó el contacto. Cuando entraron en el departamento de homicidios Viñales ya tenía los discos duros del ordenador de Alex Blame sobre su mesa.

—¿Qué tal jefe? ¿Alguna novedad? —preguntó Arjona.

—Nada nuevo, aunque si tienes curiosidad fueron ochenta y ocho puñaladas.

—No está mal.¿ Sabías que el ocho en horizontal es el símbolo de infinito?

—Sí, ya me lo habían mencionado. —replicó Smallbird.

—Podríamos llamarle el asesino del infinito.

—Ni se te ocurra,—le cortó el teniente tajante — sí se filtra a la prensa se montaría un lio del carajo así que no quiero volver a oír ese mote.

Una vez en su oficina revisó el papeleo unos minutos. Arjona y Carmen habían terminado y se habían ido a casa .En pocos minutos terminó de anotar en el ordenador los resultados de la investigación del día y se dirigió a la mesa que compartían López y Camino.

—Bueno, ¿Qué habéis averiguado? —preguntó Smallbird cruzando los dedos.

—No demasiado, —empezó camino—El señor Blame no tenía antecedentes de ningún tipo, ni siquiera una multa de tráfico. Tiene… tenía una cuenta corriente con cuatro mil y pico euros. El historial de la cuenta se mantiene siempre entre los cuatro mil y los cinco mil euros. Solo la usa para pagar los gastos de luz, agua y esas cosas. De vez en cuando hace ingresos en efectivo de unos mil quinientos euros. Lo único que llama la atención es la factura de internet debe tener una conexión de la ostia.

—Con el pepino que tenía no me extraña. —dijo el teniente—Pásale un recibo a la nueva a ver que saca de él. ¿Qué más?

—Trabajó para un banco en la sección de informática durante un par de años pero se largó y desde entonces no había vuelto a tener ninguna ocupación conocida. Sus únicas propiedades son el piso y un Opel Calibra del noventa y uno. No tiene préstamos pendientes y tiene todos los impuestos al día. Si no fuese porque no puedo averiguar de dónde saca el dinero diría que es un ciudadano modelo.

—¿Facebook, Twiter?

—No tiene cuentas de ningún tipo en internet, ni siquiera tiene una cuenta de correo a su nombre.

—Hasta ahora no me has dado nada. —dijo Smallbird frunciendo el ceño frustrado.

—Hay una cosa, pero no creo que tenga mucha importancia. Al teclear su nombre en Google me sale un perfil en una página de relatos eróticos. Puede ser él o puede ser cualquier otro zumbado, la mayoría de esos salidos suele utilizar un seudónimo.

—No me parece una pista muy prometedora pero sigue con ella de todas maneras. y tú, ¿Qué me cuentas? —dijo el teniente volviéndose hacia Arjona.

—El edificio fue construido en el setenta y dos. No hay historial de movimientos extraños o delictivos. Los inquilinos son en su mayoría gente modesta con ingresos bajos. Al menos la mitad de los apartamentos están en este momento desocupados. El casero tiene todo en orden y salvo el matrimonio peruano que a veces se retrasa un poco, el resto pagan puntualmente y no dan problemas.

—¿Qué sabes de la camarera? —preguntó Smallbird interesado— Hablé con ella esta mañana y estoy seguro de que oculta algo.

—Veamos. —dijo Arjona revolviendo los papeles— Vanesa Díaz veinte años nacida en Valladolid vino aquí hace un par de años. Vivió primero en casa de su tío hasta que consiguió un trabajo y se independizó. Vive sola con su gato persa. Todo parece normal a primera vista pero cuando hurgas un poco hay algo extraño.

—Dime.

—Tiene una página de Facebook…

—¡Bendito Facebook! —corearon los tres haciendo que Viñales levantase la cabeza de su escritorio sorprendida.

—Tiene una página de Facebook… —repitió Arjona de nuevo— Al principio era bastante activa y tenía casi cien amigos con los que hablaba todos los días, pero actualmente no entra en ella casi nunca.

—Eso es normal, la gente se cansa. —dijo el teniente.

—Sí pero no lo deja de golpe. La chica tiene Smartphone e internet en casa y sin embargo en la semana del quince de Julio del año pasado pasó de entrar varias veces al día en su cuenta a no hacerlo prácticamente nunca.

Smallbird no dijo nada pero se quedó pensando. Despidió a los chicos y les mandó a casa. Montó en la Ossa y se internó en el tráfico con la imagen de la joven camarera revoloteando en su mente. Cada vez estaba más claro que a la chica le pasó algo hace año y medio que le había cambiado la vida radicalmente.

Paró en un semáforo sin dejar de buscarle un sentido a todo aquello. Alex Blame llega al piso después que la chica y lo alquila durante seis meses y luego decide comprarlo justo cuando la chica cambia de costumbres bruscamente. El semáforo se puso en verde y Smallbird arrancó seguro de cuál sería su siguiente visita al día siguiente.

2

El tío de Vanesa vivía en un bonito Chalet en el Soto de La Moraleja. Dobló en el cruce de acceso y le enseño la placa al vigilante de la urbanización que le franqueó el paso sin hacer preguntas. El sol estaba empezando a levantarse y le daba justo en los ojos cuando entró en la calle donde estaba la casa del tío de Vanesa. Cuando apagó el motor de la Ossa, Camino ya le estaba esperando en el coche patrulla.

—Buenos días, Camino —saludo Smallbird desmontando— Lo siento, pero llamé anoche al tío de Vanesa y trabaja todo el día. Me pidió como favor especial que le entrevistásemos antes de ir al trabajo. ¿Te he hecho madrugar demasiado?

—Tonterías Smallbird. Ya sabes que vivo al lado de la comisaría. Solo he tenido que levantarme media hora antes y Julio se ha encargado hoy de los niños.

—Estupendo; entonces vamos allá. —dijo él pulsando el botón del timbre.

—Una voz con un inconfundible acento argentino respondió en el telefonillo y les franqueó el paso después de que mostrasen sus placas a la cámara.

Entraron caminando en el corto sendero de graba que llevaba a la entrada de un chalet moderno y amplio con enormes ventanales.

Una mujer con un uniforme de asistenta de color gris les estaba esperando a la puerta y les llevó hasta una sala forrada de estantes repletos de libros desde el suelo hasta el techo.

Mientras Camino se sentaba tranquilamente en un sofá orejero, Smallbird no pudo evitar curiosear entre los estantes intentando hacerse una idea de los gustos de su dueño.

Una de las paredes estaba dedicada al arte y sobre todo a la arquitectura; entre manuales y códigos técnicos había libros dedicados a Gaudí, Le Corbusier y arquitectura japonesa. Guiado por la curiosidad cogió y abrió uno cuyo título “Construir Ficciones: Para una filosofía de la arquitectura” llamó inmediatamente su atención. Cuando entró Salvador Díaz estaba ojeándolo con interés.

—Buenos días —dijo el hombre entrando en la habitación— supongo que ya habrá imaginado a qué me dedico.

Smallbird levantó la visa del libro y disimuló su desagrado ante la vista de aquel hombre menudo de facciones pequeñas y frente despejada, que llevaba un traje de seda color gris y unas gafas de pasta, que aumentaban sus ojos hasta el punto de que a l teniente le parecía estar mirando los de un pez a través del cristal de una pecera.

—Buenos días señor Díaz —dijo el detective— Soy el detective Leandro Smallbird y ella es la detective Camino Balaguer. Necesitamos hacerle un par de preguntas sobre su sobrina.

—¿No se habrá metido en algún lio verdad? —peguntó el hombre pasándose la mano por su pelo gris y engominado en un gesto de nerviosismo que puso de nuevo al detective en guardia.

—No que nosotros sepamos. Pero se ha producido un delito en su edificio y estamos investigando a los vecinos por rutina.

Smallbird tomó la iniciativa en el interrogatorio mientras Camino se quedaba sentada en el sofá aparentemente sin hacer nada pero registrando hasta el más pequeño gesto del hombrecillo.

Empezó peguntándole por el motivo de que la joven viniese a Madrid. Según el arquitecto había venido a Madrid después de discutir repetidamente con sus padres para buscar trabajo y finalmente poder independizarse.

Salvador les contó como la chica había llegado prácticamente con lo puesto y como le había conseguido un primer trabajo en un pizzería. Fue la única vez que le echó una mano. A partir de aquel momento se las arregló bastante bien consiguiendo trabajos cada vez mejor pagados hasta que consiguió el de encargada de la cafetería donde estaba actualmente que le permitió alquilar un piso para ella sola.

—¿Tenía muchos amigos?

—Al principio le costó un poco. Ya sabe, el cambio de ambiente y todo eso, pero con el tiempo se hizo con una pandilla. Se traía a las amigas y los amigos de vez en cuando a casa hasta que un día la pillé haciendo cochinadas con un chico en el sofá.

—Fue en ese momento cuando se fue de casa? —preguntó el teniente advirtiendo una fugaz gesto de celos.

—Sí, se fue poco después diciendo que quería vivir su propia vida. —respondió él.

—¿Ha notado algún cambio en ella últimamente? —intervino Camino levantándose.

—Al principio no. Incluso iba a visitarla de vez en cuando para ver cómo le iba. —respondió de nuevo con un gesto posesivo que no se les escapó a ninguno de los dos— Pero con el tiempo se fue encerrando cada vez más en si misma hasta que un día me dijo que la dejase de visitar.

—¿Conocía a su vecino?

—¿El gordo? Sí, un tipo realmente desagradable. Me crucé alguna vez con él en el pasillo y soltaba una risilla realmente ofensiva cada vez que me veía…

El detective observó a aquel hombre detenidamente mientras Camino seguía interrogándole, aunque Salvador parecía sincero e intentaba responder las preguntas de la detective lo mejor que podía había algo en él que no acababa de convencerle.

Tras unos minutos más Camino se quedó sin preguntas y ambos se despidieron dándole las gracias.

—Este tipo oculta algo. —dijeron los dos a coro cuando salieron de la propiedad.

Cuando llegaron a la comisaría Negrete le esperaba con el rostro contraído de rabia a la puerta de su despacho. El teniente suspiró acostumbrado a los ataques de rabia de su jefe y despidiéndose de Camino se dirigió hacia él.

—¿Quién coño ha sido? —preguntó a grito pelado el comisario con una vena gorda como un dedo latiéndole rabiosamente en la sien.

—Perdón jefe pero no entiendo…

—¿Quién se ha chivado a los periodistas lo de las ochenta y ocho puñaladas? —preguntó tirando con rabia un par de periódicos sobre la mesa.

Los titulares hablaban por sí mismos. “¡88 puñaladas!” ” El asesino del doble infinito”. Smallbird echó un vistazo a la información y suspiró aliviado.

—Esto no ha salido de aquí. Hay demasiados detalles. Los chicos solo saben lo de las puñaladas pero como era tarde no les conté mucho más. Aquí hay mucha información que solo podía estar en el informe preliminar de la autopsia que ni siquiera yo he visto aún.

—¿Estás totalmente seguro de ello? —preguntó Negrete frunciendo el ceño.

—Sí señor. Alguien del depósito se ha ido de la lengua. Nosotros no hemos sido.

—De acuerdo. Te creo y espero que no te equivoques, porque les voy a cantar las cuarenta a esos imbéciles. Procura acabar con esto antes de que se convierta en un circo de tres pistas.

—Me temo que ya es demasiado tarde jefe. Voy a ver qué puedo hacer. —replicó Smallbird saliendo del despacho con cara de circunstancias.

El resto del equipo ya estaba trabajando en los informes sobre las pruebas que estaban empezando a llegar, ignorantes de la tempestad que se estaba formando a su alrededor.

— Hola, Gracia. ¿Has averiguado algo? —le preguntó Smallbird sabiendo que el ordenador era su mejor baza.

—Aun no he logrado sortear las contraseñas pero no tardaré mucho más. El tipo sabía lo que hacía. Tiene el ordenador protegido por sistemas de última generación a los que ha metido mano para mejorarlos, pero esto es como todo, solo cuestión de tiempo. A la tarde podré decirte algo.

El teniente se metió en su despacho resignado. Esa era la parte que más odiaba de su trabajo. Hasta que no tenía ordenados todos los indicios, no se podía hacer una idea de lo que podía haber pasado y no sabía qué rumbo dar a la investigación. En un par de horas el comisario le llamaría para que le diese algo con que aplacar a periodistas y políticos y le exigiría resultados para ayer con el estilo bronco e impaciente que le caracterizaba.

Suspiró y se metió entre los papeles que había encima de la mesa intentando parecer ocupado.

Tras otra hora de discusión con el comisario acerca de la falta de novedades y un almuerzo rápido en la hamburguesería de la esquina volvió a su despacho dónde la agente Viñales esperaba con su portátil entre los brazos y una sonrisa de satisfacción.

—He conseguido acceder a los archivos de la víctima y los ha descargado en el portátil. —dijo ella abriendo el ordenador sobre la mesa del teniente.

—¿Qué contienen? —preguntó Smallbird abriendo varios archivos al azar.

—Una parte son una serie de informes financieros del banco en que trabajaba. Aun no sé si significan algo. El resto, que es el ochenta por ciento, es una impresionante colección de películas porno bajadas de internet , clasificadas por temática, lo más probable es que tuviese una página de descargas en internet y de ahí sacase sus misteriosos ingresos.

—¿Y esto? —dijo abriendo una carpeta titulada guarradas.

—Son relatos eróticos, creo que escritos por él.

—Buen trabajo. —dijo Smallbird echando un vistazo rápido a los archivos de la carpeta y cerrándola a continuación— Quiero que tú te quedes con los informes financieros y le pases una carpeta de archivos de video a cada uno. quiero que investiguen los archivos uno por uno a ver si encuentran algo. A mi mándamelo todo.

Viñales salió sonriendo y dando pequeños saltitos con sus zapatos de tacón. Unos minutos después le trajo un disco duro extraíble con todos los archivos.

Apenas había abierto la carpeta con los archivos de video cuando Arjona apreció con cara de malas pulgas.

—Joder todos están viendo a tipas espectaculares haciendo guarradas increíbles y a mí me tocan las de maricas. Esto no es justo jefe. Todos se están divirtiendo de lo lindo mientras yo sufro escalofríos.

—Mala suerte Arjona, Viñales distribuyó las carpetas al azar y vuestra tarea es inspeccionar los archivos no pelárosla. ahora a trabajar.

Pasó el resto de la tarde inspeccionando archivos sin encontrar nada importante. A las ocho de la tarde cerró el ordenador y ordenó irse a todos a casa. En pocos minutos vio desfilar a todos ante él, camino de la puerta, hasta que finalmente quedó totalmente solo.

Cogió el disco extraíble que le había entregado Viñales y desconectándolo del ordenador lo sospeso, unos instantes entre sus manos para, tras unos segundos de vacilación, metérselo definitivamente en el bolsillo de su cazadora y salir de la oficina camino de su moto.

El piso de Smallbird estaba en un edificio nuevo a unos cuarenta minutos de la comisaría. Elena lo había amueblado con gusto y esmero, sin olvidarse de un solo detalle y luego se había ido para no volver. Nada de lo que dijo consiguió convencerla para que se quedara y no le dejara tirado.

Al principio Smallbird trató de conservarlo todo tal como ella lo había dejado. Poco a poco, con el tiempo fue dejando de limpiar y ordenar hasta que el piso se convirtió en el típico antro de un soltero. El polvo medraba sobre los estantes y el lavavajillas solo se conectaba cuando no había platos para comer. En el frigorífico se acumulaba la comida precocinada y el microondas era el único electrodoméstico que se usaba a diario en la casa.

Smallbird entró en el piso y dejando la cazadora sobre el sofá se descalzó, encendió un Marlboro y se dirigió al estudio donde estaba el ordenador conectando el disco duro.

Abrió la carpeta de los archivos de video y repasó el índice. Interrracial, tríos, asiáticas… hasta que dio con los videos amateurs. Con el oscuro deseo de encontrarse a su ex en uno de aquellos sórdidos videos, abrió el archivo y revisó su contenido. Otra carpeta con el título Producción Propia llamó inmediatamente su atención y la abrió.

La carpeta contenía una docena de archivos de video con una fecha por título. Abrió el primero que databa de unos seis meses después de que Alex Blame llegara al piso. La cámara estaba en el salón. Un timbre sonó y ante la sorpresa del detective vio como Vanesa, ajustaba el cinturón de la bata mientras pasaba por delante camino de la puerta.

Tras unos segundos apareció acompañada de su tío Salvador que se quedaba de pie mientras ella se sentaba en un ajado sofá y cruzaba las piernas.

—No entiendo cómo puedes vivir en un sitio así. —dijo Salvador—Sabes que te he perdonado y que puedes volver a casa cuando quieras. De veras. Sin rencores.

—Déjalo ya, ¿quieres? —replicó Vanesa con cara de hastío.

—Por favor Vane… —Suplicó su tío.

—Ahora estoy bien aquí. Me gusta tener mi propia casa. Ahora soy feliz.

—No me importa que traigas amigos. —dijo él sentándose a su lado y metiendo la mano entre sus piernas— No me importa lo que hagas con ellos, pero vuelve conmigo.

—Tío, quedamos en que no volverías a…

—¿Se que te gusta Vanesa, no recuerdas lo bien que lo pasábamos juntos? —preguntó él profundizando aun más en la abertura de la bata.

La joven se puso rígida e intentó cerrar las piernas entorno a la mano de Salvador. El hombre la ignoró y sacando la mano de su entrepierna le estrujó un pecho y le besó el cuello dejando sobre él un rastro de saliva.

La joven intentó un nueva protesta pero su tío le tapó la boca con sus labios comenzando un violento beso que acabó con toda su capacidad de resistencia.

El hombre se separó y sonrió satisfecho metiendo su mano en el interior de la bata esta vez sin oposición dando un estrujón a l pecho de la joven que hizo estremecer todo su cuerpo.

El arquitecto no fue mu y delicado. Con apresuramiento y violentos tirones le quitó la bata a Vanesa y le arrancó las bragas dejando a la vista un cuerpo pálido y extraordinariamente exuberante . El hombre se lanzó con el ansía de un hombre que atraviesa el desierto y encuentra una fuente de agua. Sorbió y mordisqueó los pezones de la joven provocando en ella los primeros gemidos.

Vanesa hizo un último intento por pararle pero fracasó cuando su tío acarició el suave vello rubio que cubría su pubis.

Los dedos del hombre resbalaron por sexo de la joven y penetraron en su interior con el mismo apremio con el que antes le habían arrancado la ropa.

La joven gimió, abrió las piernas y alzó el pubis para hacer más profunda la penetración. Salvador bajó la cabeza satisfecho y tirando de la joven para tumbarla en el sofá se agachó sobre su monte de Venus, lamiendo y mordisqueando la parte exterior de su sexo a la vez que seguía explorando su interior con los dedos.

La joven empezó a jadear y retorcerse haciendo que todo ella vibrara y temblara fascinando a Smallbird con la belleza de su cuerpo juvenil e impidiéndole separar la vista del monitor.

A continuación Salvador se quitó los pantalones y los calzoncillos mostrándole a la joven una polla abotagada y morcillona. El hombre se la puso a la altura de la cara y la chica obediente se la metió en la boca y comenzó a chuparla con energía. Salvador comenzó a gruñir de satisfacción a la vez que se polla crecía ojos vistas hasta ocupar toda la boca de la joven impidiéndole respirar. Salvador mantuvo la presión de su polla sobre la garganta de la joven hasta que está no pudo aguantar y se apartó medio asfixiada.

Salvador se quedó parado frente a ella con su polla erecta y con un hilillo de saliva de Vanesa colgando de la punta. La joven volvió a cogerla y le lamió y chupó la punta del glande jugando con la saliva y dejando que esta cayese entre sus jugosas tetas.

El hombre tumbó de nuevo a la joven y pasando una de sus piernas al otro lado de su cuerpo enterró su polla entre los pechos de la joven que los apretó entre sus brazos permitiendo a su tío follarle los pechos a placer.

El hombre volvió a gemir y siguió empujando entre los pechos de la joven que aprovechaba cada vez que la punta de la polla emergía de entre sus pechos, para darle un suave lametón. En cuestión de segundos el hombre se corrió copiosamente entre los pechos de la joven, acompañando el orgasmo de unos curiosos sonidos guturales.

Al parecer el viejo verde no había tenido suficiente y sin tomar precaución de ningún tipo penetró a Vanesa que le esperaba con todo su cuerpo enardecido por efecto de la corrida que mancillaba sus pechos.

La joven gimió y se agarró con desesperación con brazos y piernas al cuerpo de su tío mientras este empujaba como un poseso. Los pubis de ambos chocaban con un sonido húmedo cada vez más rápido y cada vez más fuerte hasta que todo el cuerpo de la joven se combó agarrotado por el orgasmo.

Tío Salvador aún no estaba satisfecho y dando la vuelta a la joven puso el culo redondo y blanco de Vanesa en pompa y tras lubricar su ojete con un poco de saliva le metió la polla.

La joven se quejó un poco mientras Salvador iba penetrando lentamente el delicado esfínter de la joven hasta que enterró la polla en el fondo de su culo. Vanesa gimió de nuevo y trató de concentrarse en la respiración para aliviar su dolor mientras su tío comenzaba a moverse poco a poco en el estrecho conducto de la joven.

Poco a poco los quejidos de Vanesa fueron cediendo y Salvador empezó a sodomizarla con más intensidad. La Joven separó las piernas un poco más y apoyó la cabeza contra el respaldo del sofá para poder tener las manos libres para masturbarse.

A esta altura de la grabación Smallbird se dio cuenta de que el plano había cambiado y ahora veía la escena desde una perspectiva lateral. El muy cabrón había puesto varías cámaras y luego había editado los planos hasta conseguir una película casi profesional.

Desde esta nueva perspectiva se veía como los pechos de la joven se agitaban cada vez con más fuerza al ritmo de los embates de la polla de aquel viejo verde a la vez que gemía y se mordía el labio inconscientemente.

Los berridos guturales del hombre volvieron acompañados de varios salvajes empeñones mientras el querido tío de Vanesa depositaba su semilla en el fondo de su culo. Con el rostro escarlata y el cuerpo crispado, el hombre siguió sodomizando a la joven hasta que está se corrió momentos después con un sonoro grito de placer.

Salvador se separó y volvió a meter su polla en los pantalones en el mismo estado abotagado y morcillón en que la había sacado con un gesto de serenidad y satisfacción.

Vanesa se dio la vuelta y se tumbó desnuda en el sofá con cara de desconsuelo.

—Esto no está bien. —dijo ella tapando su sexo y sus pechos con las manos asaltada por un súbito impulso de arrepentimiento.

—Cómo va a estar mal que consueles a tu pobre tío en su soledad? —preguntó él acariciando las caderas de la joven con suavidad.

—No está bien —respondió ella — y no estás solo, estamos engañando a tía Julia.

—Tía Julia y yo ya no…

—Me da igual, eso es algo que tenéis que arreglar entre vosotros.

—Pero yo no…

—Tío, lo siento pero esta es la última vez. No pienso volver a tu casa y no te molestes en venir aquí porque no pienso volver a abrirte la puerta.

—Pero cariño ¿Qué voy a hacer sin ti?

—Francamente querido tío, me importa un bledo. —dijo ella levantándose y saliendo del campo de visión en dirección al baño.

El video terminó ante la sorprendida mirada de Smallbird. El teniente se acercó al mueble bar y se sirvió un Whisky doble con hielo antes de abrir los siguientes archivos y darse cuenta de que en ese disco duro estaba el móvil del crimen.

Eran casi las dos de la mañana cuando con el cuerpo excitado por los videos y la mente confusa por el alcohol se metió en la cama.

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR
alexblame@gmx.es

 

Relato erótico: “La chica de los carteles” (PUBLICADO POR EL TIRITITERO)

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LA OBSESION 2Hola, esto me sucedió hace un tiempo, me podéis llamar  Diego (no Sin títuloes mi nombre autentico pero me gusta la honestidad) soy un hombre soltero pertenezco a una clase media de las muchas existentes en México, mido 1.84 metros, y me dedico al diseño en general, disculpen que no hago hincapié en mi trabajo ya que soy bastante conocido en la ciudad que radico en el interior del país.

Durante algún tiempo en mis ratos de ocio me dedicaba a editar imágenes con texto en diferentes paginas de memes y carteles en la pasividad de mi recamara,  ahí conocí bastantes personas y ahí fue donde la conocí…

Un día simplemente me mando un mensaje privado para saludarme después de que ella me había dado un voto negativo a uno de mis carteles y yo le respondí con uno positivo y un comentario a uno de ellos, pienso que “las cosas suceden por algo” y vaya que en este caso así fue. Tenía ella un Nick que yo lo relacionaba a un videojuego.

-Hola, me llamaste la atención.

-Hola, dime ¿cómo te llamas?

-Natalie.

Escuché su nombre por el sonido de mi propia boca mientras leía esa líneas, lo primero que me sucedió fue sorprenderme cuando me comento que vivía en la misma ciudad que yo. Me comento que aún estudiaba y después de una pequeña charla realmente habíamos hecho un click así que la invite a tomar algo para el día siguiente, lo cual acepto gustosa.

 Quedamos de vernos a las 9:00 de la mañana en un café cerca del centro, ya que sus padres eran estrictos y no le permitían salir por mucho tiempo de casa y sólo de día. Llegue puntual y  lo primero que observe es que es lugar estaba abarrotado de gente, ya que empezaban las vacaciones navideñas y al ser un pequeño pueblo urbanizado y turístico, todo se llenaba cafeterías, restaurantes y demás comercios. Comencé a buscarla y percibi que aun no asistía a la cita y así estuve hasta las 9:20 a punto de retirarme.

-Holaaa, ¿Diego? Disculpa mi tardanza no suelo ser así, sólo que hay un lío de tráfico.

Y ahí estaba una hermosa chica no era muy alta pero muy bien proporcionada para su edad, su tono de piel es blanca, una mirada profunda coronada por unos hechizantes ojos oscuros, tiene una nariz que sobresale de su rostro y embellece todo el conjunto, su cabello es de color castaño y le llega hasta el nacimiento de sus nalgas duritas, cintura normal y tiene un andar lento pero elegante; usa lentes que le dan un toque intelectual, vestía short blanco, camisa estampada de corazones, y de una cadena traía un colgante en forma de “pino”. Se acerco y tan sólo me dio la mano mientras que sus pómulos se enrojecían y llegue a notar un leve movimiento de piernas inusual tal vez producto de un espasmo de excitación. Apenas pude ocultar mi miembro pues aunque se encontraba bajo mi pantalón de mezclilla y debido al uso de un bóxer  se alcanzaba a notar pues en erección llega a medir los 19 cms.

-Hola Natalie. Esta muy lleno el lugar ven vamos a la tienda.

La tome de la mano y ella un poco apenada volteaba a ver si nos veían mientras me seguía mi paso moviendo sus caderas de forma candente por las calles empedradas de tezontle negro de la región y la franja central a base de mármol blanco, mostrando una esplendorosa ciudad colonial.

Compramos 2 aguas y nos fuimos caminando hasta dar con un pequeño parque inaugurado en conmemoración de un héroe de la independencia que el tiempo se ha encargado de olvidar entre flores amarillas marchitas y arbustos descuidados. Ese parque era muy concurrido por los grupos de chicos que se arremolinan saliendo de sus colegios entre semana, pero al ser domingo, estaba completamente desierto y fuimos ahí sin ningún tipo de malicia, más bien el cansancio comenzaba a menguar nuestro paso.

Al descender 2 escalones me percate que con un movimiento de su brazo el cómplice aire se colara apenas para mostrarme el inicio de un sujetador blanco, ella lo noto y me sonrió mostrando la más tierna cara.

-¿Qué ves Diego?

–Si te lo digo te sorprenderías.

-Pues sorpréndeme.

Y en seguida corrió y yo corrí hasta alcanzarla, la tome del mano.

-Tal vez creas que estoy loco pero me gustas.

-Tú también me gustas, aunque soy más joven.

Y en ese momento nos besamos, fue un beso diferente al principio tierno, pero a los pocos minutos nos dábamos unos besos tan pasionales como si fuésemos viejos amantes. Aprovechamos la serenidad del parque ya que justamente nadie aparecía cerca, tal vez llevados por la muchedumbre del centro, nos ofrecían el lugar perfecto para disfrutar nuestro momento.

Besaba su cuello, su oído y ella emitía pequeños suspiros casi virginales mientras yo me sentaba, ella a horcadas se prendía  de mi camisa y se sentaba en mis piernas, se le veía un poco descompuesta.

-Diego es el mejor beso de toda mi vida, decía Natalie justo antes de que nuestras lenguas se entrelazaran sentíamos como nuestra excitación aumentaba, sentía el latir de su pecho aumentar y mis manos se metían dentro de su camisa y sentía los bordes del sujetador un poco infantil para su edad pero que le daban un toque de inocencia mientras me perdía en su mirada.

 Estábamos consientes del peligro y eso aumentaba nuestra calentura, a lo lejos se oía el retozar de algunos pequeños que disfrutaban de los adornos navideños y la música que venia de un órgano ambulante.

-Natalie, levántate-  Le susurraba al oído mientras con mis manos tomaba sus caderas y la levantaba hasta ponerla en pie, ella me veía expectante, mientras bajaba un poco su short arrastrando a su paso también un pantie tipo cachetero de color blanco, y me impresionaba al ver una pequeña mata de abundante vello liso y rizado de su monte de Venus, baje una mano para acariciarlo, mientras ella sin resistencia abría poco a poco sus gruesos muslos, para dar mayor acceso a mi mano invasora.

-Diego… soy virgen- me lo decía mientras miraba ella el piso, con un apenas audible sonido salido del interior de su garganta, mientras sobre mi pantalón acariciaba mi verga, apenas separada por la fina tela de su mano.

-No te preocupes mi amor- Le decía mientras acariciaba su mentón,  besaba su boca e invadía sutilmente sus labios vaginales, aumentando su respiración y su ritmo cardiaco, comenzaba a sentir esa humedad que provenía del interior de su conejito, aún con su short en sus tobillos.

Abrí su camisa y levante su sostén para descubrir unos pequeños botones rosados inmaculados en sus pechos, tuve la paciencia de besar concienzudamente cada uno de ellos mordiendo de vez en cuando cada pezón. Mientras sus gemidos aumentaban así como el flujo que resbalaba por sus muslos.

La senté en una de las banca más cercanas acercando sus caderas hacia mí, me agache y probé ese néctar con un dulce sabor apenas saladito, el cual me esmeré en beber, mientras comenzaba ella a acariciarme mi cabello.

-Diego, ¿Qué es lo que me haces que me encanta? Me decía mientras acercaba mi cara más adentro de su empapada panocha, con maestría apenas y metía mis yemas en la estreches de su interior y con mi pulgar daba masajes a su ardiente clítoris, pasaba mi nariz a entre sus labios mayores y presionaba su esfínter que se contraía con el jugar de mis dedos.

En un momento abrí el cierre de mi pantalón, saqué mi verga ya completamente erecta y la restregué por todo su conejito, no con la intención de embestirla tan sólo puntearla ya que sabía que quería darle algo más placentero para su primera vez la cual no dudaba en entregarme incluso en ese instante. Fueron minutos de lucha mientras mordía sus senos y retomaba el cunnilingus.

Fueron alrededor de 20 o 30 minutos que culminaron con bestial orgasmo, tan sólo un grito de puro placer fueron los que advirtieron de su venida, mientras arqueaba su espalda. La tome y la besé, aún con restos de su interior que acepto con gusto mientras veía una mirada perdida.

Me entregaba en ese momento su alma, su mente y su cuerpo, sentía aún su excitación mientras sus jugos resbalaban en mi miembro aún erecto, por sus muslos, por mi cara y por mi mano; podía sentir sus piernas doblarse al momento de incorporarse, mientras reía ella sin poder mirarme directamente a la cara por la pena y la complicidad sólo me regalaba breves sonrisas. Me guarde el pene completamente erguido sabiendo que en ese momento prefería dejarlo así, era lo más sensato.

Le ayudé a vestirse pronto temiendo que el ruido hubiese alertado a personas cercanas, y como recién casados me la llevé cargando hasta tomar un taxi, mientras nos besuqueamos de lo lindo con la mirada mórbida del taxista que nos observaba por el retrovisor camino a su casa, mientras los parroquianos se divertían con el paso de danzantes por alguna fiesta patronal.

-Diego mi amor (me decía en la esquina oriente de su casa colgada a mi cuello), ya es tarde pero quiero agradecerte lo que me hiciste sentir.

-No te preocupes hoy, prefiero que llegues temprano y no recibas regaños ni amonestaciones, ya veré como relajarme-

– Gracias, la próxima vez que nos veamos, te lo recompensaré doble-

C continuará?

Gracias por tomarse el tiempo en leerlo, espero sus sus criticas y disculpen si encuentran alguna  falta ortográfica. Pueden ponerse en contacto a través de mi correo campanaindependencia@hotmail.com espero que les agrade para continuar escribiendo.

  • : Este es el inicio de una saga entre dos desconocidos que se conocen en una red social, y buscan estar en mayor contacto día a día. Cada uno diferente pero hay algo que les emociona y eso puede provocarles divertidas y excitantes experiencias.
 

Relato erótico: “Teniente Smallbird 2ª parte” (POR ALEX BLAME)

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SECRETARIA PORTADA2Smallbird se levantó al día siguiente acompañado por una Sin títulorespetable resaca. Entró en el baño tosiendo y descargó un escupitajo negro como su alma en la taza mientras meaba. Suspirando tragó un par de aspirinas y encendió su primer cigarrillo del día. Desayunó un café frío y se puso una camiseta limpia antes de ponerse la cazadora y el casco y salir de casa.

Entró en la comisaría precipitadamente y mientras le pedía a Gracia que preparase la sala de conferencias para una proyección se dirigió al despacho del comisario.

—Espero que tengas noticias, la alcaldesa está hecha un basilisco y me ha amenazado con arrancarme las pelotas si no resolvemos el caso para el fin de semana.

—Aun no tengo nada concreto pero creo que he dado con un posible móvil del asesinato. Ahora mismo vamos a analizar unos videos que la víctima hizo en casa de su vecina.

—¿La camarera?

—Sí, por lo que he podido averiguar la chantajeaba, al menos al principio, para poder acostarse con ella.

—Estupendo, sexo, violencia y cintas de video. —dijo Negrete resoplando— Por Cristo bendito, mantén todas las copias de esos archivos controladas. Si esos videos salen en alguna televisión o en algún canal de internet estaremos mañana todos en la calle.

—Descuida jefe, desde hoy esos archivos estarán únicamente bajo mi poder y solo se los dejaré a personal de confianza.

—¿Y qué vas a hacer ahora? —preguntó el comisario.

—Vamos a analizar el material y luego vamos a traer a tío y sobrina para aclarar alguna cosilla sin importancia, será entonces cuando les presionaremos con todo lo que tenemos a ver qué averiguamos.

—¿Crees que son los asesinos? —preguntó Negrete con desconfianza.

—La chica no creo que tenga nada que ver, pero el arquitecto, pese a su capa externa ligeramente afectada, es posesivo y manipulador, podría ser nuestro hombre. Cuando la chica llegó a la ciudad le faltaba poco para la mayoría de edad, aunque ningún juez lo condenará podemos apretarle las tuercas insinuando que si le acusamos esas pruebas podrían hacerse públicas.

—De acuerdo, adelante entonces, pero no te pases, estás jugando con fuego y toda la prensa está encima nuestro. Huelen la sangre.

Smallbird salió del despacho satisfecho y se dirigió a la sala de conferencias dónde Viñales ya lo tenía todo preparado.

Smallbird le dio las gracias y les explicó a todos los reunidos lo que había encontrado. Sin más dilación conectó el disco duro, seleccionó el primer archivo y lo reprodujo ante la mirada a veces interesada a veces asqueada de los investigadores.

—¡Joder! ¡Ya era hora! —exclamó Arjona— Después del trabajito de ayer necesitaba algo así. La noche pasada la pasé soñando con que era el compañero de celda de un Nacho Vidal hipersalido.

—¿Es realmente necesario ver todo esto? —intervino la agente Viñales.

—Buena pregunta. Necesitamos todos los detalles porque luego vamos a interrogar a tío y sobrina y mientras más sepamos de todo esto, más posibilidad habrá de sorprenderlos y hacer que hablen. —respondió Smallbird—¡ Ah! Y aprovecha, Arjona, porque en cuanto terminemos volverás a examinar esos archivos. Puede que encontremos más información oculta en esas carpetas.

Arjona hizo una mueca de asco y se concentró en el visionado del siguiente archivo. Smallbird ya los había visto todos la noche anterior pero imitó a todos los presentes concentrándose en la pantalla.

Vanesa pasaba de nuevo por delante de la cámara y se dirigía a la puerta tras haber sonado el timbre.

—Hola, ¿Necesitas algo?— Se oyó decir fuera de cámara a la joven con la voz nerviosa.

—Sabes por qué he venido. ¿Te ha gustado la película?

—Yo no sé a qué te refieres. —intentó disimular la joven.

—Sé perfectamente que has abierto tu correo y has examinado el archivo así que no te molestes en mentirme. —dijo Alex Blame que por primera vez aparecía ante la cámara mientras iba acorralando a la joven contra una de las paredes del salón.

La joven intentó revolverse y empujar al señor Blame para conseguir zafarse de él, evidentemente sin conseguirlo.

—¡Déjame en paz o empezaré a gritar! —dijo la joven no muy convencida.

—No creo que lo hagas —replicó Blame acariciando la suave piel de la joven con unos dedos gordos como morcillas— que iba a decir papá si descubriese que la putita de su hija protagoniza una sórdida película acompañada de su hermano.

—Eres un cabrón. —dijo intentando reponerse.

—No, soy un cabrón con suerte. —dijo Blame alargando la mano y sobando el cuerpo de la joven por encima del ligero vestido de algodón.

Vanesa reaccionó inmediatamente y le dio un fuerte bofetón. Alex Blame sonrió y se lo devolvió con desgana. La joven gritó y se echó una mano a la mejilla. El hombre la cogió por un brazo y de un empujón la tiró sobre el sofá con una sonrisa maligna.

—Ni se te ocurra volver a hacerlo putita. Ahora desnúdate para mí —dijo el tipo sentándose cómodamente en el sofá y echándose mano al paquete.

La joven lo pensó durante unos segundos y finalmente se puso de pie apesadumbrada.

—Vamos putita, no tengo todo el día. ¿O prefieres que cuelgue tus grandes éxitos en internet? Por cierto ¿Y esos sonidos tan raros que hace tu tío cuando folla? ¿A qué se deben? ¿Alguna de vuestras antepasadas se folló un aullador?

La joven no le hizo caso y se quitó el vestido sin ninguna ceremonia.

—Vamos, vamos. Sé que lo puedes hacer mejor. —dijo él poniendo música con un mp3 que llevaba consigo.

Vanesa suspiró, cerró los ojos y comenzó a moverse al ritmo de la música. Desde una nueva perspectiva, todos vieron como los pechos grandes y turgentes de la joven se balanceaban al ritmo de la música ante la mirada porcina y acuosa de Blame.

—Así está mejor —dijo él— ahora quítate las bragas, quiero ver ese chochito rubito en vivo y en directo.

La joven se quitó obedientemente las sencillas braguitas de algodón que portaba y se quedó totalmente desnuda ante la libidinosa mirada de aquel tipo.

En el silencio de la sala de conferencias se oyó como Arjona tragaba saliva audiblemente al ver el cuerpo pálido y el vello rubio adornando el sexo de la joven.

—Realmente deliciosa. —dijo Blame babeando ante la visión del cuerpo joven y turgente mecerse sugerente al ritmo de la música.

Alex gruño y revolvió con su manaza en el bolsillo del albornoz sacando una pequeña pastilla azul.

—Esto, cariño —dijo mostrándole a la joven la Viagra antes de tragarla—me permitirá hacerte volar durante horas.

La risa resonó por todo el piso mientras Blame se quitaba el albornoz que llevaba puesto y le mostraba a la joven un cuerpo gordo blanco y ligeramente sudoroso. Su polla erecta y congestionada se bamboleaba bajo su tripa dándole una aspecto estrambótico.

Con la mirada fija en los grises ojos de la joven, se acercó a ella y le dio un largo beso en la boca. La joven se quedó rígida con los brazos quietos a los costados y cerrando los puños impotente mientras el hombre repasaba su boca su cuello y sus clavículas con la lengua.

—Tranquila cariño. Mi fuerte con las mujeres no es la primera impresión pero pronto sabrás apreciar todo lo que te voy a dar. —dijo agarrándose la polla y restregándola contra los muslos tensos de la joven.

Blame cogió a la joven con suavidad por un hombro y la guio fuera del campo de la cámara. Un nuevo plano les enfocó mientras entraban en la habitación. Blame le empujó contra la pared y agarrando uno de sus pechos lo chupó con avaricia. Vanesa gimió y con un gesto de miedo y asco tensó todo su cuerpo incapaz de de decidir si gritar o dejarse hacer.

—¿Cómo conseguiste hacer la película? —preguntó ella tras un par de minutos de magreo y dolorosos chupetones.

—Muy sencillo. —respondió él sin parar de estrujar emocionado los redondos pechos de la joven— El día que me ofrecí para instalarte gratis internet aproveché y puse algunas cámaras en tu piso.

—Cerdo, y yo me fie de ti.

—No te flageles, no eres la única, en realidad vivo de eso. Tengo una página web donde ofrezco películas gratis, cuando cualquier idiota se baja una de ellas yo robo todos los datos que hay almacenados en su ordenador. Oro puro.

Alex no se extendió más y agarró a la joven lanzándola sin miramientos sobre la cama. Sin dejarla reaccionar se tiró sobre ella inmovilizándola con su peso. Con un suspiro de placer se cogió la polla con la mano y la enterró en el fondo del coño de la joven.

—Vamos putita, imagina que soy tu querido tío que viene a consolarte en tu soledad.

Vanesa soltó un breve grito al notar como la polla de aquel hombre entraba cuando su coño aun no estaba del todo preparado e intentó revolverse pero Alex sujetó sin miramientos sus muñecas contra el colchón.

Segundos después Blame comenzó a entrar y salir abriéndose pasó en el deliciosamente estrecho coño de la joven y no tardó en correrse resoplando y empujando como un elefante marino.

A pesar de todo, la joven vio como tras la eyaculación la polla de su agresor seguía dura y caliente como un hierro al rojo.

—Tienes un chocho precioso putita. —dijo Blame enterrando la cabeza entre las piernas de la joven y chuperreteándole su sexo.

Muy a su pesar Vanesa comenzó a excitarse y olvidándose de quién estaba entre sus piernas agarró su cabeza y tiró de ella gimiendo mientras agitaba su pubis y arqueaba su espalda.

Blame penetró en el cálido interior de la joven, en esta ocasión con sus dedos, mientras que con maestría golpeaba con fuerza el clítoris de la joven con la lengua haciéndole retorcerse de placer con cada impacto.

A continuación Blame cogió a la joven aun estremecida y sentándose en el borde de la cama la depositó sobre su regazo. Esta vez fue ella la que cogió la polla con sus manos y se la metió en su coño, ahora totalmente encharcado de deseo. Agarrándose a los hombros comenzó a subir y bajar empalándose con el miembro de Blame, cerrando los ojos y dejándose llevar por el placer.

—Muy bien, más rápido putita. —dijo Blame sudando y resoplando.

La joven siguió cabalgando hasta que agotada se dejó caer brillante de sudor, Blame la agarró entonces por la cintura y la alzó en el aire sin dejar de penetrarla a un ritmo salvaje. Jadeante por el esfuerzo la depositó sobre un aparador y siguió follándola hasta que la joven se corrió gritando e hincando las uñas en la espalda de su chantajista.

Sin dejarla reponerse la obligó a arrodillarse y le metió la polla en la boca. Vanesa chupó obediente la polla de Blame olvidándose de cualquier comedimiento, repasando el miembro de extremo a extremo con su lengua, chupando y mordisqueando.

—¡Sí putita! Eso es. —dijo Blame enterrando la polla en el fondo de la boca de la joven y eyaculando de nuevo.

Alex sacó la polla mientras la joven tosía y escupía semen y golpeó las mejillas de la joven con su miembro aun duro como una piedra.

Ante la mirada alucinada de los presentes aquel cabrón cogía a la joven y la ponía a cuatro patas en la cama y lubricando su coño con un poco de saliva volvía a penetrarla.

Los dos amantes se alternaron en sus orgasmos sin solución de continuidad hasta que finalmente tras más de hora y media de ejercicios gimnásticos se tumbaron en la cama agotados y jadeantes.

—¡Joder! —exclamó Arjona cuando terminó la proyección— ¡Qué gran pérdida para la humanidad! Este tipo era el Cecil B. De Mille de los videos caseros.

El resto de la mañana la pasaron viendo maratonianas sesiones de sexo y preguntándose cuanto debía comer aquel tipo para poder mantener aquella tripa realizando un ejercicio tan intenso.

Cuando volvieron de la comida, Smallbird llamó a Vanesa y a su tío citándolos por separado para “aclarar unos detalles en la comisaría”.

Mientras esperaban la llegada de ambos, Smallbird echó una mirada al informe preliminar de la autopsia sin que averiguase nada que no le hubiesen contado antes los periódicos.

Salvador fue el primero en llegar con diez minutos de adelanto, Camino lo condujo a la sala de interrogatorios dónde Smallbird le esperaba tranquilamente sentado y cerró la puerta a sus espaldas.

—Perdone que le recibamos aquí, pero están redecorando mi despacho y no tengo un sitio mejor para recibirle. —mintió Smallbird con total naturalidad— Siéntese, por favor.

Smallbird abrió una carpeta llena de papeles que no tenían nada que ver con el caso mientras esperaba a que el tío Salvador se pusiese todo lo cómodo que era posible en la silla metálica que el detective le había ofrecido.

—Vaya. Así que es aquí donde obtienen las confesiones de los asesinos. —dijo Salvador mirando a su alrededor e intentando no parecer nervioso.

—Ante todo gracias por venir, sabemos que es un hombre muy ocupado. —dijo el teniente entrelazando los dedos sobre la mesa.

—En efecto, así que le ruego que vayamos al grano, por favor.

—Por supuesto. ¿Podría decirme donde estuvo la anteanoche? Digamos desde las nueve hasta las seis y cuarto de la mañana.

—¿Está insinuando que soy sospechoso?

—Oh no, —respondió Smallbird poniendo una cara de inocencia digna de un óscar— es todo pura rutina. Pedimos la coartada de todas las personas relacionadas con la víctima para descartar a la gente y evitar que nos enredemos en falsas pistas. Ya sabe no debemos malgastar el dinero del contribuyente.

—Lo entiendo —dijo Salvador—¿Pero qué tengo que ver yo con ese tipo tan desagradable? Creo que cruzarme un par de veces con él en el ascensor no quiere decir que estemos relacionados de ningún modo.

—Sí, bueno, el caso es que follarse a la misma mujer suele ser una relación bastante comprometida.

Las pupilas del arquitecto se dilataron y se quedo rígido durante un momento. Un ligero temblor del labio inferior denotaba el tumulto de emociones que pasaban en ese momento por su cabeza. Smallbird sacó un cigarrillo del paquete y lo encendió exhalando el humo a los ojos de aquel mequetrefe.

—¿Qué está insinuando? —acertó a decir al fin el hombre en un susurro ahogado por la nicotina.

—No lo estoy insinuando. Sé que se ha estado follando a su sobrina, al menos desde que llegó a la ciudad y sé que la víctima, el señor Blame, le tomó el relevo entre las piernas de Vanesa.

—¡Esto es intolerable! ¡Voy a hablar ahora mismo con mi abogado y les voy a demandar por atentado contra el honor! ¿Cómo se atreven …?

—Tenemos pruebas documentales. —le cortó Smallbird mostrándole una memoria extraíble pero sin ninguna intención de mostrarle el contenido— Así que será mejor que nos diga donde estuvo anteanoche y sus abogados no se verán obligados a determinar cuántos delitos ha cometido al abusar de una menor y encima con estrechos lazos de sangre.

—¿Pruebas? —preguntó el hombre temblando.

—Sí, tenemos un video con el que la víctima chantajeó a su sobrina. ¿Sigue afirmando que no conoce a Alex Blame de nada? —dijo Smallbird dando una nueva calada al pitillo.

—De nada absolutamente, señor. —respondió el arquitecto repentinamente respetuoso.

O el tipo era un actor consumado o la sorpresa había sido total. Después de eso, Salvador se derrumbó y respondió a todas las preguntas sin oponer ninguna resistencia. Según su declaración estuvo trabajando hasta tarde aquella noche y tenía varios compañeros como testigos, con los que a continuación habían ido a tomar algo al centro. Como comprobaría más tarde hablando con ellos, Salvador tenía una coartada sólida hasta las cuatro y pico de la mañana con lo que era imposible que hubiese podido cometer el crimen en persona.

El teniente dejó a Camino con el viejo verde, convenciéndole de que si había dicho la verdad no emprenderíamos ninguna acción judicial contra él y salió de la sala de interrogatorios para recibir a Vanesa que estaba a punto de llegar.

Con la chica decidió ser más suave y la recibió en su despacho. En cuanto atravesó la puerta y vio la cara de circunstancias del detective, automáticamente supo que su secreto había quedado a la luz.

—Sabía que solo era cuestión de tiempo —dijo ella sentándose y poniendo el bolso en la silla que quedaba libre.

—Entiendes entonces que debo hacerte unas preguntas.

—Desde luego. —replicó Vanesa tragando saliva.

—¿Puedes decirme qué estuviste haciendo la noche y la madrugada del asesinato del señor Blame? —preguntó el teniente.

—Estuve trabajando en la cafetería hasta la una, después recogí el local con la ayuda de mi compañero y me derrumbé en la cama a eso de las dos de la mañana. Me levanté a las cinco y cuarto de la mañana para servir los desayunos y me fui a casa unos minutos después de que tú terminases tu tostada y te fueses, a eso de las once.

—Tienes un horario complicado —dijo Smallbird.

—Depende de lo que se entretenga la parroquia. Normalmente no llego tan tarde a casa pero la otra noche había partido y la gente siempre se lía.

—Entiendo. ¿Cómo conociste a la víctima?

—Llegó al edificio unos pocos meses después que yo. Me crucé con él un par de veces al principio y aunque solo le faltó meter su hocico debajo de mi falda se mostró educado y no me pareció especialmente peligroso.

—Con el tiempo fue cogiendo confianza y comencé a encontrármelo más a menudo en la puerta o en el ascensor. Un día le comenté lo mucho que me molestaba tener que ir a la cafetería para tener una conexión wifi decente y él me dijo que se dedicaba a eso y que podía instalarme un par de repetidores para que la señal de la cafetería llegase a casa.

—Ahí fue cuando te pinchó el piso… —dijo Smallbird para permitir a la joven coger aire.

—En efecto, aquellos dos días instaló seis cámaras y varios micrófonos en mi casa. Incluso me puso una en el baño y se mondaba de risa viéndome cagar cuando estaba estreñida. —dijo la joven rabiosa.

—Desde luego ese tipo era una joya. ¿Qué pasó a continuación? —preguntó el detective.

—Lo has visto en los videos. Me chantajeó y fue tal como él había dicho. El tipo es muy hábil en todo lo que hace y con el tiempo, tal como me había prometido, empezó a gustarme lo que me hacía y establecimos una especie de morbosa y retorcida relación únicamente basada en el sexo. Cuando quería algo llamaba a mi puerta me hacía lo que le apetecía y luego se volvía a su piso.

El teniente se recostó pensativo mientras la joven describía los pormenores de su relación con aquel degenerado. Estaba claro que los continuos abusos que había sufrido por parte de su tío, probablemente incluso antes de que llegara a la capital, le habían dejado la autoestima por los suelos y Blame había llegado en el momento justo para establecer con ella una relación de dominación que la joven había aceptado con naturalidad.

—¿Sabes si Blame tenía enemigos?

—Los coleccionaba. —dijo la joven con una carcajada exenta de toda alegría— Decía que mientras más éxito tuviese, más enemigos tendría. Según él, la última vez que los había contado tenía dos mil trescientos y pico. Yo creo que exageraba.

—¿A qué se dedicaba?

—Venta de información. De cualquier tipo, conseguida de cualquier manera. Páginas de bajada de archivos, espionaje industrial, intercambio de favores…

—¿Podría haber sido alguno de ellos el autor del crimen?—preguntó Smallbird con interés.

—No lo creo. Protegía muy bien su identidad cuando hacía negocios. Además supongo que ya estaréis investigando a los cuentistas.

—¿De qué hablas? —preguntó el detective sorprendido.

—¿De veras no habéis logrado averiguar nada? ¿No habéis descubierto lo del perfil de Alex Blame en guarrorelatos? ¿Ni sabéis nada de los ochenta y ocho relatos?…

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Relato erótico: “Teniente Smallbird 3ª parte” (POR ALEX BLAME)

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—Sabíamos que existía un perfil a nombre de Alex BlameSin título—dijo Smallbird poniendo gesto de cansancio— pero justo cuando íbamos a investigarlo aparecieron los videos y…

—Jefe, —dijo Arjona interrumpiendo la conversación— ¿De veras tengo que seguir visionando los archivos …?

—¡Largo Arjona! —gritó Smallbird descargando toda su frustración en su ayudante— Y dile a Gracia que venga inmediatamente con su portátil.

—También revisé por encima los relatos que había en el disco duro y no me pareció que fuesen tantos. —comento Smallbird dirigiéndose de nuevo a la joven.

—Los relatos más largos solía dividirlos en entregas a la hora de publicarlos, por eso en la página Web eran ochenta y ocho…

—Que son justo las puñaladas que recibió. —dijo el detective confirmando a la joven lo que habían dicho los periódicos—¿En esa web también le gustaba coleccionar enemigos?

—Desde luego. —respondió la joven— escribía bien y sus relatos eran bastante bien valorados pero eso no le importaba demasiado, lo que le gustaba era escribir y poner a parir a los otros escritores en los comentarios.

—¿Podrías indicarme el nombre de alguno de ellos? —peguntó el teniente cogiendo un block de notas.

—No es tan fácil. —respondió la joven.—Alex era de los pocos, si no el único, que usaba su propio nombre, la mayoría usan apodos para conservar su anonimato, dado lo controvertido de los temas que se tratan en esa página web. A Alex se la soplaba todo, pero la mayoría de los que escriben tienen padres, esposas, hijos..

—Entiendo. ¿Podrías entonces decirme algunos de los apodos?

—Sí, claro —dijo levantando sus bonitos ojos grises al cielo haciendo memoria— Los que más a menudo discutían con él eran Chupachochos, King Koño, Carpene Diem, A Pollazos y Chochopelocho.

—¿Sospechas de alguno en concreto?—tanteó Smallbird al joven.

—De todos y de ninguno. Una de las últimas veces que hablamos me dijo que tenía un trol.

—¿Un trol?

—Llaman así a la gente que se mete en los foros y en las páginas dando opiniones negativas y poco justificadas solo con el propósito de meter cizaña y en casos como en Guarrorelatos votar con ceros a la competencia para que sus relatos se vean beneficiados en el top de los más valorados.

—¿Tan en serio se toman eso de escribir guarradas?

—Algunos de ellos sí y Alex se mondaba. No llegó a decirme quien era su trol pero dijo que ya lo tenía casi identificado y que iba a amaestrarlo y ponerle una correa.

Smallbird levantó la cabeza e hizo pasar a Gracia con una seña . El teniente le indicó que abriese el ordenador y buscase la pagina de guarrorelatos y el perfil de Alex Blame. En cinco minutos tuvo el perfil de Blame en la pantalla. En él figuraba su nombre nacionalidad, edad y un poco más abajo figuraba el número de relatos que como había dicho la joven eran ochenta y ocho. Además figuraba el número de valoraciones y comentarios que había hecho y un poco más abajo una sección que ponía sus autores y relatos favoritos.

Smallbird abrió la sección de autores favoritos en la que había apenas media docena. Bajo cada apodo había un breve comentario en los que más que amable o impresionado se mostraba condescendiente. Uno de ellos le llamó especialmente la atención. “Tiene unas historias originales podría llegar a ser un escritor de mediocre talento, si fuese capaz de escribir dos palabras seguidas sin cometer una falta de ortografía.

Sí esos eran los que le llamaban la atención, el teniente no se podía imaginar cómo trataría a los que escribían mal o trataban de hacerle la puñeta.

Smallbird repasó el listado de relatos. Al lado de cada relato había unas estrellas y si pinchaba sobre ellas había un sencillo gráfico con las valoraciones y un enlace para los comentarios.

Eligió uno de los relatos al azar “Groom Lake” y revisó los comentarios. El relato era bastante antiguo y apenas tenía un par de comentarios. Mientras que los comentarios venían acompañados del apodo de quien los mandaba, las valoraciones eran anónimas. Le preguntó a Gracia si podía averiguarlo pero tras trastear unos segundos en las líneas de código de la página dijo que la información relativa a la IP de procedencia de las votaciones se borraba automáticamente y que sería muy difícil si no imposible identificar a los votantes.

—Tengo una última pregunta, Vanesa. —dijo el detective — Si el asesino es uno de estos tipos ¿Cómo demonios localizó a tú nov… a Blame?

—Eso es algo que no me explico. Alex era muy cuidadoso en todo lo que se refería a su intimidad. Todos los días barría la red en busca de posibles rastros que pudiese dejar su navegación. Utilizaba nombres y direcciones supuestas hasta en sus operaciones financieras y hasta hacía rebotar su IP cientos de servidores remotos. A pesar de que usase su nombre verdadero no había nada más que pudiese averiguar nadie sobre él.

Interrogó a Vanesa un rato más sin obtener más detalles de importancia. Tras recordarle que tenía su tarjeta si necesitaba o recordaba algo le acompañó fuera de la oficina y le pidió a uno de los agentes que la acercase hasta casa.

Hirviendo por dentro y buscando posibles razones para que se le hubiese escapado esa pista, reunió de nuevo a todos los detectives en las sala de juntas.

—Bueno, chicos. Tenemos noticias. Tanto el tío como la sobrina tienen una coartada que no nos costará demasiado comprobar. Esa es la mala noticia. —comenzó Smallbird—La buena es que tenemos una nueva pista que explotar.

—¡Bien! —exclamo Arjona—Adiós a los videos de caballeros haciendo guarradas. Menos mal, ya estaban empezando a parecerme unas pollas más bonitas que otras. ¿Qué hacemos ahora?

—Lo primero que vais a hacer es devolver a Viñales todo los archivos para que los destruya dejando solo una copia por si los necesitamos más adelante. Arjona, tú y Camino vais a investigar las coartadas de Vanesa y Salvador mientras que los demás vamos a investigar el perfil y los relatos de Alex Blame rastreando los comentarios y haciendo una lista de autores que pudiesen estar enfrentados con él. Una vez los tengamos los compararemos y elegiremos los que más susceptibles de estar los suficientemente enfadados como para matar.

—¿Cuando empezamos? —preguntó Carmen.

—Me temo que no podemos esperar. Debemos recuperar el tiempo perdido. Empezaremos ahora mismo y quiero que tengáis una lista de sospechosos antes del mediodía de mañana.—dijo Smallbird viendo como todos ponían cara de circunstancias, conscientes de que el día iba a ser muy largo — Cuando tengamos la lista y la comparemos se la daremos a Viñales para que averigüe quién está detrás de los seudónimos y podamos interrogar a esas personas.

—Ahora, manos a la obra, no hay tiempo que perder.

En cuanto dejó a los chicos se fue al despacho del comisario. Cuando le contó todas las novedades vio como Negrete cambiaba de color hasta ponerse casi violeta. Durante dos minutos estuvo bajando santos al más puro estilo de los cabreros de la sierra extremeña de la que provenía. Finalmente se calmó un poco, cogió un vaso y una pequeña botella de Chivas que todo el mundo sabía que guardaba en su escritorio y sirviéndose una generosa medida se la bajó de un solo trago. Después de ofrecerle un trago al teniente, que Smallbird declinó cortésmente, le despidió diciéndole que no reparase en horas extras para avanzar en la investigación lo más rápido posible.

Sin pararse a hablar con nadie salió a la calle y fumó dos cigarrillos seguidos mientras observaba como caía la tarde e intentaba serenarse un poco. Ya más tranquilo gracias en parte a la nicotina, fue al bar que había enfrente de la comisaría, se comió un bocadillo de calamares y volvió a su oficina con una caja de donuts y cafés decentes para repartir entre la tropa.

Smallbird dejó a los chicos lanzándose sobre los donuts con voracidad. Una vez en su despacho no se demoró más pensando en el tiempo perdido y se enfrascó en el trabajo. Abrió de nuevo el perfil de Alex Blame y echó un vistazo a los comentarios de todos sus relatos para ver quien persistía en enviar comentarios hirientes de forma reiterada.

Pronto obtuvo resultados e identificó a Chupachochos, King Koño, A Pollazos y Carpene Diem. Luego pinchó en los apodos para estudiar los perfiles. Descartó en un principio a A Pollazos y a Chupachochos por ser Colombiano y Argentino respectivamente y se centró en los otros dos.

De los dos que le quedaban King Koño parecía ser una mujer a la que le encantaba que la vejasen y la insultasen así que Alex se ponía las botas llamándola de todo sin que la mujer hiciese poco más que insultarle blandamente para que Blame le diese cera a conciencia.

Sin embargo Carpene Diem con su jueguecito de palabras en latín parecía querer presentarse como alguien culto que escribía relatos de calidad.

Revisó su lista de relatos y escogió uno de la categoría de tríos. El tipo escribía bien y no cometía demasiadas faltas de ortografía pero tenía un estilo frío. Parecía que estaba contando a alguien el resultado de un examen más que escribir un relato.

Al principio el argumento le resultó interesante; Trataba de una mujer que estaba escapando de su cómplice en un atraco con el dinero y su coche se había averiado en una zona remota. Caminando en busca de ayuda se encontraba un viejo caserón dónde un grupo de científicos que están trabajando en la aplicación de detector de radares para android definitiva le daban cobijo. Pronto la joven se hace la reina de la casa debido a su astucia y a la ingenuidad de los científicos y los anima a su estilo para que acaben la aplicación y así poder robársela y venderla por su cuenta.

Fue en ese momento cuando al imaginarse a la joven le vino a Smallbird la figura de Bárbara Stanwyck en Bola de Fuego. Con una sonrisa torcida Smallbird resopló y se enfrascó de nuevo en la lectura:

… Los hombres se reunieron alrededor de ella mientras cantaba con voz lenta y sensual. La joven se sentó sobre la mesa de la biblioteca y la falda de su vestido se subió ligeramente mostrando una generosa porción de sus muslos, excitando la poderosa imaginación de los ingenuos sabios.

Con naturalidad, como si lo hubiese hecho mil veces, se puso de pie sobre el pulido nogal y empezó a bailar de forma sugerente sin dejar de cantar. Los cinco hombres se pusieron alrededor de la mesa y siguieron el ritmo de la música golpeando la superficie de la mesa con las palmas de sus manos.

Cuando la se abrió el vaporoso vestido de algodón mostrando un cuerpo escultural, solo tapado por un escueto conjunto de ropa interior de seda negra, las manos se quedaron automáticamente quietas y Débora disfrutó de las miradas ansiosas excitándose hasta sentirse tremendamente mojada por dentro.

Sin pensar en nada más que en aquellos hombres que le adoraban y que en esos momentos estarían dispuestos a hacer cualquier cosa por ella, continuó bailando y acariciándose sus pechos y el interior de sus piernas.

Cuando la joven se quitó el sujetador y mostró unos pechos tan duros y hermosos como los de la Venus de Millo los cinco hombres tragaron saliva a la vez y se revolvieron inquietos sin saber muy bien qué hacer.

Suspirando con impaciencia, la joven se tumbó sobre la mesa y le dijo a Diego que le quitase las bragas.

Diego intentó decir algo señalándose y balbuceando algo ininteligible antes de que Rosco se le adelantase y le sacase las bragas de un tirón apresurado.

La joven arqueó su cuerpo y lo retorció envanecida por las miradas de admiración de los científicos y sentándose y poniéndose de cara a Rosco que parecía el más avispado abrió las piernas mostrando al científico un sexo lampiño rosado y tumultuoso.

Rosco intercambió una mirada con la joven pidiendo permiso y ante su leve asentimiento se lanzó sobre ella como un lobo hambriento. Débora se dobló sobre la cabeza del joven científico cuando este envolvió su delicado sexo con la boca y le chupó y le lamió su aterciopelado clítoris con violencia.

Los gritos y suspiros de la joven parecieron despertar a los científicos de su estupor y se lanzaron a acariciar y besar el cuerpo de la joven.

Débora se sintió arrasada por el placer y la soberbia cuando manos y bocas le asaltaron chupando, mordisqueando , tironeando y retorciendo. Su cuerpo entero hormigueaba y su sexo y sus pezones ardían excitados por las bruscas caricias de unos hombres excitados pero poco experimentados en el arte del amor.

Tras un gran esfuerzo logró apartar su cuerpo escalofriado por intensas sensaciones de los labios y las manos que las provocaban y se plantó ante los cinco hombres jadeante e imperiosa.

—¡Desnudaos! —dijo la joven lacónica mientras posaba ante ellos, solo vestida con las sandalias de tacón que le habían conducido a aquella mansión hacía ya más de una semana.

Los hombres, unos con cara de ilusión, otros con cara de deseo, le obedecieron con diligencia.

Ninguno de los cuerpos de aquellos hombres era igual, pero todos eran atractivos a su manera, Rosco alto, musculoso y seguro de sí mismo, Diego, anciano, menudo y miope le recordaba a un pajarillo desamparado, Nilo rellenito y lampiño le recordaba a un querubín, Felipe orgulloso y a la vez inseguro con aquella impresionante herramienta y Ananías serio y pensativo hasta cuando estaba empalmado.

Se acercó y acarició con sus suaves dedos las cinco vergas con suavidad hasta asegurarse de que estaban todas perfectamente preparadas, y arrodillándose frente a Nilo cogió su cipote y se lo metió profundamente en la boca.

La joven empezó a chupar y acariciar la polla de Nilo que gemía quedamente mientras el resto de los genios le rodeaban observándole con sus pollas tremendamente congestionadas apenas a unos centímetros de su cuerpo.

Débora sacó la polla de Nilo de su boca con un jadeo y sin siquiera mirar cogió otra polla al azar y casi se ahogó al encontrarse con la tremenda polla de Felipe en el fondo de su garganta. Estaba tan caliente que lo único que pensaba era en devorar todas aquellas pollas a la vez. En unos instantes se vio chupando el enorme monstruo de Felipe y pajeando las pollas de Ananías y Diego mientras Nilo frotaba su polla contra sus pechos grandes y colgantes y Rocco alzaba sus nalgas para penetrar en su coño chorreante de deseo.

La joven emitió un grito sofocado por la verga de Felipe y se dejó llevar complacida con los tremendos empujones de Rosco y las manos y las pollas que le acosaban, le acariciaban y arañaban ansiosas.

Tras un par de minutos Rocco se corrió en su interior llenando su vagina de cálido semen. La joven, con varios empujones se separó electrizada con los pezones erectos, la piel de gallina y el semen de Rocco corriendo por el interior de sus broncíneas piernas.

Los hombres se quedaron un poco confundidos sin saber que hacer hasta que ella tomó la iniciativa tirando a Nilo sobre la alfombra y ensartándose su polla con un largo gemido. El resto de los genios observaron como cabalgaba sobre el querubín a un ritmo salvaje hasta que Felipe se acercó y lubricando su polla la acercó al culo de Débora. La joven pegó un fuerte alarido cuando la gran herramienta superó el esfínter y penetró en el estrecho conducto de la joven.

Débora pensó que sus tripas iban a reventar al sentir como la polla de Felipe se abría paso por ellas mientras Nilo seguía moviéndose en su interior. El dolor fue brutal pero poco a poco su cuerpo fue adaptándose y el dolor fue dejando paso a un intenso placer.

Débora abrió la boca para expresar el intenso placer que estaba experimentando y ese fue el momento que Diego aprovechó para meter su miembro en ella. La joven gimió y se atragantó pero comenzó a chuparla de buen grado. Con todas sus oquedades ocupadas la joven respiró profundamente y aprovechando que Diego agarraba su larga melena para sostener su cabeza de modo que pudiera penetrar en su boca lo más profundo posible, la joven separó sus brazos y agarró las dos pollas restantes empezando a pajearlas.

Grandes lagrimones comenzaron a correr por las mejillas de la joven mientras los cinco hombres movían sus caderas extasiados disfrutando del hambre insaciable de polla de la joven. El esfuerzo hacía que el sudor corriese por los torsos de los hombres y entre los pechos de la mujer como pequeños riachuelos. Los movimientos se volvieron más intensos, más rápidos y más acuciantes presagiando un cercano final .

Débora fue la primera en correrse. Su cuerpo entero se arqueó al sentir la joven como un cúmulo de sensaciones rompía todos los diques que se le presentaban arrollando todo su cuerpo con un placer incontenible. Jadeando con fuerza y gritando aun con la polla de Diego en su boca, la joven no dejó de moverse hasta que los cinco hombres que la estaban follando se corrieron prácticamente todos al mismo tiempo, eyaculando abundantemente en su coño, en su culo, en su boca, en su cara y en su espalda…

Smallbird apartó la imagen de la Stanwyck tirada en el suelo de la sala con su cuerpo cubierto por el semen y el sudor de cinco hombres de su mente y siguió leyendo.

El relato acababa rápidamente describiendo como la joven se arrepentía de sus planes y se quedaba con los científicos convirtiéndose en su alegre esclava sexual.

Smallbird se estiró en el asiento y su polla erecta tropezó con el escritorio recordándole que hacía tiempo que no echaba un polvo decente. Al final del relato pinchó en los comentarios y entre todos ellos destacaba el ácido comentario de Blame.

Alex Blame (ID: 1418419)

2014-08-06 16:14:24

Un principio esperanzador, en la línea de la más pura novela negra que has jodido, como siempre, plagiando una vieja película de 1941, pensando que porque nos matemos pajas somos tontos del culo. Para otra vez publicas este tipo de relatos en la sección de parodias y no me obligarás a ponerte un terrible.

El sexo ha sido entretenido pero un poco precipitado y que se corran todos los zopencos a la vez no termina de convencerme. Te diría que dejases de dedicarte a esto y te fueses al monte a follarte cabras pero como no me vas a hacer caso buena suerte con eso que llamas relatos con algo más que folleteo.

Como Smallbird esperaba, el escritor se daba por aludido y respondía en tono airado pero sin demasiada gracia y con frases hechas:

Carpene Diem (ID: 1459899930)

2014-08-06 19:35:02

Es lo que hay, está visto que no se hizo la miel para la boca del burro. No sabía de la existencia de esa película y si los argumentos se parecen es pura casualidad. LA VERDAD ES QUE, TENGAS RAZÓN O NO, ESTAS NO SON FORMAS DE CRITICAR A UN COMPAÑERO ESCRITOR QUE LO ÚNICO QUE QUIERE ES COMPARTIR SU TALENTO CON LOS DEMÁS SIN ESPERAR MÁS RECOMPENSA QUE UNAS PALABRAS AMABLES Y CRÍTICAS CONSTRUCTIVAS. SEÑOR BLAME PUEDE OPINAR TODO LO QUE QUIERA PERO YO NO ME REBAJARÉ A INTERCAMBIAR INSULTOS CON USTED. QUE TENGA UN BUEN DÍA.

La conversación continuaba siempre más o menos en ese tono, con el señor Carpene Diem intentando mantener su dignidad mientras Blame le destruía metódicamente hasta obligarle a abandonar.

Smallbird apagó el ordenador y echó un vistazo al reloj. Eran las once de la noche, por aquel día era suficiente. Despidió a todos y se fue a casa dónde se bebió tres Gyntonics y fumó medio paquete antes de irse a la cama.

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Relato erótico: “Teniente Smallbird 4ª parte” (PUBLICADO POR ALEX BLAME)

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SOMETIENDO 55

Sin títuloSmallbird se despertó de nuevo con resaca, haciendo que esa mañana se confundiese con las anteriores. Desayunó uno de los donuts que había sobrado de la tarde anterior y se había traído a casa de la comisaría y una cerveza sin alcohol. Dos cigarrillos después ya se sentía humano y después de tender la ropa que llevaba tres días en la lavadora subió a la Ossa dispuesto a empezar una nueva y tediosa jornada laboral.

El comisario debía de tener una reunión importante porque no estaba en su oficina cuando el detective llegó . Eso le había evitado un engorroso informe en el que más o menos tendría que decir que seguían en ello. Esperaba que para cuando llegase al menos hubiese una lista de sospechosos.

Los chicos estaban todos enfrascados en la búsqueda de sospechosos en guarrorelatos así que se fue a su despacho sin entretenerles y les dejó hacer.

Llevaba un par de horas deambulando por la página web revolviendo entre relatos comentarios y listas de autores cuando recibió un Wasap de Fermín diciendo que tenía novedades. Harto de la atmósfera opresiva de la comisaría no le dejó que le contase lo que había averiguado por teléfono y le dijo que iba a hacerle una visita. Como siempre que iba solo, cogió la Ossa y se deslizó a toda velocidad por las calles casi desiertas a aquella hora del día llegando al Anatómico en poco más de ocho minutos.

Fumó un par de cigarrillos, tosió un par de veces y entró en el gris edificio con paso rápido y decidido. Recorrió los pasillos una vez más, intentando imaginar en qué estado le tocaría llegar allí en un futuro cada vez menos lejano. Ya fuese víctima de un tiroteo y llegase allí con una sobredosis de plomo, cayese aplastado con su moto bajo el camión de la basura de forma que tuviesen que enterrarlo con la Ossa o llegase en pequeños trocitos victima de la bomba de un yihadista, lo único que quería era una muerte rápida. Nada de largas y dolorosas enfermedades.

Entró en el despacho tras golpear la puerta con los nudillos, sin esperar respuesta y se encontró a Fermín jugando a Plants vs Zombies en el móvil.

—Qué, ¿Sigue sin haber trabajo? —dijo el teniente a modo de saludo.

—Es increíble, pero llevo una semana que parezco el protagonista de Torchwood, —dijo Fermín sin apartar los ojos del smartphone—está muriendo tan poca gente que voy a tener que aprovechar las neveras para enfriar cervezas.

—Tranquilo ya te llegará todo el curro de golpe. —replicó Smallbird— Dijiste que tenías algo para mí.

—Sí , ha llegado el informe del laboratorio. —dijo alargando una fina carpeta que había sobre el escritorio— Bromuro de pancuronio.

—Bromuro de panqué…—dijo Smallbird abriendo la carpeta— Creí que ya conocía todos las drogas que un gilipollas podía conseguir, pero esta es nueva.

—El señor Blame tenía alcohol, coca, éxtasis y Viagra en su venas, pero con mucha diferencia la mayor concentración era de bromuro de pancuronio, es un relajante muscular muy fuerte derivado del curare.

—¿El veneno de los indios del amazonas?

—Ese mismo. —dijo el forense dejando el móvil por fin con un gesto de contrariedad.

—Vale, así que tengo que buscar un tipo moreno, bajito, desnudo, con el pelo cortado en redondo y una cerbatana en la mano.

—O un tipo con bata blanca. —replicó Fermín.—Es una droga utilizada en cirugía para relajar los músculos y hacer las intervenciones más sencillas. En ocasiones se usa también como anticonvulsivante o en casos graves de epilepsia, pero no se suele hacer fuera del ámbito hospitalario, por el riesgo de pasarse con la dosis y producir una parada respiratoria.

—¿Cómo lo administró?¿Con un dardo?

—Por lo general la vía elegida es la intravenosa. Volví a examinar el cadáver buscando el punto de inyección pero no lo logré, supongo que el asesino utilizó alguno de los cortes para enmascararlo.

—Entiendo. ¿Algo más?

—Hay muchas drogas con las que puedes incapacitar a una persona, pero no hay tantas que lo hagan y esa persona siga siendo totalmente consciente y tenga la misma percepción del dolor. —dijo Fermín.

—Así que esto es algo muy personal. El asesino no solo quería cargarse al señor Smallbird, también quería hacerlo sufrir durante horas.

—Si no se le hubiese ido la mano, probablemente durante casi un día entero.

—¿Se necesita receta para conseguir esa droga? —preguntó Smallbird revisando por encima el resto de la bioquímica de Blame sin entender ni papa.

—Se necesita receta, en efecto, pero al no tener un uso, digamos recreativo, no está tan controlada como los opiáceos, así que el que la consiguió puede no haber dejado demasiado rastro.

—¿Cómo pudo administrarle el asesino una inyección intravenosa a la víctima sin que esta se opusiese? —preguntó Smallbird confundido. —Blame no era un tipo canijo precisamente.

—No lo sé, para eso estás tú, —dijo Fermín con una sonrisilla que venía a decir jódete— yo solo te doy las piezas, eres tú el que tiene que montar el puzle.

—De acuerdo, gracias por todo. —dijo el detective dándole la mano al forense— Por cierto, procura que esta vez esto no sea de dominio público.

—No te preocupes, estoy tan cabreado como tu comisario. Ya sé quién fue y le he puesto a organizar los archivos de los años ochenta, pero eso es todo lo que puedo hacer, es tan funcionario como tú y como yo. Todos los que han visto ese informe están advertidos, la próxima vez los denunciaré aunque me cueste el puesto.

Salió del despacho del forense y desanduvo el camino pensativo. ¿Cómo demonios le pones a un tipo una inyección intravenosa contra su voluntad? Lo más fácil sería noquearlo y luego pincharlo o ¿Había logrado convencerlo para que se prestase voluntariamente? ¿Podría haberle convencido de que se trataba de una nueva droga que no se podía perder?

El sol de primera hora de la tarde le deslumbró al salir de los oscuros pasillos de la morgue y le recordó que no había probado bocado desde el desayuno. Encendiendo un cigarrillo giró sobre si mismo situándose y se dirigió a la cafetería de la complutense para comer el menú del día.

De vuelta en la comisaría se reunió con el equipo en la sala de conferencias dónde esperaban todos para informarle.

—Bien, —empezó Smallbird— empezaré yo si no os parece mal. He investigado a cuatro de los autores que me enumeró Vanesa y Carpene Diem parece prometedor.

—Yo busqué entre los comentarios de los relatos de Blame y encontré varios. Descarté a los de fuera de España y me quedé con Carpene Diem, Matoapajas, Capacochinos y Malvado retorcedor de pezones. —dijo Carmen.

—Capacochinos también lo tengo yo —dio López— y también a Matoapajas.

El resto de los detectives siguieron añadiendo nombres a un lista que terminó siendo de cerca de una docena y empezaron a analizarlos uno a uno .Empezaron por los menos probables descartando rápidamente a los dos primeros ya que apenas habían recibido un par de comentarios y habían optado por no responder. El siguiente era un tal Trancadeveinte que había descubierto Gracia haciendo búsquedas entre los comentarios con un programa que había creado la noche anterior.

—Aunque no es un escritor muy prolífico y Blame comentó solo dos o tres, si abrís cualquiera de sus relatos, veréis que son extremadamente violentos —dijo Gracia abriendo el perfil y eligiendo un relato al azar que inmediatamente se proyectó en la pantalla para que todo el mundo pudiera leerlo.

El relato se titulaba Crónicas de Zoork : el ataque de la reina de las Magas Zorra.

El tal Zoork era un anciano mago, decano de una antigua sociedad de magos en el reino de Cernuria. Una de sus más aventajadas alumnas había tenido una grave desavenencia con su maestro, había desaparecido en un reino vecino durante cinco años y había vuelto convertida en la jefa de un clan de guerreros que había entrado en su hermandad a traición matando a casi todos sus integrantes.

Pero el anciano que estaba de viaje se libró y cuando se enteró de la traición juró vengar a sus condiscípulos. Fue matando uno a uno a todos los componentes del clan mientras la bruja huía hasta que acorralada en el claro de un bosque decide defenderse:

Desde la última vez que la había visto, la joven delgada y desgarbada se había convertido en una mujer esplendida alta, delgada, con una melena negra y brillante como el pelaje de un narguik. Sus pechos grandes y turgentes se adivinaban a través de la vaporosa túnica de color índigo que portaba y sus manos finas y blancas sujetaban una peligrosa varita de los artesanos de Kentai.

—Veo anciano que te subestimé dejándote con vida.—dijo la joven enarbolando su varita— Pero ahora verás lo mucho que he aprendido sin tu asfixiante presencia.

La joven puso el cuerpo en tensión pero el anciano arrugado y encorvado estiró el brazo con un gesto de condescendencia y con un suave murmullo le arrancó a la hechicera la varita de sus manos.

Podía decirse mucho de la joven, pero no que careciese de redaños. Desarmada optó como último recurso obtener la energía que necesitaba del poder acumulado en los tatuajes que recorrían su cuerpo, pero el gran Zoork ya lo estaba esperando y se adelantó a la joven.

—Por el poder del gran Reorx, —dijo el mago levantando sus entecos brazos en medio del claro agitado por la tempestad— por la ira de Tautona… por la insaciable sed de venganza del gran Kraga yo invoco el poder de los antiguos para que así se castigue la traición de esta oscura hechicera…

Las sarmentosas manos del anciano comenzaron a brillar cada vez más hasta volverse incandescentes y antes de que la hechicera pudiese completar su hechizo, dos tentáculos resplandecientes rodearon muñecas y tobillos de la joven elevándola un metro y medio en el aire y separando sus extremidades.

La joven se resistió todo lo que pudo y el gran Zoork disfrutó viendo los músculos de las piernas de la joven tensándose hasta casi romperse intentando deshacerse del mortal abrazo de la magia de su antiguo mentor.

Los tentáculos crecieron y se extendieron por los miembros y el torso de la joven hasta cubrir todo su cuerpo. Con un grito de rabia el anciano pronunció las últimas palabras del hechizo y el calor se que emitían los tentáculos fue tan intenso que la fina tela de los ropajes, el vello y la capa externa de la piel de la hechicera se volatilizó.

El anciano mago aspiró el olor a pollo quemado y se cercioró de que todos los tatuajes de la joven se habían volatilizado con la capa externa de su piel dejándola totalmente indefensa ante él. El mago retiró los tentáculos y mientras recogía la varita de la joven del suelo con dificultad, admiró su sensual cuerpo, ahora totalmente libre de vello salvo por su espectacular melena y su piel irritada y sensible como la de un herida acabada de cicatrizar.

El gran Zoork se incorporó y usando el poder de la varita hizo un sencillo movimiento haciendo que el cuerpo de la joven se arquease y estirase hasta que todas las articulaciones crujieron al borde de la dislocación.

-Ahora, puta, vas a experimentar la justicia del gran Zoork. —dijo el mago dando un nuevo estirón a las articulaciones de la joven, que se tuvo que morder el labio hasta hacerlo sangrar para evitar un grito de angustia.

Tras unos segundos, el mago aflojó un poco la tensión en el torso y los brazos, pero mantuvo la presión sobre las esbeltas piernas de la joven de manera que quedaron totalmente abiertas dejando su sexo expuesto ante la visión del mago que se abrió distraídamente la túnica profusamente adornada con los emblemas de su casa.

Con un gesto de su varita el anciano bajo el cuerpo de la joven hasta que estuvo a su alcance y acarició la sensible piel y los tensos muslos de la joven arrancándole por fin un grito de dolor.

—Así me gusta no te reprimas. —dijo él dando un par de palmadas a la joven que prorrumpió en nuevos gritos de dolor y angustia.

Zoork se acercó a la joven y aspiró el aroma del sexo joven y limpio. Sin apresurarse, el anciano introdujo en el coño sus dedos fríos y sarmentosos. La joven dio un respingo y aguantó como pudo la exploración notando como las largas uñas del anciano mago arañaban inmisericordes el delicado interior de su vagina.

Zoork se apartó y se quitó la túnica dejando a la vista una polla tan grande como la pitón reticulada que formaba parte del emblema de su hermandad. Con lentitud el anciano se acostó en el suelo en un lugar donde hierba era más mullida y fragante.

A continuación con un golpe de varita acerco el pubis de la joven totalmente abierta de piernas hasta su polla enhiesta y cuando lo tuvo a su alcance lo dejó caer de golpe sobre su polla ensartándola hasta el fondo de una sola vez. La joven pegó un alarido al notar como todo su coño se abría y distendía dolorosamente para acoger el formidable pene del mago.

Sin darle tregua y sin dejar de mantener su cuerpo tenso y arqueado, levantó a la joven con la varita repetidas veces para luego dejarla caer con todo su peso. Los gritos fueron sustituidos por jadeos a medida que la joven se iba cansando. El mago con una sonrisa maligna dio un golpe de varita y dejó a la joven suspendida a unos pocos centímetros de su pubis con las piernas abiertas y media polla de él en su coño.

Con un golpe seco en una de sus piernas, la joven ingrávida tuvo que soportar la polla del mago mientras ella giraba a toda velocidad en torno a ella. El mareo le hizo gritar hasta quedarse ronca.

Por fin el mago se separó y le dio una tregua liberándola de sus invisibles ataduras. La joven cayó al suelo a cuatro patas, temblando y con su rosada piel brillante de sudor .

Zoork observó el cuerpo bello y derrotado de la joven, jadeando ruidosamente intentando coger aire y lo acarició con suavidad. Por primera vez la joven experimentó placer cuando el anciano le acaricio su culo y su sexo y gimió casi sin querer.

Tras la corta tregua el mago volvió a penetrar a la joven, que esta vez gimió enardecida por las caricias. En su mente ella pensó que si lo hacía bien, quizás aquel anciano no acabase con su vida así que cerró los ojos y comenzó a retorcer su cuerpo abandonándose al placer.

El mago tuvo que reconocer que aquella joven era deliciosa y que era un pena tener que matarla pero los espíritus de sus hermanos no descansarían hasta que ella estuviese tan muerta como ellos.

Sin dejar de penetrarla el mago acercó la varita a su pubis y con un rápido hechizo la convirtió en un nuevo pene tan largo y grueso como el original.

La hechicera se puso tensa cuando un segunda polla penetró en su culo rompiéndoselo de un solo empujón pero estaba tan excitada que apenas sintió dolor.

Con una intensa satisfacción, el mago vio como la joven retenía el aire un momento para a continuación relajarse y recibir las dos pollas con gestos de intenso placer. Zoork siguió empujando dentro de los delicados orificios de la joven hasta que todo su cuerpo se tensó en un bestial orgasmo. Con un sencillo hechizo el anciano prolongó el orgasmo de la hechicera a la vez que hacía crecer los dos miembros en su interior aplastando órganos y triturando huesos.

La joven murió casi sin darse cuenta mientras el orgasmo recorría todo su cuerpo enervándolo.

El anciano se separó por última vez de la joven y cogiendo las dos pollas eyaculó sobre su cuerpo inerte.

“La venganza está cumplida” pensó el hechicero con un gesto vacio abandonando el cuerpo de la joven a las alimañas.

Todos apartaron la vista del relato a la vez y cuando Gracia vio los comentarios entendieron porque consideraba a Trancadeveinte un serio candidato:

Alex Blame (ID: 1418419)

2014-12-08 11:14:21

El típico relato de brujería carente de toda originalidad salvo en la sádica manera en la que lo acabas. He leído todos tus relatos y he llegado a la conclusión de que tienes un serio problema de personalidad, así que contrariamente a lo que le aconsejaría a cualquier otro, te animo a seguir escribiendo estos bodrios si con eso conseguimos que no salgas a la calle a violar ancianitas.

Trancadeveinte (ID: 3450018419)

2014-13-08 19:34:24

Créeme sabandija, si alguna vez violo a alguien será a ti con un hierro al rojo rodeado de alambre de espino. Si me das tu dirección y numero de teléfono podemos quedar cuando quieras mamoncete.

Alex Blame (ID: 1418419)

2014-13-08 19:54:41

Ja Ja, Buen intento. Pero te prometo que cuando me sienta solo y necesite un soplapollas diciéndome estupideces al oído y acariciándome con amor te daré mi número encantado.

Tras terminar de leer el largo intercambio de insultos y amenazas de muerte todos quedaron de acuerdo en que el señor Trancadeveinte se uniese a Carpene Diem en la lista de candidatos.

Siguieron trabajando toda la tarde hasta que reunieron una lista de ocho sospechosos. A Carpene Diem y Trancadeveinte, se unieron Matoapajas, un joven bastante imaginativo pero que no sabía apenas de sintaxis y ortografía; Capacochinos, un tipo que decía escribir únicamente experiencias propias con pibones y mujeres famosas y que se cabreó muchisimo cuando Blame le llamó fantasma; Fiestaconcadáveres, elegido por su afición morbosa por los asesinatos y la violación de fiambres; Deputacoña, una tipa que solo escribía escenas de sexo sin más, pero que ambientaba en entornos hospitalarios lo que junto a los insultos que había intercambiado con Blame le animó a Smallbird a incluirla; Grancoñóncolorado, una joven a la que Blame maltrato únicamente por escribir solo historias de lesbianas y Rajaquemoja, una mujer que escribía bien y era bastante original, que era muy tímida al nombrar las partes pudendas pero nada tímida a la hora de poner precio a la cabeza de Blame cuando se reía de ella.

—Bueno ahora que tenemos un punto de partida empecemos a investigar a esa gente. —dijo Smallbird encendiendo un pitillo.—Gracia, quiero que entres en la página y averigües los datos de esas personas a ser posible sin dejar huellas.

—No hay problema. Lo haré esta noche en casa en mi ordenador y me encargaré de que la intrusión sea indetectable.

— Camino, tú ponte en contacto con el administrador de la Web y pídele esos datos. Tardará un día pero así podremos trabajar con los datos que nos consiga Gracia y cuando alguien nos pregunte podremos decirles que los hemos obtenido legalmente.

El teniente se sentó y se quedó en la sala apurando el cigarrillo mientras los detectives desfilaban camino de casa tras un largo día de trabajo.

Estaba a punto de ponerse la cazadora y marchar él también, cuando vio el comisario pasar ante él y entrar en su oficina. No le apetecía nada, pero sabía que el hombre necesitaba noticias así que cogió la carpeta que le había dado el forense y la lista de sospechosos y pasó sin llamar.

Empezó con el informe del forense para terminar luego con la lista de sospechosos. Negrete no le interrumpió pero puso cara de escepticismo.

—¿De veras crees que uno de esos pajilleros mentales es nuestro hombre?

—Tiene que serlo. No se me ocurre ningún otro sospechoso y el detalle de que las ochenta y ocho puñaladas sean las mismas que relatos tenía la víctima para mi es definitivo. Debe haber algún tipo de conexión.

—De acuerdo pero no pienso decirle a la alcaldesa que estamos persiguiendo a una pandilla de pervertidos hasta que tengas un sospechoso. —dijo el comisario hurgándose los dientes con una uña— Date prisa, por Dios, me he pasado todo el día esquivando a la alcaldesa.

— Mañana sabré dónde buscar a los sospechosos y nos pondremos manos a la obra.

—Estupendo ahora vete y descansa un poco, te lo has ganado.

 

Relato erótico: “Teniente Smallbird 5ª parte” (POR ALEX BLAME)

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me darías6

Sin títuloLos viernes siempre le parecían extraños ahora. Antes, las noches de los viernes eran sus preferidas, ahora que Julia se había llevado hasta los amigos, eran el principio de tres largos días sin nada que hacer. Mientras fumaba su primer Marlboro del día, deseó tener una buena pista que le obligase a mantener abierta la investigación el fin de semana.

En cuanto llegó a la comisaría llamó a Viñales y la llevó directamente a su despacho para averiguar si había conseguido los datos de todos los nicks sospechosos y la joven no le decepcionó.

Una vez tuvo la lista y sus datos personales pudo dividirlos para repartirlos entre Camino, Carmen, Arjona y él mismo. Gracia le pidió que le dejase interrogar a alguno de los sospechosos pero Smallbird sabía que estaba demasiado verde y pese a los ojos de desilusión que puso la joven le dijo que les necesitaba a ella y a López investigando todos las huellas digitales que pudiesen haber dejado los sospechosos.

Un primer vistazo le ayudó a dividir los ocho sospechosos en tres grupos. Tres que estaban en Madrid y uno en Toledo se los quedó para él el teniente. Uno de Sevilla y otro de Jaén se los daría a Camino, la de Vigo sería para Arjona y el restante, de Barcelona, se lo quedaría Carmen.

A Smallbird le hubiese gustado interrogar él mismo a todos los sospechosos pero el hecho de estar repartidos por toda la geografía española hacía imprescindible que tuviese que delegar en sus colaboradores.

A ninguno de ellos le gustó tener que ir a las cuatro esquinas de la península un viernes conscientes de que llegarían cansados y bastante tarde a casa, pero aquello venía con el trabajo, afortunadamente había AVE a todos los destinos y Smallbird ya había avisado para que un agente local estuviese pendiente y les ayudase en el caso de que les resultase difícil localizar a los sospechosos. Con un poco de suerte tendrían el resto del fin de semana libre.

Los chicos se fueron rápidamente y después de indicarles a Gracia y a López que empezasen por el de Toledo y los de Madrid, ya que él sería el primero en llegar salió del garaje en la Ossa camino de Toledo.

Antes de abandonar la capital se salió de la A-42 en Parla y se dirigió al Decatlón dónde trabajaba el primero de sus sospechosos.

Grancoñoncolorado resultó ser una jovencita que apenas pasaba de los dieciocho años que trabajaba de reponedora en el almacén. En cuanto Smallbird le nombró su nick, sus mejillas se encendieron como un semáforo y cuando el teniente le explicó el motivo de su visita le condujo hasta una pequeña oficina con gestos que mezclaban el miedo y la sorpresa.

Smallbird no se entretuvo mucho en los preliminares y aprovechando el desconcierto de la joven fue directo al grano.

—¿Eres la persona que hace llamarse Grancoñoncolorado en la página de guarrorelatos?

—Sí —respondió la joven aun ofuscada.

—¿Tú nombre es Melina Ramos Junquera? —preguntó el detective.

—En efecto. —dijo la joven respirando hondo para calmarse un poco.

—¿Escribes relatos eróticos en la página web guarrorelatos?

—Sí. —respondió la joven.

—¿Conoce a un tal Alex Blame? —preguntó el detective escaneando cualquier gesto delator en la cara de la joven.

—¿A ese misógino medio imbécil? Sí, no, bueno no personalmente. Solo hemos intercambiado unos comentarios por internet. ¿Qué es lo que quiere exactamente?

—¿Sabe que lo han asesinado recientemente?

—Imposible no enterarme, ha salido en la televisión y en los periódicos —respondió la joven.

—Entonces entenderás porque tengo que preguntarte si conoces la verdadera identidad de Alex o dónde vivía.

—No tengo ni idea y nunca me ha interesado. —respondió la joven a la defensiva.

—¿Puedes contarme dónde estuviste la noche y la madrugada del lunes al martes?

—Entré a trabajar en el turno de noche para colocar y reponer las estanterías para el día siguiente y descargar un camión que llegaba a las diez. —dijo ella suspirando de alivio al saberse libre de sospecha— Salí a eso de la dos y media y me fui directamente a casa, media hora después ya estaba tirada en la cama con mi novio. Si quiere puede comprobarlo, todos fichamos a la entrada y la salida del trabajo en persona.

—De acuerdo. Lo comprobaré —dijo el detective tachando mentalmente a la joven de su lista de sospechosos.

—¿Puede hacerme un favor? —preguntó la joven con los labios temblando— He respondido a todo lo que me ha preguntado. Cuando pida mi ficha de asistencia a mi jefe, ¿Hace falta que le diga por qué quiere esos datos?

—No te preocupes Melina, le diré que hubo un accidente en el que una joven con tu descripción se vio implicada y estoy comprobando tu coartada. Le diré que estás limpia y no mencionaré tu afición secreta.

—¡Gracias ! —exclamó la joven al borde de las lágrimas—Si mi jefe se enterase me echaría inmediatamente.

Smallbird no se entretuvo mucho más y después de comprobar que Melina había sido sincera con él en la oficina de personal, salió del hipermercado y arrancando la Ossa se dirigió hacia su siguiente sospechoso en La Puebla de Montalbán.

Tardó menos de una hora en llegar al pueblo de ocho mil habitantes en la rivera del Tajo. Nunca había estado allí y pronto le llamó la atención las plantaciones de melocotoneros y una gran torre emergiendo del centro del pueblo con el Tajo y los Montes de Toledo al fondo.

Paró a la entrada del pueblo y conectó el navegador del móvil para dar con la dirección del siguiente sospechoso de su lista en las afueras del pueblo. Como esperaba la casa estaba vacía y los vecinos no supieron o más bien no quisieron decirle dónde estaba en ese momento, así que se dirigió al puesto de la Guardia Civil. En un pueblo tan pequeño seguro que podrían decirle dónde podía buscar.

El cuartel era un pequeño edificio achaparrado de ladrillo cara vista situado a las afueras del pueblo. En ese momento solo había un sargento de unos cincuenta años y una poderosa barriga. Tras mostrarle la placa, el guardia le invitó a un café y comenzaron a charlar.

—¿Gabriel López Jaramillo? —dijo el sargento — claro que le conozco. ¿Qué ha hecho esta vez?

—Aun no lo sé con certeza, pero puede haberse visto implicado en un asesinato.

—¿Jaramillo? —preguntó el hombre sorprendido— No lo creo. Es un ladronzuelo de tres al cuarto. Se dedica a robar en casas o naves abandonadas y se lleva todo lo que no esté bien atornillado para venderlo luego, pero al más mínimo atisbo de peligro huye como un conejo. Le he detenido varias veces y la primera vez que lo hice, hace ya más de diez años, casi se caga encima de miedo.

—¿Tiene conocimientos médicos de algún tipo? —preguntó el detective viendo que el guardia lo conocía bastante bien.

—No, que yo sepa su especialidad es la compra venta de todo tipo de chatarra.

—¿Dónde lo puedo encontrar? —preguntó Smallbird apurando los restos del café.

—Tienes suerte porque este es el único día de la semana en que lo puedes localizar sin dificultad. Todos los viernes está en su puesto del mercadillo.

El sargento se despidió del detective dándole unas rápidas indicaciones y en cinco minutos estaba en la Plaza del Sol.

La plaza, un rectángulo irregular de trescientos metros de largo por cien de ancho, estaba atestada de gente. Smallbird se movió, abriéndose paso con dificultad hasta el lugar dónde el guardia le dijo que el sospechoso solía montar su puesto. Un minuto después oyó una voz que se destacaba nítidamente por encima del bullicio general.

—¡Robamos de noche! ¡Vendemos de día! ¡Más barato que en la mercería!

Smallbird giró la vista y vio a un tipo moreno y delgado con un bigote grande y negro que vociferada su eslogan a grito pelado sin apartar el cigarrillo que colgaba de la comisura de su boca.

—¡Eh! Señor dos calzoncillos seis euros…

La frase quedó suspendida en la boca de Jaramillo al ver la placa de Smallbird delante de su nariz. El detective pudo ver como las pupilas del hombre se dilataban de puro terror y antes de que se diese cuenta salía de su campo de visión echando a correr entre la multitud.

Mascullando un “jodido idiota” entre dientes Smallbird arrancó con desgana tras el sospechoso. Afortunadamente el hombre tenía los pulmones tan cascados como él y la única ventaja que tenía eran sus largas piernas, así que, aunque se distanció un poco, en ningún momento llegó a perderlo de vista.

El sol y el esfuerzo de abrirse paso a empujones entre la gente sorprendida y enfadada pronto le hicieron sudar. Afortunadamente, Jaramillo huyó por la calle dónde había aparcado la Ossa así que montó en la moto de un salto y al más puro estilo macarra aprovechó el impulso para arrancarla de una patada. Treinta segundos después estaba a la altura de Jaramillo que corría por la acera con el cigarrillo aun en la boca, sin percatarse de que el detective se le acercaba.

Cuando llegaron a la esquina Smallbird acercó la moto y le dio un suave empujón con la pierna. Jaramillo perdió el equilibrio y estuvo a punto de caer. Extendió los brazos para mantener el equilibrio y cuando se dio cuenta era demasiado tarde para evitar el semáforo que estaba plantado en la acera.

—Vamos, despierta. —dijo Smallbird dando un par de bofetones a Jaramillo que permanecía tumbado al pie del semáforo con un prominente chichón en mitad de la frente.

—Vale, vale. Ya me levanto. —dijo el hombre aún un poco atontado—Pero no me haga más daño.

—Perdona, pero el daño te lo has hecho tú. Si no hubieses huido nada de todo esto hubiese sido necesario. —dijo el teniente cogiendo al hombre por su raída chaqueta para ayudarlo a incorporarse y empujándole al interior de una cafetería cercana— Ven, te invito a un café.

—¿Te suena el nombre de Alex Blame? —preguntó Smallbird bebiendo un sorbo de café hirviente.

—Déjeme que piense, inspector… No, ese nombre no me suena. —respondió el ladronzuelo rascándose la barbilla mientras fingía hacer memoria.

—¿Me vas a obligar a ponerme violento? Sé que escribes guarradas en una página web bajo el seudónimo de matoapajas, y que Alex Blame ha comentado tus relatos, así que no me mientas—siseó el teniente procurando que no se enterase nadie más en la cafetería semivacía.

—Está bien. —repuso Jaramillo palideciendo ligeramente—Se quién es y he intercambiado impresiones con él en alguna ocasión en esa página de relatos en internet.

—Veamos, —dijo el detective revisando unas notas— “ojalá se te caiga la picha a cachos” “que te den pol culo cabrón de mierda” ¿A eso le llamas un intercambio de impresiones?

—Ese tipo era un perro. Ya sé que nos soy ningún Chespir, pero no hacía falta cebarse conmigo de esa manera, lo único que yo quería era divertirme un rato y hacer pasar un buen rato a quién quiera leerme. ¡Joder! es una página de relatos guarros, no el premio Planeta.

No necesitaba preguntarle nada más a aquel individuo. Tal como había dicho el guardia aquel hombrecillo no tenía suficiente presencia de ánimo para perpetrar un asesinato como el que tenía entre manos. De todas maneras le preguntó que había estado haciendo la noche del asesinato y respondió que había estado toda la noche de viaje. Tras tomar el café, Jaramillo le llevó hasta una Ford Transit ruinosa y abriendo la guantera y tras revolver entre un montón de tiques de gasolinera encontró dos que le ubicaban en Baeza a las nueve de la noche del Lunes y en los alrededores de Águilas a las tres de la mañana.

Dejó a Jaramillo al lado de su furgoneta frotándose el bonito tolondro que se había ganado y se fue a comer algo. Ya tenía hambre y aún le quedaban dos sospechosos que visitar.

Al llegar a la estación del AVE en Jaén un agente de la policía municipal ya le estaba esperando en el andén.

—Buenos días inspectora, —dijo el agente estrechando la mano de Camino con la típica cordialidad del sur— soy el agente Flores y me han designado para acompañarla a donde lo necesite.

—Gracias, pero llámame Camino. —dijo ella observando al agente que aparentaba no pasar de los veinte años.

—Tú dirás a dónde quieres que te lleve.

—¿Sabes dónde está la calle Tula? —preguntó Camino.

—Sí, claro. Está a quince minutos de aquí —respondió él guiando a la inspectora a un viejo Xsara pintado con los colores de la policía municipal.

El joven se tomó a pecho su papel de cicerone y sin parar de hablar le fue señalando los lugares más emblemáticos de la ciudad a medida que la atravesaban. A aquella hora no había demasiado tráfico así que llegaron a la dirección de deputacoña incluso antes de lo que había pronosticado el agente.

Camino salió del coche y le pidió al agente Flores que le esperara en una bar que había enfrente mientras ella interrogaba a la sospechosa.

Emilia Canilla abrió la puerta del pequeño adosado al tercer timbrazo. Tenía la larga melena castaña revuelta y unas grandes bolsas violáceas bajo los ojos.

Camino le mostró la placa y la mujer sin parecer muy sorprendida le dejó pasar. Una vez en la cocina Emilia preparó dos tazas de café bien cargado y se sentó frente a Camino dispuesta a responder sus preguntas.

—No pareces muy sorprendida de que este aquí. Ni siquiera me has preguntado la causa.—dijo Camino sacando una libreta de su bolso.

—No es muy difícil saberlo. Esperaba su visita desde que publicaron en los periódicos lo de las ochenta y ocho puñaladas. Dados los intercambios de piropos que he tenido con la víctima sabía que tarde o temprano me harían una visita. ¿Ha venido a detenerme? —preguntó la mujer con una sonrisa torcida.

—No, solo quiero hacerte unas preguntas.

—Adelante, dispare.

—Tu nombre es Emilia Canilla.

—Sí.

—¿Eres auxiliar de enfermería en el hospital neurotraumatológico de Jaén?

—En efecto.

—Y eres la persona que se oculta tras el seudónimo deputacoña en la página de Guarrorelatos

—Sí. Tengo un trabajo bastante estresante y me gusta desconectar escribiendo relatos eróticos. —respondió la joven intentando justificarse—Eso es todo.

—Intercambiaste comentarios con Alex Blame. ¿Qué sabes de él?

—Que era un hijo de la grandísima puta. Escribía muy bien y sus relatos eran todos interesantes, pero a la hora de comentar los de los otros escritores era hiriente y malintencionado. Aunque la mayoría de sus críticas eran acertadas, las realizaba de una manera tan ofensiva y descarnada que la gente no podía menos que ofenderse y replicarle con todo tipo de insultos y amenazas. —dijo Emilia frunciendo el ceño— Creo que era eso lo que le ponía.

—Intercambiaste comentarios bastante duros con él.

—Fue un cabrón y respondí. Nada más. Tampoco me extendí en una polémica con él. Valoro los comentarios en lo que son, una opinión sobre tu trabajo y a pesar de que ese tipo de ataques me cabrea, los olvido pronto y sigo escribiendo.

—¿Tienes idea de quién ha podido matarle?

—Todos y ninguno. No me parece que nadie de la página que yo conozca sea capaz de hacer una cosa semejante.

—¿Sabes lo que es… el bromuro de pancuronio? —preguntó Camino echando un vistazo a sus notas.

—Es algún tipo de anestésico, en mi unidad también lo usan a veces los médicos para controlar las convulsiones. —respondió la mujer más interesada que recelosa por la pregunta— ¿Lo utilizaron para matarle?

—¿Es muy difícil sacarlo de un hospital? —pregunto Camino tratando de no darle importancia a la pregunta.

—Solo los médicos y las enfermeras tienen acceso a el medicamento pero supongo que si reconoces el envase y sabes dónde buscar no te resultaría demasiado difícil sacar unos cuantos viales de extranjis. No está especialmente vigilado como la morfina o los tranquilizantes.

—Entiendo, solo una última pregunta, ¿Qué hiciste en la madrugada del lunes al martes?

—Estuve tomando algo con unas compañeras hasta las seis de la tarde más o menos y luego me volví a casa, vi un rato la tele y me acosté pronto porque tenía turno de mañana al día siguiente.

—Entiendo, gracias por todo. —dijo Camino levantándose.

Las dos mujeres intercambiaron un par de frases de despedida y Camino se fue a buscar al agente Flores pensando que no podía eliminar a esa mujer de la lista de sospechosos a pesar de que la ventana de tiempo era muy justa ya que debió correr bastante para llegar a tiempo al trabajo. Otra cosa que llamó su atención es que Emilia era una mujer muy segura de sí misma, ni siquiera había vacilado en responder a la pregunta sobre el pancuronio a pesar de que la incriminaba.

El tener acceso a la droga y estar en un ambiente en el que podía haber aprendido la mejor forma de administrarla, unido a que debido a su trabajo estaba acostumbrada a hacer esfuerzos y manejar cuerpos muertos la hacía parecer una firme candidata.

Mientras el agente la llevaba de vuelta a la estación, Camino le dijo a Flores que como favor personal echasen un ojo esos días a la sospechosa, para ver si se comportaba de una manera rara.

Arjona tuvo coger el AVE en plena madrugada ya que no estaba dispuesto a coger el que salía al mediodía y perderse una noche de viernes en Madrid. Se pasó casi todo el camino durmiendo y cuando llegó a Santiago de Compostela apenas sabía dónde se encontraba. Una fina película de lluvia lo recibió a la salida de la estación obligándole a correr hasta la parada de taxis. El taxista un cincuentón barrigudo se frotó las manos cuando Arjona le indicó el puerto de Vigo como destino y se echó a dormir en el asiento trasero.

El taxista le despertó un poco más de una hora después . Arjona le dijo que le llevase al edificio de la lonja y después de pagar la abultada carrera y pedir una factura, se alejó del taxi en dirección a la nave de la lonja.

Al entrar, un guardia jurado se le acercó y el detective le mostró la placa y aprovechó para preguntarle si conocía a María del Carmen Castiñeira.

—Claro, todo el mundo la conoce aquí —dijo el segurata señalando a una mujer grande, de formas rotundas, con una brillante y abundante melena negra recogida en un apresurado moño con un boli Bic que pujaba con acento cantarín por diversas cajas de pescado y marisco.

Arjona se quedó en pie esperando y observando como la joven de veintipocos años se hacía con astucia con varias cajas de pescado y marisco aprovechando los movimientos de su cuerpo y expresiones procaces para despistar al personal que era masculino en su mayoría.

—¿Verdad que se le da bien? —comentó el guardia de seguridad admirando las esbeltas piernas de la joven que asomaban por la abertura del guardapolvos que llevaba.

Finalmente la joven ya tenía lo que quería y se volvió dando indicaciones a un ayudante para que se llevara las cajas mientras ella pasaba por la oficina para pagar el producto.

Cuando salió de la oficina, los ojos grandes y grises de la joven captaron al detective y primero denotaron interés por el desconocido para luego entrecerrarse con suspicacia.

—Buenos días señorita Castiñeira, soy el detective Darío Arjona de la policía Nacional de Madrid. Necesito hacerle unas preguntas.

—Tiene que ser algo importante para que vengas desde tan lejos. —dijo la joven con el cantarín acento gallego.

—Me temo que sí.

—Entonces será mejor que vayamos a un sitio más cómodo. ¿Has traído coche?

—No —respondió el detective.

La joven le guio hasta una vieja furgoneta C15 con el rótulo de su pescadería en los costados y le invitó a entrar sin ceremonias.

Carmiña, como insistió en que la llamase, se internó en el tráfico de Vigo que le recordó a Arjona a una mezcla de la locura suicida del tráfico en Madrid y las cuestas de San Francisco.

Tras veinte minutos de pitidos e insultos en gallego y portugués, llegaron a una pescadería en las afueras. La joven salió de la furgoneta seguida por Arjona, abrió la puerta de la pescadería y luego fue a la parte trasera de la C15 y agachándose cogió la primera caja de pescado. El detective se quedó quieto mirando el orondo culo tensar la tela del guardapolvo y las piernas blancas y tersas de la joven tensarse por el esfuerzo.

—Ya que está ahí, podría echarme una mano.

La joven no esperó la respuesta de Arjona y le puso una caja de pulpo en los brazos y cogiendo ella otra, le indicó con un gesto que le siguiese.

Hicieron un par de viajes mas hasta la cámara de la pescadería y cuando la furgoneta quedó totalmente vacía, la dejó abierta de par en par y llevó a Arjona a una pequeña oficina que tenía en la parte trasera donde se sentaron en dos sillas frente a frente.

—¿No vas a cerrar la furgoneta? —preguntó el detective extrañado.

—Sí, para que esté el resto del día cheirando a pescado. Esto no es la capital, a quién le va a interesar una furgoneta vieja y vacía.

El inspector se encogió de hombros pensando que en Madrid no se podía dejar una colilla en la calle sin encadenarla a una farola.

—Está bien ¿De qué querías hablarme?

—Se trata de Alex Blame… —empezó Arjona.

—¡Ah! Sí, un tipo simpático. —le interrumpió Carmiña — No tiene pelos en la lengua. ¿Qué ha pasado? ¿ Alguien le ha denunciado por injurias?

—No, me temo que es algo más grave. Ha muerto apuñalado. ¿No te habías enterado?

—La verdad es que no veo mucho la tele y el único noticiario que escucho es el de la gallega, ya sabe para enterarme del tiempo y las noticias locales. ¿Cómo ocurrió?

—Le mataron en su casa de ochenta y ocho puñaladas.—dijo Arjona esperando un gesto revelador de la joven que no llegó.

—¡Carallo! Alguien no le quería muy bien. ¿Y eso qué tiene que ver conmigo? —preguntó la joven cruzando la piernas y haciendo que el guardapolvo se subiera mostrando una generosa porción de ellas.

—Verás, —dijo el detective tragando saliva—Sabemos que la víctima y tú frecuentabais la misma página web de relatos eróticos y el número de puñaladas coincide con el de relatos que tenía publicados en la web. Eso unido a que había muchos autores que odiaban sus comentarios…

—¡Ahora entiendo! —exclamó la joven sonriendo quitándose el bolígrafo y dejando que la larga melena escurriese por su hombros y se derramase por su pecho— Es por lo de que puse precio a su cabeza.

—Sí —dijo Arjona tragando saliva.

—Eso fue una tontería, en realidad me cabreé por una estupidez. Cuando escribo soy un poco pudorosa nombrando las partes… ya sabes… —dijo descruzando las piernas de nuevo— el caso es que utilizo toda clase de diminutivos a la hora de nombrarlas. Blame se dio cuenta e hizo sangre de ello. Yo me cabreé mucho en el momento pero la verdad es que me ayudó mucho y ahora a la polla le llamo polla y al chocho, chocho.

Durante unos segundos Arjona no pudo decir nada al ver a aquella chica tan explosiva hablando de sexo con tanta naturalidad. Antes de volver al interrogatorio tuvo que enumerar mentalmente dieciséis reyes godos para cortar una incipiente erección.

—¿Puede decirme dónde estuvo la noche del lunes al martes pasado?

—Estuve con mi madre toda la noche hasta las diez de la mañana que es cuando suelo abrir la pescadería.

—¿Su madre puede corroborarlo?

—Sí, aunque tiene ya ochenta y ocho años y ya está un poco chocha. —respondió la joven levantándose.

—Ochenta y ocho. Qué curioso, parece que este número me persigue. —dijo Arjona levantándose a su vez.

—¿Algo más?— preguntó la joven volviéndose para quitarse el guarda polvo y colgarlo de la silla.

Al darse la vuelta a Arjona se le cortó la respiración al ver como los pezones de la joven se le erizaban con el ambiente fresco de la pescadería haciendo relieve en el fino jersey beige.

La joven sonrió maliciosa y se paró unos segundos dejando que el veterano detective la observara unos instantes más.

Carmiña se dio la vuelta y le guio fuera de la oficina. Arjona le siguió, admirando el culo respingón apretado por una falda ajustada justo por encima de la rodilla.

—En realidad solo soy una mujer que intenta salir adelante y escribe en su escaso tiempo libre. —dijo la joven acercándose a una caja de percebes.

—¿Sabes cómo los llamo en uno de mis relatos? —dijo la joven dándose la vuelta con un percebe en la mano y fijando los ojos de largas pestañas en el detective.

—No —fue lo único que Arjona acertó a decir.

—Carallos de mar, —explicó ella acercándose el marisco a los labios— tienen la forma de una polla, cuando le quitas la parte de fuera queda lo más rico a la vista, suave y rosado y si no tienes cuidado al manipularlo te salpica la cara.

Arjona no pudo resistirse más y aprisionó a la joven contra el mostrador dándola un violento beso.

Carmiña gimió y se frotó contra el detective devolviéndole el beso convertida en pura lujuria.

En ese momento Arjona dejó de ser el detective, sustituido por el hombre que deseaba demostrarse a sí mismo que las películas que había estado viendo toda la semana no habían influido en su hombría.

Con la polla amenazando perforar su bragueta agarró a la joven por las caderas y le arremangó la falda deseoso de palpar y acariciar el interior de aquellos portentosos muslos.

—¡Vamos polizonte! ¡Fóllame! —exclamo Carmiña quitándose el jersey y enterrando la cabeza del detective en el profundo escote de su sujetador.

Arjona subió a la joven al mostrador y besó el escote y los pechos de la mujer por encima de la seda del sujetador mientras acariciaba con sus manos el interior de sus muslos.

Carmiña, ardiendo de deseo, tiró del pelo canoso del detective para acercarle a sus labios y poder darle una serie de violentos besos que el veterano policía devolvió con entusiasmo mientras bajaba la copas del sujetador y amasaba los grandes pechos de la joven.

Deshaciendo el violento combate de lenguas y saliva, Arjona bajó la cabeza recorriendo el cuello y el pecho de la joven con su lengua hasta llegar a sus pechos y sus pezones. Cogiendo uno de los pechos con sus manos se metió el pezón en la boca y lo chupó y lo mordisqueó hasta hacer a la joven gritar y retorcerse de placer y ansia.

Arjona siguió bajando por su vientre y su ombligo y arremangándole la falda hasta la cintura abrió las piernas de la joven tirando desesperadamente de su tanga.

—Sí, sí ¡Ven a mi lameiro de toxos! —dijo la joven abriendo aun más la piernas y empujando al detective hacia un abismo rizado y salvaje.

Arjona apartó con la mano el abundante vello negro y rizado que cubría el monte de Venus de la joven y acarició con su lengua el sexo húmedo y caliente. La joven gritó y empujó la cabeza del detective contra ella acompañando los lametones y mordiscos del detective con violentos movimientos de sus caderas.

Con su coño oscuro y chorreante de deseo la joven logró apartarse y sin dejar de mirar al inspector con aquellos ojos grises e hipnotizadores se quitó la ropa quedando totalmente desnuda ante él.

En instantes la piel blanca se erizo por el fresco ambiente de la pescadería haciendo contraste con el calor y los flujos que escapaban del pubis de Carmiña haciendo que Darío se muriese por entrar en ella.

La mujer se acercó a él y arrodillándose le bajó los pantalones y los calzoncillos dejando a la vista la tremenda erección del detective. Con una sonrisa pícara la joven acarició la polla de Arjona con su melena antes de metérsela en la boca.

El detective tuvo que apoyar los brazos en el mostrador creyendo que se derretiría como un helado ante los dulces chupetones de la joven. Tras unos pocos instantes tuvo que apartarla para no correrse en su boca.

Carmiña fue subiendo por la cintura y el pecho del poli arrancando ropa y arañando y mordiendo como una gata salvaje. Sus pechos grandes y ligeramente caídos se bamboleaban golpeando su polla convirtiéndose en una tortura que Arjona no pudo resistir más.

Cogiendo a la peixeira por las caderas la depositó sobre el mostrador y le metió la polla de un solo golpe. El miembro del detective entró con facilidad mientras la joven se quedaba congelada y soltaba un largo gemido. Arjona acarició sus pechos y pellizcó sus pezones haciendo que la joven volviese a agitarse excitada.

El inspector comenzó a moverse en el interior de la joven mientras ella se agarraba a él con desesperación insultándole y gimiendo con rabia.

Arjona aumentó el ritmo y la violencia de sus empujones a lo que la joven respondió clavándole las uñas y mordiendole a la vez que gritaba de placer.

Esta vez fue él el que se separó mientras la joven se tumbaba sobre el frió mármol y exhibía su cuerpo con la piernas abiertas sin ningún reparo. El detective disfrutó unos segundos de la vista del pubis cubierto de pelo oscuro y rizado y de los muslos blancos y apetitosos mojados con los jugos de su sexo antes de que la joven se diese la vuelta y volviendo la cabeza le invitase a seguir follándola con un gesto.

Arjona se acercó y agarrando su brillante melena tiró de ella para acercar los labios de la joven a los suyos. El beso se prolongó unos instantes que parecieron eternos mientras la polla del policía rozaba la vulva de la joven haciendo que el placer y el ansia de ambos se volviesen casi dolorosos.

Finalmente fue la joven la que sin dejar de besar a su amante cogió la polla con sus manos y tras acariciarla suavemente la introdujo en su interior con un jadeo.

Arjona empujó hasta que la polla entera estuvo enterrada en lo más profundo del coño de la joven y empezó a acariciar todo su cuerpo. Carmiña se puso de puntillas y comenzó a mover sus caderas gimiendo suavemente y disfrutando de unas caricias que electrizaban todo su cuerpo.

Arjona disfrutó unos segundos más de la ardiente necesidad de la joven antes de coger de nuevo su melena y penetrarla de manera salvaje, haciendo que todo el cuerpo de la joven temblase con cada embate.

Con dos alaridos la joven se corrió temblando descontroladamente en los brazos del detective que seguía empujando aunque más suavemente.

Tras unos instantes la joven se separó con un suspiro, se arrodilló ante Arjona y comenzó a masturbarle con dedos suaves y amorosos hasta que incapaz de contener más su placer se corrió salpicando la cara de la joven con su semen.

Con una sonrisa Carmiña se metió la polla en la boca y saboreó una última vez el rosado percebe.

Smallbird había vuelto a Madrid y después de una comida rápida en una taberna del centro mantuvo una charla bastante tensa con Carpene Diem, que resultó ser juez del tribunal supremo descartándole rápidamente como sospechoso por sus múltiples compromisos

De vuelta en la comisaría, llamó a los chicos para ver como les había ido en sus investigaciones.

Camino había descartado a Capacochinos que tenía coartada, ya que había estado toda la noche de juerga con sus compadres de cofradía (maldita la habilidad que tenían los andaluces de estar de juerga hasta los lunes por la noche) y se había quedado con deputacoña aunque la ventana horaria era un poco justa.

Carmen no había tenido demasiada suerte con su sospechoso y también mostró una coartada solida al estar en una silla de ruedas.

Por último cogió el teléfono y llamó a Arjona.

—Hola Darío —dijo Smallbird al notar que se había establecido la conexión.

—Hola jefe, —respondió el detective con una voz un poco rara que no se le escapó a Smallbird.

—¿Ya estás de camino? —preguntó Smallbird.

—Mmm… No jefe. —respondió el detective con un apagado ruido de fondo.

—¿No has conseguido hablar con tu sospechosa? —preguntó Smallbird sorprendido.— Creí que querías estar aquí lo antes posible.

—¡Eh! Sí. Esto… he tenido un imprevisto y… —ahora Smallbird oyó nítidamente una risa cantarina en el fondo de la conversación.

—¡Joder Arjona! —gritó el teniente—¿No me digas que te estás acostando con la sospechosa?

—Ella… Yo…

—Estúpido. Deja ahora mismo a esa fulana y ven para acá. ¡Me están dando ganas de meterte un paquete de tres pares de cojones!

—Lo siento mucho, jefe.

—Bah, bah, tú no lo sientes nada. Más vale que esa mujer sea inocente si no, no vas a encontrar una piedra los suficientemente grande dónde esconderte del comisario. Por lo menos habrás comprobado su coartada.

—Claro jefe, estuvo toda la noche con su madre…

—Sí una coartada genial, anda sal de esa cama y presenta un informe antes de tomarte el fin de semana libre. Espero que lo hayas pasado bien y no tengas que arrepentirte de esto mamón.

Smallbird colgó el teléfono no sabiendo si reír o desesperarse con el comportamiento de Arjona. El hombre era un excelente investigador pero no conocía a nadie tan enamorado de sacarle brillo a su pirola. En el fondo confiaba en su instinto y aunque la coartada de la mujer era bastante endeble, había que tener mucha presencia de ánimo para cepillarse al tipo que viene a investigarte si eres el asesino. De todas maneras no la eliminaría de la lista de sospechosos hasta estar totalmente seguro.

Eran ya casi las ocho de la tarde cuando Smallbird cogió el teléfono para hacer la llamada más temida:

—Hola Fermín… o debería llamarte Fiestaconcadáveres.

—Hola Leandro esperaba tu llamada desde hace unos cuantos días. —dijo una voz apesadumbrada al otro lado de la línea.

—Podías habérmelo puesto un poco más fácil. ¿Por qué no me lo has contado antes? —preguntó el teniente.

—No sé, supongo que fue por vergüenza. No estaba preparado para hablar con nadie de mi pasatiempo secreto, así que cerré el pico y esperé que la investigación te llevase por otros derroteros. —dijo el forense intentando justificarse.

—Tenemos que hablar cara a cara. —dijo Smallbird.

—Desde luego, Leandro, pero no ahí, ni tampoco aquí ¿Qué te parece terreno neutral?¿ Nos vemos dentro de una hora en el Rick´s?

—De acuerdo, en una hora.

Rick´s era uno de los pocos pubs que aun tenía el viejo ambiente de principios de los noventa, esos años nunca volverían. Era verdad que ahora cuando salías por ahí podías dejar la ropa de nuevo en el armario, pero tras la aprobación de la ley antitabaco los bares oscuros y neblinosos en los que podías encontrarte a una mujer fumando con la típica sonrisa a lo estoy de vuelta de todo, que tan bien interpretaba la Bacall, habían sido sustituidos por sitios luminosos y estridentes, llenos de jóvenes deportistas y anoréxicas modelos sin ningún tipo de glamour.

El lugar estaba semivacío y no le costó encontrar a Fermín sentado en una mesa de la esquina con un Gyntonic.

Smallbird pidió un Glenfiddich con hielo y se sentó frente a él.

—Aquí estamos, —dijo el teniente arrellanándose en la incómoda silla— ¿Te parece si vamos al grano y luego terminamos la copa tranquilamente?

—Por mí estupendo, Leandro. —respondió Fermín serio pero tranquilo—Pregunta lo que quieras.

—¿Cómo te iniciaste en Guarrorelatos? —preguntó Smallbird más con la intención de asegurarse de la sinceridad del forense confrontándole con un tema espinoso, que por el interés que pudiese tener para la investigación.

—Bueno, ya sabes que en nuestro trabajo se ve de todo y me dio por escribir algunas anécdotas. Publique los primeros cuentos en alguna Web de relatos normales pero el ambiente un tanto consanguíneo que reina en ellas, no me inspiró nada, así que cuando descubrí esta página, aderecé mis relatos con un poco de sexo y me fue tan bien que desde entonces no he parado de escribir.

—Entiendo… ¿Y Blame?

—Es, era un provocador. Tanto en sus relatos como en sus comentarios. No le gustaban las opiniones complacientes e incluso se metía con los lectores que le alababan. —respondió Fermín sin vacilar.

—Y tú ¿Cómo te llevabas con él?

—Mal como todo el mundo. A pesar de que los comentarios no influyen demasiado en mi moral, en ocasiones me sentía obligado a responder e invariablemente ese cerdo se las arreglaba para que terminásemos llamándonos de todo.

—¿Quién ganaba las discusiones? —preguntó Smallbird.

—Invariablemente él. Al final me cansaba y le decía alguna burrada o le mandaba a tomar por el culo. —dijo el forense.

— ¿Dónde estabas la noche del Lunes?

—Como te imaginaras tuve turno de noche por eso me encontraste en la escena del crimen. Tengo tres testigos en el instituto si dudas de mi palabra…

—Tonterías —dijo Smallbird aliviado—pero me hubieses evitado el disgusto hablando de ello antes.

—Lo siento mucho, yo creí…

Una llamada al teléfono del teniente interrumpió la conversación. El número no era conocido. Smallbird se disculpó y contestó a la llamada.

—Smallbird

—Hola, —dijo una voz agitada de mujer desde el otro lado de la línea— soy Vanesa Díaz la vecina de…

—Sé quién eres ¿Pasa algo? —pregunto el detective con las alarmas encendidas ante la voz ansiosa de la joven.

—Estoy muy asustada, creo que alguien me sigue….

 

Relato erótico: “Teniente Smallbird 6ª y última parte” (POR ALEX BLAME)

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LA OBSESION 27

Sin título—Está bien, tranquila. —dijo Smallbird despidiéndose de Fermín con un gesto apresurado y saliendo del pub en busca de su Ossa— No te pares, sigue caminando sin mirar atrás y dime dónde estás.

—En la calle Juan Quintero. —respondió la joven.

—Muy bien —dijo Smallbird montando en la moto y conectando el manos libres— Llegaré en cinco minutos. Sigue andando en dirección oeste.

—¿Oeste? —preguntó la joven confundida.

—Perdona, en dirección a la calle Arganda. —replicó el teniente esquivando el tráfico a toda velocidad— Ah, ahora párate y suelta un buena carcajada y procura que parezca real.

—Pero…

—No preguntes y hazlo —dijo Smallbird esquivando un camión de la basura por cuestión de milímetros.

Smallbird rezó para que el perseguidor no se diese cuenta mientras la joven lanzaba una carcajada que más bien parecía un relincho.

El detective siguió avanzando entre el denso tráfico de un viernes por la noche mientras seguía hablando con Vanesa para tranquilizarla y evitar que alarmase a su perseguidor.

Tres minutos más tarde estaba en la misma calle unos números más abajo.

—¿Puedes describírmelo sin tener que mirar atrás? —preguntó Smallbird mientras acercaba la Ossa a la acera izquierda y avanzaba a escasa velocidad buscando a alguien sospechoso.

—Un tipo alto, con vaqueros y una sudadera azul. Lleva la capucha echada sobre la cara así que no puedo decirte mucho más.

El detective siguió avanzando lentamente acercándose a la joven y procurando no llamar demasiado la atención. Doscientos metros más adelante lo vio.

—Vale, ya le veo … ¡No! —Gritó Smallbird al ver a Vanesa darse la vuelta instintivamente y mirar a su perseguidor y luego a él.

El hombre se dio cuenta inmediatamente y se lanzó a una corta carrera que le llevó a una boca de metro dónde desapareció en menos de diez segundos. Seguro de que había perdido la oportunidad de atrapar a aquel individuo avanzó hasta Vanesa y aparcó a su lado.

—Lo siento, —dijo la joven consciente de que había metido la pata— al oír que ya lo tenías no sé por qué, me volví para asegurarme de que estabas ahí. Lo he estropeado todo.

—No te preocupes. Lo importante es que estás bien. Sera mejor que vayamos a un sitio donde podamos hablar un rato. —Dijo el teniente acercándole a la joven un casco.

Smallbird arrancó la Ossa y la joven se sentó obediente tras él. El detective no pudo evitar un escalofrío al notar como la joven le rodeaba su cintura con sus brazos y pegaba los pechos contra su espalda.

El policía arrancó con suavidad y se alejó del lugar cogiendo un par de calles laterales. Llegó a una pequeña plazoleta donde había un bar de moteros y paró la Ossa delante.

—Coño Smallbird. —dijo el camarero, un hombre de metro noventa con el pelo rapado al cero y una larga perilla— Cuanto tiempo. ¿Y quién es esta belleza? ¿Es tú nueva choni?

—Es un historia muy larga, peludo, así que déjalo y pon un par de cervezas y unas bravas. —respondió Smallbird sentándose en la terraza y encendiendo un Marlboro.

La joven cogió la cerveza con manos aun temblorosas y le dio un largo trago. Smallbird no la apuró y esperó un rato hasta que la vio un poco más tranquila.

—Ahora cuéntame que ha pasado. —dijo el detective dando una última calada al cigarrillo y estrujándolo en el cenicero.

—Este mediodía salí de casa para ir al trabajo y cuando entraba en la cafetería me pareció ver un figura colándose fugazmente en un portal. —comenzó Vanesa con un suspiro—Cuando terminé a eso de las ocho, al abrir la puerta del local vi a alguien con una sudadera azul sentado tres portales más abajo al otro lado de la calle. En cuanto me dirigí a la acera, la figura se levantó sacudiéndose los pantalones y vi por el rabillo del ojo como me seguía sin cambiar de acera, a unos cincuenta metros de distancia.

—Procuré no darle importancia y fui al centro a hacer unas compras de última hora. Al salir del supermercado, me pareció verle de nuevo así que decidí coger un par de calles aleatoriamente. Aproveché un semáforo en una esquina para asegurarme de que me seguía y allí estaba de nuevo a unos cincuenta metros fingiendo observar un escaparate. Fue entonces cuando cogí el teléfono y te llamé.

—Lo has hecho muy bien —dijo Smallbird— y no te mortifiques por ese último error, me hubiese sido difícil detener a ese hombre yo solo. ¿Sabes de quién puede tratarse?

—No tengo ni la más remota idea. —dijo ella confundida.

—Tranquila, lo encontraremos, solo es cuestión de tiempo. —mintió el teniente recurriendo a todas sus dotes de interpretación— Mientras tanto, ¿Tienes algún sitio dónde quedarte?

—La única persona que conozco aquí es mi tío —respondió ella con el rostro crispado por la angustia— y evidentemente no me gustaría volver allí ni por todo el oro del mundo.

—De acuerdo. —dijo el detective haciendo una seña al camarero para que les pusiese un par de cervezas más—Lo único que se me ocurre es que pases la noche en mi casa. Mi piso no es gran cosa pero el sofá es cómodo.

—No quiero molestar…

—Tonterías no molestas para nada. Mañana haré un par de llamadas y conseguiré una habitación en una casa de acogida, allí estarás segura.

La joven asintió y bebió la segunda cerveza con un gesto de alivio. Smallbird se recostó en la silla y la observó beber la cerveza y comer las patatas con tranquilidad por primera vez en toda la semana. Sus bonitos ojos grises brillaban de agradecimiento, no sabía si eso era bueno o malo.

Lo primero que hizo Smallbird al entrar en casa fue disculparse por el lamentable estado en el que estaba. Fueron al salón y abrió el sofá-cama para ella. Entre los dos le colocaron las últimas sábanas que le quedaban limpias y le dio una manta por si tenía frío durante la noche.

Vanesa no se había traído nada consigo, afortunadamente Julia se había dejado algo de ropa vieja al irse que el teniente no había tenido ni tiempo ni ganas de tirar a la basura y pudo darle a la joven un camisón algo ajado pero aun utilizable.

Le preguntó si necesitaba algo más pero la joven dijo que estaba agotada por las emociones del día y que iba a acostarse. Smallbird tenía planeado ver un rato la tele pero con el salón ocupado optó por sacar una botella de Whisky de la nevera y leer un libro de criminología que había comprado hacía ya un mes y que aun no había ojeado siquiera.

Una hora más tarde estaba profundamente dormido.

8

Smallbird despertó tarde el sábado con el ruido de alguien trajinando al otro lado de la puerta de su dormitorio. Lo primero que hizo fue echar mano de la pistola reglamentaria que siempre guardaba en el cajón de la mesita. Luego se dio cuenta de que tenía una invitada y volvió a meter la pistola en el cajón mientras encendía su primer cigarrillo del día. Expulsó el aire con satisfacción mientras se preguntaba qué demonios estaría haciendo Vanesa para meter tanto ruido.

Finalmente, guiado por la curiosidad, se levantó de la cama y se puso una bata para salir de la habitación. Por un momento pensó que le habían cambiado el piso mientras dormía. El salón estaba recogido y todas las superficies estaban brillantes y libres de polvo.

En ese momento se dio cuenta de que la ceniza del cigarrillo estaba a punto de caer y con un sentido de culpabilidad buscó un cenicero donde depositar la colilla.

Inmediatamente encendió otro cigarrillo y cogiendo el cenicero para llevárselo consigo se dirigió a la cocina donde veía a la joven moverse a través del cristal traslúcido que les separaba.

El detective abrió la puerta y estuvo a punto de tirar el cenicero al ver a la joven de espaldas a él rascando la vitrocerámica con vigor.

Smallbird vio el culo de la joven pálido y redondo adivinarse a través de la desgastada tela del viejo camisón moverse y temblar exquisitamente.

—Buenos días dormilón. —dijo la joven dándose la vuelta al percatarse de la presencia del detective.

Las formas de Vanesa eran más rotundas que las de Julia y todas sus curvas estiraban y tensaban la tela y las costuras del camisón amenazando con desintegrarlo.

—¿Quieres desayunar algo? Preguntó ella cogiendo la jarra de la cafetera y llenando una taza para él.

—Gracias, con el café bastará —respondió el detective— ¿Qué tal has dormido?

—Muy bien, el sofá es muy cómodo.

—No tenías por qué haber limpiado esta leonera. —dijo el detective.

—No ha sido nada, además necesitaba compensarte por lo que has hecho por mí. —replicó la joven sentándose frente a él y dejando que uno de los tirantes del camisón resbalase de su hombro.

La joven clavó aquellos ojos grises y grandes en los de Smallbird. El detective bajó la mirada y se concentró en el café intentando no revelar la profunda excitación que estaba experimentando.

Cuando el teniente terminó su café la joven se levantó e inclinándose recogió la taza. Smallbird no pudo evitar echar un vistazo por el escote del camisón y observar una buena porción de los pechos redondos y pesados de la joven comprimidos por la tela de la prenda íntima.

Vanesa no esperó más y acercó su boca a la del detective dándole un suave beso.

—No Vanesa, —dijo Smallbird intentado parecer convencido de lo que decía— No es necesario nada de esto.

—Lo sé —dijo ella— pero quiero hacerlo.

El detective intentó resistirse pero la joven volvió a fundir sus labios con los del policía mientras se remangaba el camisón y se sentaba a horcajadas sobre él. Smallbird se rindió finalmente y acarició los muslos y el culo de Vanesa mientras le devolvía el beso.

Poco a poco los besos se hicieron más profundos a la vez que las caricias se volvían mas rudas y anhelantes. Smallbird tiró del camisón hacia abajo dejando a la vista uno de los pechos de la joven; era grande y redondo con el pezón grande y rosado. El detective lo estrujó y lo sopesó antes de metérselo en la boca.

Vanesa gimió y quitándole la bata de un tirón frotó su sexo desnudo contra la pierna del detective.

Smallbird sintió el calor y la humedad que emanaba del interior de la joven y se rindió finalmente. Agarrando a la joven por el culo la acercó contra él besándole el cuello y la barbilla. Vanesa se revolvió inquieta buscando el pene erecto del detective bajo ella, lo sacó del boxer y lo acarició con suavidad haciendo que el detective suspirara ahogadamente.

Con una sonrisa la joven se puso de puntillas y se introdujo la polla de Smallbird lentamente, disfrutando de cada centímetro y haciendo disfrutar al detective.

Vanesa se agarró a su cuello y comenzó a subir y bajar por la polla de él atravesada por escalofríos de placer. Smallbird se limitaba a dejarse hacer contemplando el cuerpo de la joven vibrar y retorcerse con sus besos y sus caricias.

Con un empujón levantó a Vanesa y la tumbó sobre la mesa, haciendo una pausa contempló el cuerpo rotundo y acarició el vello rubio que cubría el monte de Venus de la joven. Separándole las piernas con suavidad se inclinó sobre ella y le acarició el sexo con los labios. La joven se estremeció y arqueó el cuerpo con el contacto.

El detective saboreó los flujos que escapaban del coño de Vanesa sorbiendo y lamiendo con violencia las partes más intimas de la joven haciéndola gritar de placer.

Finalmente se incorporó y la penetró. Vanesa tenso su cuerpo, ciño sus piernas contra las caderas del detective y desvió la vista a sus ingles observando cómo entraba y salía la polla de su sexo provocándole un intenso placer con su dureza y su calor.

La joven se incorporó un instante solo para besar de nuevo al detective y después de entrelazar sus manos con las de él volvió a tumbarse abandonándose al placer cada vez más intenso hasta que no pudo más y se corrió.

Smallbird contempló a la joven retorcerse y sacudirse involuntariamente asaltada por el orgasmo. Cogiéndola por el cuello la atrajo hacia sí y besó sus pechos y su cuello disfrutando del placer de la chica como si fuese el suyo propio.

Con un fuerte suspiro la joven dejo de estremecerse y se quedó unos instantes desmayada en brazos de su amante antes de apartarle y arrodillarse frente a él.

Smallbird sintió como ella asía su miembro con sus manos y lo masturbaba golpeándolo contra su boca y sus pechos. El detective gimió y metió su polla entre los sudorosos pechos de la joven. Cada vez más excitado comenzó a follar las suaves tetas de la joven mientras ella las apretaba con sus manos.

Smallbird se corrió instantes después regando los pechos de Vanesa con su semen.

Vanesa sonrió y se acarició los pechos mientras el detective jadeaba intentando recuperarse, pero antes de que pudiese derrumbarse sobre la silla y fumar un cigarrillo notó como una boca insaciable se cerraba en torno a su polla chupándola y mordisqueándola hasta que estuvo totalmente erecta de nuevo.

Smallbird se sentía agotado pero la excitación era mucho más fuerte y siguió a la joven que le llevaba de la mano hasta el sofá del salón, aunque no la dejó llegar. Agarrándola por las caderas le empujó contra la pared más cercana y le metió la polla hasta el fondo.

Vanesa separó las piernas y retrasó el culo para que el detective le follase con más facilidad.

Smallbird agarró su culo y tiró de él al ritmo de sus empujones. Los dedos del detective se hundían en el suave culo de la joven mientras la polla penetraba en su coño haciéndole aullar de placer.

El tiempo se volvió borroso mientras se separaban y volvían a juntarse de nuevo en el sofá. Smallbird le besó de nuevo inundando la boca de la joven con el sabor de sus Marlboros, mientras empujaba dentro de su cálido interior hasta que Vanesa se corrió de nuevo.

El teniente sacó su polla y se masturbó unos segundos más hasta eyacular sobre el suave vello rubio que cubría el pubis de la joven.

Smallbird se tumbó al lado de la joven y encendió un pitillo mientras esta se acariciaba el pubis con gesto ausente.

—¿Te arrepientes de haberlo hecho? —preguntó la joven jugando con los rizos de su entrepierna.

—No es eso. Solo que obviamente no debo acostarme con los testigos o los sospechosos de un asesinato.

—¿Soy testigo o sospechosa? —preguntó la joven acariciando el miembro inerte del detective.

—Aun no lo he decidido. —mintió Smallbird dando una calada a su Marlboro.

9

—¡Vaya cara! —exclamó el comisario al ver las ojeras de Smallbird aparecer por la puerta—Deberías beber menos y dormir más. Eres uno de mis mejores investigadores y no me puedo permitir perderte.

—Hola jefe. —saludó el detective poniendo cara de circunstancias y callándose la verdadera causa de las ojeras.

Vanesa había resultado insaciable y habían pasado el fin de semana bajo las sábanas follando como animales. Mientras hablaba con Negrete notificándole la falta de novedades y las pocas posibilidades que había de que sus sospechosos fueran realmente los asesinos de Blame se preguntaba cómo iba a mirar a Arjona, al que había abroncado el viernes pasado por hacer lo que había estado haciendo él todo el fin de semana.

Después de que el comisario volviese a echarle la bronca por la falta de resultados y le apremiase para que resolviese el caso de una puñetera vez se reunió con sus investigadores. Los informes que les presentaron no fueron alentadores. No parecía haber ningún hilo del que tirar.

—Bien, Carmen, aunque parece poco probable tú y Arjona investigaréis más a fondo a la enfermera y a la pescadera. —dijo Smallbird— Camino ponte de acuerdo con Lopez y turnaros para vigilar la cafetería de Vanesa. El viernes por la tarde alguien siguió a Vanesa desde el trabajo. El resto quiero que investigue sobre el bromuro de pancuronio. Es una droga no demasiado común. Quiero saber todo sobre ella y si es posible investigar recetas que se hayan extendido para particulares fuera de los hospitales.

Smallbird despidió a todos no muy convencido de que saliese algo de aquella búsqueda pero al menos tendría a la gente ocupada hasta que se le ocurriese algo mejor. Con un suspiro se estiró y cerró los ojos para “meditar” un rato en soledad. Aquel caso le iba a volver loco pero estaba tan cansado que apenas podía pensar.

—¡Jefe! —dijo Gracia entrando como una tromba y rompiendo la serenidad del despacho— ¡Creo que tengo algo!

—¿Qué demonios? —gruñó Smallbird al despertarse sobresaltado.

—¡Oh! Lo siento señor. —dijo la joven un poco azorada sin saber que hacer—¿Quiere que vuelva luego?

Smallbird se desperezó y miro el reloj, había dormido toda la mañana. Cuando logró enfocar la vista al fin, vio a Gracia ante él con una sonrisa tímida y el portátil en el regazo.

—Dime, Gracia. —respondió Smallbird sin cambiar su postura relajada.

—He estado pensando que solo hemos estado investigando una vertiente del caso pero nos hemos olvidado de que la mayor parte de los comentarios los hacen los lectores.

—¿Estás insinuando que puede haber un fanático entre los admiradores de estos autores? —preguntó el teniente poniendo los pies sobre el escritorio con un suspiro de placer.

—O Blame cabreó a quién no debía.

—No es mala idea. Yo también he estado reflexionando sobre cómo diablos logró el asesino averiguar la identidad de Blame y llegué a la conclusión de que la única manera es que lo conociese en persona.

—Tienes razón. —dijo Viñales— Bastante gente conocía al Alex Blame de internet y también hay gente que conocía al Alex Blame de carne y hueso, pero apuesto a que hay muy poca gente que conozca las dos caras del personaje.

—Exactamente —repuso Smallbird sonriendo— podrías hacer un programa que cruce las identidades de los usuarios de guarrorelatos y cualquier cosa que pueda relacionar a los usuarios con el Blame de carne y hueso, direcciones, el banco para el que trabajaba, el pizzero que le traía la comida a casa y cualquier otra cosa que se te ocurra.

—De acuerdo jefe.—dijo la joven — Ya estoy en ello.

Cuando Gracia se hubo ido el teniente se quedó reflexionando. Tenía que haber algo que pudiese hacer a parte de esperar. Tras unos minutos dándole vueltas al asunto no pudo llegar a ninguna otra conclusión; tendría que usar a Vanesa de cebo.

—Bien. —comenzó Smallbird dejando sobre la mesa media docena de Smartphones— Vamos a tender una trampa a ese mamón.

—¿Para qué necesitamos los móviles? —preguntó Viñales desorientada.

—¿Se puede saber qué demonios os enseñan en la academia? —dijo Arjona.

—Vamos a realizar un seguimiento a un sospechoso. —le explicó Smallbird con paciencia— Todo el mundo se fija en alguien intentando ocultar un pinganillo colgando de la oreja mientras habla solo, pero nadie se fija en un tipo enviando un wasap mientras camina por la calle.

—Entiendo. —dijo Gracia— ¿Puedo participar en el seguimiento?

—Desde luego. —dijo Smallbird dándole uno de los móviles— Te lo has ganado.

—¿A quién vamos a seguir? —preguntó Carmen.

—Tenemos razones para pensar que el asesino es alguien del entorno cercano de Blame y quizás sea el desconocido que persiguió a Vanesa la tarde del viernes.

—¿Por qué iba a estar interesado en Vanesa el asesino?—dijo Arjona.

—No sé, igual vio a la chica salir del coche patrulla cuando la llevamos a casa tras el interrogatorio, o piensa que puede haber visto u oído algo. ¿Quién sabe? En fin, eso lo dejaremos para cuando atrapemos a ese cabrón. Voy a hablar con Vanesa y le voy a indicar una ruta que debe seguir cuando salga del trabajo. Nos apostaremos por tramos y vigilaremos a la joven y a cualquiera que le siga. Gracia, tu iras conmigo, el resto se apostaran por esta ruta y les seguiremos hasta la calle Buendía dónde le atraparemos. Camino, sustituirás a López en la vigilancia de la cafetería y en cuanto desaparezca el sospechoso irás con el coche a cortarle el paso. ¿Alguna pregunta?

Después de la charla se dirigió a casa. En cuanto atravesó la puerta Vanesa se lanzó sobre el totalmente desnuda y Smallbird no pudo resistirse. Acorralándola contra la pared se la comió a besos acariciando sus pechos y su sexo. Segundos después estaba tumbado encima de la joven follándola sobre el suelo. Smallbird no tuvo piedad y eyaculó dos veces dentro de ella antes de poder apartarse de la joven satisfecha y cubierta por el sudor de ambos.

Vanesa suspiró y se abrazó al teniente mientras este fumaba un Marlboro intentando relajar su agitada respiración. No pudo evitar un ramalazo de culpabilidad cuando la joven mirando a los ojos del detective aceptó inmediatamente su plan.

Eran las cuatro de la mañana cuando Vanesa salió de la cafetería a paso ligero. Desde el coche, Camino vio como una sombra salía de un portal cercano. Camino envió un wasap a sus compañeros y esperó unos minutos antes de arrancar el coche camuflado e ir a situarse en posición.

Arjona fue el primero en ver pasar a Vanesa y a su perseguidor. Fingió vomitar contra una farola mientras enviaba un nuevo wasap. Cuando los objetivos desaparecieron en la siguiente esquina, corrió por una calle lateral para ponerse en el siguiente puesto.

La noche era oscura y una tenue niebla lo envolvía todo con su humedad. Gracia y el teniente esperaban en su puesto fingiendo ser una pareja que charlaba antes de despedirse. Se habían metido en un portal oscuro en la acera opuesta a la que utilizarían sus objetivos en unos instantes. Smallbird miró hacia la calle. Aun no se veía a nadie. Desvió la mirada un momento, Gracia temblaba ligeramente probablemente fruto de la excitación del momento. Era la primera vez que hacía una vigilancia y se la veía notablemente emocionada.

—Tranquila, en realidad esta es la tarea más aburrida del mundo. —dijo el teniente guiñando el ojo para tranquilizarla.

—Lo sé. —respondió ella con sus bonitos ojos chispeando de emoción— Pero no puedo evitarlo. Es la primera vez que me siento una policía de verdad desde que salí de la academia…

La conversación se interrumpió porque Vanesa acababa de aparecer por la esquina y se dirigía hacia ellos por la otra acera. Veinte segundos después una sombra apareció por la esquina moviéndose con cautela. En ese momento la sombra se paró indecisa y de repente cruzó la calle dirigiéndose directamente hacia los dos policías.

Smallbird se quedó petrificado observando como el hombre se acercaba directamente hacia ellos.

Fue Gracia la que reaccionó con presteza y abrazándose a Smallbird le besó.

Samllbird le devolvió el beso y se abrazó a la novata. Mientras se deleitaba con el sabor dulce y joven de la boca de su compañera, con los ojos entreabiertos observaba al desconocido pasar a su lado con el rostro oculto bajo una capucha.

Smallbird agarró más fuerte a Gracia y la giró para poder seguir al desconocido con la mirada. Justo en ese momento Vanesa se giró para tomar la siguiente esquina y no pudo evitar echar un vistazo. El teniente notó como los ojos de Vanesa se posaban en él echando rayos y centellas.

—¡Buf! Ha estado cerca. —dijo la joven deshaciendo el abrazo.

—Has estado muy bien. Tienes madera. Quizás siga llamándote cuando necesitemos apoyo. —dijo Smallbird mientras se dirigían al lugar de la emboscada.

La calle Buendía era una callejuela estrecha, recta y solitaria. Quince minutos después Vanesa entraba en ella taconeando con decisión. Su perseguidor vio la oportunidad y comenzó a acercarse. Cuando estaba apenas a diez metros los policías ocultos a lo largo de la calle pudieron ver como el hombre sacaba un cuchillo del bolsillo de la sudadera. Smallbird no esperó más y salió de un portal.

—¡Alto policía!

Vanesa siguió las instrucciones del teniente. Salió corriendo como una bala y no paró hasta caer en brazos de Arjona pegando su cuerpo al del detective mientras miraba a Smallbird.

El desconocido se giró sorprendido, primero hacia el teniente y luego hacia todos los policías que le rodeaban acercándose a él con las armas desenfundadas.

El tipo tardó un segundo, pero con un grito de rabia enarboló el cuchillo y se lanzó sobre el teniente. Smallbird no se lo esperaba pero reaccionó con rapidez y desvió el brazo con el que blandía el arma mientras le arreaba un golpe con la Beretta en el pómulo.

El desconocido se derrumbó y soltando el cuchillo se agarró el rostro dolorido.

—¡Quedas detenido imbécil! —dijo el teniente sacando las esposas.

Smallbird se agachó y sin delicadeza echó los brazos del desconocido hacia atrás y lo esposó.

Arjona se acercó y le ayudó a Smallbird a levantar al hombre que aun se quejaba por el golpe. En cuanto el asesino estuvo en pie, el detective retiró la capucha.

El rostro del casero de Vanesa apareció ante los ojos de los presentes, con cara de pocos amigos y un hilo de sangre corriendo por su mejilla.

El teniente mandó a Vanesa a casa acompañada por Arjona y se fue directamente a la casa del sospechoso mientras el comisario sacaba a un juez de la cama para conseguir una orden de registro.

Dos horas en la casa del asesino bastaron para que la científica encontrase restos de sangre limpiados apresuradamente en el suelo del baño y en la cocina. También habían encontrado en la basura varios viales de bromuro de pancuronio a punto de caducar vacios y alguno lleno en un armario de la cocina.

Una búsqueda en el historial de su ordenador les permitió averiguar que visitaba la página de Guarrorelatos como lector, con el nick de Arrascamelasbolas. Una sencilla investigación les permitió averiguar cómo los intercambios entre él y la víctima habían sido agrios y frecuentes.

Tampoco le costó a Smallbird deducir que el sospechoso admiraba especialmente el trabajo de Rajaquemoja y casualmente todos los competidores de la autora recibían un terrible en la puntuación, independientemente de la calidad de sus trabajos para favorecerla. Smallbird se volvió a la comisaría donde el casero asesino les esperaba, seguro de que Gracia sería capaz de probar que el sospechoso efectivamente era el origen de aquellas valoraciones.

Desde el otro lado del cristal camuflado, el sospechoso esperaba sentado y esposado con la mirada perdida en el vacío. Tras la detención le habían llevado a la sala de interrogatorios y le habían hecho esperar mientras registraban su casa en busca de huellas y procesaban el cuchillo en busca de restos de la víctima. Smallbird fumó un último Marlboro mientras observaba al sospechoso aparentemente impasible antes de comenzar el interrogatorio.

— Carmelo García Castillejo. —dijo Smallbird depositando una gruesa carpeta sobre la mesa—Nacido en Navalmoral de la Mata hace cincuenta y tres años. Sin oficio conocido aparte de administrar un edificio de… doce viviendas que heredó junto con su hermano. Bernardo era buen chico pero tenía unos ataques epilépticos tremendos ¿No?

Carmelo siguió con la mirada fija en la pared sin decir nada de nada, aunque una ligera mueca de desagrado le indicó a Smallbird que había acusado el golpe.

—Tan tremendos —continuó Smallbird— que tenías que inyectarle bromuro de pancuronio para aliviarle… No me imagino la fuerza que hay que tener para inmovilizar e inyectar por via intravenosa ese anestésico a un adulto mientras se mueve espasmódicamente… Por cierto lamento lo de su muerte.

El sospechoso continuó sumido en un hosco silencio y ni siquiera mostró curiosidad cuando Smallbird se levantó dejando la carpeta abierta.

—No voy a aburrirte con los detalles, pero tengo que decir que nos tenías totalmente desorientados señor Arrascamelasbolas. Lamento los de las esposas ¿Le pican mucho en estos momentos?

Más silencio por toda respuesta.

—No hace falta que digas nada, tenemos suficiente para encerrarte sin tener en cuenta el intento de asesinato a mi persona y la resistencia a la autoridad. —dijo Smallbird intentando hacerle reaccionar— Hemos encontrado los viales de pancuronio vacios y restos de sangre por toda la casa, lo único que me falta por saber es como un tipo como tú es capaz de cometer una salvajada semejante.

Carmen entró en ese momento y dándole una carpetilla al teniente, le dijo algo al oído y se retiró rápidamente.

—Ya está —dijo Smallbird tendiéndole la carpeta al sospechoso— Hemos encontrado rastros de sangre del asesino en el arma que portabas y es del mismo grupo sanguíneo que Alex Blame. Mañana estará listo el análisis de ADN que lo confirmará. No necesito que hables para ponerte treinta años a la sombra pero no me creo que quieras ir al trullo sin dar ninguna explicación y quedar como un puto chalado.

—Ese tipo merecía morir. — le espetó Carmelo.

—¿Por qué no me explicas lo que paso? Solo quiero entenderlo.

—Era un cabrón. La primera noticia que tuve de él fue en la página de relatos. Veía como se metía con los autores y los intimidaba hasta el punto de que algunos dejaban de escribir. Durante un tiempo leí y disfruté de sus relatos que eran imaginativos y graciosos pero terminé por cansarme de que tratase a todo el mundo como si fuese una mierda. Cuando se metió con Rajaquemoja fue la gota que colmó el vaso y decidí enfrentarme a él.

—Pero no fue muy bien. —añadió Smallbird animando al asesino a continuar.

—La verdad es que el tío tenía respuesta para todo y encima mientras más te cabreabas más se divertía él poniéndote en evidencia. Aun así no dejé de intentarlo.

—Y entonces fue cuando lo conociste.

—Al principio creí que era una casualidad a pesar de lo raro del nombre, pero el día que le lleve la copia del contrato de compraventa del piso vi como tenía la página de guarrorelatos en el ordenador y me convencí de que era él.

—Y ese fue el momento en que decidiste matarlo.

—No estoy tan zumbao. Aunque se me pasó por la cabeza, ya que no me imaginaba como iba a poder compartir portal con ese ejemplar, lo pensé mejor y no me resultó difícil acostumbrarme ya que apenas salía de casa y nunca me cruzaba con él en el portal pero entonces llegó Vanesa y todo cambió.

—¿Y eso?

—Era una joven muy dulce, siempre me saludaba con una sonrisa aunque llegase agotada por el trabajo. —dijo el hombre con semblante soñador— Llegamos a ser amigos pero entonces, de repente, se volvió reservada e iba por ahí con el rostro pálido y contraído por un rictus extraño que no sabía cómo interpretar. Un día, mientras limpiaba las escaleras, vi como ese cabrón de Blame salía del piso de Vanesa subiéndose la bragueta con aire satisfecho. No pude evitarlo, me acerqué a la puerta de Vanesa y distinguí el llanto que salía del interior de la casa. Mi primer reflejo fue llamar a la puerta e intentar consolarla…

—Ya veo. —dijo Smallbird dándole tiempo a Carmelo para que organizara sus pensamientos.

—… Pero al final no lo hice. Sabía perfectamente que aquel cabrón no pararía hasta destruir a la joven y convertirla en una puta barata. Además, decidí que no solo lo mataría, sino que le haría sufrir todo lo que había hecho sufrir a un montón de gente. Vigilé los movimientos de los inquilinos durante una semana y descubrí que no sería difícil entrar y salir del piso de Alex sin que me vieran, así que el lunes siguiente llamé a su puerta. Me colé en su piso con la excusa de que Hacienda me pedía ciertos datos suyos para la declaración de la venta del piso y cuando se dio la vuelta le inmovilicé agarrándole por detrás como hacía con mi hermano cada vez que sufría una crisis y le inyecté la dosis de pancuronio que tenía preparada en la yugular.

Smallbird no pestañeo siquiera mientras Carmelo contaba como había tumbado a Alex inmovilizado sobre el suelo pero totalmente consciente del dolor y de lo que le iba a pasar.

—Pude ver en aquellos ojos porcinos como el terror invadía hasta la última fibra de su ser mientras se cagaba y se meaba encima por efecto de la droga y del miedo. —dijo el asesino regodeandose en el recuerdo— A continuación cogí el cuchillo y se lo clave lenta y metódicamente en distintas partes del cuerpo, procurando no matarle mientras leía sus relatos.

—Hasta que se te fue la mano.

—En un momento determinado la anestesia se disipó lo suficiente como para poder hablar… y el muy cabrón se rio de mí y me dijo que no tenía ninguna imaginación. Perdí lo nervios y le clavé el cuchillo en el pecho. Después de eso no tardó demasiado en morir.

—Esto lo entiendo, pero entonces por qué has intentado acabar con Vanesa, si era a ella a quién querías proteger.

—Esa desagradecida me trató como si no le hubiese hecho un favor. Cuando volvió del interrogatorio nos encontramos en portal y en vez de mostrarse aliviada se mostró esquiva y alterada, parecía al borde de las lágrimas y apenas se paró a hablar conmigo.

—¿Para qué la perseguiste aquella tarde?

—Le seguí para poder hablar con ella tranquilamente y contarle que no volvería a dejar que le pasase nada. Pero cuando te llamó y te la llevaste en la moto me di cuenta que había sido un iluso. Probablemente le gustaba lo que Alex le hacía y ambos se reían de mí mientras leían mis comentarios y me ponían a parir.

—¿Y eso bastó para querer matarla? —preguntó Smallbird sorprendido del grado de perturbación de aquella mente.

—¡Me traicionó! ¡Salve el culo de esa putilla! ¡Y lo único que conseguí fue ver cómo caía en los brazos de un asqueroso poli! —respondió Carmelo mirándo a Smallbird con desprecio.

—Buen trabajo Smallbird —dijo el comisario dándole al detective varias sonoras palmadas en la espalda. Tenemos la confesión completa de ese pirado. Va a pasar unos cuantos años a la sombra.

—No sé, jefe, a mi me da la impresión de que si los abogados juegan bien sus cartas podría terminar en una institución mental. —replicó el teniente.

—No seas iluso, lo único que está más atestado y masificado que las cárceles son los psiquiátricos. Te garantizo que ese tipo acabará como todos los asesinos psicóticos, en la cárcel, que es el único sitio donde no harán ningún daño a nadie.

—Supongo que tienes razón. Pero ese tipo quizás merezca una oportunidad. Siempre estuvo solo, con su hermano por única compañía hasta que este murió y se quedó totalmente solo. Probablemente escogió a Vanesa como el siguiente objeto de su protección.

—En cualquier caso ese jamado está bien fuera de circulación. —dijo el comisario Negrete— Tómate el día libre, yo me voy corriendo al ayuntamiento a informar a esa panda de tiralevitas, a recibir palmaditas y buenas palabras para variar.

Eran casi las once de la mañana cuando Smallbird salió con su Ossa del garaje de la comisaría. El cansancio de una noche de tensión se dejaba notar y abrió la visera del casco para que entrase aire fresco y le despejase un poco. Veinte minutos después estaba en casa.

En cuanto entro en el piso, vio acercarse a Vanesa vestida únicamente con una de sus camisas. El teniente sonrió al ver esas piernas pálidas y firmes y no pudo evitar una punzada de deseo.

—Hola…

—¡Cabrón! —dijo la joven cortándole el saludo y dándole un bofetón con todas sus fuerzas.

Smallbird recibió el primer golpe sorprendido pero cuando Vanesa intentó repetirlo le cogió la muñeca y se lo impidió.

—¿A qué viene esto? —preguntó sorprendido el detective.

—¿Te crees que soy tonta? Anoche vi como besabas a la poli esa en medio de la calle. Todos los hombres sois unos cerdos. —respondió Vanesa intentando deshacerse de la presa de Smallbird sin éxito.

—Si viste el beso también pudiste ver como el asesino se nos echaba encima y estaba a punto de descubrirnos. El beso desvió la atención del sospechoso y además tapó mi cara que podía haberle resultado conocida. Entre Gracia y yo no hay nada.

—¿Cómo puedo creerte? —dijo Vanesa revolviéndose de nuevo.

—Porque estoy enamorado de ti. —admitió Smallbird sintiéndose ridículo por la situación.

Antes de que la joven pudiese decir nada, el detective la empujó contra la pared con las muñecas en alto y la beso con violencia. Smallbird exploró su boca y se apretó contra la joven hasta dejarla casi sin aliento, disfrutando del contacto con sus pechos.

—Hasta hace tan solo tres días me despertaba todos las mañanas abrazado a una botella de Jack Daniels, ahora me despierto y te tocó solo para asegurarme de que eres real y no producto de un delirio alcohólico. —dijo Smallbird deshaciendo el beso para tomar aire.

—Mentiroso… —dijo ella intentando resistirse sin ninguna convicción.

Antes de que dijese nada más Smallbird volvió a besarla disfrutando del sabor a fruta de su boca y le soltó los brazos. Vanesa se quedó en la misma postura con los brazos en alto mientras el detective metía las manos por debajo de la camisa y le acariciaba el vientre y los pechos disfrutando de la suavidad y el calor de su piel. La joven suspiró y tembló ligeramente ante el contacto, interrumpiendo el beso solo para respirar.

De un tirón arrancó la camisa de Vanesa dejándola totalmente desnuda. Smallbird retrocedió unos centímetros y admiró el cuerpo rotundo y juvenil de Vanesa respirando aceleradamente por la excitación. El detective se sentía como una especie de vampiro aprovechándose de la vitalidad y la juventud de aquel cuerpo.

—No te sientas culpable. —dijo Vanesa dejando que el teniente la admirase— Soy mayorcita y sé lo que quiero. No te estás aprovechando de mí.

—Ya, pero no puedo evitar sentir que estoy abusando de ti de alguna manera como todos los hombres que han pasado por tu vida.

—No digas estupideces. No solo he tenido relaciones con hombres mayores que yo y tú eres el único que me ha hecho sentirme querida y respetada. —dijo ella mordiéndose el labio inferior y acariciándose el cuerpo con suavidad para excitar al detective.

—Yo…

—Deja de comerte la cabeza y disfruta del momento. Ahora mismo lo único que deseo es tenerte dentro de mí. —le interrumpió ella mientras jugaba con los rubios ricitos de su pubis.

Olvidando sus remordimientos Smallbird cogió a la joven por las caderas, le dio la vuelta y separando sus piernas, metió la mano entre ellas y comenzó a acariciarle el sexo. La joven gimió y entrelazó su mano con la de él acompañándole en las caricias.

Smallbird se arrodilló y retrasó un poco el culo de la joven. Admirando su sexo abierto e inflamado acercó sus labios a él y lo beso con suavidad. Todo el cuerpo de la joven se estremeció a su contacto.

Los besos suaves dieron paso a lametones y mordisqueos cada vez más rápidos e intensos. Vanesa abrió aun más sus piernas y clavó las uñas en la pared gimiendo de placer.

El teniente continuó un par de minutos para luego incorporarse y penetrar el delicioso coño de la joven con sus dedos. Vanesa sintió como aquellos dedos la exploraban cada vez de forma más ruda haciéndole sentirse al borde del orgasmo.

Smallbird notó como el cuerpo de la joven se tensaba y su coño se inundaba de flujos mientras la joven gritaba estremecida, aceleró sus movimientos y no le dio respiro hasta que un chorro de liquido claro empezó a escurrir por el interior de su piernas.

Vanesa se mantuvo quieta jadeando y disfrutando de los últimos relámpagos de placer, disfrutando de las cosquillas que le provocaba el correr de los flujos de su orgasmo por el interior de sus piernas.

El detective abrazó a la joven por detrás viendo complacido como sus costillas se marcaban en su espalda mientras intentaba recuperar el aliento. Dándole la vuelta, la besó, esta vez con más suavidad y cogiéndola en brazos se la llevó a la habitación.

Vanesa se acurrucó contra el pecho del hombre y se dejó llevar disfrutando de la sensación de ingravidez.

Depositó a la joven sobre la cama y esta se dio inmediatamente la vuelta para acariciar el paquete del policía. Smallbird se quitó la chaqueta de cuero y la camiseta mientras la joven le abría los pantalones y le sacaba la polla totalmente erecta de los calzoncillos.

Vanesa le miró con los ojos traviesos mientras recorría las gruesas venas de su pene provocando a Smallbird un intenso placer. El detective jugueteó con la melena de la joven mientras se metía la polla en la boca y comenzaba a chuparla lenta y profundamente.

Con un gemido Smallbird se apartó para no correrse. Vanesa se rió y tumbándose boca arriba, se dio la vuelta y con el culo en el borde de la cama levantó las piernas y comenzó a acariciar el pecho del detective con sus pies.

Samllbird agarró uno de los pies de la joven y recorrió los dedos con su boca chupando las pequeñas uñas pintadas de rojo rabioso, provocando nuevos escalofríos en la joven. Con suavidad cogió los tobillos de Vanesa y le separó las piernas poco a poco hasta ponerlas a ambos lados de sus caderas.

Con un suspiro de placer Smallbird enterró su polla en el coño de la joven.

Vanesa gimió al sentir el pene duro y caliente del policía abrirse paso en su interior lentamente provocando relámpagos de placer que irradiaban desde su sexo al resto de su cuerpo haciéndole estremecerse. El ritmo de las penetraciones se hizo más intenso y las sacudidas empezaron a confundirse unas con las otras hasta convertirse en una catarata de sensaciones que le obligaron a retorcerse y a gemir sin ningún control.

Smallbird no se pudo contener más y se corrió en el interior de la joven dejándose caer exhausto sobre ella.

Vanesa aun hambrienta salió de debajo del detective y dándole la vuelta comenzó a juguetear con su polla que ya empezaba a flaquear. Se la metió en la boca y saboreando los restos de semen comenzó a chuparla con fuerza, haciendo que volviese a ponerse dura de nuevo. Antes de que Smallbird pudiese protestar se incorporó y subiéndose a horcajadas se metió la polla hasta el fondo.

El teniente se dejó hacer y se limitó a observar el voluptuoso cuerpo de la joven mientras subía y bajaba a lo largo de su polla. Vanesa se movía tan rápido como podía y en pocos segundos los jadeos del esfuerzo se confundieron con los de placer.

Smallbird acercó la mano aquellos pechos redondos y sudorosos y los acarició. La joven sonrió y adivinando el deseo del detective se inclinó y le aproximó los pechos a la boca mientras se tomaba un descanso.

El teniente cogió uno de los pechos entre sus labios y lo chupó y lo mordisqueó arrancando a Vanesa grititos de placer cada vez más intensos hasta que la joven no pudo resistirse más y se incorporó para continuar clavándose el miembro de Smallbird en una cabalgada salvaje que le hizo estallar de placer. Desmadejada se tumbó sobre él sintiendo aun a polla dura como una roca palpitar en su interior y atizando levemente los rescoldos del orgasmo.

Tras unos segundos Vanesa se separó y cogiendo la polla de Smallbird entre sus manos comenzó a agitarla y acariciarla. Smallbird eyaculó con un gemido mientras la joven se metía la polla en la boca chupándola con fuerza hasta que está dejo de agitarse entre sus manos…

FIN
PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:
alexblame@gmx.es

 

Relato erótico: “Una nena indefensa fue mi perdición” (POR GOLFO)

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verano inolvidable2.
Sin títuloReconozco que siempre he sido un cabrón y que a través de los años he aprovechado cualquier oportunidad para echar un polvo, sin importarme los sentimientos de la otra persona. Me he tirado casadas, divorciadas, solteras, altas, bajas, flacas y gordas, en cuanto se me han puesto a tiro.
Me traía sin cuidado las armas a usar para llevármelas a la cama. Buscando mi satisfacción personal, he desempeñado diferentes papeles para conseguirlo. Desde el tímido inexperto al más osado conquistador. Todo valía para aliviar mi calentura. Por ello cuando una mañana me enteré de la difícil situación en que había quedado una criatura, decidí aprovecharme y eso fue mi perdición.
Recuerdo como si fuera ayer, como supe de sus problemas. Estaba entre los brazos de María, una asistente social con la que compartía algo más que arrumacos, cuando recibió una llamada de una cliente. Como el cerdo que soy, al oír que mi amante le aconsejaba que rehacer su vida y olvidar al novio que la había dejado embarazada, no pude menos que poner atención a su conversación.
«Una posible víctima», pensé mientras escuchaba como María trataba de consolarla.
Así me enteré que la chavala en cuestión tenía apenas diecinueve años y que su pareja, en cuanto nació su hija, la había abandonado sin importarle que al hacerlo, la dejara desamparada y sin medios para cuidar a su retoño.
«Suena interesante», me dije poniendo todavía mayor atención a la charla.
Aunque ya estaba interesado, cuando escuché a mi polvo-amiga recriminarle que tenía que madurar y buscarse un trabajo con el que mantenerse, supe que sería bastante fácil conseguir una nueva muesca en mi escopeta.
Tras colgar y mientras la asistente social anotaba unos datos en su expediente, disimuladamente me acerqué y comprobé alborozado que la tal Malena no solo no era fea sino que era un auténtico bombón.
«Está buenísima», sentencié al observar la foto en la que su oscura melena hacía resaltar los ojos azules con los que la naturaleza la había dotado y para colmo todo ello enmarcado en un rostro dulce y bello.
Reconozco que tuve que retener las ganas de preguntar por ella. No quería que notara que había despertado mi interés, sobre todo porque sabía que mi conocida no tardaría en pedir mi ayuda para buscarle un trabajo.
Y así fue. Apenas volvimos a la cama, María me preguntó si podía encontrar un trabajo a una de sus clientes. Haciéndome el despistado, pregunté qué tipo de perfil tenía y si era de confianza.
-Pongo la mano en el fuego por esta cría- contestó ilusionada por hacer una buena obra y sin pensar en las consecuencias, me explicó que aunque no tenía una gran formación, era una niña inteligente y de buenos principios que la mala suerte la había hecho conocer a un desalmado que había abusado de ella.
-Pobre chavala- murmuré encantado y buscando sacar mayor información, insistí en que me dijera todo lo que sabía de ella.
Así me enteré que provenía de una familia humilde y que la extremada religiosidad de sus padres había provocado que, al enterarse que estaba preñada, la apartaran de su lado como si estuviera apestada.
«Indefensa y sola, ¡me gusta!», medité mentalmente mientras en mi rostro ponía una expresión indignada.
María desconocía mis turbias intenciones y por ello no puso reparo en explicarme que la estricta educación que había recibido desde niña, la había convertido en una presa fácil.
-No te entiendo- dejé caer cada vez más encantado con las posibilidades que se me abrían.
-Malena es una incauta que todavía cree en la bondad del ser humano y está tan desesperada por conseguir un modo de vivir, que me temo que caiga en manos de otro hijo de perra como su anterior novio.
-No será para tanto- insistí.
-Desgraciadamente es así. Sin experiencia ni formación, esa niña es carne de cañón de un prostíbulo sino consigue un trabajo que le permita mantener a su hijita.
Poniendo cara de comprender el problema, como si realmente me importara su futuro, insinué a su asistente social que resultaría complicado encontrar un puesto para ella pero que podría hacer un esfuerzo y darle cobijo en mi casa mientras tanto.
-¿Harías eso por mí?- exclamó encantada con la idea porque aunque me conocía de sobra, nunca supuso que sería tan ruin de aprovecharme de la desgracia de su cliente.
Muerto de risa, contesté:
-Si pero con una condición…-habiendo captado su atención, le dije: -Tendrás que regalarme tu culo.
Sonriendo de oreja a oreja, María me contestó poniéndose a cuatro patas en el colchón…

Preparo la trampa para Malena.
Sabiendo que al día siguiente María me pondría en bandeja a esa criatura, utilicé el resto del día para prepararme. Lo primero que hice fui ir a la “tienda del espía” y comprar una serie de artilugios que necesitaría para convertir mi chalet en una trampa. Tras pagar una suculenta cuenta en ese local, me vi llevando a mi coche varias cámaras camufladas, así como un completo sistema de espionaje.
Ya en mi casa, coloqué una en el cuarto que iba a prestar a esa monada para que ella y su hijita durmieran, otra en el baño que ella usaría y las demás repartidas por la casa. Tras lo cual, pacientemente, programé el sistema para que en mi ausencia grabaran todo lo que ocurría para que al volver pudiera visualizarlo en la soledad de mi habitación. Mis intenciones eran claras, intentaría seducir a esa incauta pero de no caer en mis brazos, usaría las grabaciones para chantajearla.
«Malena será mía antes de darse cuenta», resolví esperanzado y por eso esa noche, salí a celebrarlo con un par de colegas.
Llevaba tres copas y otras tantas cervezas cuando de improviso, mi teléfono empezó a sonar. Extrañado porque alguien me llamara a esas horas, lo saqué de la chaqueta y descubrí que era María quien estaba al otro lado.
-Necesito que vengas a mi oficina- gritó nada mas descolgar.
La urgencia con la que me habló me hizo saber que estaba en dificultades y aprovechando que estaba con mis amigos, les convencí para que me acompañaran.
Afortunadamente, Juan y Pedro son dos tíos con huevos porque al llegar al edificio de la asistente social nos encontramos con un energúmeno dando voces e intentando arrebatar un bebé de las manos de su madre mientras María intentaba evitarlo. Nadie tuvo que decirme quien eran, supe al instante que la desdichada muchacha era Malena y que ese animal era su antiguo novio.
Quizás gracias al alcohol, ni siquiera lo medité e interponiéndome entre ellos, recriminé al tipejo su comportamiento. El maldito al comprobar que éramos tres, los hombres que las defendían, se lo pensó mejor y retrocediendo hasta su coche, nos amenazó con terribles consecuencias si le dábamos amparo.
-Te estaré esperando- grité encarando al sujeto, el cual no tuvo más remedio que meterse en el automóvil y salir quemando ruedas. Habiendo huido, me giré y fue entonces cuando por primera vez comprendí que quizás me había equivocado al ofrecer mi ayuda.
¡Malena no era guapa! ¡Era una diosa!
Las lágrimas y su desesperación lejos de menguar su atractivo, lo realzaban al darle un aspecto angelical.
Todavía no me había dado tiempo de reponerme de la sorpresa cuando al presentarnos María, la muchacha se lanzó a mis brazos llorando como una magdalena.
-Tranquila. Si ese cabrón vuelve, tendrá que vérselas conmigo- susurré en su oído mientras intentaba tranquilizarla.
La muchacha al oírme, levantó su cara y me miró. Os juro que me quedé de piedra, incapaz de hablar, al ver en su rostro una devota expresión que iba más allá del mero agradecimiento. Lo creáis o no, me da igual. Malena me observaba como a un caballero andante bajo cuya protección nada malo le pasaría.
«Menuda pieza debe de ser su exnovio», pensé al leer, en sus ojos, el terror que le profesaba.
Tuvo que ser María quien rompiera el silencio que se había instalado sobre esa fría acera, al pedirme que nos fuéramos de allí.
-¿Dónde vamos?- pregunté todavía anonadado por la belleza de esa joven madre.
-Malena no puede volver a la pensión donde vive. Su ex debe de estarla esperando allí. Mejor vamos a tu casa.
Cómo con las prisas había dejado mi coche en el restaurante, los seis nos tuvimos que acomodar en el todoterreno de Juan. Mis colegas se pusieron delante, dejándome a mí con las dos mujeres y la bebé en la parte trasera.
Durante el trayecto, mi amiga se encargó de calmar a la castaña, diciendo que junto a mí, su novio no se atrevería a molestarla. Si ya de por sí que me atribuyera un valor que no tenía, me resultó incómodo, más lo fue escucharla decir que podía fiarse plenamente de mí porque era un buen hombre.
-Lo sé- contestó la cría mirándome con adoración- lo he notado nada más verlo.
Su respuesta me puso la piel de gallina porque creí intuir en ella una mezcla de amor, entrega y sumisión que nada tenía que ver con la imagen que me había hecho de ella.
Al llegar al chalet y mientras mis amigos se ponían la enésima copa, junto a María, acompañé a Malena a su cuarto. La cría estaba tan impresionada con el lujo que veía por doquier que no fue capaz de decir nada pero al entrar en la habitación y ver al lado de su cama una pequeña cuna para su hija, no pudo retener más el llanto y a moco tendido, se puso a llorar mientras me agradecía mis atenciones.
Totalmente cortado, la dejé en manos de mi amiga y pensando en el lio que me había metido, bajé a acompañar a los convulsos bebedores que había dejado en el salón. A María tampoco debió de resultarle sencillo consolarla porque tardó casi una hora en reunirse con nosotros. Su ausencia me permitió tomarme otras dos copas y bromear en plan machote de lo sucedido mientras interiormente, me daba vergüenza el haber instalado esas cámaras.
Una vez abajo, la asistente social rehusó ponerse un lingotazo y con expresión cansada, nos pidió que la acercáramos a su casa. Juan y Pedro se ofrecieron a hacerlo, de forma que me vi despidiéndome de los tres en la puerta.
«Seré un capullo pero esa cría no se merece que me aproveche de ella», dije para mis adentros por el pasillo camino a mi cuarto.
Ya en él, me desnudé y me metí en la cama, sin dejar de pensar en la desvalida muchacha que descansaba junto a su hija en la habitación de al lado. Sin ganas de dormir, encendí la tele y puse una serie policiaca que me hiciera olvidar su presencia. No habían pasado ni cinco minutos cuando escuché que tocaban a mi puerta.
-Pasa- respondí sabiendo que no podía ser otra que Malena.
Para lo que no estaba preparado fue para verla entrar únicamente vestida con una de mis camisas. La chavala se percató de mi mirada y tras pedirme perdón, me explicó que como, había dejado su ropa en la pensión, Maria se la había dado.
No sé si en ese momento, me impresionó más el dolor que traslucía por todos sus poros o el impresionante atractivo y la sensualidad de esa cría vestida de esa forma. Lo cierto es que no pude dejar de admirar la belleza de sus piernas desnudas mientras Malena se acercaba a mí pero fue al sentarse al borde de mi colchón cuando mi corazón se puso a mil al descubrir el alucinante canalillo que se adivinaba entre sus pechos.
-No importa- alcancé a decir- mañana te conseguiré algo que ponerte.
Mis palabras resultaron sinceras, a pesar que mi mente solo podía especular con desgarrar esa camisa y por ello, al escucharme, la joven se puso nuevamente a llorar mientras me decía que, de alguna forma, conseguiría compensar la ayuda que le estaba brindando.
Reconozco que, momentáneamente, me compadecí de ella y sin otras intenciones que calmarla, la abracé. Lo malo fue que al estrecharla entre mis brazos, sentí sus hinchados pechos presionando contra el mío e involuntariamente, mi pene se alzó bajo la sábana como pocas veces antes. Todavía desconozco si esa cría se percató de la violenta atracción que provocó en mí pero lo cierto es que si lo hizo, no le importó porque no hizo ningún intento de separarse.
«Tranquilo macho, no es el momento», me repetí tratando de evitar que mis hormonas me hicieran cometer una tontería.
Ajena a la tortura que suponía tenerla abrazada y buscando mi auxilio, Malena apoyó su cabeza en mi pecho y con tono quejumbroso, me dio nuevamente las gracias por lo que estaba haciendo por ella.
-No es nada- contesté, contemplando de reojo su busto, cada vez más excitado- cualquiera haría lo mismo.
-Eso no es cierto. Desde niña sé que si un hombre te ayuda es porque quiere algo. En cambio, tú me has ayudado sin pedirme nada a cambio.
El tono meloso de la muchacha incrementó mi turbación:
¡Parecía que estaba tonteando conmigo!
Asumiendo que no debía cometer una burrada, conseguí separarme de ella y mientras todo mi ser me pedía hundirme entre sus piernas, la mandé a su cuarto diciendo:
-Ya hablaremos en la mañana. Ahora es mejor que vayas con tu hija, no vaya a despertarse.
Frunciendo el ceño, Malena aceptó mi sugerencia pero antes de irse desde la puerta, me preguntó:
-¿A qué hora te despiertas?
-Aprovechando que es sábado, me levantaré a las diez. ¿Por qué lo preguntas?
Regalándome una dulce sonrisa, me respondió:
-Ya que nos permites vivir contigo, que menos que prepararte el desayuno.
Tras lo cual, se despidió de mí y tomó rumbo a su habitación, sin saber que mientras iba por el pasillo, me quedaba admirando el sensual meneo de sus nalgas al caminar.
«¡Menudo culo tiene!», exclamé absorto al certificar la dureza de ese trasero.
Ya solo, apagué la luz, deseando que el descanso me hiciera olvidar las ganas que tenía de poseerla. Desgraciadamente, la oscuridad de mi cuarto, en vez de relajarme, me excitó al no poder alejar la imagen de su belleza.
Era tanta mi calentura que todavía hoy me avergüenzo por haber dejado volar mi imaginación esa noche como mal menor. Sabiendo que, de no hacerlo, corría el riesgo de pasarme la noche en vela, me imaginé a esa preciosidad llegando hasta mi cama, diciendo:
-¿Puedo ayudarte a descansar?- tras lo cual sin pedir mi opinión, se arrodilló y metiendo su mano bajó las sábanas, empezó a acariciar mi entrepierna.
Cachondo por esa visión, forcé mi fantasía para que Malena, poniendo cara de putón desorejado, comentara mientras se subía sobre mí:
-Necesito agradecerte tu ayu
da- y recalcando sus palabras, buscó el contacto de mis labios.
No tardé en responder a su beso con pasión. Malena al comprobar que cedía y que mis manos acariciaban su culo desnudo, llevó sus manos hasta mi pene y sacándolo de su encierro, me gritó:
-¡Tómame!
Incapaz de mantener la cordura, separé sus piernas y permití que acomodara mi miembro en su sexo. Contra toda lógica, ella pareció la más necesitada y con un breve movimiento se lo incrustó hasta dentro pegando un grito. Su chillido desencadeno mi lujuria y quitándole mi camisa, descubrí con placer la perfección de sus tetas. Dotadas con unos pezones grandes y negros, se me antojaron irresistibles y abriendo mi boca, me puse a saborear de ese manjar con sus gemidos como música ambiente.
Malena, presa por la pasión, se quedó quieta mientras mi lengua jugaba con los bordes de sus areolas, al tiempo que mis caricias se iban haciendo cada vez más obsesivas. Disfrutando de mi ataque, las caderas de esa onírica mujer comenzaron a moverse en busca del placer.
-Estoy cachonda- suspiró al sentir que sopesando con mis manos el tamaño de sus senos, pellizcaba uno de sus pezones.
Obviando su calentura, con un lento vaivén, fui haciéndome dueño con mi pene de su cueva. Ella al notar su sexo atiborrado, pegó un aullido y sin poder hacer nada, se vio sacudida por el placer mientras un torrente de flujo corría por mis muslos.
-Fóllame, mi caballero andante- suspiró totalmente indefensa- ¡soy toda tuya!
Su exacerbada petición me terminó de excitar y pellizcando nuevamente sus pezones, profundicé el ataque que soportaba su coño con mi pene. La cría, al experimentar la presión de mi glande chocando contra la pared de su vagina, gritó y retorciéndose como posesa, me pidió que no parara. Obedeciendo me apoderé de sus senos y usándolos como ancla, me afiancé en ellos antes de comenzar un suave trote con nuestros cuerpos. Fue entonces su cuando, berreando entre gemidos, chilló:
-Demuéstrame que eres un hombre.
Sus deseos me hicieron enloquecer y cómo un perturbado, incrementé la profundidad de mis caderas mientras ella, voz en grito, me azuzaba a que me dejara llevar y la preñara. La paranoia en la que estaba instalado no me permitió recordar que todo era producto de mi mente y al escucharla, convertí mi lento trotar en un desbocado galope cuyo único fin era satisfacer mi lujuria.
Mientras alcanzaba esa meta imaginaria, esa cría disfrutó sin pausa de una sucesión de ruidosos orgasmos. La entrega de la que hizo gala convirtió mi cerebro en una caldera a punto de explotar y por eso viendo que mi pene no tardaría en sembrar su vientre con mi simiente, la informé de lo que iba a ocurrir.
Malena, al escuchar mi aviso, contestó desesperada que me corriera dentro de ella y contrayendo los músculos de su vagina, obligó a mi pene a vaciarse en su interior.
-Mi caballero andante- sollozó al notar las descargas de mi miembro y sin dejar que lo sacara, convirtió su coño en una batidora que zarandeó sin descanso hasta que consiguió ordeñar todo el semen de mis huevos.
Agotado por el esfuerzo, me desplomé en la cama y aunque sabía que no era real, me encantó oír a esa morena decir mientras volvía a su alcoba:
-Esto es solo un anticipo del placer que te daré.
Ya relajado y con una sonrisa en los labios, cerré los ojos y caí en brazos de Morfeo…

Mi primer día con Malena y con su hija.
Habituado a vivir solo, esa mañana me despertó el sonido de la ducha. Saber que esa monada iba a bañarse, me hizo saltar de la cama y con la urgencia de un chaval, encendí mi ordenador. Los pocos segundos que tardé en abrir el sistema de espionaje que había instalado en mi casa, me parecieron eternos. La primera imagen que vi de la cámara que tenía en su baño, fue la de sus bragas tiradas en el suelo. Esa prenda fue suficiente para que mi pene saliera de su letargo. Os juro que ya estaba excitado aun antes de ver su silueta a través de la mampara transparente de la ducha. Por ello me perdonareis que, como si estuviera contemplando una película porno, disfrutara del modo tan sensual con el que esa morena se enjabonaba.
«Está como un tren», sentencié al observar por primera vez sus pechos.
Grandes, duros e hinchados eran todavía más espectaculares de lo que me había imaginado. Eran tan maravillosos que sin ningún pudor, me puse a masturbarme en su honor.
-¡Qué pasada!- exclamé en voz baja cuando en la pantalla esa mujer se dio la vuelta y pude contemplar que los rosados pezones que decoraban sus tetas, pero lo que realmente me impactó fue el cuidado bosque que esa crecía en su entrepierna.
Aunque sabía que esa indefensa y joven madre era un primor, confieso que me sorprendió el tamaño de sus pitones. Había supuesto que serían grandes pero nada me preparó para contemplar la perfección de sus formas, como tampoco estaba preparado la exquisita belleza del resto de su cuerpo.
«¡Joder! ¡Qué guapa es!”, pensé incrementando el ritmo de mi paja.
Al estar atento a lo que ocurría en la pantalla, me quedé con la boca abierta cuando ajena a estar siendo espiada por mí, Malena separó sus piernas para enjabonarse la ingle, permitiendo que mi vista se recreara en su chocho. A pesar de no llevarlo completamente depilado, me pareció extrañamente atractivo. Acostumbrado a la moda actual donde las mujeres retiran todo tipo de pelo, os tengo que reconocer que mi respiración se aceleró al contemplar esa maravillosa mata.
«¡Tiene que ser mía!», sentencié ya alborotado.
Para colmo, si no llego a saber que era imposible, el modo tan lento y sensual con el que se enjabonaba, bien podría hacerme suponer que esa chavala se estaba exhibiendo y que lo que realmente quería era ponerme verraco. Completamente absorto mirándola, me masturbé con más fuerza al disfrutar de todos y cada uno de sus movimientos. Para entonces, comprenderéis que deseara ser yo quien la enjabonara y que fueran mis manos las que recorrieran su espléndido cuerpo. También sé que me perdonareis que en ese momento, me imaginara manoseando sus pechos, acariciando su espalda pero sobre todo verme dando lengüetazos en su sexo.
«¡Debe de tener un coño dulce y sabroso!», me dije mientras mi muñeca buscaba sin pausa darme placer.
El empujón que mi pene necesitaba para explotar fue verla agacharse a recoger el jabón que había resbalado de sus manos porque ese movimiento me permitió admirar nuevamente con su culo y descubrir entre sus nalgas, un rosado y virginal esfínter.
«¡Nunca se lo han roto!», exclamé al imaginarme que iba a ser yo quien desvirgara esa trasero y demasiado excitado para aguantar, descargando mi simiente sobre la alfombra, me corrí en silencio.
Al terminar, el sentimiento de culpa me golpeó con gran fuerza y no queriendo que esa muchacha descubriera esas manchas blancas y comprendiera que la había estado espiando, las limpié. Tras lo cual cerré el ordenador y bajé a la cocina, intentando olvidar su cuerpo mojado. Pero por mucho que me esforcé, todos mis intentos resultaron infructuosos porque lo quisiera o no, su piel desnuda se había grabado a fuego en mi mente y ya jamás se desvanecería.
Estaba preparándome un café cuando un ruido me hizo saber que tenía compañía. Al girarme, descubrí que Malena acababa de entrar con su hija en brazos. Por su cara, algo la había enfadado pero no fue hasta que me recriminó que me hubiese despertado antes de tiempo, cuando recordé que la noche anterior esa monada me había dicho que ella preparara el desayuno.
-Perdona- respondí y tomando asiento, dejé que fuera ella quien lo sirviera.
Desde mi silla, fui consciente de las dificultades de Malena para cocinar con su bebé en brazos y sin pensarlo dos veces, le pedí que me dejara tenerla a mí para que ella pudiera estar más libre. La muchacha me miró confundida pero al ver mi tranquilidad me pasó a su hija.
Curiosamente, su cría no se puso a llorar al estar en brazos de un extraño sino que dando alegres balbuceos, demostró que estaba encantada conmigo. Mi falta de experiencia con un bebé no fue óbice para que yo también disfrutara haciendo carantoñas a esa criatura y por ello cuando me trajo el café, Malena no hizo ningún intento en arrebatármela sino que se sentó frente a mí y se puso a mirarme con una extraña expresión de felicidad.
-Le gustas- me informó sin dejar de observarme.
Sus palabras pero sobre todo su tono consiguieron sonrojarme e incapaz de articular palabra, me quedé jugando con la niña mientras su madre desayunaba. Sintiendo sus ojos fijos en mí, me estaba empezando a impacientar cuando de pronto la nenita se echó a llorar.
-Tiene hambre- dijo Malena mientras la tomaba de mis manos y antes de que pudiera hacer algo por evitarlo, se sacó un pecho y se puso a darle de mamar.
Alucinado, no perdí detalle de cómo la cría se aferraba a su pezón. La naturalidad con la que Malena realizó ese acto no me pasó inadvertida. Su actitud confiada no era lógica porque apenas me conocía. A pesar de ello, me fui calentando al escuchar los ruidos que la niñita hacía al mamar.
«Dios, ¡Estoy bruto!», me quejé en silencio mientras bajo mi pantalón mi apetito crecía sin control.
Malena, que en un principio no se había dado cuenta de mi mirada, al percatarse que no le quitaba ojo, se empezó a mover incómoda en su silla. Involuntariamente dije maravillado:
-¡Qué hermoso!-
Mi halago tuvo un efecto no previsto, la chavala soltando un suspiro, se puso colorada y me preguntó si era la primera vez que veía a un bebé mamar. Al responderle afirmativamente, me pidió que me acercara más. No pude negarme y un poco confuso, puse mi silla a su lado y seguí ese natural acto totalmente embobado.
Encantada con la expresión de mi rostro, Malena se rio a carcajadas diciendo:
-Me estas devorando con la mirada.
Siendo cierto, me ruborizó su descaro y por ello me levanté pero entonces, cogiendo mi mano, la muchacha me obligó a retornar a mi silla y me dijo:
-No quiero que te vayas. Me gusta sentir tu mirada.
Sus palabras provocaron que mi pene se volviera a alzar e inconscientemente pasé mi mano por su brazo. Malena se removió inquieta en su silla y sin ningún poner ningún reparo a mis caricias, se cambió a la niña de pecho. Para entonces, el ver a su bebé mamando mientras una gota brotaba del pezón que se acababa de quedar libre, me fueron llevando a un estado difícil de describir. Con una mezcla de ternura y de lujuria, no pude retener mi mano cuando se acercó a su areola y recogió entre sus dedos, ese blanco néctar. Tampoco pude hacer nada cuando involuntariamente, mis labios se abrieron para saborear su leche.
-¡Qué haces!- esa cría me recriminó mi actuación, totalmente enfadada.
Supe que me había pasado y huyendo de su lado, subí a mi cuarto a tranquilizarme. Con su sabor todavía en mis papilas, tuve que masturbarme dos veces para conseguirlo.
«Joder, soy un imbécil», murmuré cabreado. La conducta de esa muchacha me tenía desconcertado. Cuando la conocí, me pareció una ingenua que el destino la había llevado a estar sola e indefensa. Luego y en mi descargo os he de decir que su desfachatez en la cocina me hizo suponer que era un zorrón en busca de polla y que me estaba dando entrada.
Por ello, ¡metí la pata!
-No entiendo nada- sentencié al temer que mi actuación había abierto los ojos a esa muchacha y que ya no podría aprovecharme de ella…

 

Relato erótico: “Una nena indefensa fue mi perdición 2” (POR GOLFO)

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herederas3Durante una hora, recordar cómo había metido la pata con esa chavala, me hizo permanecer en mi Sin títulohabitación. Sentía que había perdido la oportunidad de seducirla por imbécil y eso me traía jodido. Cómo zorro viejo en esas lides, no comprendía mi comportamiento.
«La tenías a huevo y la has cagado», maldije más cabreado que abochornado.
Cualquier otro estaría muerto de vergüenza pero mi falta de escrúpulos hacía que únicamente me enfadara el haber fallado de esa forma tan tonta y no el haber ofendido a Malena. Para mí, esa joven madre seguía siendo una presa y no una persona con sentimientos que para colmo necesitaba ayuda. Me daba lo mismo que se hubiese sentido traicionada por mí cuando incapaz de contener mi lujuria, había llevado mis dedos hasta su pecho para recoger una gota de leche materna.
«Estaba cojonuda», sentencié y al rememorar su sabor, en parte, disculpé mi actuación al pensar: «mereció la pena y fue ella la culpable».
Justifiqué ese desliz, echando la culpa a Malena.
«¿No esperaría que me quedara mirando? ¿A quién se le ocurre ponerse a dar de mamar frente a un desconocido?».
Dando por sentado su responsabilidad, decidí que no tenía que variar mis planes: intentaría seducirla y si no podía, ¡la chantajearía con sus imágenes desnuda!
Acababa de resolver certificar mi inmoralidad cuando un ruido me hizo saber que esa incauta había vuelto a su cuarto. Sin rastro de remordimientos encendí el monitor y me puse a ver lo que estaba grabando en ese momento la cámara que tenía instalada en esa habitación.
«No me extraña que lo haya hecho, está buenísima», me dije al ver en la pantalla a esa muchacha entrando con su niña.
Reconozco que aunque en un principio era el morbo lo que me hizo permanecer atento a las imágenes, fue ver una sonrisa en su cara lo que realmente me obligó a mantenerme pegado al televisor.
«No parece cabreada», con nuevos bríos, concluí.
Esa conclusión se vio confirmada mientras le cambiaba el pañal al escucharla decir:
-No sabes la ilusión que me hizo comprobar que también te cae bien Gonzalo. ¿Te gustaría que fuera tu papa?
Esa inocente pregunta debió de despertar todas mis alertas pero debido a la atracción que sentía por esa preciosidad, lo único que provocó fue que se reavivaran con más fuerzas mis esperanzas llevármela a la cama.
Habiendo decidido reiniciar mi acoso, mi seguridad de tirármela se vio reforzada cuando a través de los altavoces, la oí comentar muerta de risa:
– Pobrecito, ¡no pudo resistirse a probar mi leche! Tenías que haberle visto la cara que puso, ¡hasta me dio pena echarle la bronca!
«¡Será puta!», exclamé al oírla, «¡Lo hizo a propósito!».
Sabiéndome engañado, decidí que iba a usar esa información para follármela y por eso salí de mi cuarto rumbo al salón con una sola idea en mi mente:
«Si esperaba seducir a un tipo tímido y apocado que le había prestado desinteresadamente su ayuda, no había problema: ¡representaría ese papel!».

Dejo que Malena siga con sus planes.
Asumiendo que esa cría no tardaría en intentar que cayera enamorado de ella, tranquilamente me senté a esperar a que Malena se tropezara en su propia trampa.
Tal y como había supuesto, no tardó mucho en aparecer por la puerta. Supe que estaba actuando cuando la muchacha que entró no era la desvergonzada de hacía unos minutos sino la Malena ingenua e indefensa que María me presentó. «Es una estupenda actriz», murmuré mentalmente al oír que me preguntaba si podía entrar.
-Claro. Ya te dije que esta era tu casa.
Mis palabras provocaron que una involuntaria sonrisa iluminara su cara. Por ello cuando se sentó junto a mí y simulando una gran vergüenza me pidió si podía prestarle otra camisa, no la creí.
-Voy a hacer algo mejor. Te voy a comprar algo de ropa mientras conseguimos recuperar la tuya- respondí adoptando el papel de caballero andante.
Leí en sus ojos la satisfacción que sintió al ver que todo se desarrollaba según sus planes y por eso me divirtieron sus reticencias a aceptar mi ayuda. Como os imaginareis no tuve que insistir mucho para que me acompañara de compras y al cabo de cinco minutos, me vi tomando un taxi con las dos rumbo al lugar donde había dejado mi coche la noche anterior.
Durante el trayecto, Malena estuvo todo el tiempo jugando con su nena e incluso me hizo partícipe de esos juegos haciéndome cosquillas. No me lo pensé dos veces e imitándola, busqué devolverle esas divertidas caricias. La joven madre, al sentir mis dedos recorriendo su cintura se lanzó sobre mí con gran alegría, sin importarle la presencia del taxista, diciendo:
-Estas abusando de que soy una mujer.
Tampoco le afectó que al ponerse a horcajadas sobre mí, su sexo se restregara contra el mío, ni que sus juveniles tetas revolotearan a escasos centímetros de mi cara. Esos estímulos hicieron que bajo mi bragueta, mi pene se alzara inquieto. Sé que esa bruja manipuladora se percató de mi erección porque mordió mi oreja mientras me decía:
-No te da vergüenza tratarme así.
Su descaro me hizo llevar mis manos hasta su culo y afianzándome en sus duras nalgas, colocar mi verga contra su coño. Durante unos segundos, esa guarrilla disfrutó con esa presión en su entrepierna pero una vez consideró que era suficiente, aparentando estar enojada, puso un gesto serio y se bajó de mis rodillas sin hacer ningún otro comentario.
«Ahora me toca a mí actuar», concluí viendo su actitud y simulando un arrepentimiento que no sentía, le pedí perdón por haber magreado su culito.
-No importa- contestó sin mirarme, fingiendo un enfado que no existía.
De manera que cada uno cumplimos con nuestro papel. Ella con la dulce e inocente joven atosigada por el destino y yo con el del tipo sensible pero susceptible de ser manipulado. Por ello, recogiendo a su hija, salimos a coger un taxi.
No fue hasta que el taxista nos dejó en mi coche y que ya estábamos en su interior, cuando poniendo un tono compungido esa cría me soltó:
-Soy yo la que te tiene que pedir perdón. Me olvido con facilidad que apenas nos conocemos y que al saber de mí, con mi comportamiento puedes pensar que soy una chica irresponsable. Lo siento, a partir de ahora, me comportaré manteniendo las distancias.
«¡Un óscar es lo que se merece!», sentencié al saber que de no haber visto y oído la charla de esa cría con su bebé, me hubiese tragado ese falso arrepentimiento. En vez de desenmascararla, cogiendo su mano, contesté:
-Para nada. Yo soy el culpable por no darme cuenta que, en tu situación, debo cuidar mis actos y saber que ante todo eres vulnerable.
Recibió con una alegría desbordante mis palabras y antes que pudiera hacer algo por evitarlo, se lanzó a mis brazos y depositó un dulce beso en mi mejilla mientras me decía:
-Eres todo un caballero.
En ese instante, me hubiese gustado en vez de caballero ser su jinete y desgarrando su camisa, cabalgar su cuerpo con lujuria. Previendo que no tardaría en hacer realidad ese deseo, arranqué el coche rumbo a una boutique que conocía…

Malena desfalca mi tarjeta de crédito.
Durante el trayecto, no pude dejar de mirarla de reojo y reconocer al hacerlo que esa cría tenía unas patas de ensueño. Apenas cubiertos por un diminuto pantalón, los muslos de Malena se me antojaron una belleza. Bronceados y sin rastro de vello, eran una tentación irresistible y un manjar que deseaba catar con mi lengua.
Os juro que mientras conducía, no podía dejar de imaginar cómo sería recorrerlos a base de lengüetazos. La chavala, que no era tonta, lo advirtió y deseando incrementar la atracción que sentía por ella, descalzándose, apoyó sus piernas sobre el salpicadero para que de esa forma lucir aún más la hermosura de sus pies desnudos.
-¿Verdad que tengo los muslos un poco gordos?- preguntó forzando de esa forma que la mirara.
-Eres tonta, los tienes preciosos- contesté tras darles un buen repaso.
Malena no se contentó con esa mirada y cogiendo mi mano, la puso sobre uno de sus jamones, diciendo:
-Toca. Fíjate y dime si están fofos.
Fofos, ¡mis huevos! Las ancas de esa muchacha estaban duras como piedras y para colmo su piel era tersa y suave. Durante unos segundos, acaricié esa maravilla y cuando no pude más, retirando mis dedos, exclamé muerto de risa:
-Niña, ¡no soy de piedra!-
Ella, ruborizada, respondió con voz dulce:
-Yo, tampoco.
Su respuesta me hizo girar en mi asiento y casi estrello el coche al advertir que bajo la tela de su camisa, dos pequeños bultos confirmaban sus palabras.
«Tranquilo, macho. Todavía no está lista, ¡síguele el juego!», me dije reteniendo las ganas de saltar sobre ella.
Afortunadamente, acabábamos de llegar a Serrano y por ello, pude aguantar el tipo y aparqué mi automóvil. Viendo que no salía, caballerosamente, abrí su puerta y la ayudé a colocar a su hija en el cuco. Cuando todavía no habíamos iniciado camino hacia la boutique, como si fuera algo habitual, Malena me cogió de la mano y con ella en su poder, se puso a caminar por la acera.
«Actúa como si fuésemos novios», me dije complacido al ver a cada paso más cercana la presencia de esa criatura en mi cama y sin poner ningún reparo a su actitud, la llevé calle abajo.
Con una soltura fuera de lugar, dejó que yo llevara la canasta del bebé mientras ella iba mirando los distintos escaparates que pasábamos. Al llegar a La perla, una lencería de lujo, se abrazó a mí buscando que sintiera como sus pechos se pegaban al mío, antes de decirme:
-Siempre soñé con tener una pareja que me regalara algo de esa tienda.
No tuve que ser un genio para comprender que implícitamente me acababa de decir que si quería hundir mi cara entre sus piernas, debía complacer ese capricho. Por ello, asumí que me iba a costar una pasta y a pesar de ello, contesté:
-No soy tu novio pero me apetece cumplir tu sueño.
-Gracias- chilló y demostrando su alegría, me dio un beso en los labios mientras me decía: -A este paso, vas a hacer que me enamore de ti.
Con el recuerdo de su boca en mi mente, la seguí por la tienda, temiendo por el saqueo que iba a sufrir mi cuenta corriente. Afortunadamente, estaban de rebajas pero aun así, os confieso que sudé al leer el precio del coqueto picardías que había elegido:
«Ni que fuera de oro», rezongué asumiendo que nada me iba a librar de pagar esos cuatrocientos euros.
Sin mirar atrás, Malena se metió en uno de los probadores dejándome con su puñetera cría mientras se lo probaba. La bebé, en vez de echar de menos a su madre, me sonrió. Enternecido con ese gesto, le hice una carantoña y cogiéndola en brazos, murmuré:
-La pasta que me va a costar tirarme a tu madre.
Adela, la niña, balbuceó divertida como si entendiera mis palabras y por ello, hablándola con dulzura, descargué mi cabreo diciendo:
-No te acostumbres. En cuanto me la haya follado, desapareceré de vuestras vidas.
Ajena a su significado, me devolvió una nueva sonrisa y por primera vez en mi vida, deseé tener algún día una hija que se alegrara de verme al llegar a la oficina. Estaba todavía pensando en esa “herejía” cuando escuché que su madre me llamaba y con ella todavía en mis brazos, me acerqué a donde estaba.
Confieso que estuve a punto de dejarla caer cuando descorriendo la cortina, Malena apareció luciendo el sensual camisón que había elegido. Aunque la había visto desnuda, la visión de verla ataviada únicamente con ese conjunto me hizo trastabillar y si no llega a coger ella a la niña, podría haber habido un accidente.
-¿Te gusta cómo me queda?- preguntó con una coquetería innata que solo tienen las mujeres que se saben irresistibles.
-Pareces una diosa- contesté con la voz entrecortada mientras fijaba mi mirada en los pezones que se entreveían tras el encaje.
Descojonada, me agradeció el piropo y devolviéndome a su retoño, se volvió a encerrar en el vestuario. Otra vez con su hija a solas, no pude retener mi imaginación y me vi dejando caer los tirantes de ese picardías mientras su dueña se entregaba a mí.
-Tu madre es una zorra preciosa. Espero que cuando seas mayor, no la imites- le dije al bebé mientras trataba de calmarme.
Los dos minutos que tardó en salir me parecieron eternos pero lo que realmente me dejó perplejo fue que al hacerlo, Malena devolviera esa prenda al perchero de donde la había tomado y con tono triste, se girara hacía mí diciendo:
-Gracias, pero es demasiado. No puedo dejar que te gastes tanto dinero en mí.
Hoy reconozco que lo hizo para darme pena pero las ganas de verla sobre mi colchón a cuatro patas luciendo ese picardías, me hicieron cogerlo y con él en la mano, ir hasta la caja y allí pagarlo. Al salir de la tienda con su sueño en una bolsa, se acercó y pegándose como una lapa a mí, me dijo:
-Eres el hombre con el que siempre soñé- tras lo cual poniéndose de puntillas, me besó nuevamente pero en esta ocasión, dejando que mi lengua jugara con la suya.

Contagiado por la pasión de esa mujer, mi única mano libre se recreó en su trasero sin que el objeto de mi lujuria pusiera ningún pero. De no haber tenido otra mano sosteniendo a su hija: ¡hubiera amasado con las dos esa belleza!

La dureza de esas nalgas me tenían obsesionado y por ello, tuvo que ser ella la que poniendo un poco de cordura, se separara. De haberse separado únicamente, no hubiese tenido motivo de enfado pero esa arpía una vez fuera de mi alcance, se echó a llorar diciendo:
-Otra vez me he dejado llevar. Pensaras que soy una puta y que te he besado para pagarte con carne tu regalo.
Por supuesto que eso pensaba pero reteniendo mi furia, contesté:
-Eso jamás. Eres tu quien me tiene que perdonar. Sé que no es el momento pero tengo que decirte que desde que te vi, me pareciste inalcanzable y al besarme, dejé salir la atracción que siento por ti.
Mi confesión era lo que Malena quería oír pero siguiendo con el plan que había fraguado, todavía llorando, me soltó:
-No estoy preparada para otra relación, por favor, ¡llévame a casa!

Adela, su bebé, me conquista y ella me ejecuta.
«¡Tiene cojones el asunto!», mascullé mentalmente mientras conducía de camino a mi chalet. El juego de seducción, al que me tenía sometido esa zorrita, me estaba empezando a cansar. Me tenía hasta los huevos, tener que disimular y aguantar que esa manipuladora siguiera comportándose como una cría ingenua, cuando me constaba su verdadero carácter.
«Todo sea por tirármela», sentencié echando los dados al aire, «cómo no caiga esta noche, ¡la violo!».

Mi cabreo se vio incrementado cuando al llegar a casa Malena desapareció rumbo a su habitación, dejándome por enésima vez al cuidado de Adela.
«¡Esto es el colmo!», me dije mientras veía a esa bebé durmiendo tranquilamente en el cuco, «¡No soy su padre!».
Sobrepasado por una responsabilidad que no era mía, cargué a su retoño y me la llevé al salón, donde dejándola en un rincón, me puse una copa que ayudara a tranquilizarme. Con el whisky en la mano, me puse a dar vueltas por la habitación. Estaba cabreado. Mis planes no iban todo lo bien que a mí me gustaría. Para empezar, ya me había gastado cuatrocientos euros en Malena y el único pago que había recibido había sido un beso.
«Joder, con ese dinero, ¡podía haber pagado una puta de lujo!», rumié mentalmente sin percatarme que me iba acercando al lugar donde dormía plácidamente la bebita.
Adela, ajena a lo que pasaba por mi mente, se desperezó en su cuna y abriendo los ojos, me miró con una ternura que consiguió que se me erizaran todos los vellos de mi piel. Jamás en mi vida, nadie me había contemplado así. Su mirada fresca y carente de malicia se iluminó al reconocerme, o eso pensé, y luciendo una maravillosa sonrisa, levantó sus brazos para que la cogiera.
-Eres una golfilla- susurré sacándola del capazo y poniéndola en mis rodillas.
Para entonces, mis reticencias habían desaparecido y con gusto, comencé a jugar con ella mientras la bebé no dejaba de balbucear incoherencias con su voz de trapo.
Sé que suena raro, pero esa criatura consiguió despertar en mí un sentimiento paternal del que desconocía su existencia y tengo que reconoceros que me encantó. Sí, ¡me encantó disfrutar de sus risas mientras le hacía cosquillas!
-¡Tu padre es un idiota!- comenté en voz baja al no comprender como era posible que las hubiese dejado tiradas a ella y a su madre.
La chavalita sin comprender mis palabras se rio a carcajadas al sentir mis caricias. Enternecido por esos momentos de genuina felicidad, tardé en darme cuenta de lo que le ocurría cuando de pronto la vi enrojecer y no fue hasta que llegó a mi nariz un olor nauseabundo, cuando comprendí que la niña había hecho sus necesidades sobre el pañal.
-¡Qué peste!- exclamé divertido al percatarme que nada malo le pasaba.
Sabiendo el motivo de esa pestilencia, me levanté en busca de Malena. Tras buscarla por la casa, me topé la puerta de su cuarto cerrada y a pesar de mis llamadas, no contestó.
«Coño, ¿ahora qué hago?», me dije al escuchar que incómoda con la plasta maloliente de entre sus piernas, Adela empezaba a llorar.
Los que como yo nunca hayáis sido padres comprenderéis mi desesperación. Con cada berrido de esa niña, mi nerviosismo se vio exacerbado y corriendo fui en busca de la bolsa donde su madre guardaba los pañales, pensando que no sería tan difícil cambiarla.
¡Difícil no! ¡Imposible! Lo creáis o no, recogiendo una muda y las toallitas con las que le había visto hacerlo a Malena, me dirigí al baño.
Para empezar, quien haya diseñado esos artilugios seguro que aprendió en Ikea. ¡No fue un genio sino un perfecto inútil!… ¡No os riais!… Me costó hasta despegar los putos celos que mantenía cerrado el pañal. Lo peor es que tras dos minutos aguantando los lloros, cuando lo conseguí, llegó hasta mí con toda su fuerza el aroma de su cagada.
¡Casi vomito! ¡Fue asqueroso! Aunque esa monada se alimentase únicamente de la leche de su madre, su mierda apestaba a muertos.
Asqueado hasta decir basta, separé las piernas de Adela e intenté limpiarla con tan mala suerte que fue justo cuando estudiaba de cerca como tenía que realizar esa titánica labor, esa preciosa cría decidió que había llegado el momento de vaciar nuevamente sus intestinos y un chorro de excremento fue directamente hasta mi cara.
-¡No me lo puedo creer! ¡Me ha cagado encima!- grité con repugnancia.
Como dictaminó Murphy: “Todo es susceptible de empeorar”. Y así fue, al tratar de retirar la plasta de mis mejillas, tiré el pañal y cayó en mis pantalones. Para colmo Adela, no contenta con ese desaguisado, vació en ese instante también su vejiga, de forma que sus meados terminaron todos en mi camisa.
-¡La madre que te parió!- grité y mirándome al espejó, caí en la cuenta que tenía que hacer algo.
No solo tenía que lavar a esa niña sino además darme un duchazo. No se me ocurrió mejor idea que abrir el grifo del jacuzzi y llenar la bañera.
-Vamos a darnos un baño- murmuré muerto de risa por el ridículo que estaba haciendo.
Tampoco me resultó fácil, desnudarme con Adela en mis brazos. Sin ningún tipo de experiencia, me daba miedo dejarla en algún sitio, no se fuera a caer. Tras unos instantes de paranoia, decidí poner una toalla en el suelo y depositar allí a la cría mientras me quitaba la ropa.
Una vez desnudo, tanteé la temperatura del agua y tras advertir que estaba templada, me metí en el jacuzzi con la bebé. Afortunadamente, sus lloros cesaron en cuanto se sintió en ese líquido elemento y como si no hubiese pasado nada, comenzó a reír dichosa.
-Me reafirmo, ¡eres una pilla!- suspiré aliviado.
La algarabía con la que se tomó ese baño se me contagió y en menos de dos minutos, empecé a disfrutar como un enano en el Jacuzzi. Atrás quedaron la repulsiva sensación de ver mi rostro excrementado, solo existía la risa de Adela.
Justo cuando más me estaba divirtiendo, de pronto escuché desde la puerta una pregunta indignada:
-¿Qué haces con mi hija?
Al darme la vuelta, me encontré con una versión de Adela que no conocía. La dulce e ingenua, así como la manipuladora, habían desaparecido y me encontraba ante una loba protegiendo a su cachorro. La ira que irradiaba por sus poros me hizo saber que en ese momento yo era, para ella, un pederasta abusando de su cría. Totalmente cortado, le expliqué lo sucedido y como había terminado cagado de arriba abajo. Mis sinceras palabras tuvieron un efecto no previsto porque una vez se dio cuenta que no había nada pervertido en mi actuación, la muy cabrona se lo tomó a cachondeo y sentándose en la taza de wáter, se empezó a reír a carcajada limpia de mí.
Su recochineo me cabreó y más cuando ese engendro del demonio viendo mi turbación se dedicó a mirarme con descaro, tras lo cual, descojonada me soltó:
-Para ser casi un anciano, estás muy bueno desnudo.
Instintivamente me tapé y Malena al comprobar mi reacción, decidió incrementar su burla diciendo:
-¿Temes que intente violarte?
Enojado, contrataqué:
-¿Te parece normal estar ahí sentada mirando a un desconocido mientras se baña?
Muerta de risa, contestó que tenía razón y fue entonces cuando nuevamente me dejó perplejo al levantarse y dejar caer su ropa mientras me decía:
-Hazte a un lado para que quepamos los tres.
Confieso que no me lo esperaba y por ello solo pude obedecer mientras mis ojos se quedaban prendados con los impresionantes pechos que lucía esa nada indefensa damisela.
-¿Qué haces?- alcancé a decir cuando sin pedir permiso se acomodó a mi lado en la bañera.
Con una sonrisa de oreja a oreja, me respondió al tiempo que me quitaba a su Adela de las manos:
-Bañarme con mi hija y con un desconocido.
No sé qué me impactó más, si su desfachatez o la suavidad de su piel mojada contra la mía. Lo cierto es que como un resorte, mi verga se empinó entre mis piernas, dejando claro a esa arpía la atracción que sentía por ella. Malena no se dejó intimidar por mi erección y haciendo como si no se hubiese enterado, buscó su contacto jugando con la bebé. Ni que decir tiene que puedo ser burro pero no idiota y rápidamente comprendí que esos toqueteos, de casuales no tenían nada.
«¡Quiere ponerme cachondo!», exclamé para mí al notar que disimuladamente restregaba mi pene con uno de sus muslos.
La situación me tenía confundido y por eso poca cosa pude hacer cuando, incrementando exponencialmente su acoso, se colocó entre mis piernas. Reconozco que para entonces mi temperatura era mayor que el del agua pero me reconoceréis que era lógico, ya que en esa postura su trasero entraba en contacto con mi miembro.
-¿No te parece que te estás pasando?- pregunté.
Hipócritamente me contestó mientras apoyaba su espalda contra mi pecho:
-Solo somos dos adultos bañando a un bebé.
Lo irónico del asunto fue que, desde que conocí a esa mujer, había deseado tenerla desnuda entre mis piernas pero en ese momento, estaba avergonzado. Desconozco si mi cortedad fue producto de la presencia de su hija o por el contrario, lo que me ocurrió fue consecuencia de que ella llevara la iniciativa. La verdad es que no supe qué coño decir cuando Malena aprovechó mi “timidez” para colocar mi pene entre los pliegues de su sexo.
Ese acto disolvió todos mis reparos y llevando mis manos hasta sus pechos, besé el lóbulo de su oreja mientras susurraba en voz baja:
-Para ser casi una chiquilla, tienes unas tetas impresionantes- y recalcando mi admiración con hechos, con mis dedos empecé a recorrer sus pezones.
Sus areolas se erizaron de inmediato y su dueña aunque no dio muestra de rechazo, tampoco hizo ningún gesto de aceptación. Su falta de respuesta azuzó mi lado perverso y dejando caer mi mano, me aproximé a su coño.
-Cariño, nuestro caballero andante está siendo travieso- comentó a su hija al notar que mis dedos habían sobre pasado el bosquecillo perfectamente delineado y estaban separando los labios de su vulva.
Su implícita aceptación me permitió rebuscar y hallar el botón que se escondía entre ellos. Una vez localizado, con mis yemas me dediqué a acariciarlo mientras esperaba una reacción por su parte.
-Umm… está siendo muy travieso- gimió sin reconocer que era lo que deseaba.
Sabiendo que no había marcha atrás, me puse a masturbarla mientras con la otra mano pellizcaba suavemente sus pezones. Durante un par de minutos, Malena se dejó hacer hasta que, ya excitada, comenzó a restregarse contra mi verga con un movimiento de vaivén que me dejó encantado.
-¿Te gusta mi lanza?-pregunté siguiendo su broma.
-Mucho- murmuró fuera de sí.
Ratificando su afirmación, cogió mi ariete y presionándolo contra su coño, inició un lento cabalgar dejando que se deslizara una y otra vez por sus pliegues sin llegar a meterlo. La sensualidad del momento fue tal que no quise romperlo tratando de follármela sin más y por ello, gocé con la mutua paja que ambos nos estábamos regalando sin quejarme. También he de reconocer que aunque me daba morbo que Malena tuviese sobre su pecho a su hija, la presencia de ésta me hizo ser más precavido y no intentar forzar más allá de lo necesario.
-Nuestro caballero andante está siendo muy malo con tu mamá- rezongó presa del deseo como si hubiese escuchado mis pensamientos.
Adela, ajena a lo que realmente estaba ocurriendo, acercando su boca al pecho de la mujer, se puso a mamar.
-¡Dios!- sollozó su madre al sentir ese nuevo estímulo y mientras mis dedos la masturbaban y ella se restregaba contra mi polla, soltó un aullido y se corrió.
Lo creías o no, a pesar de estar inmersos en la bañera, fui consciente de su orgasmo al sentir su flujo impregnando toda mi verga con su característica densidad, muy diferente a la del agua y contagiándome de su placer, el inhiesto cañón de entre mis piernas escupió blancos obuses que quedaron flotando por la bañera.
Malena al recuperarse y ver esa nata sobre la espuma, se echó a reír. Para acto seguido, darme un beso rápido en los labios y levantarse junto con Adela. Ya desde fuera del jacuzzi, me dijo muerta de risa:
-Gracias por el baño. Nos vemos a la hora de comer.
Tras lo cual salió corriendo rumbo a su habitación, dejándome totalmente insatisfecho, solo pero sobre todo perplejo y por ello no pude más que mascullar:
-¡Será puta! ¿Y ahora qué hago para bajar mi erección?- porque aunque me acababa de correr, eran tanta mi calentura que mi pene no se me había bajado.
Sabiendo la respuesta, me puse a pajearme mientras pensaba en esa nada ingenua y manipuladora muchacha…

 

Relato erótico: “Una nena indefensa fue mi perdición 3” (POR GOLFO)

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LA OBSESION 2Una nena indefensa fue mi perdición 3.
Sin títuloAl salir de mi habitación, estaba hecho una furia. La actitud de esa zorra me hacía sentir engañado, manipulado pero ante todo usado. Jamás en mi vida me había enfrentado a una situación parecida. Con fama de buitre, en manos de Malena me sentía un pardillo.
«¿Qué coño me pasa?», murmuré para mí mientras bajaba al salón. No en vano había ofrecido mi ayuda a esa jovencita, creyendo que sería una presa fácil al estar indefensa.
Desgraciadamente, todas mis previsiones habían resultado erróneas y si al llegar había supuesto que no tardaría en pasármela por la piedra, en ese momento dudaba realmente si no sería yo finalmente su trofeo.
-Macho, ¡reacciona!- pensé en voz alta mientras buscaba el consuelo de un copazo.
Estaba todavía poniéndome hielos cuando a través de la cristalera del salón, vi a Malena en la piscina. Mi sorpresa fue total observar que estaba tomando el sol desnuda.
-¡Esta tía de qué va!- me pregunté al tiempo que terminaba de servirme el cubata.
Dudé que hacer. Esa guarrilla se merecía una reprimenda pero no queriendo parecer demasiado interesado pero, a la vez tratando de averiguar qué era lo que esa arpía me tenía preparado, salí a la terraza con mi bebida. Una vez allí, me senté en una mesa frente a la tumbona donde estaba tomando el sol y descaradamente di un exhaustivo repaso a su anatomía antes de comentar:
-Veo que es cierto que no tienes ropa.
Levantando su mirada, contestó con naturalidad:
-¿Te molesta? No creí que te importara puesto que ya me habías visto al natural.
Su desfachatez, al no dar importancia a lo sucedido en el jacuzzi, me confirmó que Malena tenía poco de ingenua. No en vano, se había masturbado usando mi miembro como consolador. Rememorando ese instante, me di cuenta que lo que más me molestaba no era que lo hubiese hecho sino que no me hubiese dejado terminar dentro de ella. Por eso y queriendo castigar su falta, la contesté mientras fijaba mis ojos en su entrepierna:
-En la bañera, no pude verte bien. Estaba ocupado tocándote las tetas.
Mi burrada, lejos de molestarla, la divirtió y soltando una carcajada, me espetó:
-¿Y qué te parezco? ¿Estoy buena?
Sin títuloPor la erección que lucía bajo el pantalón, era evidente la respuesta pero no queriendo ceder ante su evidente tonteo, respondí:
-Te falta culo.
-No parecía disgustarte por el modo que lo tocabas- contestó muerta de risa mientras para dar mayor énfasis a sus palabras, se levantaba y girándose, me mostraba sus nalgas.
Azuzado por su actitud, dando un sorbo a mi bebida, le aclaré:
-He dicho que te falta culo, no que no te echaría un polvo.
Mi intención había sido molestarla pero soltando una carcajada me hizo saber que había errado el blanco y más cuando mordiéndose los labios, me preguntó:
-¿Solo uno?
Ese jueguecito me estaba cansando al notar que ella llevaba la iniciativa, por ello decidí echar un órdago y alargando mi mano, acaricié su trasero antes de comentar:
-Para empezar. Luego dependiendo de cómo te portes, quizás me apetezca estrenarte por detrás- debí acertar porque en cuanto hice referencia a su agujero posterior, Malena se puso roja como un tomate.
Disfrutando de esa inesperada victoria, me quedé pensando en su reacción. Supe que había abierto una grieta en su armadura y queriendo aprovechar la circunstancia, la cogí de la cintura y la senté sobre mis rodillas mientras ella intentaba zafarse.
-¿Te da miedo que te rompa el culito?- susurré en su oído.
Increíblemente, Malena dejó de debatirse al escuchar mi pregunta e indignada, contestó:
-¡No me da miedo sino asco! Jamás he permitido que nadie lo intenté.
Todavía hoy doy gracias a que, al oírla, comprendiera que siendo una manipuladora nata no iba a permitir que ese tabú supusiera un estorbo para cumplir sus sueños. Gracias a las cámaras que había instalado en su cuarto, me había enterado que sus intenciones eran seducirme y que así tuviese que hacerme cargo de su hija. Por eso, dando un sonoro azote en una de sus nalgas, la reté diciendo:
-Te propongo algo. Tú me das tu trasero y yo me comprometo a cuidar de Adela y de ti indefinidamente.
Mi propuesta la sorprendió y por un momento estuvo a punto de soltarme una bofetada pero, tras unos segundos de indecisión, se levantó de mis rodillas y contestó:
-Déjame pensarlo.
Descojonado, la observé huyendo rumbo a la casa y cuando ya estaba a punto de entrar, le grité:
-No tardes mucho, ¡hay más culos en Madrid!…

Os tengo que confesar que pocas veces he disfrutado tanto de un copazo. Sabiendo que a esa cría no le quedaría más remedio que aceptar mi oferta, paladeé cada uno de los sorbos con lentitud mientras pensaba en mis siguientes pasos. Tras analizarlo, supuse que Malena no se entregaría tan fácilmente y que intentaría negociar.
«Lo va a tener complicado, ¡no pienso ceder respecto a su culo!», rumié satisfecho.
Estudiando las diferentes alternativas que me propondría, concluí que a buen seguro esa monada intentaría sacar un rédito económico.
«En ese aspecto puedo ser flexible», determiné gracias a mi buena situación financiera. «Le puedo poner un sueldo pero tendrá que ejercer de criada y mantener la casa limpia».
Otra de las cuestiones que pondría sobre la mesa era su hija. Sobre ese aspecto, Adela me gustaba por lo que dejaría que viviera en la casa pero poniendo unos límites: ¡Nunca la reconocería como hija mía!
Sin darme cuenta, fui enumerando los puntos en los que podríamos llegar a un acuerdo y cuales serían causa de fricción hasta que creyendo que había examinado el asunto desde todas las ópticas, concluí que la relación que tendría Malena conmigo sería una especie de pornochacha.
“Dinero, vivienda y protección a cambio de sexo”.
Fue entonces cuando recordé a su ex y caí en la cuenta que también tendría que ocuparme de ese cabrón. El tema no me preocupaba porque ya se había comportado como un cobarde pero aun así como medida de precaución decidí indagar quien era. Por eso, llamé a un amigo detective y le pedí que le investigara, tras lo cual y viendo que no tenía nada más que hacer, me fui a ver la tele.
Durante el resto de la mañana, Malena se quedó encerrada en su cuarto y solo tuve constancia de su presencia cuando escuché ruido procedente de la cocina. El típico sonido de cacerolas me hizo adivinar que estaba cocinando y satisfecho por el modo en que se estaba desarrollando todo, me acomodé en el sofá a esperar que me llamara.
«Ya está actuando de criada sin habérselo pedido», murmuré mientras llegaba hasta mí el delicioso olor de lo que estaba preparando: «Como sepa tal cómo huele, me voy a poner las botas», concluí.
Mi capacidad de asombro fue puesta en prueba cuando al cabo de media hora, vi salir a esa monada usando como única vestimenta uno de mis jerséis. La diferencia de tamaño hacía que en ella, ese suéter le sirviera de vestido.
«Realmente es un bombón», pensé mientras recorría con mi mirada los estupendos muslos de la criatura.
Haciendo como si no supiera que la estaba observando, Malena puso dos platos en la mesa y acercándose a mí con una sonrisa, me soltó:
-¿Te parece que hablemos de tu oferta mientras comemos?
Su tono dulce y sensual me informó que las negociaciones iban a ser arduas y que esa zorrita iba a usar todas sus armas para llegar a un acuerdo favorable a sus intereses.
-Me parece perfecto- respondí deseando saber qué era lo que iba a proponerme.
Satisfecha y creyendo con razón que sería menos duro con sus reivindicaciones con el estómago lleno, me pidió que me sentara mientras traía la comida. Tras lo cual, meneando descaradamente ese pandero que me traía loco, salió rumbo a la cocina.
«¡No tiene un polvo sino cien!», sentencié más excitado de lo que debería estar si no quería meter la pata y que al final el resultado fuera desastroso para mí.
Al cabo de unos pocos minutos, esa monada volvió con un guiso típico de su pueblo que sobrepasó todas mis expectativas.
-¡Está cojonudo!- exclamé impresionado y no era para menos, porque era una auténtica delicia.
Noté que le agradó mi exabrupto y dándome las gracias, llenó mi copa con vino mientras me decía:
-He pensado mucho en lo que me ofreces y aunque suene duro, he decidido hacerte una contraoferta…
-Soy todo oído- respondí.
Prestando toda mi atención, advertí que Malena estaba nerviosa y por ello no me extrañó que se tomara unos segundos en desvelar sus condiciones.
-Quiero que sepas que ante todo estoy agradecida a ti por cómo te has portado con nosotras- comenzó diciendo y quizás recordando las penurias que le hizo pasar el energúmeno que era el padre de Adela, su voz se quebró y necesitó un tiempo para tranquilizarse.
Mientras lo hacía, tuve que retener mis ganas de levantarme de mi asiento para consolarla porque lo quisiera o no, esa muchacha me tenía embelesado y sentía su dolor como mío propio.
«Joder, me tiene enchochado», murmuré mentalmente al darme cuenta.
Ya más tranquila, me soltó:
-Como sabes, he hecho muchas tonterías últimamente y no quiero que se repita. Ahora lo más importante para mí es Adela y por ella, estoy dispuesta a todo- tras lo cual, entró al trapo diciendo- -Me has pedido mi culo para seguirnos ayudando pero eso siempre sería temporal hasta que te cansaras de mí. Mi hija necesita estabilidad y no algo ocasional….- confieso que se me erizaron los pelos al comprender por donde iba. Malena confirmó mis augurios al decirme con tono serio:-…te ofrezco ser de tu propiedad para toda la vida con una única condición, reconocerás a Adela como tu hija.
Y tras soltar ese bombazo, se quedó callada esperando mi respuesta. Os juro que no había previsto esa propuesta y queriendo aclarar en qué consistía, dije:
-Cuando dices que serías de mi propiedad, ¿a qué te refieres exactamente?
Incapaz de verme a los ojos, respondió:
-Si aceptas ser el padre de la niña, yo seré tu puta, tu criada, tu enfermera y podrás hacer uso de mí cuándo, cómo, dónde y tantas veces como quieras..-y levantando su mirada, exclamó totalmente histérica:- …¡Coño! ¡Seré tu esclava!
Esa oferta iba más allá de mis expectativas pero también las responsabilidades que tendría que adquirir. Mi plan inicial era echarla un par de polvos y luego olvidarme. Pero esa zorrilla había cambiado las tornas y se entregaba a mí de por vida pero a cambio tendría que adoptar a su retoño.
-Tendré que pensarlo- sentencié lleno de dudas.
Curiosamente, Malena se alegró al no oír un “no” rotundo y acercándose a mí, se arrodilló a mis pies para acto seguido y sin pedir mi opinión, comenzar a acariciar mi entrepierna.
-¿Qué haces?- pregunté sorprendido.
Con un extraño brillo en sus ojos, me respondió mientras me bajaba la bragueta:
-Darte un anticipo por si aceptas ser mi dueño.
En cuanto tuvo mi sexo en sus manos, la expresión de su rostro cambió, denotando una lujuria que hasta entonces me había pasado desapercibida y cumpliendo con su palabra, lentamente se la fue introduciendo en la boca hasta que sus labios tocaron su base.
-Me estás poniendo bruto- susurré al notar que mi pene que hasta entonces se había mantenido en letargo, se había despertado producto de sus caricias y ya lucía una brutal erección.
Malena sonrió al oírme y sensualmente me bajó el pantalón, dejando mi tallo al descubierto. Aunque en realidad ya me lo había visto, su cara reflejó sorpresa al admirar mi tamaño.
-Umm- gimió atrevidamente mordiéndose los labios.
Sin mayor prolegómeno, esa muchachita me empezó a masturbar. La expresión de su cara, al principio impávida, fue cambiando al irme pajeando y cuando apenas llevaba unos segundos, me pareció que estaba excitada e incluso creí notar que se le habían puesto duros los pezones.
«Dios, ¡Qué boca!», exclamé mentalmente al sentir el sensual modo con el que volvía a apoderarse de mi miembro.
Con un ritmo excesivamente lento para mí, recorrió mi glande con su lengua y embadurnándolo con su saliva, me miró dulcemente antes de írselo metiendo centímetro a centímetro en su interior al tiempo que usando sus manos, acariciaba mis huevos cómo sondeando cuanto semen contenía dentro de ellos. La maestría que demostró me hizo gruñir satisfecho al advertir que su garganta parecía hecha exprofeso para mi pene.
Desgraciadamente la excitación acumulada y su pericia, hicieron que antes de tiempo descargara mi cargamento contra su paladar. Ella, lejos de mostrarse contrariada, se puso a ordeñar mi simiente con un ansia tal que creí que tardaría días en que se me volviera a poner dura.
Recreándose en mi verga con su lengua, recolectó mi semen mientras sus manos seguían ordeñándome buscando dejarme seco. Cuando de mis huevos ya no salía más leche, persiguió cualquier gota que hubiese quedado hasta que la dejó completamente limpia.
Una vez satisfecha, Malena me miró y lamiéndose los labios en plan guarrona, me soltó:
-Si quieres algo mas solo tienes que reconocer a Adela como tu hija- tras lo cual, se levantó y recogió los platos usados, dejándome solo en el comedor.

 

Relato erótico: “Emputeciendo a una jovencita (7)” (POR LUCKM)

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LA OBSESION 2Laura – Por favor, no puedo mas!.

Sin títuloLaura – Creo que seis amo!

Eva aparto su cara del coño de Laura.

Eva – Yo diría que siete amo, esta zorra esta soltando líquidos como una fuente.

Yo – Jajaja, veamos cuantas veces es capaz de correrse, sigue putita.

Eva hacia una hora que le comía el coño a Laura a indicación mía. Esa semana las había tenido a las dos sin sexo, las quería salidas el primer día de clase. Al llegar les dije:

Yo – Bien zorritas, hoy no os voy a follar. Las dos me miraron desesperadas.

Eva – Por favor amo, cumplimos sus ordenes toda la semana, estoy desesperada, mi coño se pone a chorrear solo con ver un tío por la calle.

Laura – Yo tengo los pezones como piedras desde el martes, hasta tuve que ponerme unos clinex para que no se notara.No lo entiendo, creí que querías tenernos sometidas para poder follarnos a su gusto amo.

Yo – Eso ya lo hago cerdita, hoy me apetece ver hasta que punto os podéis correr sin que intervenga mi polla, quiero veros a las dos disfrutar hasta que os caigáis y no podáis mas, básicamente ver como os corréis hasta desmayaos.

Laura – No me llame cerdita amo, no me gusta.

Yo – Pero a mi si cerdita, cuando estas a cuatro patas con esas ubres colgando me recuerdas a esos documentales en que se ve a una hembra dando de mamar. ¿Para que te crees que tienes esas tetazas? ¿para estudiar derecho en el Ceu?.

Laura – No amo, esta bien – Dijo agachando la cabeza.

Yo – Para que las tienes cerdita?-

Laura – Para dar de mamar amo?

Yo – Casi. Laura miro a su amiga.

Laura – Para atraer a los tíos amo?.

Yo – Mejor.

Laura – Para atraer a los tíos y que tengan mas ganas de follarme.

Yo – Estamos cerca. Laura suspiro.

Laura – Esta bien, para ponerme escotes, que los tíos se les ponga la polla dura y quieran follarse a esta puta, montarla, meterles sus pollas y correse en mi coño para preñarme.

Yo – jajaja, ves como cuando quieres puedes? – Eva, desnuda a la cerdita y sientala en ese sillón, pasale las piernas por encima de los brazos del sillón y ataselas para que no pueda cerrar las piernas, que su coño quede a la altura del borde.

La escena era preciosa, sus grandes tetas caían sobre su tripa por la postura, su coño húmedo estaba completamente expuesto, como añadido le atamos los brazos por detrás del sillón, puse una cámara enfocandola.

Yo – Bien cerdita, recuerdas todas esas fotos que te hace papi, tu cumple, tu comunión, el viaje a esquiar.

Laura – Si amo.

Yo – Bien, yo también quiero mi propio álbum familiar, el de hoy se va a llamar, “Cuantas veces se corre Laurita”.

Encendí la cámara, Laura miro el objetivo y adivinando lo que quería.

Laura – “Cuantas veces se corre Laurita” 23 de febrero de 2008, álbum familiar de Carlos.

Me acerque a Eva, la desnude, me acerque a su oído.

Yo – Bien, ahora le vas a comer el coño, primero despacio, no te costara mucho que se corra las primeras veces, así que no te canses, vas a estar dos horas como mínimo así que tomalo con calma.

Laura – Dos horas? no amo, no aguantare. Yo – Si, si lo harás. Eva se relamió, se acerco y se puso de rodillas. Abrió la rajta de su amiga

que ya chorreaba y empezó a pasar la punta de la lengua por su raja, buscando su botoncito, cuando lo encontró se centro en el, Laura no aguanto ni dos minutos.

Laura – Ufff, como necesitaba esto amo.

Yo – Nada, tu tranquila, hoy vas a salir de lo mas relajada de aquí.

Eva siguió lamiendo, a la media hora Laura ya se había corrido seis veces. Al principio intento controlar su cara, sin duda por vergüenza pero a partir de la quinta vez ya le dio igual.

Laura – Si, si, sigue zorrita, dioos!! que maravilla amo!!, jodeer, otra vez!!!

Su espalda se arqueaba, sus grandes tetas se movían bamboleandose y sus pezones estaban duros como piedras… Eva cada vez que notaba que se iba a correr pegaba los labios a su agujerito y aspiraba con fuerza.

Eva – Jo, que rico esta esto amo, me encanta. Yo – Tanto como mi semen zorrita?

Eva – Es distinto, la cerdita tiene un aire de inocencia que hace que me ponga como loca verla así amo. Y su coño es tan dulce.

Eva siguió un rato mas.

“Laura – Por favor, no puedo mas!.

Yo – Si, si que puedes, cuantas van?.

Laura – Creo que seis amo!

Eva aparto su cara del coño de Laura.

Eva – Yo diría que siete amo, esta zorra esta soltando líquidos como una fuente.

Yo – Jajaja, veamos cuantas veces es capaz de correrse, sigue putita.”

Eva separo la boca para descansar unos minutos pero siguió pasando los dedos por su rajita.

Eva – Sabe amo, cuando veo a la cerdita por el cole con el pelo cogido en un moño con un lápiz y notandose estas tetazas bajo el uniforme me la imagino en su casa dando botes sobre su polla y me pongo mala, sabe que la llaman la estrecha por que casi no habla con los chicos?.

Yo – Así que eres tímida cerdita. Laura – Si amo, no se, – Eva le metía los dedos con fuerza tratando de

romperle el ritmo de la charla. – joder, y otraaaaa!!!! – suspio unos segundos.

Laura – No se amo, son críos, no me ponen, solo quieren meterme mano, no follarme como ud hace….

Eva – En eso tiene razón, estos jueguecitos tienen mucho morbo amo.

Yo – Bueno, hay que echarle imaginación, sigue zorrita, vamos a llegar a 10 que no queda nada.

Laura – 10!? no, ni de broma amo.

Yo – Tu a callar!, ademas llevamos una hora, queda otra.

Laura – No, por favor, no podré.

Eva – Claro, claro que podrás zorra, si el amo lo dice estarás corriendote hasta final de año.

El teléfono sonó, era mi móvil.

Yo – Anda, es papi Laura. Quieres que le diga que su niña no se aplica en las clases? – Laura negó con la cabeza.

Cogí el teléfono mientras me acercaba a ellas, Laura se mordía los labios mientras Eva se lo comía con furia tratando de que se corriera con su padre al teléfono.

Buenas tardes?

Yo – Buenas tardes?. Ah si, ¿como esta?, Laurita? el móvil apagado?. Si, lo siento, no me gusta que nos interrumpan sus amigos con sms y chorradas, ya saben como son los críos. Si, por supuesto, pues nos queda un rato. Hoy? pues les estoy enseñando a hacer un álbum familiar. Si, no es muy importante pero creo que es interesante que vean el lado divertido de la informática antes de centrarnos en otras cosas.

Me acerque y empece a sobarle las tetas a Laura.

Yo – si, es un poco distraída pero se esfuerza, en unos meses haremos de ella una experta.

Le metí los dedos en la boca y ella los lamió con ansia mirandome con cara de salida, aguantando sus gemidos. El mas mínimo grito y su padre lo sabría. Me levante, cogí el tanga de Eva del suelo y se lo metí a Laura la boca. Justo a tiempo, se estaba corriendo como una loca, mordio el tanga fuerte y respirando por la nariz se corrió mientras yo le retorcía los pezones.

Si, en una hora o así habremos terminado, luego había pensado invitarlas a un helado en el Vips por lo bien que se están portando, y para reponer fuerzas. Muy bien, yo se lo digo.

Yo – Laura, tu papi que seas buena y hagas lo que te diga.

Le saque las bragas de la boca y fui a la cocina. Saque un helado del congelador de magnum pequeños de los que son un poco mas gordos que un dedo y fui al salón. Laura que se estaba corriendo una vez mas me miro con alivio.

Laura – Por fin, ya terminamos amo? Yo – Que va, te quedan 40 min, por que lo dices?. Laura – Y el helado amo? creí que…

Yo – No creas tanto, te ofrezco una cosa, podemos dejarlo ahora mismo o puedo follarte, pero tendrás que cumplir 40 min mas de Eva comiendote el coño. No iba a follarte hoy pero me puso la polla dura como me mirabas y te corrías mientras hablaba con papi.

Laura – Es que esas cosas tan sucias que hace con mi padre y el de eva me pone malísima, soy una pervertida lo se.

Yo – Y bien, que decides.

Laura – Follame, nada me gusta mas que tener tu polla en mi coño.

Yo – Bueno técnicamente no será solo mi polla.

Laura – Como?

Me me acerque a ella apartando a Eva que se puso de rodillas a masturbarse mientras nos miraba. Abrí los labios del coño de Laura, estaba ardiendo y acerque el mini helado a su agujero.

Laura – No amo.

Yo – Jajaja, como que no?.

Empece a introducir el helado en su coño, ella se retorcía. Laura – amo duele, esta demasiado frío.

Yo – Tranquila, con la temperatura de aquí abajo no tardara en desacerse.

Entro completamente, tampoco era muy grande la verdad, me saque la polla y la puse en la entrada de su coño. Debía darme prisa, no creí que durara demasiado el helado. Empece a meter la polla, notaba en la punta de mi polla el calor del coño de Laura y el helado desaciendose por momentos.

Yo – Bien, ahora hasta el fondo.

Laura respiro profundamente y yo empuje mi polla, note como me abría paso por su coño, por la postura mi polla entro bastante profundamente y el helado que debía medir unos tres o cuatro centímetros mas un poco mas adentro, me quede quieto notando como el frío y el calor alternaban en mi polla, el helado se desacía y el coño de Laura también. Alternaba de frío a calor. empece a moverme un poco, notaba el chocolate quebrarse en la punta de mi polla y como salía la vainilla, me moví para intentar meterselo un poco mas adentro y esparcirselo bien, me encantaba, estaba pintando un cuadro en su coño y ni siquiera me había corrido. Seguí unos minutos, Laura literalmente aullaba, se corrió dos o tres veces. Al final me corrí, note como mi polla explotaba en aquel lugar delicioso, como la cabeza de mi polla se hinchaba y escupia semen caliente dentro de mi pequeña puta. Ella también lo notaba y me miraba a los ojos mientras se corría como sabia que me gustaba. Aguante un minuto mas y saque mi polla. Eva se abalanzo sobre ella, me la limpio de dos profundas chupadas y corriendo se abalanzo sobre el coño de Laura, no quería perderse todo lo que iba a chorrear en unos segundos.

El coño de Laura chapoteaba con los lengüetazos de Eva, de vez en cuando pegaba los labios a su agujero y aspiraba exprimiendo el coño de su mejor amiga. Laura ya apenas jadeaba, se notaba que hacia fuerza con los músculos de su vagina para echarselo todo en la boca de su golosa amiga, no se si se corrió alguna vez mas, a los diez minutos le dije a Eva que parara, la soltamos, ella aparte de dejar caer los brazos nos miro con los ojos medio cerrados.

Laura – Dios, fue increíble, todo, no puedo mas amo.

Llamaron a la puerta. Eva se levanto, al ver que era su madre abrió. Ana entro, me dio un beso de tornillo y se quedo mirando a Laura.

Ana – joder, esta zorra se lo paso bien.

Eva – No lo sabes bien mama.

Ana – Tu por que tienes la boca así?

Eva – dos horas comiendo coño mama, es lo que hay.

Ana – jajaja, que pervertido eres Carlos.

Yo – Lo justo y necesario para tener a tres putitas calientes.

Ana – Pues lo haces de miedo.

Eva – Necesito que me folles amo.

Ana – Temo que no, vino tu tío Andrés y vamos a cenar con el en media

hora.

Eva – Jooooo, necesito que me la metan mama!

Yo – Bueno, vino solo o con su tía?

Ana – Solo, por? Yo sigues teniendo somníferos y Viagra no?.

Ana – Si.

Dáselos a los dos esta noche y follaroslos, seguro que a Jorge no le importa que te folles la polla de su hermano y que su niña también se deje follar por el.

Ana – La niña? , cada vez que le damos el cocktail especial a su padre no hay quien la saque de encima de su polla hasta las seis. Y luego el pobre Jorge con mal sabor de boca por la mañana.

Yo – jajaja, es cierto zorrita? Eva – Si, claro, creí que nos veías.

Yo – Uff, tengo ya tantas guarradas vuestras que no me da tiempo a verlas todas, en el álbum estará.

Ana – El álbum?, te hiciste un álbum familiar de nosotras? pero que cabron.

Ana – ah, antes de que me olvide, el padre de Laura nos invito a pasar unos días en su chalet de palma, las dos familias juntas.

Yo – Umm, tostaditas al sol y todas juntas, suena bien. –

Ana – Puedo intentar que te inviten-

Yo – Va tu hermana Laurita?

Unos días antes Laura me había avisado de que su hermana estaba en la ducha, en el momento que ella entro en la habitación envuelta en la toalla se había apartado y me había dejado verla totalmente desnuda sin que ella lo supiera, sus tetas eran enormes, me encanto, en ese momento decidí follarmela también, pero era mayor que las niñas y con un novio pesado, no iba a ser tan fácil.

Laura – Si, claro, no la van a dejar sola.

Yo – Perfecto entonces.

Laura – Te la vas a follar amo?, a mi hermana también?.

Yo – Si

*****AVANCE

(dos semanas mas tardes)

Estaba empujando, metiendo mi polla en el culo de Eva, eran las once de la mañana. Los felices padres de las criaturas habian ido como todas las mañanas a jugar al golf a un campo cercano. Asi que me dejaban en una casa fantastica con cuatro preciosidades en bikini cada vez mas cachondas. La hermana de Laura amanecia tarde, sobre las doce asi que desde que salian los cornudos hasta las doce tenia a las niñas completamente desnudas, me encantaba ver sus jovenes cuerpos en bikini, pero mas verlas desnudas a plena luz como si fuera lo mas normal del mundo. La madre de Laura no habia venido, tenia una feria de moda en alguna parte.

Eva – Ummmm, como me gusta, sigue, rompemelo!!

Yo empujaba y empujaba metiendo mi polla en su estrecho culito

Claudia – ¿¡Dios que es esto!?

Miramos los dos, la hermanita de Laura estaba mirandonos desde la puerta.

Eva – Pues estamos follando ¿que va a ser mojigata de mierda?.

Claudia – Tu madre se va a volver loca.

Ana – Por? – en ese momento entraba la madre de la terraza completamente desnuda

Claudia – Pero! joder!

Laura – No digas tacos hermanita o se lo dire a papa! – Dijo laura entrado detras de Ana tb completamente en bolas. Umm, esas tetas moviendose me volvian loco.

Claudia – Estais todas locas! Se lo voy a decir a papa, y a tu marido so puta.

Laura se acerco a Eva y le acaricio las tetas.

Laura – Que les vas a decir? que viste a Carlos encular a Eva y a nosotras besandonos y tocandonos. – Eva y laura comenzaron a besarse y tocarse las tetas la una a la otra.

Laura – Crees que te creerían so estrecha? en esta casa somos todas monjas recuerdas?.

Yo – Además esta el tema de tus vicios.

Claudia – Que vicios!?

Yo – Te masturbas como una cerda a la primera ocasión.

Claudia – Eso es mentira!!

Yo – De verdad, veras cuando papi vea esto.

Gire el ordenador y puse dos vídeos que le grabamos la noche anterior con la inestimable colaboración de su hermana. Se la veía masturbandose en su habitación y en la ducha, completamente desnuda y jadeando.

Laura se me acerco, saque la polla de el culo de Eva y se la metí a Laura en el coño mientras miraba a su hermana.

Laura – Sabes, le diremos que lo que tu dices es mentira y le enseñaremos esto, lo vera hasta el padre de Eva, seguro que se termina haciendo una paja.

Cecilia – No por favor

Laura – Amo, follame por favor.

Le agarre las tetas y empece a follarla. Cecilia veía perfectamente como mi polla entraba en el depilado coño de su hermana.

Yo – Tu hermana es una guarra Cecilia, me hizo follarmela esta mañana dos veces viendote masturbarte, la encanta.

Cecilia – No, no puede estar pasando esto.

Yo – Ya lo creo que si, vete a tu cuarto, cuando terminemos subiré a charlar contigo.

Ella se dio la vuelta llorando y se marcho.

Laura – Umnm amo, que buena idea los afrodisíacos que le pusimos en el desayuno.

Yo – Si cerdita, y esta mañana le puse el triple, con lo que le has puesto esta semana pasada no tardara en abrirse de piernas, gire el portátil y puse una panorámica de su habitación, se la veía llorando en la cama, a los dos min estaba ya con una mano dentro del bikini….

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Bueno, espero que os gustara, por favor votar, es la manera de saber si voy bien o no… Sigo encantado de que me mandéis mail o me agreguéis. Un saludo a Laura y Marta, encantado de que los disfruteis y lo compartais conmigo 😉

Luckm@hotmail.es

skype: luckmmm1000

 

Relato erótico: “Una nena indefensa fue mi perdición 4” (POR GOLFO)

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me daríasLa mamada con la que esa cría presionó para que tomara rápido una decisión, me dejó Sin títulocaliente e insatisfecho. Ser consciente que solo necesitaba ceder y reconocer a Adela como mi hija, para tener a Malena a mi entera satisfacción, me traía loco. No en vano, esa monada era la dueña de uno de los mejores culos con los que me había topado y necesitaba hacerlo mío.
La tenía a mi alcance pero el precio que tendría que pagar era caro. Como sabéis mi idea inicial era echarle unos polvos y tras lo cual olvidarme de ella, pero ella me había sorprendido con una oferta inimaginable por mí cuando la conocí:
«Si aceptaba ser el padre de su hija, ella se entregaría a mí sin poner ningún límite».
Reconozco que eso me tenía desconcertado, la razón me pedía rechazar ese ofrecimiento pero mis hormonas me pedían exactamente lo contrario y por ello no podía dejar de pensar en que la tendría donde, cuando y todas las veces que quisiera a mi disposición. Si ya eso era tentación suficiente, esa maldita niña había incrementado la apuesta poniendo sobre la mesa su virginal trasero.
«¡Sería el primero en usar su culo!».
Solo imaginarme separando sus duras nalgas para tomar al asalto ese inmaculado ojete, hacía que valorara dar ese salto al vacío. Me sentía como Enrique de Navarra, pretendiente al trono de Francia, cuando terminó con la cuestión sucesoria diciendo: “Paris, bien vale una misa”. En este caso y parafraseando a ese noble francés, sentencié:
-Malena, bien vale ser padre.
Aun así antes de dar ese paso, decidí consultarlo con Juan y por ello cogiendo mi móvil, le llamé. Como comprenderéis no podía soltarle ese bombazo telefónicamente, razón por la cual le invité a tomar unas copas en el bar de siempre. Mi amigo además de un estupendo abogado, es un gorrón incorregible por lo que no se pudo negar a un par de rondas gratis. Colgando el teléfono, salí de casa y cogí mi coche porque había quedado con él en media hora.
Tal y como había previsto, Juan ya estaba humedeciendo su garganta cuando llegué y por ello llamando al camarero pedí una copa para refrescar la mía. Mientras dábamos cuenta de la primera consumición le expliqué lo que me había ocurrido con la muchacha desde que la salváramos de su antigua pareja.
Chismoso como él solo, en silencio, escuchó cómo le narraba el peculiar modo en que esa chiquilla había empezado a tontear conmigo. Tampoco dijo nada cuando le conté la escenita en el probador y el subsecuente desfalco a mi tarjeta de crédito pero cuando le expliqué lo ocurrido en el jacuzzi y me explayé con los detalles de cómo Malena me había usado a modo de consolador, riendo, comentó:
-Y nos parecía una ingenua.
Sus palabras me dieron el valor de confesarle mi fascinación al verla en pelotas tomando el sol y cómo su descaro me había hecho discutir con ella. Asintiendo y de ese modo dándome la razón, escuchó mi relato pero cuando llegué al momento en que cabreado me había ofrecido a mantenerlas a las dos si me daba su trasero, descojonado me preguntó si me había dado una hostia.
-No, se indignó pero en vez de rechazar la idea de plano, me pidió un tiempo para pensárselo.
Muerto de risa, Juan espetó:
-Y ahora, ¡tienes miedo que acepte!.
Avergonzado, miré a mi copa y repliqué:
-Peor, ¡me ha hecho una contraoferta!
-¡No me jodas!- exclamó a carcajada limpia, tras lo que me preguntó limpiándose las lágrimas de los ojos – ¿Qué quiere esa zorrita y que te ofrece?
Fue entonces cuando le informé que si adoptaba como hija mía a su retoño, Malena se comprometía no solo a darme su culo sino a comportarse de por vida como mi esclava sexual.
-No es tonta la chavala- refunfuñó haciendo su aparición el abogado. – A efectos legales sería tu pareja de hecho y tú, el padre de su hija. De cansarte de ella o ella de ti, ¡podría pedirte una pensión compensatoria!
-Ya lo había pensado y es eso lo que me trae jodido- comenté y abriéndome de par en par a mi amigo, le expliqué que estaba encaprichado con Malena y que deseaba hacerla mía.
-Comprendo- murmuró y bebiéndose su copa de un trago, me soltó: – pídeme un whisky, mientras pienso en alguna solución.
Ni que decir tiene que llamé al empleado del bar y pedí que nos trajera la tercer tanda de bebidas. Juan mientras tanto puso su cerebro a trabajar y por eso cuando el camarero nos había rellenado los vasos, se le iluminó su cara y adoptando una postura de absoluta profesionalidad, dijo:
– Ya sabes que en cuestión legal, nada es blanco ni negro sino todo grises con matices.
-Lo sé- respondí al haber oído muchas veces de sus labios esa expresión con la que hacía referencia a la imposibilidad de establecer un pronóstico seguro sobre el resultado de un asunto- ¿qué se te ha ocurrido?
Sonriendo malévolamente, espetó:
-Si elaboramos el documento con el que reconoces esa paternidad de modo que se pueda sobreentender que lo haces porque Malena te ha convencido que la niña es sangre de tu sangre, de haber problemas, puedes acusarla de haber actuado de mala fe y anular esa adopción por estar basada en el engaño.
-¿Me estás diciendo que podría beneficiármela a mi antojo y que cuando me cansara de ella, romper el acuerdo?
-Es poco ético pero así es. No te puedo garantizar que salgas de rositas pero lo que sí te confirmo es que de haber pensión, te saldría barata.
-Eso es todo lo que quería oír- contesté y alzando mi copa, exclamé: -¡Brindemos por mi futura hija y por el culo de su madre!….

Dos horas y tres copas más tarde, salí del local con la idea de ir a tomar en propiedad lo que ya consideraba mío. Alcoholizado pero sobre todo caliente, encendí mi coche con la idea de disfrutar de esa putita en cuanto llegara a casa. Para que os hagáis una idea de lo cachondo que me había puesto la conversación con Juan, solo tengo que deciros que le obligué a redactar a mano el reconocimiento de paternidad que me abriría las puertas de su trasero. Hoy sé que si no llega a estar tan borracho como yo, mi amigo se hubiese negado a cometer semejante insensatez y me hubiese pedido más tiempo para estudiar el documento.
«Le voy a romper ese culito nada más verla», declaré excitado como un mono mientras conducía camino a mi casa.
Para entonces esa idea era una obsesión, en mi mente lo único que existía eran esas nalgas y mi deseo de usarlas. Obviando cualquier resto de cordura, aceleré para hundir cuanto antes mi cara entre sus piernas y gracias a ello, en menos de diez minutos, accioné el mando de la puerta que daba acceso a mi propiedad.
Lo que no me esperaba fue encontrarme a Malena siendo zarandeada por su ex. Azuzado por los gritos de esa mujer, salí del Porche y sin pensármelo dos veces, me fui contra él. El tipo en cuestión no se esperaba mi intervención y por eso al recibir mi empujón, salió despedido contra la pared.
-Fuera de mi casa- grité cogiendo una azada que el jardinero había dejado tirada en un rincón.
Envalentonado por su cara de miedo, repetí mi orden mientras señalaba la salida con el mango de madera de esa herramienta. A pesar del terror que se reflejaba en sus ojos, el sujeto tuvo el valor suficiente para encarárseme y con voz temblorosa, me pidió que no me metiera porque era un asunto entre él y la madre de su hija. Fue entonces cuando las musas se apiadaron de mí y soltando una carcajada impregnada de desprecio, contesté:
-¿Tu hija? ¡No me hagas reír! Todavía no sabes que llevas dos años siendo un cornudo y que mientras tu pagabas las facturas, yo era quien me la follaba…-haciendo un inciso dramático, esperé que asimilara la información para, acto seguido, dirigirme a la muchacha, diciendo: -¡Díselo! Dile quien es el verdadero padre de Adela.
Malena vio una salida a su situación y pegándose a mí, dejó que la cogiera de la cintura mientras contestaba con una sonrisa malévola en su rostro:
– Mi hija heredó los ojos verdes de su padre- tras lo cual me besó.
Su ex estaba perplejo, no se esperaba esa respuesta y tras comprobar el color de mis pupilas, la ira le consumió pero gracias a que llevaba en mi mano la azada, no se lanzó contra mí y mientras salía de la parcela, solo pudo gritar:
-¡Zorra! ¡Me vengaré!
La muchacha al ver que desaparecía dando un portazo, me dio las gracias y se intentó retirar, pero no la dejé y reteniéndola con mi brazo, forcé sus labios con mi lengua mientras con descaro me ponía a sobarle su trasero. Durante unos segundos, no dijo nada y se dejó hacer pero al notar que mi beso se iba haciendo cada vez más posesivo y que no me cortaba en estrujar su culo con mis manos, protestó diciendo:
-¿Qué haces?
-Tomar lo que es mío- respondí y antes que pudiera hacer algo por evitarlo, desgarré su blusa dejando sus pechos al descubierto.
Acostumbrada a manipular, quizás por eso, mi acción la cogió desprevenida. Nada pudo hacer para impedir que mi boca se apoderara de uno de sus pezones al tiempo que aprisionaba el otro entre mis dedos.
-Por favor- gimió la cría sin percatarse que, por su tono, descubrí que mi violencia le estaba excitando.
No sé si fue el alcohol o el deseo largamente reprimido pero, olvidando cualquier tipo de cautela, mordisqueé esas areolas con una voracidad creciente.
-No quiero- susurró descompuesta mientras involuntariamente colaboraba conmigo presionando mi cabeza contra su pecho.
Comprendí que Malena debía llevar tiempo sin alimentar a su retoño al saborear del pequeño torrente que brotaba de sus tetas y eso en vez de cortarme, espoleó aún más mi lujuria y alzándola entre mis brazos, apoyé su espalda contra el coche y me puse a mamar. La leche de esa mujer no consiguió saciarme, todo lo contrario y fuera de mí, bebí de esos dos cántaros buscando apagar mi sed.
Su dueña, que en un principio se había mostrado reacia, también se vio afectada por mi urgencia y contra su voluntad, un incendio se comenzó a formar entre sus piernas.
-Me encanta- murmuró mientras intentaba calmar la comezón que sentía, frotando su sexo contra el bulto que crecía sin control bajo mi pantalón.
Fascinado con sus ubres, no reparé en que me había bajado la bragueta hasta que metiendo una mano por ella, sacó mi verga de su encierro.
-¡Fóllame!- rogó con una rara entonación que no supe interpretar –¡Lo necesito!
Su petición enervó todavía más mi lujuria y sin cambiar de postura rasgué sus bragas, dejando indefenso mi siguiente objetivo. Malena supo que iba a ser complacida de un modo rudo cuando experimentó la acción de mis dedos sobre su clítoris.
-Esto es lo que deseabas, ¿verdad putita- comenté al escuchar el profundo gemido que salió de su garganta.
Ni siquiera pudo contestar, le costaba hasta el respirar mientras todo su cuerpo temblaba al ritmo con el que torturaba su ya henchido botón.
-Contesta, putita. ¡Te encanta! ¿Verdad que sí?- insistí reemplazando mis yemas por mi glande.
Ese pene que no podía ver, lo podía sentir frotándose contra su vulva y eso la traía loca. Deseando apaciguar su calentura, Malena, con un breve movimiento de caderas, colocó mi erección entre sus pliegues y me imploró que la tomara diciendo:
-Hazme tuya, te lo ruego. ¡No aguanto más!
La entrega de esa mujer se vio recompensada y lentamente fui introduciendo centímetro a centímetro mi miembro por ese estrecho conducto hasta que noté que, rellenándola por completo, la cabeza de mi verga chocaba contra la pared de su vagina.
-Dios, ¡me tienes totalmente empalada!- aulló de placer la cría, quizás acostumbrada a un falo de menor tamaño.
-Pues todavía no he terminado de meterla- susurré en su oído al tiempo que empezaba un rítmico martilleo con el que a cada embestida conseguía meter un poco más de polla en su interior.
-¡Me vas a matar!- gimió satisfecha al tiempo que colaboraba conmigo dejándose caer sobre mí.
Una y otra vez, seguí machacando su pequeño cuerpo hasta que producto de ese maltrato, su vagina cedió y mi pene campeó libremente en su interior.
-¡No pares!- gritó al sentir que la humedad se adueñaba de su sexo y que sus neuronas estaban a punto de explotar.
Yo también comprendí que no iba a tardar mucho en derramar mi simiente en su interior y asumiendo que no se iba a quejar, saqué mi verga de su coño, le di la vuelta y colocándola de espaldas a mí, la volví a penetrar pero esta vez sin piedad.
Esa nueva posición desbordó sus expectativas y no pudiendo retener más tiempo su orgasmo, gritando de gozo, se corrió apoyando su pecho sobre el capó del coche.
-¡Úsame!- chilló todavía necesitada de más placer.
Confieso que me daban igual sus deseos porque estaba inmerso en una vorágine cuyo único fin era liberar la tensión que se había acumulado en mis huevos. Buscando mis intereses, usé su melena como riendas y azuzando a mi montura con un par de azotes, convertí mi trote en un desbocado galopar.
-Así, ¡sigue así!- rugió al experimentar que su clímax se alargaba e intensificaba con esa desenfrenada monta.
Toda ella vibró de dicha al notar que lejos de aminorar mi ritmo, incluso lo aceleraba. Lo que no se esperaba fue que deseando marcarla como mía, llevara mi boca hasta su nuca y la mordiera con rudeza.
-Ahhh- gimió adolorida al notar mis dientes hundiéndose en los músculos de su cuello pero en vez de tratar de zafarse, maulló como gata en celo y convirtiendo sus caderas en un torbellino, buscó ordeñar mi miembro.
La temperatura de su coño, la humedad que envolvía mi verga y sus chillidos fueron los acicates que necesitaba para explotar. Sintiendo que estaba a punto de eyacular, me agarré a sus hombros y me lancé a tumba abierta en pos de mi placer. Malena comprendió mis intenciones y de viva voz, me rogó que sembrara su fértil interior con mi semen.
Juro que ni siquiera pensé en la posibilidad de dejarla embarazada, todo mi ser necesitaba descargar mi tensión dentro de ella y dejándome llevar, rellené con blancas descargas el interior de su vagina. La cría al notar que su conducto se llenaba de mi leche, se retorció buscando que no se desperdiciara nada, con lo que nuevamente se corrió.
-Se nota que tenías ganas de follar- exclamé satisfecho al verla sollozar tirada sobre el motor del Porche.
Lo que no me esperaba fue que levantando su mirada, me sonriera y con tono pícaro, contestara:
-Así es, desde que te conocí me moría de ganas de ser tuya. Por eso tuve que presionarte al ver que no me hacías caso.
Su descaro me hizo gracia y dando un sonoro azote en su todavía virginal trasero, contesté:
-Vete a ver a Adela, no vaya a ser que tenga hambre “nuestra hija”.
Su cara se iluminó al oír que me refería a su retoño de ese modo y riendo ilusionada, me preguntó si no le daba un beso antes. Muerto de risa, mordí sus labios y susurrando en su oído, le avisé:
-Esta noche, tu culo será mío.
Su respuesta no pudo ser más estimuladora porque con un brillo radiante en su mirada, respondió alegremente:
-Ya es tuyo, esta noche, ¡solo tomarás posesión de él!- tras lo cual salió corriendo hacia la casa, dejándome disfrutar de la desnudez de su trasero mientras subía por las escaleras.

 

Relato erótico:”Cómo seducir a una top model en 5 pasos (20)” (POR JANIS)

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NUERA1Edward S. Drusten le indicó al chofer el joven que surgió por la puerta principal del edificio.

Sin título― Es él. No le pierdas.

― Claro, señor – contestó lacónicamente, acostumbrado a las extravagancias de su jefe. No sabía para qué iba a seguir su patrón a aquel niñato, pero se dijo que no debería tener más de diecinueve años, como mucho.

El BMW de alta gama se despegó de la acera, sin apenas ruido, incorporándose al tráfico con mucha suavidad, sin perder de vista al esbelto joven, quien caminaba por la acera a vivo paso.

Amparado en los cristales tintados, Edward Drusten escrutó a placer a su objetivo. Si no lo hubiera investigado, jamás creería que tenía casi treinta años. ¡Si apenas tenía pelo en el bigote! Pero los resultados que había obtenido eran claros en ese punto: Cristóbal Heredia era el hombre que necesitaba y estaba dispuesto a conseguir su ayuda.

El innato sentido gitano le avisó de que le estaban vigilando. Era un hormigueo desagradable en el paladar, justo en el sitio en que ni la lengua ni la punta del dedo pueden aliviar la picazón fantasmal. Con disimulo, Cristo miró en varias direcciones pero no vio nada sospechoso. Sin embargo, la sensación se mantenía.

Entre su gente, nadie dudaba que algunos de ellos poseían esta facultad, por mucho que los académicos y eruditos la negasen con mil excusas. En el caso de Cristo, parecía bastante afinada, pues se activaba con la proximidad de los picoletos, en especial, pero también había comprobado que los agentes sociales y el fisco eran igualmente detectados.

Y ahora, en Nueva York, alguien le seguía los pasos. Se rió sin que los demás peatones se extrañaran lo más mínimo de ello. Era habitual cruzarse con gente que parecía hablar sola, pero que lo estaba haciendo por el “manos libres” del teléfono. Si bien era cierto que muchos hablaban solos, directamente. Majaras, en la Gran Manzana, había un montón.

Pero la excitación embargaba el cuerpo de Cristo. Se sentía como en una novela policiaca. ¡Le estaban vigilando! ¡A él! ¡Tope! Divertido, se encaminó a su local favorito para almorzar. Pero, a medida que pasaban los minutos, se obligó a barajar las consecuencias. ¿Alguien no estaba satisfecho con su negocio? No, no lo creía. Mantenía unos beneficios moderados que permitían a todos sus clientes proseguir con sus ritmos. Tampoco había tocado productos de fuera del país. Sus tranquilizantes y demás medicamentos procedían de Estados Unidos y habían pasado todos los controles. Así que, por esa parte también estaba seguro.

Ante el gran ventanal de la trattoría, llegó a la conclusión de que solo podía tratarse de un posible cliente; alguien que deseaba algo de él. Y si le estaba vigilando, significaba que bien podía ser un buen cliente, que pretendía, sin duda, hacerse ciertas estimaciones antes de abordarle.

Satisfecho de su análisis, entró y saludó a Venzia, quien ya se acercaba a él, con varios menús bajo el brazo. Venzia –un típico nombre florentino- tenía veintiocho años, dos tetas impresionantes, capaces de parar un tren de mercancías, y unas ganas tremendas de casarse. Pero su novio no estaba por la labor, no señor. La cosa era que el tío lo tenía todo menos las ganas. Era un par de años mayor que su novia, también de ascendencia italiana –algo totalmente trascendental para Ángelo, el padre de la chica-, y era bien parecido, según podía confirmar Venzia. Ésta había perdido quince kilos para poder atrapar a Paolo. Así que había pasado de ser una chica gorda y traumatizada, a ser una hembra maciza y voluptuosa, igualmente traumatizada por supuesto.

Paolo respondió enseguida, con viveza y prestancia, al acercamiento de Venzia y se hicieron novios. Lo que no disponga una mujer… no lo hace ni San Pedro. Pero nadie podía imaginar que Paolo era lo que vulgarmente se llama “un flojo”. Sí, un vago, de esos que le tiran piedras a las piochas desde lejos, no sea que vayan a salpicarle algo del sudor del astil. Paolo estaba estudiando Enfermería, pero llevaba varios semestres con el último curso, atragantado. La verdad es que no tenía ninguna prisa, pues estaba acostumbrado a vivir de la buena pensión de su madre, viuda de un cartero fallecido en acto de servicio.

Esa era la broma personal de Paolo. A su padre lo atropelló un autobús sin frenos, mientras colocaba la correspondencia en los buzones de un inmueble. En el momento de abandonar el portal, la mole descontrolada se echó sobre él, empotrándole contra la fachada. La compensación económica del seguro del vehículo responsable, el montante de su propio seguro de vida, más la pensión del estado por viudez sirviendo a su país, solucionó la vida de su desconsolada esposa, y por supuesto, la de él.

Así que Paolo no tenía muchas ganas de casarse y dejar todo ese chollo, a pesar de lo maciza que estaba Venzia. Aceptarla a ella era aceptar el puñetero ristorante, y Paolo no estaba dispuesto a trabajar sirviendo mesas. Él era un tío con clase, sensible y delicado, destinado a asuntos más elevados.

En cambio, Venzia soñaba con casarse, por varios motivos. El primero era por sus padres, que estaban mayores y deseaban que ella, como buena hija única, los relevase del negocio en el que llevaban trabajando más de treinta años. Ella pretendía que, una vez jubilados, se mudaran a la casita de Jersey, para ella quedarse con el apartamento sobre la pizzería. El segundo era que estaba enterada, mediante sus amigas, de las andanzas de su Paolo. Últimamente, Paolo y sus amigos estaban frecuentando ciertos locales de alterne que no le gustaban lo más mínimo. No estaba dispuesta a dejar que cualquier pelandusca le echase la garra. Le había costado demasiado atraparle como para ahora dejarle escapar. Solo tenía que recordar el hambre que pasó durante meses, los ejercicios agotadores, las privaciones… pero, finalmente, pasó de ser una chica rolliza pero simpática, a una opulenta morenaza que hacía girarse hasta los semáforos. Lo cierto era que llevaba años enamorada de Paolo, el cual no le hizo caso alguno hasta que no le puso el escote delante. Pero valió la pena cambiar totalmente de look y de armario.

Luego estaba el tercer motivo, quizás el más problemático. Venzia prometió a su abuela materna, en el lecho de muerte, que se casaría virgen y así poder lucir el exquisito vestido de novia de la familia; un tesoro heredado de una condesa florentina trescientos años atrás. Así que tenía vetada su vagina y aquella decisión le estaba costando cara. Por eso mismo, Paolo estaba buscando cada vez más a sus díscolos amigos, y eso era mala señal. Ella creía tenerle contento, a pesar de que no realizaban el coito. Venzia era buena con el juego oral y las caricias, pues realmente gustaba de todas esas manipulaciones. Además, llevaban cinco meses practicando el sexo anal. Paolo había insistido mucho en desfondarla por detrás, en cuanto comprobó lo duro y tieso que se había quedado su trasero.

Claro estaba que ella no podía saber del nulo interés que su novio tenía por el negocio familiar; de ahí sus salidas de tiesto y sus discusiones. Paolo intentaba aparecer lo menos posible por la trattoría.

Finalmente, la razón principal de la maciza novia –y la más secreta, sin duda- era follar de una vez. ¡Quería follar y no contentarse con un dedito! ¡Estaba loca por meterse en la cama y que su nene la partiera a pollazos! ¡Deseaba cabalgarle y gemir como una buena italiana!

Todas esas cuestiones, razones e intenciones rondaban por las cabezas de Venzia y Cristo. Quizás el gitanito supiera algunas más, ya que estaba enterado de lo fino que estaba resultando Paolo.

― ¿Qué tal, Cristo? ¿Cómo va la mañana? – le preguntó la chica, inclinándose para darle dos besos en las mejillas.

― Va bene, ricura – sonrió él, halagándola como siempre. – Hoy comeré solo.

― Está bien – Venzia se colocó delante de él, moviendo sus caderas con viveza. Cristo, y buena parte de los comensales, contemplaron aquella exhibición de apretados glúteos, embutidos en el estrecho y oscuro pantalón del uniforme.

Venzia era como un tanque, en el buen sentido de la palabra. Un metro ochenta y seis de mujer –sin tacones, por supuesto-, ochenta y cuatro kilos muy bien repartidos, una talla ciento diez de pecho, con unas caderas cercanas a la centena. Toda una preciosa botella de… ¡La chispa de la vida! (Mejor no hacer publicidad gratuita.) Llevaba el pelo cortito, con la nuca casi rapada y un gracioso flequillo erizado, en contrapunto. Sus ojos oscuros chispearon al darle el menú a Cristo, tras sentarle en su mesa favorita, en una esquina del ventanal.

― Te la he reservado – le dijo, con una deliciosa sonrisa.

― Siempre lo haces.

― Te lo mereces como amigo y como cliente.

― ¡Eres la más grande de Nueva York! – la piropeó Cristo.

― Solo si me pongo tacones – bromeó ella.

― No iba por ahí la cosa, pero ya que lo dices… tengo que cambiar unas cortinas en casa… así que si podrías ir y…

Venzia le atizó con los menús en la cabeza, haciéndole reír.

― Vale, vale… ¡no me despeines! Ahora sabes lo que sufrimos los presumidos al peinarnooooos…

Venzia no pudo aguantar la risa. Cristo tenía ese efecto sobre ella. Despejaba todos los nubarrones de su mente con sus bromas.

― Venga, pide, que se está llenando el local – le dijo ella, mirando como entraban varios habituales por la puerta.

― Tendrías que pedirle a Paolo que te echara una mano al mediodía. De todas formas, os vais a quedar con el negocio, ¿no?

― Está estudiando y su horario no cuadra con esto – Cristo sabía que esa era la eterna excusa. Salirse de ella, sería admitir que algo pasaba con Paolo.

― Ya – suspiró Cristo. – Quiero una ensalada y media pizza Corleone.

― ¿Agua o refresco?

― Hoy me siento atrevido. Tráeme una limonada – le guiñó un ojo, alisando el ceño de la chica. – Cuando quieras me vengo yo a echarte una mano…

― Sí, hombre – Venzia soltó una carcajada. – Como que vas a dejar de rondar todas esas preciosidades y vas a encerrarte aquí, conmigo.

― Bueno, pienso que no solo de pan vive el hombre, ¿no? Me paso todo el día dándole al ojo y con los dientes largos. Además, solo he dicho echarte una mano, pero no a que parte de tu cuerpo… que tú tienes carne suficiente para los dos – dijo dando un mordisco al aire y se llevó otro papirotazo.

― Luego dicen que los italianos tenemos labia – se alejó la muchacha, riéndose.

Mientras esperaba, Cristo atisbó por el gran cristal, intentando descubrir a quien le acechaba. La sensación no había desaparecido. Ojalá se decidiera, quien fuese, y se acabara la molestia.

― Disculpe, ¿le importa que me siente?

La suave voz y la educada pregunta atrajeron su atención. Un elegante caballero, de pelo entrecano, se encontraba de pie ante su mesa, señalando la silla vacía. “Apareció mi vigilante”, pensó inmediatamente. Con una leve sonrisa, le indicó que tomase asiento con un gesto. Su rutina mental tomó buena nota de la calidad del traje de tres piezas, de auténtica lana, al parecer. La corbata era de seda y portaba gemelos de oro en los puños, así como un reloj antiguo y caro en la muñeca. Las uñas estaban pulcramente recortadas y limadas, lo que indicaba manicura continuada… Olía a dinero, sí señor. Con una amplia sonrisa, le atendió como el estafador que era.

― Permítame que me presente, señor Heredia.

― Por favor, el señor Heredia es mi padre y usted me dobla la edad, así que solo soy Cristo. Si me tutea, mucho mejor.

― Muy bien… Soy Edward Drusten – se presentó, ofreciéndole una tarjeta.

“Edward S. Drusten. Maquinaria industrial y agrícola.”

― Encantado de conocerle, señor Drusten. Dígame, ¿en qué puedo ayudarle? Espero que no sea nada demasiado ilegal para haber estado siguiéndome toda la mañana.

El hombre apretó los dientes, pero no demostró su sorpresa.

“Controla sus emociones. Bien.”

― Parece muy joven. Quizás ha sido una mala idea — -dijo el caballero, mirándole con fijeza.

― Estoy seguro de que al igual que ha averiguado mi nombre, también lo ha hecho con mi edad.

Edward Drusten sonrió, cabeceando. Tomó la palabra, enarcando una ceja.

― Unos documentos pueden alterarse, modificarse, y también se puede mentir. De cerca, no representa la edad que dice tener.

― No creía que la edad fuera un condicionante en una propuesta de negocio. Pero si le tranquiliza, tengo veintinueve años y lo que ve – pasó una mano desde su rostro hasta su pecho –, no es más que la huella de una dolencia caprichosa.

El maduro con traje pestañeó y, esa vez, no pudo contener el gesto.

― ¿Una dolencia? Lo siento, no pretendía…

― No se preocupe. Es la historia de mi vida, pero también en un disfraz muy útil. Durante mi niñez, pasé por un severo malfuncionamiento de mis glándulas, las cuales me han dejado anclado, externamente, en mi quinceavo cumpleaños. No se crea, si pudiera embotellarlo, muchos lo comprarían – Cristo dejó escapar una risita cínica.

― Es un curioso personaje, Cristo. Astuto y reservado. Pretendo ofrecerle cierto intercambio…

El señor Drusten se calló, interrumpido por la llegada de Venzia, quien traía la limonada de Cristo, así como unos aperitivos. Cristo la atrapó del brazo, le sonrió, y señaló a Drusten.

― El caballero es mi invitado. Aquí hacen una pizza Corleone excelente – aconsejó.

― Está bien. Tomaré agua, por favor – asintió Drusten.

― Bien. Venzia, que esa pizza sea completa, en dos platos – indicó el gitano.

― Por supuesto – sonrió ella, antes de alejarse.

― Verá, Cristo — el hombre tenía que obligarse a mantener su deferencia, ya que, con cada vez más frecuencia, trataba de tutear al gitano, de forma inconsciente. – tengo entendido que es usted quien se ocupa de los asuntos, digamos sociales, del personal de la agencia.

― Así es. Las chicas tienen que recurrir a alguien que no las engañe ni se aproveche de su ignorancia. Confían en mí y, créame, las aprecio.

― ¿Y su opinión es valorada por ellas?

― Al menos para la mayoría. No es que sea su asesor, pero me escuchan.

― Perfecto. había llegado también a esa conclusión.

― Parecer ser que me ha investigado.

― No le suponga ningún deshonor. Lo hago con cualquiera de mis clientes. Debo asegurarme que esa cara maquinaria que me retiran acabara siendo remunerada.

― Desde luego.

― Me he pasado la vida trabajando y ampliando el negocio de mi padre. Cuando éste murió, yo era bastante joven –más que usted- y el negocio era poco más que un taller de reparaciones de maquinaria con una pequeña oficina de venta. Mi padre era muy bueno con las manos y con las averías, pero no se atrevía a dar el paso necesario para despegar de una vez.

― Así que lo hizo usted – acabó Cristo, ofreciéndole un canapé de parmesano.

― Efectivamente. Abrí otro punto de venta en el interior de Nueva Jersey, justo donde era necesario, y empecé a vender maquinaria y repuestos. Las cosas fueron bien y me casé con una de las chicas que contraté como secretarias. Intenté tener hijos, pero Marion resultó tener un problema en la matriz, que, con los años, se complicó y acabó llevándosela, a la edad de cuarenta y cinco años.

― Una terrible fatalidad, señor Drusten.

― Sí, terrible. El caso es que al no disponer de hijos que nos distrajesen, pues Marion era tan dinámica como yo, fuimos aumentando los puntos de venta: Delaware, Massachussets. Connecticut, Pennsylvania… Cuando quise acordarme, mi juventud se había ido, mi esposa enfermó, y todo lo conseguido me pareció fútil. Ahora, cinco años después de la muerte de Marion, he decidido probar ciertos placeres mientras me queden fuerzas.

― Me parece estupendo. Aún es joven y vigoroso – Cristo le escrutó en profundidad y pensó que era cierto. El señor Drusten estaría rozando la sesentona y parecía mantenerse en forma. — ¿En qué placeres está usted pensando?

― Oh, carnales, por supuesto. He decidido que es hora de tener una amante.

Cristo se quedó un poco descolocado. En ese momento, Venzia traía la ensalada y dos platos vacíos. La dejó para que se sirvieran. Cristo se sacó un par de cucharadas de ensalada, tomate, rábanos, y otros vegetales, mientras hablaba.

― Me parece estupendo, señor Drusten, pero, ¿qué espera que yo haga?

― Déjeme que continúe, por favor. He pasado casi toda la noche memorizando esta exposición. Aunque no lo parezca, fuera de mi negocio, soy un hombre tímido y retraído. Seduje a mi esposa solo porque trabajábamos juntos y teníamos confianza…

― Está bien. No hay prisa, pero puede echarse un poco de ensalada en su plato mientras habla, ¿no?

― Desde luego.

Aliñaron sus platos y picotearon antes de que Edward Drusten retomara su explicación.

― Me gustaría disponer de una compañía femenina y no pienso pasar de nuevo por un cortejo y un noviazgo; no a mi edad. Tampoco quiero trato alguno con profesionales sexuales, ni exponerme al riesgo de caer en las redes de timadores, ¿me entiende?

― Perfectamente – respondió Cristo, mordisqueando un rábano picoso.

― Tengo recursos y solvencia. No soy ningún multimillonario, pero, sin duda, no necesito trabajar el resto de mi vida si no lo deseo. Así que he pensado que una chica joven, hermosa, y con mundo experimentado, me podría mostrar todo aquello que me he perdido, y, en ese perfil, nada encaja mejor que una modelo.

― Muy cierto – admitió Cristo. Aquel hombre tenía claridad de pensamiento.

― Un amigo mío estuvo en la fiesta de Mercedes Benz y le estuvo observando.

― ¿A mí? – se asombró Cristo.

― Sí, llamó su atención, tanto por su… aspecto como por su desparpajo. Le estuvo observando toda la noche, más por curiosidad que por otra cosa, pero supo ver que las modelos le tienen mucha estima.

― Nos llevamos bien. Yo les rasco la espalda y ellas la mía.

― Una buena relación. Los comentarios que hizo mi amigo sobre usted –de pura admiración, no tema- me hicieron curiosear un poco sobre usted, lo que me ha llevado, finalmente, a abordarle.

― Pues usted dirá… — Cristo se calló al ver a Venzia acercarse, con dos humeantes platos.

― Buen provecho – les deseo, y sabiendo que estaban tratando asuntos privados, se marchó volando.

― Supongo que, como en cualquier negocio, una agencia de modelos mima a sus activos, o sea, sus chicas. Unas pocas serán la flor y nata, las que atraen los grandes contratos y el buen nombre. Esas están fuera de lugar, por supuesto. Sé que algunas de ellas pueden ganar tanto dinero como yo…

Cristo sonrió y se encogió de hombros. Quemándose los dedos, cortó una porción y se la llevó a la boca, resoplando.

― Luego, estarían las trabajadoras. Ninguna de ellas alcanzará el estrellato donde se lucen las anteriores, pero con su labor, la agencia funciona. Son realmente necesarias. Algunas son veteranas y se han especializado en tareas bien diferenciadas, y otras son muy nuevas y tratan de buscar en qué destacar, mientras picotean entre proyectos.

― Es una buena definición. Conoce usted bien el funcionamiento de estos negocios.

― Usted, Cristo, las conoce a todas. Sabe cuál de ellas necesita un empujón económico, o la que no llega a final de mes, o bien alguna que busque un nuevo protector. Esa es la baza que deseo jugar.

― A ver que lo resuma… más que nada para dejar las cosas claras. Usted pretende que averigüe qué modelos estarían dispuestas a salir con usted, a cambio de un incentivo económico.

― Más o menos.

― ¿Cómo pagar a una acompañante? – cerró un ojo Cristo, haciendo la pregunta clave.

― Ya sé que suena mal, dicho así, pero no es mi intención. Podrían ser regalos, como vestuario o el pago del alquiler de un buen apartamento. Quizás un coche o un buen equipo de alta fidelidad…

― Eso ya está mejor. Debo decirle, señor Drusten, que las modelos son los animales más volubles de este universo. Si hiere su sensibilidad, no conseguirá nada, por muy desesperada que esté.

― Lo comprendo.

― Pero, aún así, no le puedo garantizar sexo si…

― No, por Dios… no tiene por qué haber sexo, al menos al principio. Me gustaría salir a cenar, al teatro, acompañarla a sus compromisos, llevarla de vacaciones, o mejor, dicho, que me llevara ella – sonrió cansinamente Drusten. – Ya le dije que fuera experimentada. Sin duda ha estado en muchos más lugares divertidos que yo. Solo si llegáramos al acuerdo mutuo, se hablaría de sexo.

― ¡Lo que usted quiere es una novia! – exclamó Cristo, con sorna.

― Quiero lo bueno de una novia. No quiero las discusiones, los enfados, o los celos, ni los dolores de cabeza o menstruación repentina. Soy un hombre culto, rico, y ávido de emociones. Si alguna no es muy tonta, sabrá sacarme partido – respondió el señor Drusten en el mismo tono.

― Ya veo porque se ha hecho usted rico. Sabe perfectamente cómo vender. Ahora hablemos de mi compensación económica. ¿Qué gano yo con todo esto?

― Ponga el precio usted mismo.

― Mejor no. Me deberá un favor para el futuro. Un pacto entre caballeros – sonrió Cristo, tras pensárselo. Sus contactos en los círculos adecuados aumentaban y eso era mucho mejor que el huidizo dinero.

El señor Drusten cabeceo en una pequeña reverencia. Sus ojos se entrecerraron, demostrando así lo sumamente encantado que estaba con la propuesta del joven. No es que el maduro hombre fuera un avaro, ni nada de eso, pero estimaba mucho las relaciones personales en los negocios. El joven gitano había dado un paso decisivo, al confiar de esa forma en él.

― ¿Tiene alguna preferencia? – preguntó Cristo, como recordando algo importante. – Aunque ya sabe cómo son las modelos; hoy son rubias y mañana… calvas.

― Jajajaja – Drusten dejó de morder su trozo de pizza para reírse. – No, el aspecto físico me es indiferente. Se supone que todas son hermosas y tienen un cuerpo perfecto si están en la mejor agencia de Nueva York. Tampoco tengo preferencia en raza, salvo que sus costumbres sociales sean demasiado opuestas a lo que pretendo. La edad puede oscilar, pero me gustaría que no hubiera cumplido aún los treinta años.

Cristo miraba al hombre a los ojos, sin dejar de masticar. Le escuchaba enunciar sus preferencias, como si estuviera escogiendo los extras de un coche lujoso en un concesionario. Pero el hecho es que no estaba desencaminado. No era algo de dominio público, pero las modelos surtían el mercado de la prostitución de lujo. Muchas de ellas eran incapaces de mantener el tren de vida al que se acostumbraban rápidamente, pues su trabajo no bastaba para ello; otras necesitaban inyecciones periódicas de dinero porque sus trabajos se distanciaban en varios meses. Sí, Drusten era consciente de que solo se necesitaba una buena cartera para disfrutar de una bella mujer, y no solamente en la cama.

Terminaron de almorzar, charlando de muchos temas. Cristo impresionó al maduro caballero por su extenso temario, así como la cantidad de datos que conocía. Por supuesto, el gitano no le puso al corriente de su peculiar memoria, pero le dejó que disfrutara de sus ironías gaditanas. Finalmente, se dieron los oportunos números de contacto y Drusten estrechó aquella mano pequeña y suave que Cristo extendió.

― Le llamaré en cuanto sepa algo en firme – se despidió el gitano.

Contemplando la marcha de su nuevo cliente, alzó la mano y llamó a Venzia, quien, conociéndole, le traía ya la cuenta. Cristo la miró mientras se sacaba unos billetes del bolsillo, y le susurró:

― Oye, guapa, ¿a ti no interesaría un nuevo novio?

*****

Cristo estuvo toda la tarde repasando cuanto sabía de las distintas modelos que iban llegando a la agencia. Sin embargo, no parecía tener demasiada suerte con ese asunto, al menos esa tarde. Unas eran demasiado jóvenes –algunas ni con veinte años cumplidos- y otras tenían pareja estable. Con eso, Cristo era bastante escrupuloso: no rompería una relación a causa de su trato.

Fue anotando todo lo que se le ocurría en una pequeña agenda, e inició una lista de nombres de modelos; aquellas que encajaban en el perfil diseñado por su cliente. Como he dicho, no tuvo suerte y, al final de la tarde, no tenía más que cuatro posibles candidatas. Aquella tarde parecía como si los hados se hubieran confabulado contra él, enviando solo a yogurines, a veteranas, y a modelos comprometidas.

De regreso al loft, se encontró con caras largas y circunspectas. Faely trajinaba en su zona de trabajo, con los dientes encajados. Apenas si contestó a su llegada. Vestía uno de sus cortos pantalones de estar por casa, que encajonaban su trasero a la perfección.

Por su parte, Zara se escondía detrás del biombo que cortaba su dormitorio, en un intento de pasar inadvertida. Un apartamento tan abierto como aquel tenía esa desventaja, que si reñías con tu compañera, no había sitio para buscar intimidad.

Cristo asomó la cabeza por un lado del biombo de tela y madera.

― ¿Estás bien? – preguntó, comprobando que su prima estaba echada sobre su cama, con un libro entre las manos.

― Sí, primito – contestó, estirando con una mano el borde de la corta batita, intentando tapar más muslo.

― ¿Qué ha pasado?

― Lo de siempre. No quiero hablar de ello.

Cristo asintió. Las relaciones entre madre e hija se estaban desgajando, demasiado débiles por las largas temporadas que ambas permanecieron separadas. Zara no sabía cómo separar a la madre de la esclava, y Faely… bueno lo de Faely era demasiado emocional como para controlarlo.

― Vale. Entonces si yo no puedo hacer nada por ti, ¿podrías hacer tú algo por mí? – sonrió Cristo, sentándose en la cama.

― ¿De qué se trata?

― Tengo un caballero que le interesaría mucho convertirse en protector de una modelo. Tiene dinero, no es un viejo baboso, y es elegante, culto y refinado.

― Vaya… uno de esos famosos protectores… ¿Por quién se interesa?

― Es lo que me tiene escamado. No tiene a ninguna entre ceja y ceja. No quiere una niña, sino una chica experimentada, y más que sexo, está deseando salir a divertirse.

― No me digas. ¡Es un perito en azúcar! – dijo en castellano.

― Se dice una perita en dulce, prima.

― Bueno, eso… ¿no quiere una amante?

― Con el tiempo, por supuesto, como cualquier hombre, pero no está obsesionado, o por lo menos, no lo parece. El hombre es viudo y bastante respetado en la sociedad, pero, aunque esté libre, no quiere iniciar una relación, aunque tampoco irse de putas.

― Ya veo. Quiere la crema sin tener que comprar el bollo.

― No se trata de dinero, prima. Está dispuesto a correr con todos los gastos: piso, coche, vestuario, gimnasio, regalos… pero no desea un compromiso. ¿En quién pensarías para él?

― No lo sé, así de repente – Zara cerró el libro y se llevo un dedo a los labios. – Puede que Betty Lou, o quizás la griega esa…

― ¿Naúsica?

― Sí.

― ¡Ni de coña! Esa se lo come con papas al segundo día – Naúsica era temible en la intimidad, con una total falta de contención y tacto. Sacó la pequeña agenda del bolsillo, anotando otro nombre. – Betty Lou puede estar bien…

― ¿A quién tienes ahí? – le preguntó su prima, intentando apoderarse de la libretita.

― Las chicas que se me han ido ocurriendo, pero tengo muy pocas como para empezar a descartar.

― Bueno…

Su prima se quedó callada, mirando fijamente la parte inferior del biombo. Señaló con un dedo mientras acababa de decir:

― Te he ayudado en lo que he podido, pero no se me ocurre a nadie más que pueda estar interesada, primo.

La puntera de la zapatilla de Faely asomaba bajo el biombo. Evidentemente, su tía estaba apostada tras la estructura, escuchando.

― No te preocupes, Zara. He empezado hoy a buscar candidatas. Ese tío me va a soltar una pasta – exclamó Cristo, poniéndose en pie.

El crujido de la cama hizo que el pie desapareciera y ambos primos se sonrieron. Cristo tomó la escalera y se dirigió a su propia cama. Tía Faely estaba inclinada sobre unos patrones de tela, desplegados sobre la mesa. El gitano se tumbó en la cama, pensando en su tía y en su prima, dejando pasar los minutos hasta la cena.

Ésta no fue demasiado animada, por cierto. Faely y Zara no querían abrir la boca para no agravar más la situación. Escuchaban a Cristo y sus miradas chocaban, de vez en cuando. El sonido del móvil de Zara marcó el final de la cena. La joven se puso en pie y caminó hasta su dormitorio, susurrando al auricular. Cristo buscó la mirada de su tía. Pudo percibir la tensión en los hombros de la mujer, así como la rigidez de su cuello. Sus ojos se desviaron hacia el biombo de Zara.

― ¿Por qué ha sido esta vez? – preguntó Cristo suavemente.

― No sé a qué te refieres…

― A tu discusión con Zara. ¿Otro ataque de celos?

Faely estuvo a punto de saltar como un muelle armado, pero Cristo levantó el dedo en una silenciosa advertencia. Nada de gritos.

― ¡No estoy celosa! – bufó.

― Nooooo… que va. Eres la perfecta representación de la indiferencia – bromeó. – Sé que tiene que ser duro y estresante que tu propia hija te quite la razón de tu existencia, pero tienes también que hacer un esfuerzo por comprenderla.

Faely siguió mirando el biombo, pero apretó más los dientes.

― Zara no sabía absolutamente nada de tu vida. La apartaste de ti para poder dedicarte totalmente a tu ama. Quizás sea Zara la que deba estar más dolida.

La mirada de su tía le atravesó, recuperando, por un momento, el genio de su raza.

― ¡No te atrevas a…!

― La abandonaste en un magnífico internado, eso sí, pero creció sin madre ni padre.

Faely se mordió el labio, sin poder replicar a eso.

― La verdadera culpable de todo esto es tu ama y lo sabes. Candy juega con vuestras emociones y con vuestras pasiones. Se lo está pasando pipa y Zara solo sabe una fracción de la historia. ¿Cuándo piensas hablar con ella?

― No puedo – susurró ella, con voz quebrada.

― Sí puedes. Eres su madre. Tú sabes lo que ella siente por Candy, pero tu hija no sabe lo que tú sientes por su novia. Creo que ni tú misma lo sabes, o quieres reconocer. Estás celosa de tu hija y Zara ni siquiera lo sabe.

― Sabe que he sido su esclava.

― Ya, pero esa no es toda la historia. Es solo un dato más del entramado. De la sumisión al amor hay un gran paso. ¿No te das cuenta de que tu fachada se está resquebrajando por todas partes? No eres la misma, ni aquí, ni en tu trabajo. Necesitas a tu ama, pero también necesitas a tu hija. ¿Qué vas a hacer?

― Esperaré – dijo con firmeza recuperada. – Esperaré la decisión de mi dueña.

― Está bien, pero recuerda que no tienes derecho alguno a molestarte con Zara. Ella es la novia “oficial” en esta relación y tú ni siquiera eres la “otra”.

― ¡Cristo! – silbó, amenazante, las fosas nasales abiertas.

― No, no llegas a esa categoría, tita. Solo eres la esclava olvidada, la puta sin derechos de Candy.

― ¡Cállate! – exclamó, levantándose de la mesa.

― Aaaah… ¿Ahora te sientes ofendida? ¿Ahora muestras orgullo? – Cristo la atrapó de la muñeca, obligándola a sentarse de nuevo. Su tono cambió y se hizo duro.

― No pretendía… – intentó excusarse ella.

― No eres nadie; no puedes reclamarle nada a tu hija, ¡asúmelo! En vez de encelarte con ella, deberías alegrarte por su suerte – bajó la voz, al percibir que Zara surgía de detrás del biombo.

― Candy ha regresado de San Francisco. Me largo a su casa. Volveré pronto – les informó.

Cristo, quien aún miraba a su tía, notó como ésta apretaba los dientes y apartaba el rostro.

― Vale, primita. ¿Has pedido un taxi?

― Sí. Ya está abajo.

Cristo se acercó a uno de los ventanales cuando Zara se marchó. Observó cómo subía al taxi amarillo y éste arrancaba. Bajó sus dedos a su cinturón, desabrochándolo y sacándolo de las cinchas. Lo dobló con cuidado y dio un par de toques contra su pierna.

― Creo que necesitamos relajarnos, ¿verdad, Faely? – preguntó, sin mirarla.

La mujer se levantó de la silla y se quedó en pie, con el rostro inclinado hacia el suelo. Todo el estallido de antes había desaparecido, como por encanto.

― ¿Cuántos quieres esta noche?

― No pares hasta que sangre – musitó ella, desatando un escalofrío en Cristo.

Estaba dispuesta a la penitencia y así lo indicó cuando, caminando hacia su cama, se bajó el pantaloncito hasta dejarlo en el suelo. Debajo no había ropa interior.

*****

Betty Lou estaba nerviosa; sonaba extraño pero era cierto. Ella, que había participado en seis Semanas de la moda de Nueva York, otras tres en Roma y una más en París. Ella, que había protagonizado dos anuncios internacionales con Yves Rocher, y había acaparado muchas portadas de revistas gracias a su romance con cierto tenista alemán, justo al cumplir los dieciocho años. Sin embargo, tras más de doce años de carrera, Betty Lou volvía a sentir nervios ante una cita.

Era consciente de la oportunidad que representaba aquella ocasión para su vida, tanto social como profesional. Últimamente, las cosas no andaban todo lo bien que necesitaría. En realidad, no podía culpar a nadie de ello, salvo a sí misma. Malas costumbres, malas compañías, y varias fotos publicadas que mostraban ambas cosas juntas. Esta nefasta publicidad repercutía directamente sobre sus contratos, disminuyendo en calidad y constancia. En tres palabras, había “descendido un nivel”.

Necesitaba lavar su imagen y adquirir un modo de vida más seguro y sosegado, pero, para ello, debía agenciarse un “protector”. Era una palabra de la que siempre había huido, e incluso había despreciado a las chicas que recurrían a este seguro de vida. Nunca había comprendido porque aquellas modelos aceptaban la compañía de esos hombres maduros y poderosos, que las lucían como hermosos animales de compañía, cargados de pieles a cual más cara.

Pero esa inocencia había pasado a la historia. Ahora sí que las comprendía; ahora la que necesitaba uno de esos hombres era ella. Betty Lou Enmersson había claudicado y necesitaba una mano que la sujetara mientras vomitaba cuanto había tragado hasta el momento.

Es lo que Cristo le hizo reconocer y admitir cuando habló con ella, en privado.

Como todas las chicas de la agencia, en más o menos grado, Betty Lou era cliente de Cristo, concretamente buscaba fendimetrazina y sibutramina, una para quemar grasa corporal y la otra para disminuir su apetito. Además, requería ciertos tranquilizantes para aflojar su tensión cotidiana. A Betty Lou le había venido muy bien el veto a las tallas pequeñas, ya que había ensanchado caderas y pecho. No era nada para avergonzarse, pero, a sus veintiocho años había alcanzado las formas de una auténtica mujer.

Sin embargo, ella se veía desproporcionada y eso la traumatizaba. Buscaba estar más delgada, volver a la figura etérea que la hizo famosa, pero las mismas implicaciones de su vida se lo impedían. Cuanto más nerviosa se sentía, más tragaba, una maldita herencia de su madre. La ansiedad disparaba su apetito y siempre estaba mordisqueando algo. Combatía este pequeño disturbio personal aumentando su tiempo en el gimnasio y tomando las píldoras que compraba a Cristo, pero se sentía en el interior de un círculo vicioso, cada vez más estrecho.

De cara a la galería, la modelo estaba en su momento más espléndido. Esas curvilíneas formas corporales la convertían en el avatar de una diosa nórdica, de salvaje melena rubia cobriza y ojos acerados. Era cierto que su cuerpo ya no atraía a ciertos diseñadores, pero abría la puerta a otros, aunque no tan famosos. El hecho es que el problema de Betty Lou estaba más en su cabeza que en la realidad. Se obsesionaba con unas medidas estrictas que no la dejaban darse cuenta de sus posibilidades.

Por eso mismo, cuando Cristo la obligó a enfrentarse a esa dura percepción y le habló de un “protector”, prestó atención. Con la ayuda de un hombre así, podría hacer frente a sus necesidades y…

No debía hacer planes sin conocerle aún. Betty Lou se sabía demasiado impulsiva, demasiado obsesionada con las impresiones visuales. Si ese caballero no le entraba por el ojo, no habría nada que hacer, por mucho que le ofreciese.

El zumbido del intercomunicador la sobresaltó. Descolgó el interfono.

― ¿Sí?

― Señorita Enmersson… el coche la espera.

― Bien, gracias. Bajo enseguida – balbuceó por inercia.

Se dio un último vistazo en el pequeño espejo del vestíbulo de su apartamento. Perfecta. Una hembra de metro ochenta y tres, que podría haberse puesto al frente de una partida vikinga y asolar las costas inglesas. Seguro que las pieles y el acero le sentaban bien, se dijo, sonriendo a su reflejo. Se acordó de tomarse una píldora antes de salir, más que nada para no atiborrarse en el restaurante. No quedaría muy fino verla engullir mariscos como una desesperada…

El ascensor la dejó en el amplio hall del lujoso inmueble de Park Avenue. Ese era, quizás, uno de los motivos más apremiantes para haber aceptado la cita. No quería perder su apartamento, pero la renta le estaba resultando demasiado últimamente. Sonrió a Luc, el hombre que se ocupaba del mostrador y quien la había avisado por el intercomunicador, y salió a la calle. Un oscuro BMW esperaba ante la entrada y uno hombre alto y delgado esperaba al lado de la puerta trasera abierta.

Betty Lou parpadeó. Podía percibir un hombre al volante, así que debía de ser su cita, que la esperaba de pie, junto al vehículo. Primera impresión favorable: buenas maneras, se dijo, taconeando sobre la acera. El hombre se giró hacia ella, al escucharla, y Betty Lou pudo verle el rostro. Poseía unas facciones enérgicas y estiradas. Lucía una estrecha barbita gris, muy bien recortada, que contorneaba sus finos labios. Unos ojos marrones, serios pero también dulces, la contemplaron rápidamente, de arriba abajo. Estuvo segura de haber superado el examen preliminar.

Calculó que aquel hombre no había cumplido aún los sesenta años y se mantenía en forma. Era casi tan alto como ella y vestía un traje liviano de verano, en un tono gris perla, sin corbata, ni gemelos. Elegante, pero desenfadado. El hombre adelantó una de sus manos, a media altura, mientras preguntaba:

― ¿Señorita Enmersson?

Betty Lou depositó su propia mano sobre la del hombre, notando la suavidad de la piel y su calidez.

― Betty Lou, por favor.

― Por supuesto, Betty Lou. Soy Edward… Edward Drusten.

― Edward – repitió ella, paladeando el nombre. – Apuesto que nada de Ed ni Eddy.

― No desde que mi madre murió, al menos – sonrió levemente, indicando con un suave movimiento el interior del coche.

― Espero no haber traído malos recuerdos – dijo ella, colocando bien su corta falda sobre el cuero del asiento.

― No te preocupes, si me permites tutearte, hace años que sucedió.

― Claro que sí, por favor. ¿Puedo hacer lo mismo?

― Me ofenderías si no lo hicieras – la sonrisa de Edward era insinuante, nunca completa ni plena. Levantaba las comisuras y dejaba entrever un brillo blanquecino fugaz.

“Sonrisa de vendedor”, se dijo Betty Lou. “¿Qué venderá?”

El chofer tomó la ruta hacia el sur de Manhattan, hasta tomar el puente de Brooklyn. Esperaba cenar en un sitio elegante, pero ¿en Brooklyn? Sin embargo, el vehículo se detuvo al pie del puente, justo en frente del parque Dumbo, en Water street. Los últimos rayos del sol se reflejaban en las tranquilas aguas de la bahía.

― Espero que me perdones, pero este sitio es uno de mis lugares preferidos. He querido estar en un sitio de confianza para este primer encuentro – le dijo Edward, señalando hacia la derecha.

― River Café. Original – sonrió Betty Lou, leyendo la marquesina del local.

― Ya habrá tiempo, si esto sale bien, para ir a tus rincones preferidos – añadió el hombre, abriendo la puerta y saliendo.

― Seguro que sí.

A pesar de conocer los mejores sitios de la ciudad, Betty Lou se llevó una sorpresa con el local. Nunca esperó encontrarse con un sitio tan bonito y exquisito en Brooklyn. Había fuentes y pequeños estanques que separaban las mesas, creando pequeños reservados íntimos, velados con plantas y vegetación que colgaba del techo. Su acompañante parecía ser bien conocido, tanto por el personal como por la clientela. El maître les salió al paso con una gran sonrisa. Estrechó la mano de Edward y le llevó a su mesa “de siempre”, un discreto reservado detrás de un murmurante estanque, cubierto de helechos artificiales.

Por el camino, Edward saludó y fue saludado por diversos comensales; todos de su edad y porte. A ella la miraron con curiosidad pero con educación. Edward la presentó como una amiga, sin referirse a su profesión. Cuando se sentaron a la mesa, su acompañante comentó:

― Lo siento. No están acostumbrados a verme en compañía de mujeres, y menos de una tan hermosa como tú.

― ¿Y eso por qué? ¿No te relacionas con mujeres?

― No. Nunca lo he hecho.

Betty Lou enarcó una fina ceja, intrigada por esa respuesta.

― No comprendo. Debes conocer muchas mujeres, en tu trabajo, en tu ambiente social…

― No.

La respuesta fue seca y áspera, como si no le gustase hablar de ese tema, pero Betty Lou no estaba dispuesta a dejarlo, demasiado curiosa. Así que adoptó su pose de conspiradora, con los dedos unidos bajo su barbilla, y se quedó mirando a su acompañante, sin decir nada más.

― Verás, Betty Lou – dijo Edward, con un suspiro que señalaba su rendición –, nunca he tenido tiempo para conocer mujeres. El trabajo siempre me ha absorbido, obsesionado con levantar el negocio de mi padre. Conocí a mi esposa porque la contraté como secretaria de la empresa y, básicamente, fue ella quien me sedujo. No he necesitado más mujeres en mi vida. He sido feliz a su lado hasta que pasó a mejor vida. Ahora, a mi edad y con mi falta de experiencia romántica, no me veo con ganas de seducir a nadie.

― Así que has dedicado tu vida a tus negocios. Nada de hijos, nada de amantes, nada de diversión…

― Me divertía con Marion, mi esposa. Claro que para nosotros, cerrar un buen trato era toda una fiesta. Éramos muy parecidos.

― Ya veo… la alegría de la huerta – rió ella, arrancando una sonrisa al hombre.

Trajeron el vino que había encargado, que fue servido con toda la ceremonia pertinente, algo que encantaba a Betty, y les entregaron la carta. Edward le recomendó el bogavante a la siciliana, sin embargo, él se decidió por la perdiz escabechada. A medida que transcurría la velada, Betty Lou tuvo que reconocer que Edward era un acompañante muy agradable y muy correcto. Era cierto que era algo tímido en su trato con las féminas, debido a su poca experiencia, y eso era algo asombroso en un hombre de su edad y de su posición. Pero ese detalle encantaba a Betty Lou; le concedía a Edward cierta aura que no habían tenido nunca los hombres de su vida.

Betty Lou averiguó muchas más cosas sobre él, entre otras cosas, qué era lo que vendía. Supo que, además, de levantar su empresa por todo el país, Edward tenía una licenciatura en Ingeniería por la universidad de Nueva York. Era un hombre muy culto y procuraba estar enterado de las influencias sociales y políticas.

Ella misma se asombró de lo bien que se sentía frente a aquel hombre. Su voz grave y serena la templaba, la llenaba de una sensación cómoda y cálida, como si fuese un familiar querido que hubiera estado lejos, mucho tiempo. Los hombres maduros nunca le habían atraído, ni siquiera para charlar. Betty Lou era una mujer muy impulsiva, totalmente dependiente del primer vistazo, pero, en aquel momento, empezaba a considerar que quizás se había precipitado en juzgar una generación por el “frasco”.

Su mirada se veía atraída por el movimiento pausado y casi hipnótico de sus manos. Edward utilizaba sus largos y fuertes dedos como batutas en la conversación, dando énfasis a sus aseveraciones, o quitando importancia a alguna negación. Era como un perfecto contratiempo, evidentemente estudiado y depurado a lo largo de su vida. Betty Lou intentaba imaginar cuantas ventas y tratos habían orquestado aquellas manos, deslizándose por el aire con suavidad, calmando al cliente, engatusándole.

Cuando le comentó lo que estaba pensando, Edward sonrió y la miró con un brillo en los ojos. Incluso dejó de cortar su perdiz para observarla. Finalmente, volvió su atención al plato, mientras asentía para sí mismo. Estaba satisfecho con la modelo que Cristo había elegido para él. De hecho, superaba sus expectativas. Físicamente, era una mujer hermosa y adulta, nada que ver con esas frívolas chiquillas que se paseaban contoneándose, con la mirada perdida. Mentalmente, le estaba demostrando que era intuitiva, astuta, y llena de curiosidad. Poseía un buen nivel cultural, casi todo autodidacta le había confesado. Emotivamente, aún era pronto para conocerla, pero tenía esperanzas.

Se encontraban tan bien y tan relajados en aquel reservado que, tras la cena, se tomaron una botella de un buen champán francés entre los dos, entre confesiones y anécdotas. Cuando el coche se detuvo ante la puerta de su inmueble, Betty Lou supo, casi por instinto, que no debía invitarle a subir, por mucho que ambos lo deseasen. Debía demostrar cierta clase para ganarse el respeto del hombre. Sus valores eran mucho más tradicionales y obsoletos que los de la modelo. Sin embargo, por una vez, Betty Lou estuvo de acuerdo con ellos. Así que dejó que Edward la besara dulcemente en la mejilla, ambos aún sentados en el amplio asiento trasero del BMW, y se despidió con una sincera sonrisa.

En el ascensor, repasó mentalmente la velada, y estuvo muy satisfecha con su propio comportamiento, pero estaría más segura mañana, cuando Edward la llamase, dando ese paso necesario y esperado tras una primera cita.

También existía la posibilidad que el hombre quisiera algunas citas con otras modelos, pero Cristo no le había comentado nada de eso. Edward tenía dinero y poder suficientes como para desear más candidatas. Se encogió de hombros y entró en su apartamento.

A las once de la mañana, recibió, aún en pijama, dos docenas de rosas rojas, que traía un mensajero. Una tarjeta, rotulada con elegante trazo, decía: “Una velada perfecta. Gracias.” Quince minutos más tarde, recibía la llamada de Edward.

― Gracias por las flores. Sabes muy bien como despertar a una chica.

― Espero que te gusten las rosas. No hablamos de esos detalles anoche.

― Me encantan las rosas, de todos los colores – rió ella.

― Bien. ¿Puedo recogerte esta tarde?

― ¡Por supuesto! – Betty Lou tuvo que frenar su regocijo para mantener un tono normal y no delatarse.

― Tú eliges el programa.

― ¿Yo? ¿Dónde quiera? – se asombró ella.

― Por supuesto. Quiero conocer lo que te gusta.

― Gracias – dijo ella con un pequeño suspiro, contenta por haber superado la prueba.

Durante tres semanas, salieron de viernes a domingo, frecuentando restaurantes “trés chic”, exposiciones de artistas en boga, y asistiendo a una fiesta de Armani, en el Village. Asombrosamente, Edward insistía que quería conocer más el ambiente en el que se mueven los artistas, y los famosos. Nunca había tenido contacto con ese mundo y parecía realmente encantado. Disponer de un hombre de la condición y edad de Edward para poder pasearle y exhibirle ante sus conocidos, ponía realmente cachonda a Betty Lou. A medida que se le mojaban las bragas, la modelo se asombraba más y más. No había sentido nunca una excitación así, con ningún hombre o mujer, sin que le tocase un pelo. Cada vez que Betty Lou le presentaba una compañera o una celebridad de la música o de la televisión, y veía a Edward inclinarse para besarla en la mejilla, su bajo vientre ardía de lujuria con solo imaginar meterle en una cama redonda.

La modelo no comprendía qué le ocurría. Llegaba a casa, sola, y se pasaba una buena hora masturbándose a placer, rememorando cada detalle de la velada y sacándole partido para dos o tres orgasmos que la dejaban agotada. Pero, por mucho que se excitase, no se le ocurrió, en ningún momento, recurrir a un amante para calmarse. Su mente estaba fijada en Edward y quería que fuese él, en el momento en que lo considerase adecuado.

La verdad es que el maduro hombre de negocios no se había soltado demasiado, con respecto a sus necesidades sexuales. Ya la había besado en varias ocasiones en la boca, pero casi de forma casta, sin usar la lengua. Pero sus dedos se habían mantenido alejados de la piel femenina, con todo respeto. Por algún motivo, Betty Lou no estaba desilusionada, ni nada por el estilo. Al contrario, creía que aquella actitud era realmente romántica y la enardecía aún más. Sabía que no era amor, ni un pasajero capricho lo que sentía por Edward; reconocía la sensación, era lujuria. Jamás imaginó que un hombre maduro la pusiera tan frenética, aún sin meterla en la cama.

Por otro lado, se sentía aliviada en el momento en que repasó su cuenta bancaria por Internet. Edward había depositado un buen pellizco en su cuenta, aunque no sabía cómo había averiguado sus datos; ella no le había dado ningún detalle. Sin duda, un hombre como Edward averiguaba lo que necesitase. El asunto del dinero parecía un tema tabú para el empresario. No habían tratado cantidad alguna para los gastos de Betty Lou, ni lo que ella realmente necesitaba. Una noche, Edward le preguntó, mientras cenaban, si el ingreso era suficiente y ella le respondió, con una sonrisa, que lo era. Punto final.

Pero Edward no solo resultaba ser una ventaja económica, sino que influía en ella con otra particularidad: su compañía calmaba la ansiedad de Betty Lou. No tenía ni idea de a qué era debido. No sabía si era por su carácter calmado y medido, sus amenos e intrigantes temas de conversación, o por el constante estado de excitación y lujuria en que la mantenía. El hecho era que ya no sentía necesidad de picotear a cada momento.

Aún más, las constantes lisonjas de Edward para con su cuerpo la llevaban cada vez más a aceptarse tal y como era. Su extraña obsesión por adelgazar y recuperar su figura juvenil se diluía lentamente, entre equilibradas y suculentas comidas, llenas de cariño y tensión sexual.

Esta era una de esas veladas. Edward y ella cenaban con Barry Ashton, un cotizado y joven pintor británico, y Danielle Carmichael, su madura mecenas. Se encontraban en un restaurante de la Quinta Avenida, a dos calles de la galería de Danielle, donde exponía Barry desde hacía una semana. Betty Lou había llevado a su maduro empresario a ver la obra del pintor, casi todo de índole sexual y algo gay, y tras las presentaciones, habían acabado cenando juntos.

Tanto el pintor como la galerista parecían encantados con la conversación de Edward, y el coqueteo era evidente aunque disimulado. Eso tenía a Betty tan cachonda que había humedecido las bragas totalmente, al acabar los aperitivos. Antes de los postres, Danielle invitó al empresario a ver la colección privada que tenía en su casa. Contemplar la expresión de su acompañante disparó su reacción. Con disimulo, tomó la mano masculina, que aferraba la servilleta sobre su regazo, y la condujo pasionalmente bajo su falda. A pesar de la sorpresa, Edward controló su reacción. Era la primera caricia sexual que ambos compartían, así que el hombre se dejó llevar. Con lentitud, la mano se dejó arrastrar al interior de los tersos muslos, deleitándose con su suavidad. Cuando topó con la prenda interior y se dio cuenta de lo mojada que estaba, Edward sonrió levantando solo una de las comisuras de los labios.

Aquellos dedos largos y recios se apoderaron enseguida de la vulva de Betty Lou, introduciéndose uno en la vagina y otro hurgando en su perineo, todo ello sin dejar de charlar con Danielle y Barry. La modelo estaba tan ansiosa que tuvo que abrazarse al brazo de Edward, como si siguiese la conversación con mucho interés, pero, en realidad, mordisqueaba la tela de la chaqueta de su acompañante para acallar sus propios gemidos delatores.

Bajo la mesa, sus glúteos se apostaron en el filo de la silla, las piernas bien abiertas, la falda subida hasta un extremo peligroso, aún oculto por el mantel. Sus caderas se movían con lenta cadencia, al compás de las felonas caricias de aquellos dedos. Su clítoris, bien masajeado, se erguía dominante y muy sensible, bajo la presión del pulgar de Edward. El dedo corazón se hundía profundamente en el interior de su coño, arqueándose sabiamente para buscar su punto más sensible, y sentía el meñique juguetear peligrosamente con su cerrado esfínter. Betty Lou cerró los ojos por un momento, acuciada por una fuerte sensación de calor; la mejilla apoyada en el hombro de Edward.

― ¿Estás bien, querida? Te has puesto toda roja – le preguntó Barry, con su voz aflautada, cargada de acento londinense.

― S-sí… creo que ha… sido el vino…

― ¿Quieres tomar el aire? – le preguntó Edward, acariciándole la mejilla sonrojada.

― Creo que lo mejor sería irme a casa… me siento febril – se disculpó ella con la otra pareja.

― Por supuesto – casi corearon los demás.

Una vez a solas en el interior del coche, Edward, sin una palabra, volvió a meter su mano bajo la falda, pero, esta vez, la miraba directamente a la cara, observando su reacción. Betty Lou se derritió enseguida, necesitada del orgasmo que le había sido negado en el restaurante. Hundió su rostro en el pecho de Edward y gimió largamente mientras se corría. Todo fue muy discreto hasta llegar al apartamento de la modelo.

Esta vez, Edward se bajó y despidió a su chofer, diciéndole que pasaría la noche allí o que llamaría un taxi. En el ascensor, Betty Lou acarició con disimulo el bulto de la bragueta de su acompañante, en su deseo de comprobar su tamaño. El hombre reaccionó bajo su mano, intentando apartarse, pero ella le persiguió con una risita, lo que desató el juego entre ellos. Abrió la puerta del piso entre cosquillas y risas, para acabar besándose ardientemente apoyados contra la madera, al cerrar.

Ya no era el momento de hablar, sino de sentir y experimentar.

Betty se deslizó hasta el suelo, quedando de rodillas. Sus dedos volaron, retirando el cinturón, desabotonando la bragueta, hasta bajar el pantalón y el holgado boxer. El pene la esperaba, rígido e hinchado, con el glande amoratado por la excitación. Le pareció más gordo de lo que se había pensando, aunque no era largo. Una buena polla para chupar, pensó.

― Oh, Dios – jadeó Edward cuando ella lo enfundó en su boca. – Despacio… que hace mucho tiempo…

― ¿Desde que Marion murió no…? – preguntó ella, sacándose el pene de la boca.

― Desde mucho antes, cariño. Lo dejamos de hacer cuando enfermó.

― ¿Y no ha habido otra? ¿Una secretaria? ¿Una putilla? – le preguntó con picardía mientras daba lengüetazos al glande.

― Nadie. Solo mi mano.

― Pobrecito…

Y volvió a tragarla, esta vez por completo, hasta su garganta. Edward gimió y atrapó su rubia cabellera, en un intento de avisarla, pero no hubo tiempo. El chorro de semen llenó su boca y su garganta. Betty Lou tragó con delectación.

― Lo siento – susurró el hombre, apartándole el flequillo de los ojos.

― Es lo que buscaba. Estabas demasiado ansioso, Edward. ¿Una copa? – preguntó ella, poniéndose en pie, aún relamiéndose.

― Me vendría bien, claro.

― Sirve dos de lo que quieras – le señaló Betty el bar. – Me enjuagaré la boca.

Edward se dio cuenta de que llevaba aún el pantalón por los tobillos al echar a andar. Con una risita, se sacó las prendas y las tiró a un lado. Se quitó la chaqueta, que dejó sobre una silla, y sirvió dos vasos con Bourbon. Buscó hielo en el frigorífico y se sentó en el sofá. Betty apareció del cuarto de baño, totalmente desnuda, dejándole con la boca abierta. Como un adolescente, su polla respondió al estímulo, tomando consistencia de nuevo.

― Eres la mujer más hermosa que he conocido jamás – la halagó sinceramente.

― Y tú eres el único hombre al que creo cuando dices eso – sonrió ella, sentándose a su lado y tomando uno de los vasos.

― ¿Tan evidente resulto? – bromeó él.

― Tu cuerpo no puede engañarme – señaló ella el erguido pene. – Y eso me halaga mucho, mucho… bébete eso que vamos a follar toda la noche…

Edward sintió el escalofrío que acabó poniéndole la polla más tiesa aún. Betty Lou no se parecía en nada a Marion. Su esposa, que en paz descansara, era muy comedida en sus muestras de afecto y en su propia procacidad. Nunca salió de sus labios una palabra tan vehemente como “follar”, ni se comportó nunca con esa muestra de lujuria que le sentaba tan bien a la modelo. Ni siquiera se exhibió jamás tan desnuda como lo estaba ahora Betty Lou; siempre había un camisón, un salto de cama, una bata, o una camisa…

Edward paseó su hambrienta mirada sobre el cuerpazo de la modelo, dejándose llevar por sus propios deseos. Estaba loco por hacer con ella todo aquello que no hizo con su esposa. Betty le quitó la copa de la mano, la dejó sobre la mesita y se montó a horcajadas sobre el regazo masculino. Sus ojos grises miraron al empresario desde arriba, atrapándole como una araña a una mosca. Sus labios se unieron, desatando, por primera vez, un increíble juego lingual mutuo. Parecían desesperados por saborear la boca del otro, en toda su plenitud.

Los dedos de la chica se ocuparon de quitarle la camisa y, luego, la camiseta interior. Al fin, quedaron ambos desnudos y apretujados sobre el sofá. Betty se alzó sobre sus rodillas, poniendo sus erectos pezones al alcance de la boca de su amante, quien no dudó de atraparlos y succionarlos con alegría. La mano de Betty bajó hasta la entrepierna del hombre, aferrando su miembro, que se frotaba enardecido contra su vientre. Lo apuntaló con pericia y se dejó caer lentamente sobre él, ensartándose cual mártir.

Bufó y jadeó al ensanchar su vagina con la presión del miembro. Por su parte, Edward se sintió en el cielo por traspasar tal ángel. Notaba como su glande se frotaba contra cada uno de los pliegues íntimos. Betty Lou le ayudó con la cabalgata, incrementando el ritmo. Subía sus caderas hasta casi sacar la polla de su sexo, solo para volverse a clavarse toda.

Abrazó la cabeza de Edward, aplastando su nariz y boca entre sus senos, en el momento de correrse. El empresario se dio cuenta de este hecho y detuvo la cabalgata, dejándola que recuperara el aliento. Lo aprovechó para levantarse, acabarse el whisky, y tenderle la mano para ponerla en pie.

― Vayamos a la cama – dijo él y ella asintió, sonriente.

Al entrar en el dormitorio, Betty Lou encendió la lamparita de la mesita de noche y apagó la lámpara central. Sabía que ningún hombre quería hacer el amor con ella a oscuras; todos querían verlas.

Normal, ¿no? ¿Usted se follaría a una modelo como esa a oscuras, para imaginar de nuevo a su esposa? Ni de coña.

Así que Edward se recreó con esa diosa que se acostó a su lado, besándola desde la cabeza a los pies, repasando cada curva, cada rincón, hasta que, finalmente, se dispuso a beber de la fuente de la Eterna Erección, o séase, el coñito. La comida de coño fue total y duró muchos, muchos minutos. Hizo que Betty se retorciera, chillara, y suplicara. Se corrió dos veces, teniendo sus dedos engarzados al plateado pelo de su amante.

Una vez satisfecho con su proeza, Edward buscó su propia satisfacción. Se instaló entre los mojados muslos de la modelo, la abrazó tiernamente, y enfundó su gruesa polla en la más clásica postura misionera. Su boca se apoderó de los labios femeninos, dejándola degustar sus propios efluvios.

Betty Lou se sentía enardecida, desatada, como ningún amante la hubiera hecho sentirse anteriormente. Movía su pelvis, haciéndola coincidir plenamente con el movimiento de Edward, haciendo que la polla llegase más profundamente. La boca del hombre se había pegado a su oído, se deslizaba por su cuello, mordisqueaba su hombro, a la par que sus embistes se prodigaban con fuerza. Ella gimió de nuevo, presintiendo otro clímax, y le arañó la espalda suavemente, haciéndole encabritarse prácticamente.

― Me v-voy a correr… ¿puedo hacerlo dentro? – musitó Edward.

― Si la sacas ahora, te la corto – respondió ella, atrayendo las nalgas masculinas con sus manos.

Con un bronco gruñido, Edward descargó en su vagina, en un par de espasmos. Sentir el semen en su interior detonó su propio y definitivo orgasmo. Subió las rodillas y cruzó los tobillos, abrazando la cintura del empresario, en un impulsivo reflejo de una buena hembra fértil. Suponía que Edward apreciaría el gesto, si se daba cuenta. No es que Betty Lou pretendiese quedarse encinta, pero era una cortesía hacérselo saber, sin duda.

Ambos quedaron sudorosos ya jadeantes, abrazados en mitad de la cama. Edward la besó en la frente y apartó una guedeja rubia que se empecinaba en meterse en sus bocas.

― Te confieso que no me esperaba esto esta noche – le dijo con una sonrisa.

― Bueno, no era algo que tuviera pensado – respondió ella, acariciando las nalgas masculinas –, pero me puse algo frenética viendo como tanto Barry como Danielle coqueteaban contigo.

― ¿Frenética de celosa?

― No, de cachonda – rió Betty.

Edward rodó a un lado, quitándose de encima de ella, y se incorporó sobre un codo, mirándola.

― ¿Te pone verme coquetear?

― A ti no, que lo hagan contigo. Eres tan inocente y tan pardillo, a pesar de tu edad, que me pone muy caliente ver como otras personas se insinúan.

― No me habías dicho nada…

― Hombre, no es algo para ir comentando en la cena, ya me dirás…

― Desde luego – se inclinó y la besó tiernamente en los labios. — ¿Qué otras fantasías tienes conmigo?

― Bueno, no sé si debería decírtelas…

― Insisto.

― Me encantaría meterte en una cama conmigo y con una o dos chicas más – los ojos de Betty Lou chispearon de morbo, al decir aquello.

― Vayamos poco a poco. Hoy hemos dado un paso importante – dijo él, tragando saliva.

― Sí, nos hemos acostado y vas a dormir en mi cama.

― Probaremos un poco más con esto y ya hablaremos de introducir más gente, ¿te parece bien?

― Perfecto. Otra cosa…

― ¿Qué?

― Lo de darme por el culito, ¿puede ser esta noche? – preguntó Betty Lou con voz ingenua y juguetona, dejando asomar una expresión de tremenda lujuria.

CONTINUARÁ…

 

Relato erótico: “Odio a mi vecina” (POR ALEX BLAME)

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DE LOCA A LOCA PORTADA2Cuando la conocí, esa nariz pequeña y respingona, la media melena negra y brillante y la boca de Sin título1fresa con los labios gruesos y rojos le daban un aire de inocencia infantil que me confundió totalmente.

Había llegado hacía dos semanas por cuestiones de trabajo y se había instalado con la única compañía de un gato persa blanco y de malignos ojos verdes.

Su pequeña estatura y su aire inocente me engañaron un tiempo. Carla era una joven tímida y risueña que bajaba castamente la vista cada vez que coincidíamos en el ascensor o nos cruzábamos en el rellano de la escalera. Yo aprovechaba para mirar de soslayo aquel cuerpo joven y turgente enfundado en ropa ajustada y embelesarme imaginando lo que sería coger aquellos jugosos pechos entre mis manos y enseñar a aquella jovencita todos los secretos que encerraba su sexo.

Entonces llegó la noche del segundo sábado tras su llegada. Había quedado con unos amigos y harto de esperar a que la anciana del tercero colase su andador en el estrecho ascensor decidí bajar por las escaleras al garaje. Con el ascensor todavía parado en el tercero abrí la puerta del garaje e iba a encender la luz cuando unos sonidos apagados llamaron mi atención. En silencio, amparado por la oscuridad apenas rasgada por las luces de emergencia, avancé hacia los sonidos que parecían gemidos lastimeros.

Cuando llegué al origen del ruido la sorpresa fue enorme. Un hombre de mediana edad y aspecto aburrido gemía apagadamente con la mirada fija en Carla, que arrodillada frente a él le comía la polla con la maestría de una veterana justo al lado de su Mini.

No sabía qué hacer, si ahora encendía la luz les sorprendería y daría lugar a una escena embarazosa y si me volvía al ascensor podía hacer algún ruido que los alertase y crear una escena más embarazosa aun, así que opté por quedarme y observar.

Mientras dudaba que hacer, la joven había bajado los pantalones y los calzoncillos al notario y le estaba chupando los huevos con fuerza a la vez que pajeaba suavemente su polla. El hombre se recolocó las gafas y gimió un poco más fuerte mientras recogía la negra melena de la joven para poder ver mejor su cara al tenue resplandor de las luces de emergencia.

Carla sonrió de forma lasciva lamiéndole la punta de la polla una vez más antes de levantarse, separar al notario de un empujón y exhibirse ante él. Arremangándose la minifalda poco a poco mostró unas piernas delgadas y torneadas, enfundadas en unas medias oscuras. Se giró con gracia, subida en los tacones de aguja y se la levantó aun más hasta dejar a la vista un culo redondo y apetitoso como la manzana prohibida del paraíso.

El notario se acercó e intentó penetrarla por detrás, pero ella se resistió y le rechazó de nuevo encantada con sus signos de frustración. Se dio la vuelta y bailó ante él provocándole, acariciándose el interior de sus muslos y apartando el tejido del tanga para mostrarle su sexo totalmente rasurado.

El notario daba más risa que otra cosa allí, de pie, con los calzoncillos en los tobillos admirando como la joven se abría la blusa y le mostraba unos pechos grandes y redondos sin parar de bailar.

Finalmente Carla se subió al capó de su Mini y abrió las piernas invitando al hombre a entrar. El notario se acercó caminando como un pingüino y babeando de deseo se introdujo entre sus piernas. La joven suspiró y le dejó hacer apoyando la cabeza sobre su hombro.

El hombre entró con golpes rápidos y bruscos mientras ella gemía suavemente y le abrazaba mirando en mi dirección. Durante un momento se me pasó por la cabeza que la joven me había descubierto, pero lo pensé bien y me pareció imposible, allí tras un columna, envuelto en la oscuridad, mientras ella tenía una de las luces de emergencia encima, deslumbrándola. Me pareció casi imposible que ella me detectara. Estaba totalmente convencido de ello cuando abrió los ojos y miró en mi dirección mordiéndose el labio.

El notario, ajeno a lo que pasaba a su alrededor siguió embistiendo a la joven y amasando aquellos pechos virginales durante unos minutos hasta que no aguantó más y se corrió con un gemido. La joven sonrió y fingió un orgasmo sin dejar de mirar en mi dirección.

Cuando terminó de gritar y retorcerse, Carla se bajó del coche y se recompuso la ropa mientras su torpe amante, creyendo haber realizado una faena memorable se subía los pantalones satisfecho.

Adelantándose a su amante y evitando que encendiese las luces Carla cogió a su notario de la mano y se lo llevó camino de los ascensores. Cuando pasó a la altura de mi escondite giró ligeramente la cabeza e hizo un mohín dejándome aun más confundido.

Volví a encontrármela un par de días después y al subir al ascensor volvió a saludar y bajar la mirada castamente. Esta vez la ignoré. Todo lo que me parecía atractivo de la joven había desaparecido después de la escena del garaje. Ella pareció no darse cuenta de mi mirada de desprecio mal disimulada y se despidió de mí tan alegre como siempre.

A partir de ese día mi vecina se convirtió en una especie de obsesión. A pesar de sentir una especie de repulsión, vigilaba sus entradas y salidas y espiaba los ruidos que hacía con sus amantes de los que llevaba una minuciosa cuenta.

Eran numerosos, todos mayores que ella, todos con aspecto inseguro y ansiosos de complacerla con sus torpes caricias. Aunque no la volví a sorprender, soñaba con su cuerpo joven y turgente, recordaba perfectamente sus piernas torneadas, su pecho erguido con su pezones pequeños y rosados y su coño depilado y me masturbaba mientras escuchaba como hacía el amor con el notario de turno.

Era un día de bochorno y aproveché el calor de la tarde para tender una lavadora en la terraza comunal de la azotea. Tendía la ropa rápidamente deseando terminar y alejarme de aquel sol de justicia cuando ella llegó con un balde rebosante de ropa en la mano y me saludó. Estaba tan arrebatadora como siempre. Llevaba puesta unos pequeños pantaloncitos vaqueros un top rosa y unas sandalias.

Interrumpí mi tarea sin poder evitarlo observando cómo se llevaba las pinzas a la boca, cogía la prenda y se estiraba para tenderla en la cuerda, que estaba un poco alta para ella. El top se subía dejando a la vista una pequeña porción de la parte inferior de sus pechos. La joven me sonrió y siguió colgando prendas.

Yo me tragué un suspiro de frustración y seguí tendiendo la ropa hasta que terminé. Iba a despedirme de la joven y retirarme rápidamente con el balde de la ropa tapando mi incipiente erección cuando tomó la palabra.

—¿Te gustó la sesión del otro día? —preguntó ella a bocajarro.

Yo no sabía que responder intenté balbucear una disculpa, le dije que no sabía de que me estaba hablando, pero por la sonrisa sardónica que estaba mostrando era toralmente consciente de que no se creía nada de lo que le estaba diciendo.

—Vamos, no seas estúpido. Sé perfectamente que estabas allí espiando mientras Lino me hacía el amor.

—Bueno, a cualquier cosa le llamas hacer el amor. Ese tipo era un patoso.

—Oh, bueno, tienes razón de que no era un gran amante, pero es un hombre muy tierno y atento.

—¿Y los demás también los son?

—¿No me digas que has estado espiándome? Has sido un niño muy malo. —dijo fingiendo divertida un enfado que no sentía para nada.

Yo no me inmuté, aquella niña estaba empezando a cargarme. Me di la vuelta y me dirigí hacia la puerta de las escaleras, pero ella se adelantó y se interpuso en mi trayectoria.

—Vale, lo siento. —dijo ella frunciendo sus morritos en un precioso mohín— No quiero que estés enfadada conmigo. Quiero que seamos amigos.

Antes de que pudiese decir nada se acercó a mí, se puso de puntillas y me besó en los labios. ¿Cómo puede ser un beso casto, con los labios cerrados y de apenas un instante de duración, el contacto más sensual que he tenido en toda mi vida? No tiene explicación, pero así fue. Me sentí electrizado e hipnotizado a la vez y dejando caer el balde al suelo la cogí por la nuca y le devolví el beso volcando toda la frustración y el deseo que se habían ido acumulando desde el día del garaje.

Carla respondió abriendo su boca y acariciando mi lengua con la suya, dejando que le explorase y le saborease a conciencia. Posé mis manos sobre sus caderas y acaricié unos instantes su culo para a continuación adelantarlas estrujando sus pechos grandes y suaves por debajo del top. Carla se colgó de mi cuello y rodeó mis caderas con sus piernas permitiendo que la llevase escaleras abajo.

Intentando mostrar la vitalidad de un quinceañero porté el liviano peso por las escaleras aprovechando los descansillos para acorralarla contra la pared, magrearla y de paso tomar un poco de aire. Cuando llegamos frente a la puerta de su casa sacó una llave de su pantaloncito, despegó sus labios de los míos y abrió la puerta.

En cuanto pasamos se soltó, se dejó caer de rodillas frente a mí y con una sonrisa lasciva sacó mi polla del interior de las bermudas. La observó crecer poco a poco recorriendo con la punta de sus dedos cada vena prominente hasta llegar a mi glande amoratado y bulboso. Carla lo envolvió con sus labios y dio un par de sonoros chupetones hasta que mi polla estuvo dura como una piedra.

Se incorporó y cogiéndome por el miembro me guio hasta la habitación. El gato se incorporó de la cama donde dormía a pierna suelta y abandonó la habitación con un agrio bufido. Allí, ante mí, Carla se quitó la ropa hasta quedar totalmente desnuda y se tumbó en la cama acariciándose su cuerpo sin dejar de fijar sus ojos en mí.

En ese momento la odié, odie su insultante juventud, odié su cuerpo terso y sensual, su cutis suave y carente de arrugas y su actitud segura de sí misma. Eso, sobre todo odiaba su seguridad. Estaba segura de que la deseaba, de que creía que haría todo lo que pidiera. Sentía que la ira se iba apoderando poco a poco de mí mientras ella se acariciaba su sexo lampiño y juvenil invitándome a poseerla.

Me quité la ropa deseando que ella sintiese algo más que el placer del sexo, quería que sintiese el miedo y la incertidumbre, quería que sintiese como perdía el control y quedaba indefensa a mi merced.

Me acerqué y ella abrió sus piernas dispuesta a acogerme. Admiré sus pies pequeños y delicados sus pantorrillas y sus muslos. Mis ojos recorrieron hambrientos su sexo hinchado y entreabierto como una boca ansiosa de la que rezumaba una lágrima de líquido cálido y cristalino.

Cogí sus piernas y las acaricié desde los tobillos. Disfruté de su tacto sedoso y mordisqueé los dedos de sus pies.

Con un movimiento brusco le di la vuelta y golpeé sus cachetes con fuerza. Carla gritó sorprendida, pero yo cogí su melena con una mano y enterré su cabeza en las sábanas mientras que con la otra guiaba mi polla al interior de su vagina. La polla resbaló con facilidad hasta que estuvo totalmente enterrada en su interior. Sin darle tregua comencé a penetrarla con fuerza sin dejar de apretar su cabeza contra el colchón. Carla gemía ahogadamente y luchaba para poder separar la boca de las ropa de la cama y poder respirar. Yo mantenía la mano firme empujandola contra la superficie de la cama aflojando solo lo suficiente para que no se ahogara.

Carla se retorcía y luchaba a la vez que levantaba su culo para poder sentir mis huevos colgantes golpear en su clítoris como un martillo pilón. Una y otra vez entré en ella, una y otra vez golpeé con violencia su pubis arrancando gritos y gemidos sofocados.

A punto de correrme paré y la dejé respirar de nuevo, un torrente de insultos me envolvió calmando solo en parte mi sed de algo indescriptible muy parecido a la venganza. Concentrándome en la visión del presidente del gobierno hablando sobre la coyuntura económica conseguí dominarme.

Carla se había repuesto algo y era ella la que movía sus caderas de manera que solo mi glande entrase y saliese de su interior. Con cada movimiento su coño se expandía para acoger el grueso órgano provocándole un placer tan intenso que todo su cuerpo se crispaba.

La dejé tomar el control unos instantes mientras jugaba con el sudor que corría por su espalda, pero un giro de cabeza y una sonrisa de esos labios gruesos me volvieron a enfurecer. Clavé las uñas con toda mi fuerza en su culo y comencé a penetrarla haciendo crujir la cama con cada empujón. Carla gritó sorprendida intentando agarrarse a las sábanas para no perder el equilibrio. Me incliné sobre ella sin dejar de empujar en su interior y agarré sus senos pellizcando y retorciendo sus pezones.

Unos instantes después sentí como su cuerpo se crispaba fruto de los primero aguijonazos del orgasmo y aproveché para darle un serie de bestiales empujones. Carla perdía el contacto de su cuerpo con la cama y yo aprovechaba para agitar su cuerpo impidiendo que adoptase una postura cómoda.

Tras un par de minutos la joven dejó de gritar y la dejé caer inerte y jadeante. La vista de aquel cuerpo juvenil respirando agitadamente mientras se enrollaba en posición fetal fue demasiado. El odio volvió a aflorar de nuevo. No quería dejarla descansar quería follarla hasta que me suplicase que parase.

La cogí por un tobillo y la acerqué a mí con rudeza. La puse boca arriba, le metí dos dedos en su boca de fresa y la exploré con rudeza haciendo que se atragantara. Carla tosió y escupió una baba espesa que aproveché para envolver con ella mis dedos y penetrar su sexo explorándolo y buscando sus puntos más sensibles.

No sabía cómo ni cuándo, pero el gato había vuelto y nos observaba fijamente desde lo alto del tocador. Sentado, miraba y se acicalaba para mostrar su profundo desprecio por lo que estaba presenciando.

La joven no tardó en empezar a gemir. Cargado de envidia al ver cómo el placer le hacía olvidar el mundo que la rodeaba me incliné sobre ella y le mordí los pechos el vientre y el pubis sin lograr interrumpir sus gemidos de satisfacción.

Me coloqué sobre ella y la penetré, dejando caer sobre ella la totalidad de mi peso. La chica emitió un gemido estrangulado y yo aproveché para rodear su grácil cuello con mis gruesas manos. Mientras apretaba poco a poco, con cuidado de no cortar totalmente su respiración, la follé con movimientos bruscos haciendo que el sonido del golpeo de nuestros pubis produjese ecos por todo el piso.

En poco más de un par de minutos Carla cerró los ojos instintivamente disfrutando de un intenso y prolongado orgasmo.

Esta vez no la deje terminar y con su cuerpo aun crispado desde la cabeza hasta la punta de los pies me separé y cogiendo su cabeza le metí la polla en la boca.

—¡Te odio! ¡Te odio! ¡Te odio!…

Repetía el mantra una y otra vez mientras alojaba mi miembro en lo más profundo de su garganta. Sus ojos rebosaban gruesos lagrimones, pero no se resistió y chupó y mordisqueó mi polla hasta que no aguanté más y me corrí.

Todo mi cuerpo se estremeció. Tensé mi abdomen y empujé con fuerza en la boca de Carla acompañando cada chorro de semen hasta que este rebosó por las comisuras de sus labios.

Reventado me acosté a su lado y le di unos cuantos golpes desmayados. Como única respuesta la joven emitió un leve suspiro y tosió.

Cuando me desperté seguía allí tumbada, a mi lado. Su cuerpo virginal estaba lleno de señales del maltrato al que la había sometido. Ella se despertó y sonrió complaciente. Se estiró como una gata mostrando su cuerpo sucio y magullado que lucía más espléndido aun. La odié de nuevo, odié su sonrisa satisfecha y los moratones y los mordiscos que adornaban su piel aportando una nota de color a un cuerpo perfecto. No lo pude evitar y le di un sonoro cachete en el culo. La piel se enrojeció rápidamente perfilando la forma de mi mano. En ese momento pensé que quizás eso era lo que querían plasmar en las cuevas los trogloditas cuando pintaban las siluetas de sus manos. La señal que dejaba una mano al palmear el culo de una mujer.

Ella rio y me sacó la lengua con desfachatez, no pude evitarlo y de nuevo sentí la necesidad de darle una nueva lección…

Ahora paso todos los días odiándola. Se presenta ante mi puerta y se exhibe ante mí con desvergüenza, sabiendo que la espío desde el otro lado de la mirilla. Vestida de caperucita, de colegiala o de cualquier disfraz de anime muestra su talento para parecer la jovencita inocente que dista tanto de ser y me provoca con gestos y mohines dejando que mi odio crezca poco a poco y se acumule en mis testículos.

Cuando siente que estoy a punto de abrir la puerta corre a la puerta de su apartamento y la abre precipitadamente.

En ocasiones no llego a tiempo y ella cierra la puerta en mis narices, escucho su risa cantarina y golpeo frustrado su puerta sin conseguir que me abra hasta que me rindo y vuelvo encabronado y tremendamente salido a mi madriguera.

Pero no siempre ocurre así. Otras veces logro colar el pie antes de que cierre la puerta. Ella empuja desesperada, pero descargo todo mi peso sobre ella forzando la entrada. Carla finge terror y se tapa el cuerpo cuando le arranco la ropa sonriendo torvamente, la tiro sobre la cama, la siento en la encimera, la acorralo contra la pared, la derribo sobre el duro suelo…

Dos palabras resuenan y rebotan en las paredes desnudas del piso una y otra vez; TE ODIO, TE ODIO, TE ODIO.

 

Relato erótico: “Emputeciendo a una jovencita (1)” (POR LUCKM)

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UNA EMBARAZADA2Hola, me presento, me llamo Carlos 36 años, soltero… Vivo solo en el centro de Madrid, y esta es Sin títulouna historia que me paso hace poco, sigue en curso la verdad, tras buscar ideas en los relatos de esta web me decidí a compartir mi historia.

Antes de que me salten encima los odiadores. SIiii, reeditado con correcciones básicamente de ortografía y alguna cosa que me chirriaba. Ah y si, por que así lo leen mas chicas, me alegra que los disfrutéis vosotros pero la verdades que los escribí para conocer mujeres morbosas

Como decía vivo en Madrid, en una zona tranquila conocida como ciudad universitaria, mi edificio tiene unas diez plantas y hay un poco de todo, familias y estudiantes en los apartamentos mas pequeños. Un día volviendo de trabajar vi un camión de mudanzas, un señor de traje cargaba con una caja bastante grande, al entrar en el portal tropezó, se hubiera dado un buen golpe si no fuera por que lo pare yo al ir delante de el. Se disculpo y yo le dije que no pasaba nada, al andar hacia el ascensor se dio cuenta de que se había echo daño en un tobillo, así que me ofrecí a llevarle la caja, subimos a su casa, era una de las mas grandes. Al llegar se sentó, el tobillo le dolía, no suelo ser muy sociable con los vecinos pero ese día me pillo de buenas así que termine acercándolo al Samur donde le pusieron una tobillera, el no paraba de agradecérmelo, me contó que se mudaban de valencia para que su hija pudiera estudiar en un colegio del Opus que había por la zona, el trabajaba en una gran empresa de ejecutivo. Nos despedimos y pensé que menuda perdida de tiempo.

Al cabo de una semana, a las 7 de la tarde llamaron a la puerta. Al abrir me encontré una señora de unos 45 años, realmente guapa, iba vestida muy discreta pero se adivinaba un buen cuerpo bajo su ropa. Se presento como la mujer de Jorge, y me dijo que para agradecerme haber ayudado a su marido me invitaban a cenar esa noche. Yo no tenia ningún plan y la verdad es que mi nevera estaba vacía así que acepte. A las 9 subí a su casa, me abrió la puerta una niña de 18 años digna hija de su madre. Rubia, ojos azules, y bajo su camiseta se notaban dos pechos de buen tamaño, cuando se dio la vuelta y vi su culo olvide cualquier escrúpulo y decidí que tenia que follarmela. La cena empezó bendiciendo la mesa lo que en cualquier otra situación me habría matado pero tenia un objetivo y eso me mantenía a flote. Ellos me hablaron de sus trabajos y yo les comente el mío con ordenadores… fue bastante aburrido la verdad pero me entretuve imaginando como follarian ellos dos, la señora toda dignidad, ¿cómo le chuparía la polla a su marido?. La niña me miraba disimuladamente, le gustaba. Era demasiado mujer ya para como iba vestida pero el aire casi monacal de la casa imponía ese estilo supongo.

Al final de la cena Jorge me pidió un favor. El ordenador de su hija iba mal y ella estaba empeñada en uno nuevo, me pregunto si le podía echar un ojo. La niña dijo que no que no hacia falta que ya iba bien pero el padre la regaño diciéndole que hacia un mes que le daba el tostón pidiéndole uno nuevo, ella cedió y dijo que vale, que el lunes me lo bajaba. Yo al ver su ansiedad decidí que tenia que echarle un ojo antes de que ella pudiera tocarlo, les dije que entre semana imposible, que estaba muy ocupado pero que era pronto y que si me lo dejaban esa noche se lo podía hacer tranquilamente y dárselo al día siguiente. La chica intento resistirse pero su padre le dijo que trajera su portátil al momento, se notaba quien mandaba en la casa. Ella miro al suelo y volvió al minuto con su portátil, era un HP normal con unas pegatinas tontas encima. Me lo tendió mirándome a los ojos.

Tomamos una copa en unos sofás, yo tenia el portátil a mi lado y ponía la mano distraídamente sobre el, ella me miraba preocupada. Al cabo de un rato me despedí y baje corriendo a mi casa. Encendí el portátil y le conecte un disco duro para copiar todo antes de nada. Le instale un par de programas para limpiarlo y con la copia conectada al mío empecé a explorar. Lo primero que busque fueron los log del msn, tenia todas las conversaciones guardadas, esta manía de los adolescentes de guardarlo todo… Hice una búsqueda de fotos y encontré las típicas fotos de familia, con amigos, había unas en palma donde se veía a ella y a su madre en bikini, eran excesivamente grandes pero los cuerpos de las dos eran impresionantes. Volvía imaginarme a papa dándole polla a mama, me encantaba. Explore un poco mas y encontré lo que buscaba, una carpeta con clave, se llamaba “trabajos cole física”, donde nunca buscaría nada sus padres imagino. Saltarme la clave no fue nada difícil.

La chica era ordenada hasta para esto, todo estaba ordenadísimo, había una carpeta llamada “fotis” donde había dos docenas de fotos de ella en ropa interior, sin sujetador, posando frente al espejo o sobre su cama a cuatro patas, ver sus tetas desnudas fue una revelación. Tenia dos hermosos globos con unos pequeños pezones rosaditos. Sonreía en casi todas, ahora iba a sonreír yo. Seguí indagando, tenia algunos videos porno descargados de la red donde se veía chupar pollas, encular, un poco de todo. Había otra que ponía “les”, llena de niñas preciosas desnudas, jugando entre ellas, así que le gustaban también las chicas. Con lo religiosos que eran los padres la homosexualidad no creí que les hiciera mucha gracia. Revise sus conversaciones del msn, tenia dos, uno para sus padres con amigas del cole etc, no había chicos curiosamente, y estaba su padre en su msn, me imagine lo controlada que la debían tener. Y otro para chatear con chicas, en las conversaciones hablaban de sexo, ella era bastante tímida, alguna se subía de tono. Y en un par directamente se habían puesto la cam, busque los videos correspondientes y en uno se veía como masajeaba sus tetas otra adolescente. En la conversación hablaba de los pechos de Eva (se llama así por cierto), quedaba claro que habían jugado a lo mismo. Cerré, no necesitaba mas, ya revisaría lo demás al día siguiente.

A la mañana siguiente como a las once y media llamaron a la puerta. Era Eva con su madre. Se disculpo diciendo que la niña estaba empeñada en que necesitaba el ordenador. Les dije que claro, que me dieran unos minutos que un programa estaba terminando, les ofrecí un café y dejándolas en la cocina fui a mi despacho. Active la cam para que grabara lo que iba a pasar y puse en el reposa pantallas de mi ordenador la galería de fotos de Eva. Tengo un monitor de 20 pulgadas así que se la veía clarísimamente. La llame atento a si venia con su madre para desactivar el reposa pantallas. La madre decidió por lo visto terminar su café tranquilamente. Al entrar Eva en el despacho se quedo pálida mirando mi monitor.

Yo.- y bien Eva?

Eva.- que? Que quieres decir?.

Yo.- Bueno, te haces fotos pornograficas, tienes juegos sexuales con lesbianas y hablas con un lenguaje que no creo que aprendieras en el “cole”. – Ella se puso todavía mas blanca –

Eva. – Por favor no.

Yo.- Por favor no que eva? No tengo otro remedio que decirse a tus padres. No te preocupes, cuando te recuperes de la paliza que te de tu padre te mandaran a uno de esos internados religiosos donde rezaras cuatro veces al día.

Eva.- No, por favor, no lo hagas – Susurraba, su madre estaba cerca y solo teníamos unos minutos.

Yo.- Harás todo lo que te diga?

Eva.- Todo? Que quieres decir?

Yo.- Estate aquí a las cuatro, di que vas a dar una vuelta por el Vips o algo así.

Eva.- Sola? Para que? – Me miraba preocupada.

Yo. – Haz lo que digo o a las cuatro y cuarto tu padre y toda su agenda además de tus amigas, las lesbianas incluidas recibirán una colección de fotos tuyas junto con tus calientes conversaciones, en un par de días con lo guapa que eres te convertirás en la reina de las web de adolescentes.

Yo.- Por cierto, lo borre todo, ahora solo existe mi copia, no queremos que te pillen siendo una niña mala verdad?.

Le di su portátil y la acompañe donde estaba su madre. Eva estaba muy callada, en la puerta la madre me agradeció el favor y le dijo a su hija que me diera las gracias. Eva me miro con odio.

Eva.- Muchas gracias Carlos.

Sonreí y le dije que había sido un placer.

La mañana se hizo eterna, me entretuve colocando mi portail grabando video en el salón y otra cámara de video oculta en la esquina. A las cuatro en punto escuche el ascensor y alguien que llamaba a la puerta con los nudillos. Le abrí , entro rápidamente y cerro la puerta.

Eva.- Y bien, que quieres? Me dijo casi llorando.

Yo.- Es fácil, lo que quieren todos los hombres de ti desde que te crecieron esas tetas.

Eva.- Yo no soy una puta, ya lloraba y moqueaba.

Yo.- Ya, lo se, no eres una puta, eres una niña normal con ganas de probar y experimentar.

Eva.- Si, pero no contigo, eres mucho mayor y un pervertido. Ayer me gustaste pero hoy te odio.

Yo.- Cierto, bueno, entonces vete.

Eva.- En serio? Y que pasara con todo lo que me robaste?.

Yo.- Bueno, tendría que hablar con tu padre, pero quizás lo intente con tu madre, esta casi tan buena como tu y seguramente no tenga reparo en sustituirte para que tu padre no se entere.

Eva.-Me daría una paliza si se entera, y a mi madre también por no evitarlo. Es muy estricto.

Yo.- Mejor, así tu madre no tendrá problema en atenderme.

Eva.- No, esta bien, bastante tiene la pobre, que quieres?.

Yo.- Lo primero lávate la cara, luego regresa, estaré sentado en ese sofá, te pondrás a caballito sobre mi y haciéndome mimos me suplicaras ser mi novia, yo me resistiré pero tu debes intentar convencerme a cualquier precio, lo entiendes?.

Eva.- Me miro con cara de duda y se fue al baño.

Yo puse el portátil de forma que grabara la escena, estaba a menos de un metro, no habría problemas con el sonido.

Ella volvió y se sentó sobre mi, empezó a acariciarme el pelo. Tardo unos diez minutos en asumir su papel pero como yo no decía nada termino por asumir que no le quedaba alternativa.

Eva.- Carlos, por favor, ayer me enamore de ti, quiero…

Yo.- Que quieres Eva?

Eva.- Ser tu novia.

Yo.- que?? Que hago yo con una novia de 18 años? Estas loca?

Ella me miro con cara de sorpresa, se esperaba que me lanzara sobre ella no estos juegos

Eva.- Vamos, se que te gusto, ayer me mirabas mucho.

Yo.- Claro, porque eres una monada, pero yo busco otras cosas en una mujer.

Eva.- Que buscas? Sexo? No se mucho de eso pero aprendo rápido. Mi mama dice que tengo un cuerpo muy bonito.

Yo.- Y lo tienes, y ella también. Ves, debería ir a por ella, seguro que me daba lo que quiero mucho mejor que tu. Tu padre es afortunado, seguro que se la folla a diario.

Ella puso cara de contrariada.

Yo.- Ves, digo follar y te asustas, y si te digo que papi hunde su polla todos los días en el coño de tu mama? Que seguro que están aprovechando ahora que no estas para que le lama la polla y beber su semen?.

Eva se pico, cogio mis manos y las puso sobre sus pechos.

Eva.- Te estoy diciendo que lo que quieras, y no, mi mama no hace esas cosas. Tiene un diario muy detallado escondido, por eso te miraba ayer, eres el primer hombre que no es de la familia o de la iglesia, que dejan que se me acerque. Ella es muy infeliz, mi papa solo se acuesta con ella el día antes de la regla para que no se quede embarazada, y ni siquiera la desnuda. Tiene unos camisones horribles de esos de la edad media. Cuando lo leí decidí que no quería ser tan infeliz como ella.

Yo.- Jajaja, así que al final si querías eh putita!

Eva.- No me llames así! No soy ninguna puta!

Le apreté bien fuerte sus dos tetas… Ella suspiro.

Yo.- Si, si lo eres, eres mi putita, Hare contigo lo que quiera y tu no solo obedecerás, sino que después, me darás las gracias, igual que esta mañana.

Metí las manos dentro de su escote, sus tetas estaban muy calientes y sus pezones duros. Jugué con ellas un rato estrujándolas y acariciándolas. Ella cada vez estaba mas excitada, se lamia los labios y daba algún gemido. Le estaba encantando.

Yo.- Bien, quien eres?

Eva.- Eva

Yo.- quien??

Eva.-Tu putita?.

Yo.- Bien, y hora dime por que quieres serlo.

Eva.- Por que no quiero terminar como mi mama?

Yo.- Y que le falta a tu mama?

Eva.- Hacer mas el amor….

Yo-. Perdón??

Eva.- Que papa se la folle mas?

Yo.- Con que?

Eva.- Con su polla!

Yo.- Bien, y si te digo que te voy a convertir en una chupapollas de primera y que unos de estos días te follare en mi dormitorio, debajo del de tus padres para que te escuchen follar y piensen que estoy con alguna golfa?.

Eva.- Ummmmmmmm

Yo.- Que significa eso?

Eva.- Que me gusta!

Yo.- que es lo que te gusta?

Eva.- Que me enseñes a chuparte la polla y que me folles para que mis padres me oigan gemir como una puta

Yo.- Bien, busca mi polla.

Ella bajo sus manitas las puso en mi cintura y me bajo el pantalón del pijama que llevaba puesto, mi polla que hacia rato que estaba dura salto, ella la agarro muy suave.

Yo.- Agarrala con fuerza.

Ella apretó con una mano me la machacaba torpemente y con la otra me acariciaba la punta del capullo, yo había soltado ya algo de liquido, ella se llevo los dedos a la nariz y lo olio…

Yo.- Chupalos

Ella se los metió en la boca.

Yo.- Que te parece?

Eva.- Huele fuerte y sabe igual, pero creo que me gusta, esto es lo que embaraza?

Yo.- No, eso sale mas tarde. Luego lo probaras tranquila.

Ella sonrío.

Yo.- Bien, agarrame fuerte la polla por la base y con la otra mano acaríciame los huevos, muy suave.

Eva.- Así? Esta muy dura y caliente, me gusta, y esta parte tan suave…

Yo.- Quitate el top y el sujetador, quiero jugar con tus tetas mientras me la chupas.

Se paso las manos por la espalda para desabrocharse y con un movimiento se lo quito todo.

Yo.- Ummm, tienes unas tetas realmente bonitas. – Mientras se las sujetaba con las manos apretándoselas.

Eva.- Gracias, a veces me da vergüenza los hombres me miran mucho por la calle, y sus caras… bueno, a veces dan miedo.

Yo.- Eso es por que les pones la polla dura, quieren follarte como animales. No les importa si eres simpática, o no. Solo quieren follarte.

Eva.- ya, pues no creo que me gustara.

Yo.- Pues mi polla parece que te gusta, no la sueltas.

Eva.- Bueno, la tuya me gusta, que hago ahora?.

Yo.- Ponte de rodillas, y mirándome a los ojos, lame la base de mi polla y mis huevos, muy suave…

Ella se arrodillo y empezó a lamer como una perrita.

Yo.- Estas preciosa de rodillas con tus gordas tetas lamiendo mis huevos putita.

Ella me miro con un brillo de rebeldía en sus ojos y de repente se metió casi toda mi polla en la boca de golpe.

Yo.- Voy averiguando lo que te gusta putita, te gusta verdad? Te gusta que te llame puta – ella chupaba cada vez mas fuerte. – Eres una guarrilla, aquí de rodillas, lamiéndole la polla a un desconocido en vez de estar estudiando – se metió la mano en los pantalones empezó a masturbarse. – Mírala que guarra, masturbándose… que diría papi si viera a su princesita chupando mi polla? Crees que se lo imagino alguna vez?- , ella se sacaba la polla de la boca, y la lamia entera, su mirada ya no era de niña buena. – Quieres que le enseñe a mami a chupar polla igual que a ti? Así tendría dos putas en la misma casa – Si por favor, enséñala, que disfrute igual que yo, su vida es muy triste y ella es tan guapa… – Bien, lo hare y tu me ayudaras, sabes en que convertirá eso a tu padre?. – En un cornudo – y se metió otra vez la polla hasta el fondo. Yo estaba ya apunto de correrme. Le saque la polla de la boca – Bien putita, ahora puedes elegir, puedes levantarte e irte y no te chantajeare mas o puedes seguir chupando mi polla hasta que me corra en esa boca de puta que tienes, tu eliges. – No puedo irme… si me voy después no podría darte las gracias – dijo guiñándome un ojo. – Bien, entonces trágatelo todo y mirándome a los ojos- Mi polla no podía mas, empecé a solar un torrente de esperma directamente en su boquita. Ella pego los labios entorno a mi capullo para que no se le escapara nada, puse la mano en su garganta, notarla como iba tragando era delicioso, cuando termino de salir el semen estuvo un par de minutos mas lamiéndome la polla hasta dejarla bien limpia. Ella también se había corrido, le quite los pantalones y le comí el coño como un poseso, estaba delicioso, un coño virgen, de mi propiedad y de una niña preciosa. Se corrió tres veces mas.

Eva.- Joder! No me lo creo

Yo- Te gusto eh putita

Eva.- Creo que ya hasta me gusta que me llames así.

Yo.- jajaja

Yo.- Bien, debes irte. Hace una hora que estas fuera, se mosquearan no?.

Eva.- Si, mas bien.

Yo.- Bien, duermen la siesta tus padres?

Eva.- Si, por la mañana misa y después de comer duermen un rato.

Yo.- Bien, diles que te vas al cine, mañana te desvirgare este precioso coño y ese culito.

Eva.- El culo? Me dolerá?

Yo.- Si, un poco. Pero una buena puta debe recibir por todos sus agujeros. Te gusto chupar polla no? Pues lo demás te encantara tranquila.

Eva.- bueno, soy tu puta no? Se supone que puedes hacerme lo que quieras no? Esa es la idea.

Yo.- Si, y te encanta

Eva.- Creo que si.

Yo.- Bien, ahora acércate a la pantalla del ordenador y di…

Se sonrojo.

Eva.- Me grabaste?

Yo.- Siempre lo hare, ahora haz lo que te dije.- y le di un azote en el culo.

Se acerco a la pantalla, al mover el ratón salió su cara a pantalla completa, todavía tenia algo de semen en los labios, me miro, se relamió y mirando la pantalla…

Eva.- Hola mama, acabo de aprender a chupar pollas y me han comido el coño como nunca te lo comió papi a ti, espero que dentro de poco estés tu con esa polla en tu coño, te quiero.

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Bueno, se agradecen comentarios de todo tipo, [email protected]

Tb me gusta charlar con mis lectoras

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luckm@hotmail.es

 
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